sábado, 28 de mayo de 2011

El viaje mágico y realista de Rodrigo Rubio por la literatura infantil

Rodrigo Rubio (Foto: El País)
                                                                      

Apriorismos necesarios
            Puede extrañar el contenido de este artículo, no sólo el título, por cuanto la literatura infantil viene a ser considerada literatura menor a pesar de los esfuerzos de notables estudiosos interesados en darle un contenido exacto y científico en lo posible, además de introducirla en el curriculum de las Escuelas Universitarias de Formación del Profesorado, en un loable empeño que, desde un punto de vista reivindicativo, no debe desembocar sólo en tareas de animación a la lectura sino, sobre todo, de investigación y crítica.

            Convendría, entonces, aclarar que el marbete "literatura infantil" es tan desafortunado como otros que campean por la historia de la literatura española actual, por ejemplo, el de "novela corta".

            Ha parecido siempre la mejor literatura infantil la tradicional de transmisión oral recopilada bajo forma escrita. Por eso, cuando los niños sólo escuchaban y más tarde leían cuentos de brujas y hadas, adquiere la literatura infantil su carácter peyorativo, por infantilizado, o de literatura menor, que es lo que hay que evitar.

            Pero los chicos inteligentes comienzan a apropiarse pronto de libros que, escritos para todos (lo que podríamos llamar vanalmente en contraposición "literatura adulta" o para adultos, cuando en realidad sólo hay que hablar de Literatura), por su limpieza temática, moralista las más de las veces, permitía su lectura, censurada y autorizada después por el clero, la familia y la escuela burgueses. A veces, como los protagonistas son niños, era más fácil apropiarse de esas lecturas.

            Si muchos de estos libros y autores fueron los compañeros de viaje de cuantos leíamos en la postguerra, quiérese decir que era buena lectura, que no había otra por razones obvias: no había aparecido la literatura escrita intencionadamente para niños, operación de tipo comercial, ideológico y educativo que surge con el auge económico de los años ochenta, aunque no faltasen iniciativas en épocas anteriores y en otras circunstancias puesto que el niño necesita libros de cuentos en su etapa lectora de escolar.

            Pero los límites entre Literatura y "literatura infantil", más que imprecisos, son inexistentes y la inteligencia de algún editor o la progresía controlada de otros permite que, en ocasiones, se publique en colecciones para niños literatura que pide a gritos no ser calificada como infantil. Caso que, como observamos y deducimos de la lectura de estas obras, se produce en Rodrigo Rubio.

            Por otro lado, si creemos en el derecho editorial a convertir el libro en objeto de consumo y comercio, hemos de actuar con el mismo criterio con el autor que publica por dependencia de la función económica, con el interés de vivir profesionalmente de la literatura o por hallar nuevos lectores en un nuevo campo del que debería desbrozarse ya autores y modos de escribir, separando los unos de los otros, para quedarse sola y exclusivamente con la mejor literatura. Para que la literatura escrita intencionadamente para niños deje de ser "infantil", ha de ser sólo buena literatura. El gusto de los niños y su evolución lectora se educa con esa literatura infantil, es decir con la literatura de calidad.

            En la actualidad, el mercado editorial cuida escrupulosamente la necesidad lectora de los niños, por lo que busca autores "célebres" o más conocidos que escriban libros para niños por dos razones, porque lo van a hacer bien (liberados de la deformación tradicional) y porque se aseguran ventas sólo con el nombre del autor. En ambos casos, la literatura infantil es un puente lector, porque sólo se ha de cambiar, con el crecimiento y paso a la adultez, de colección, no de autores, si es que se les mantiene fidelidad.

            Finalmente decir que este tipo de literatura tiene éxito no sólo por la promoción editorial sino por la actuación de los animadores a la lectura que, en un afán morboso de que los escolares lean, han disparado las ventas (y los lectores), aunque no han sabido impedir ni paliar el rechazo lector que se produce en los escolares a partir de los doce años y no sólo porque hayan surgido competidores - TV, video, ordenadores personales- para el tiempo de ocio de los niños.

            Toda esta situación produce un panorama sugerente y atractivo para el escritor. Ignoramos los motivos por los que Rodrigo Rubio se ha acercado al mundo de la literatura infantil, aunque parece ser un reto personal según leemos en la contraportada de uno de sus libros. Nuestra intención sí es clara, dar a conocer la literatura infantil escrita por Rodrigo Rubio, a la luz de los criterios anteriormente expuestos, porque ha podido pasar inadvertida por estar en colecciones infantiles o ser omitida de su producción al considerarse por los críticos literatura menor.



Obra de Rodrigo Rubio publicada en colecciones infantiles
            Nos parece más consistente, según nuestro propósito, llamar a la obra de Rodrigo Rubio que vamos a comentar "publicada en colecciones infantiles" que "literatura infantil", aunque goce de las ventajas e inconvenientes de este tipo de literatura, como enseguida aclararemos.

