sábado, 29 de marzo de 2014

Presentación del libro TIEMPO DE PASIÓN. SEMANA SANTA DE LORCA, de ALEJO MOLINA, en el Hotel Jardines de Lorca, el día 28 de marzo de 2014


Como prometí, descansado ya del esfuerzo que me supone ir a Lorca por mi estado general, voy a poner aquí mi presentación del libro de mi hermano. No es que intente protegerme de nada, ni quiera o busque justificarla. ¿Había otra presentación posible? ¿Qué fotos escoges para comentar de las trescientas setenta y tantas que forman el libro? Me decidí por decir que mi hermano es un buen fotógrafo y buscar las raíces técnicas y otros caminos de su fotografía. Como siempre, constaté que, al pueblo culturalmente llamado procesiones de semana santa de Lorca, sólo le interesa las cosas de la Semana Santa, sean buenas o no. Es decir, este pueblo se encuentra en el mismo lugar, quizá sin evolución posible. A mi me parece obligada la necesidad de dar un paso adelante.

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Sr. D. Javier Pinilla Peñarrubia, Presidente de El Liceo Lorquino. Querido y admirado hermano Alejo, autor que eres del libro que nos ha convocado en esta sala, persona de tan acusada visión artístico-fotográfica que, cuando lleva una cámara en la mano con toda la naturalidad del mundo, vocacionalmente, encuadra cuanto le impacta del día a día desde un punto de vista fotográfico. Es un gesto personal que lo define. Señoras y señores, amigos todos.
            Lo mismo debo valer para un roto que para un descosido porque, aunque mi voluntad es la de permanecer en el sosiego de Calabardina, más veces de las que yo quisiera he de salir de este mi refugio para hacer lo que se me pide, siempre relacionado con la literatura o la investigación. No es que no quiera volver a Lorca, no, es que huyo de los conflictos y de sus creadores. Y una breve y pequeña discrepancia surge en el mismo momento en el que el criterio de uno no es convergente con la voluntad del otro. Así que sólo regreso cuando me lo piden y preservo de este modo mi vida interior. Mas, como he sido convocado para estar hoy aquí y ahora tanto por el Liceo como por mi hermano, por supuesto no le voy a negar mi presencia al uno, ni al otro mi colaboración.
            Viene esto a colación porque hoy tengo que presentar un libro de fotografías titulado Tiempo de Pasión. Semana Santa de Lorca, y yo, de fotografía precisamente no estoy muy al día, pero tampoco deseo hacer el ridículo, más por mi hermano que por mí. Él confía en mí por el tono lírico en el que envuelvo mis trabajos, pero no siempre puede ser así. Tampoco es cierto que yo sepa mucho de todas las cosas, o de algunas cosas. Yo creo que ni siquiera en literatura lo domino todo, sino que estoy más cerca de la literatura que de la fotografía, porque la literatura sólo necesita papel y lápiz y saber qué decir. Por el contrario, la fotografía exige unas cualidades de las que no dispongo, que tampoco fue tanta la gracia que me dio el cielo.
            Pero, si echamos mano de la semiótica, sí puedo hacer dignamente mi cometido, porque construye Alejo en su Tiempo de Pasión un discurso semiológico que queda incluido dentro de lo que conocemos por comunicación y sí forma parte de mis conocimientos básicos en esta rama. Alejo nos habla por medio de sus fotografías y nos hace partícipes de un mensaje que nosotros, como receptores, como participantes o componentes de ese discurso que él inicia y desarrolla, debemos cerrar con nuestro ejercicio de comprensión.
            Bien es verdad que cada una de las fotografías que conforman el libro por sí solas no constituyen una expresión de ideas. Pero, como Alejo Molina construye un libro con fotografías que forman un encadenamiento de relaciones significantes y lógicas que aportan sociabilidad y actualidad, -ya verán ustedes aparecer el guión y el cierre de la procesión-, ese mismo orden que establece y su secuenciación es lo que comporta el carácter sígnico que lo convierte figuradamente en una narración por medio de la imagen. Advierto que no hablo de un lenguaje articulado, sino icónico que decodificamos por medio de la semiología semántica. Los signos sémicos son suficientes para comprender y entrar en estado de comunicación con el mensaje.
            Así pues, la consideración semiótica de la imagen permite estimar estas fotografías no sólo como elementos importantes del discurso artístico, sino como conformantes de un discurso cuyas características más relevantes, halladas todas en las fotografías de Alejo, son: la reducción a dos de las tres dimensiones de los objetos captados por la cámara; el uso de la luz condiciona la presentación; la representación del dato físico queda mediatizado por la tecnología; impone su carácter estático y monofocal.