            Rodrigo Rubio tiene publicadas, según nuestro conocimiento, cinco novelitas en colecciones infantiles: Ventanas azules (Escuela Española, 1981), Tallo de sangre (Anaya, colección "Luna de papel", 1989), La puerta (S.M., colección "Gran angular", 1989), Los sueños de Bruno (S.M., colección "El barco de vapor", 1990) y El amigo Dwnga (S.M., colección "Catamarán", 1992).

            A pesar de que la edición de algunas de ellas se encuentra agotada, la ventaja reside en que son novelas que pueden ser leídas por el gran público, aunque un adulto no busca, de no estar informado, un texto en una colección infantil; el inconveniente se origina al ser calificadas según la edad del lector por la editorial. Es un indicativo óptimo para que el niño de esa edad adquiera la obra pues a él se la dedican, pero implica un dirigismo que sólo se salva por criterio moral, aunque, menos mal, el lector formado leerá lo que le plazca. Pero también induce a error. Por ejemplo: de las cinco novelas indicadas, la más difícil de interpretar de todas, Tallo de sangre, está recomendada para niños de más de diez años; el resto, se ofrece a lectores de doce años en adelante. Es decir, dicha división no nos parece acertada por su propio encasillamiento. Vuelvo a señalar que su lectura se puede recomendar a los adultos y, sobre todo, a los que gustan de Rodrigo Rubio. No es una literatura menor. No tiene de infantil nada más que los protagonistas. La problemática desarrollada es tan profunda como la de sus novelas más conocidas.



Texto y contexto en la literatura infantil de Rodrigo Rubio
            Para nada discrepan estas novelas escritas intencionadamente para niños y/o jóvenes, en cuanto a temática y técnica se refiere, de la otra producción de Rodrigo Rubio. Si acaso, sirven para comprobar la evolución del escritor dentro de una línea de publicación que apenas muestra altibajos. Son novelas de carácter realista que se ocupan de una problemática social de rabiosa actualidad en su momento y que no han perdido su interés aún hoy. La emigración desde otro punto de vista: es ahora España país receptor, con el inconveniente de que no todos los emigrantes son blancos, lo que se traduce en mayor explotación e ínfima calidad de vida. La fuga de los adolescentes del hogar burgués con los miedos que esta realidad provoca. El mundo de la deformidad psíquica o física, que parece retrotraernos a los años del feísmo literario del realismo social: Los niños tontos, por ejemplo, de Ana María Matute. Pero, Tallo de sangre se encuentra más dentro de lo simbólico que de lo mágico (realismo mágico) y, en verdad, dudo que pueda ser entendida por niños de diez o más años, a no ser que se aplique el criterio de Zenobia Camprubí para los textos de Juan Ramón Jiménez expresado en Poesía y verso (1901-1932) escogida para los niños: "En casos especiales, nada importa que el niño no lo entienda, no lo comprenda todo. Basta que se tome del sentimiento profundo, que se contagie del acento, como se llena de la frescura del agua corriente, del color del sol y la fragancia de los árboles; árboles, sol, agua que ni el niño, ni el hombre, ni el poeta mismo entienden en último término lo que significan".

            Así pues, debemos leer estas novelas sabiendo que no se produce ruptura con su anterior producción, que los temas siguen siendo de índole social, que los personajes elegidos casi nunca han sido bien dotados por la naturaleza o se rebelan en cierto modo -son sólo niños- contra el medio social en que viven, sobre todo si es alto, que existe casi siempre una contraposición vida anterior/vida actual que permite la introducción de cuadros costumbristas (formas de vida que se pierden rememoradas con nostalgia) y que lo simbólico genera la creación de un mundo poético encerrado en una prosa de calidad excelente.

            Podríamos generalizar si aseveramos que en toda su obra existen elementos biográficos, que en algunos de los personajes se encuentran rasgos del mismo autor. Y eso se adivina porque, en casi todos sus escritos para colecciones infantiles, observamos un deseo de vivir en la Naturaleza como contraposición a la vida urbana, y un silencio relativo, una rareza, en alguno de los personajillos -diminutivo afectivo- protagonistas, porque revive en él el ansia de una vida rural que, rechazada por los padres, es el mayor encanto y atractivo del abuelo. Así sucede muy claramente en Ventanas azules, quizá porque es un relato tan breve que las reacciones de los protagonistas niños son intensas. Esteban es el niño soñador que se mustia en un piso bueno pero desde el que no se ve el cielo. La madre no quiere volver al pueblo quizá por olvidar sus raíces humildes a pesar de la ancianidad del padre que vive solo. El padre es un buen hombre que se preocupa del bienestar de sus hijos. La clara incomprensión de toda la familia, padres y hermanos, ante la nostalgia y el deseo de vivir de Esteban "en la limpia naturaleza", hace que el niño se sumerja en su interioridad y parezca y aparezca como "raro".

            Tallo de sangre es un relato para adultos en el que los niños van a encontrar sugerencias proporcionadas no tanto por el asunto que trata sino por el lenguaje pulido y poético. Los personajes, en cierto modo míticos, viven encerrados en su propia pequeñez de aldea acostumbrada al mal trato del cacique. Su misma ignorancia les hace temer, por leves sospechas que leen en presagios naturales, el mal que va a sobrevenir a un pueblo que, ansioso de libertad, vuelve a sufrir los mismos horrores que cuando no la tenía. Por supuesto, aparece la fealdad, la minusvalía, el sufrimiento y el daño, lo monstruoso concebido como fruto del amor y lo monstruoso rechazado como único medio de conservarlo, a pesar de estar anunciado el daño por contravenir las leyes naturales. Todo dentro de un mundo diario de amor, recuerdo y olvido, controversia, tristeza, complicidad y naturalismo, trágico casi siempre.

            Pero este relato sugiere otras lecturas, que es lo que lo convierte en lectura de adultos, si es que los niños han captado el argumento, el mensaje, del autor en un texto oscuro e interpretativo, con dificultad notable en el desarrollo que siempre avanza por indicios o vaticinios trágicos:
            "- Para mí que algo revuelto se nos aproxima...".

            Es un ambiente rural en parte idealizado en el que se desarrolla la acción poco acorde con el tema o con la condición humana de los seres que por él pululan, portadores de un vocabulario apenas de acuerdo con su condición social y de una sabiduría ancestral que convierten el texto en un mundo en cierto modo mágico y, sobre todo, simbólico, a captar según la capacidad lectora. ¿Qué representan "aquellos tipos vestidos de negro"? ¿Qué buscan los que "desean que haya, en no sé qué futuro, un mundo diferente, con hombres distintos a como somos todos nosotros ahora"?

            Si viene a plantear el que "Nadie tiene derecho a quitarnos los hijos, aunque nazcan tontos o deformes", lo hace de modo oscuro en cuanto a su solución. El rechazo del pueblo a ese niño aparentemente normal, "hermoso, aunque con los ojos algo extraviados", pero que desde los cinco años no crece sino por la cabeza, que debe ser ocultado porque "los hombres de negro, enterados de que en casa de Longinos Silencios había nene encerrado", lo buscan para llevárselo y que simbólicamente se hace flor cuyo tallo es segado y del que sale sangre como testimonio de su muerte, parece tema casi habitual, al menos común, en los relatos de los años sesenta y que aparece en otros novelistas de la época, por ejemplo, piénsese en Castillo Navarro y su El niño de la flor en la boca.

            Así pues, Tallo de sangre, insistimos, no es una lectura apta para su correcta comprensión por niños de más de diez años, sino que trasciende el marbete literatura infantil simplemente porque es un libro bellamente escrito, es buena literatura, literatura para todos.

            La puerta es un relato en cierto modo opresivo por la dinámica de la acción que quizá sea la excusa para efectuar una introspección del protagonista adulto, al que se le ha ido de casa un hijo que no ha sabido asumir sus responsabilidades. Intenta explicar, que no justificar, un conflicto generacional entre quien soportó una madurez temprana porque no tenía nada y debía solucionárselo todo y quien, rodeado de cierto confort por el trabajo de los padres, no ha ido superando las pequeñas dificultades que le hubieran madurado para la vida, quizá protegidos excesivamente para que no padezcan las privaciones que ellos sufrieron. Demasiadas razones expone el padre para no culparse pero para tampoco justificar el comportamiento del hijo. Es un viaje nocturno por un Madrid degradado en el que el protagonista, un nuevo Max Estrella, sufre su calvario particular sin la grandeza degradada de aquel hombre porque no se presenta grandioso ante la adversidad, sólo hace un cuadro no sé si costumbrista, realista sí, del Madrid actual y se ensaña una y otra vez en presentar la dicotomía ciudad (donde los hijos se han adaptado) - campo o aldea (lugar añorado por los padres), vida anterior (de los padres) - vida actual (de los hijos). Narrado en primera persona, se hace agobiante por la rapidez que imprime a la acción y lo tenso de la introspección. Moralista, el final es positivo. Si hubiese dejado abierto el final, quizá no hubiese tenido cabida en una colección de literatura infantil. Además, la conclusión implica en cierto modo la consecución de algo buscado: " - Pues padre, majo, porque hace unos días se te largó un niñato de casa y ahora parece que vuelve un hombre". El sufrimiento madura. Sólo que la gente actual piensa si acaso merecen la pena ambas cosas, sufrir y madurar.