            Esto puede parecer que concede un carácter individual y único a la fotografía, pero su secuenciación coherente es lo que permite la construcción narrativa ficcional a la totalidad del conjunto. Ello se debe a que la fotografía se halla impregnada de códigos culturales e ideológicos pertenecientes al autor o al objeto fotografiado que permiten su análisis semiológico. Una fotografía, como señala Roland Barthes, comporta un mensaje denotativo que alude a otro significado connotativo, es decir, a esa ideología y cultura a la que acabo de referirme. Por ejemplo: un etíope a caballo hace referencia a un componente del Paso Azul que remite al hecho cultura Procesiones de Semana Santa de Lorca. El Pueblo Hebreo del Paso Blanco advierte de su esencia y significado denotativo, pero remite al hecho cultura Procesiones de Semana Santa de Lorca y esa es su connotación o significado contextual.
            Pero, sea como fuere, quizá porque, como expresa Henri Cartier-Bresson, la fotografía confiere un orden al desorden de la historia, he de exponer cuál sea el contenido de este Tiempo de Pasión, ya que estoy acostumbrado al desorden de los libros, aunque alguna que otra vez los reúno por temas y conduzco a mi propio desorden ordenado. Me resulta complicado porque casi siempre los coloco en las estanterías por su calidad, como yo la entiendo, y por su afinidad en relación a mí. Mas, en el caso que nos ocupa, no dudaré en escogerlo, si algo hay en este libro es calidad, y colocarlo en ese lugar especial donde acojo las buenas cosas buenas. Así que Alejo ordenará el desorden lineal para hacer su orden creador.
            Me aventuro a escuchar una sonora pitada por decir que este libro será mejor evaluado fuera de Lorca que aquí. Y no porque se considere más al foráneo, que sí, pues al lorquino parece se le exige más o se le reconoce menos. Opino que el gesto de equilibrio que lleva cada uno de los Pasos en cuanto al número y representación de las fotografías apenas le será reconocido por su militancia azul. Fuera de Lorca, eso da igual. Aquí no. Pero yo conozco a mi hermano y estoy en condiciones de aseverar que al Alejo Molina fotógrafo sólo le interesa la fotografía y su imparcialidad sólo puede reconocerla quien, del color que fuere, también se muestre imparcial en su juicio. Estamos ante una colección de fotografías sobre un tema del que, como lorquinos, sabemos un "puñao". Y no porque seamos unos "sabeores", sino porque la Semana Santa se mama desde la cuna. Eso mismo se puede volver en su contra, como ya he dejado caer. Mas, como sólo hablamos de fotografías de la Semana Santa lorquina, eso es lo que hay que juzgar. Saber interpretar el tema es una cosa y la ejecución de la foto es otra. Porque el peligro está en el tema procesional y en que se le descalifique erróneamente por ello.
            He oído hablar del rechazo que "los cultos" sufren en los Pasos porque hay gente para la que sólo es Procesión lo que pisa la carrera los días señalados. Pero el cultivo de una cultura propia de la Cofradía también da coherencia al desfile. Porque todo es procesión, la que sale y lo que la circunda, y, en ocasiones, por la ficción que la fotografía crea, es más la foto, por la actitud, por el encuadre, por el detalle, que la realidad de lo que pasa y se olvida, aunque se renueve anualmente.
            Pero esa es mi opinión lejana y allí, en mi retiro, existe la alegre ecuanimidad suficiente y el respeto necesario para conseguir que todo sea interpretable y valorado, porque se reconoce el esfuerzo del artista. Y Alejo lo es en toda la extensión del vocablo. Lo era antes de regresar a Lorca pues aquí sólo hace renovar su temática: gitanos, soldados, emigración, la Lorca mágica y solanesca, las procesiones de Semana Santa. Anda Alejo, creo, en la estela de José Ortiz de Echagüe, fotógrafo alcarreño, y su España mística, centrada en las comunidades de religiosos de clausura y devociones populares como procesiones o romerías y en la plasmación de los caracteres más definitorios de un pueblo: sus costumbres y atuendos tradicionales y sus lugares. No olvidemos que Alejo se hace fotógrafo, aunque ya lo era en Lorca, en Guadalajara. En Lorca aprendió la fotografía de Matrán. En Guadalajara, pertenece a la Agrupación Fotográfica en la que se junta un grupo de buenos fotógrafos, de los que conocí a algunos, Santiago Bernal por ejemplo. En Madrid, forma parte de la Real Sociedad Española de Fotografía. Buenas revistas de fotografía lo seleccionan para su portada. Eran los tiempos de la hegemonía del blanco y negro. Después viene el color. Ambas facetas se conocen en Lorca por sus exposiciones.