            Los sueños de Bruno es otra manifestación de los habituales demonios personales de Rodrigo Rubio: ambiente social duro, mísero; personajes deformes aunque humanos; consecuencias de la emigración esta vez interior; búsqueda de una nueva vida más floreciente que no llegará; sueños de todos que nunca se cumplirán. No existe la solución, la esperanza sólo es un modo de permanecer hasta que, perdidas las ilusiones, una vida plana reduzca los sueños a realidad pobre pero no trágica. Retrata Rodrigo Rubio el ambiente de modo maestro. Conoce perfectamente la realidad de ese Madrid casi marginal y la reproduce con fidelidad. Presenta, pues, algo que está ahí y que el que no lo vive no lo conoce. Las personas son básica y perfectamente humanas en su degradación, en sus pequeños defectos diarios que ni siquiera alcanzan la categoría de vicios. Sólo la ilusión de los niños se salva de ese ambiente cerrado, opresivo, del que es muy difícil escapar por no decir imposible.

            Traslada Rodrigo Rubio su preocupación social del viejo Madrid de siempre al Maresme catalán para narrar de nuevo, en El amigo Dwnga, el drama de la emigración. Si en otras novelas más conocidas, Equipaje de amor para la tierra, narra la cara amarga de la emigración española a tierras europeas, en este caso a Alemania, esta tristísima novela pone de manifiesto las inhumanas condiciones en las que malviven los emigrantes senegaleses, en general de color, porque han de añadir a su condición de expatriados la de ser de una raza considerada inferior. La xenofobia, el concepto que se tiene del árabe en general, marroquí en particular, hacen de este relato un excelente ejercicio de lectura no tanto para comprender el drama sino para reflexionar sobre la discriminación racial no olvidándonos de que son personas con todo su potencial humano pero incapaces de oponerse a su situación por su misma condición de marginados y extranjeros. Si a esto se le añade el contraste entre la opulencia de unos y la miseria de otros, se observa que Rodrigo Rubio, a pesar de los años, mantiene en sus escritos la carga de denuncia social suficiente para afirmar que el hilo conductor de su escrito es el mismo, varían únicamente las circunstancias. Siempre salva a un personaje de buena fe, en este caso al niño que da un ejemplo que los mayores desoyen. Pero la ejemplariedad, en una obra de literatura infantil, ya se ha dado por el niño protagonista. Sin embargo, la solución nunca llega.



Conclusión
            Pretender desmontar el sistema "literatura infantil", además de una utopía, es una empresa imposible porque funciona y sólo es cuestión de tiempo el que, en vez de publicarse "todo", se publique sólo buena literatura que todos puedan leer, salvada la escabrosidad de algunos temas o asuntos. Pero si se publica como literatura infantil libros de autores con una obra ya reconocida y considerada por la crítica, debería hacerse en colecciones ad hoc o dársele la debida publicidad para que sea conocida por el público lector en general. Es un modo de no perder la pista a un autor que indudablemente tiene sus lectores y su prestigio que no pierde por publicar en colecciones de literatura infantil.

            A falta de profundizar más en el análisis de estas novelas para lectores infantiles y/o juveniles, observamos que Rodrigo Rubio no rompe su modo de escribir cuando se dirige a los jóvenes lectores, su temática viene a ser la siempre tratada: el trabajo, la emigración, la muerte, la soledad y la tristeza. Y cada vez que enfrenta en dicotomía la vida actual con la anterior, conocemos que se refiere a la postguerra y que, nostálgicamente, a veces prefiere aquella vida, idílica por cuanto en contacto con la naturaleza, de diferente valor ético por cuanto existía una concienciación social y un ansia de libertad, a esta desesperanzada y con problemas que definen la vida del hombre en esta sociedad del bienestar que, en más ocasiones de las deseadas, se convierte en el malestar perenne que es sobrevivir en un mundo sin muchas perspectivas, aunque, ¿cuántas existían entonces?. Literariamente son novelas bien trazadas, desarrolladas de modo correcto, con personajes bien definidos y situaciones que son las habituales en el escritor, reflejo de una vida real que en ocasiones es cuadro de costumbres, que mantienen vivo el realismo social de moda hace ya unas décadas. Frente a las cinco novelas con las que justificamos cuanto acabamos de decir, Tallo de sangre destaca por su lirismo y su simbolismo mágico. Son, pues, novelas indicadas para cualquier tipo de lector con independencia de la colección o marbete bajo el que se las clasifique y que no constituyen una obra menor de Rodrigo Rubio sino una continuidad de la misma, pues tienen el mismo interés temático, constructivo y esencial que aquellas otras que le dieron un lugar, que aún mantiene, en la literatura española actual.

 José Luis Molina

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