            Este es un libro de fotografías. La literatura sólo aparece de modo circunstancial. Son escritos que únicamente tratan de enmarcar en soledad la belleza de las fotografías, pero que hay que agradecer y así hago. José Manuel Blecua Perdices, director de la Real Academia Española, que ha presenciado las procesiones muchas veces por matrimoniar con una lorquina, le pone el toque adecuado para presentar el libro. Es su valedor. Ha creído en cuanto va a exponer el libro, en la ejecución y calidad de las fotos. Desde aquí mi agradecimiento. El escrito de María del Dulce Nombre Arcas Campoy se debe a su conocimiento tradicional, por familiar, de las procesiones y a cuanto significa como intelectual. El que sea mujer blanca es una circunstancia. Como también lo es su prestancia. Sin su escrito, el libro sería otra cosa. Así que lo valoro en lo que vale. Finaliza el libro con otras líneas debidas a la pluma del Presidente de la institución cultural El Liceo Lorquino, Javier Pinilla Peñarrubia, bastante lógica su presencia, porque es la entidad que lo patrocina con la ayuda de algún que otro mecenas del que se deja merecida constancia en el libro. Y el que yo escriba aquí también es mera anécdota, quizá la peor, porque no lo hago como azul de manera consciente, pues de ello me alejé, sino desde mi afecto de hermano del autor, que me lo pidió. Lo hago desde mi punto de vista bíblico y retórico y, de ahí, mi lírica interpretación. Así que mil gracias para ellos, que ayudan así al libro en su vuelo de pájaro sobre la categoría de los desfiles bíblico-pasionales.
            Estos escritores han recreado muy bien la procesión porque la conocen. Han recreado la procesión que fotografía Alejo Molina porque lo conocen y conocen el entorno en el que se produce y la parafernalia que genera: es la procesión en movimiento, ahora inmovilizada eternamente, pero significada, expresiva, dotada de un contenido referencial artístico de estilo personal elaborado, con cierto toque lírico y con elementos connotativos. En alguna escasa ocasión, aparece alguna fotografía conceptualizada: ha visualizado en su mente una fotografía que no existe en la realidad y consigue construir otra realidad que le permite capturar con su cámara la foto imaginada. Eso sucede porque lo más relevante no es el objeto retratado sino lo que representa, su significado icónico. Es decir, creatividad e imaginación como caracteres de estas fotos. Este tipo de fotografías, esta práctica, confiere un carácter narrativo que la distingue de la simplicidad sensitiva de lo abstracto, del que después hablaremos.
            Cuando un fotógrafo hace una fotografía, letras de luz, encierra con una imagen mil palabras, literarias o no. Es más, Alejo, con sus fotografías crea un testimonio. Pero cada uno de esos testimonios o fotografías constituye un significado porque es un signo, dado que, elegido el tema, las Procesiones, cuentan una historia fragmentada en mil pedazos, tantos como fotos, que él desarrolla mediante instantáneas cromáticas. Además, y sobre todo, constituyen una expresión artística. Sus fotografías posibilitan al lector un acercamiento particular a la obra y al mundo que contiene.
            Es el mundo de las procesiones de Semana Santa como objeto de las fotografías de Alejo un testimonio social, una forma específica de vivir una manifestación religiosa de carácter popular. No podemos hablar de una visión peculiar del mundo procesional sino de un enfoque particular que convierte cada una de esas fotos en un documento espontáneo de una representación cuasi teatral en movimiento. Pero ese documento no se produce de modo casual, sino que es captado tras una meditada espera para que el enfoque permita un documento gráfico que sea lo más artístico posible. Cada registro fotográfico muestra la individualidad dentro de una base común a todas las fotos. Mas, vuelvo a repetir que nada de lo que documenta está en la sombra de la sociedad, sino en la interpretación artística que unos personajes realizan de unos protagonistas de la historia de la religión de hace miles de años. Y, como contradicción, no se proclama un simbolismo, lírico o no, artístico siempre, de las angustias, deseos, dolores, emociones y sinceridades de los hombres como entes históricos, sino como entes religiosos, dentro de toda la laicidad que manifiesta el espectáculo. Hay un acercamiento sigiloso del fotógrafo que, bajo su criterio fotográfico, su técnica y el momento de la captura de la imagen puede cambiar nuestra forma de pensar, sentir o vivir de nuevo las procesiones.
            Se considera que la fotografía es "arte exacto y ciencia artística", lo que le permite interaccionar con otros campos del conocimiento y de la técnica. La fotografía es un desarrollo tecnológico basado en la construcción de imágenes y análisis de la perspectiva. Por eso, en este libro no hay interacción, puesto que los escritores o presentadores del libro no conocían el material de antemano y sí las procesiones. Por lo tanto, se ha creado un paisaje nuevo con la relación evidente, literaria e icónica, de estos dos medios de comunicación. En todo caso, aquí se produce una situación no identificable con su pertenencia a un contexto social porque se refiere a un concepto más amplio y específico con relación a sus destinatarios que, quizá, no necesiten de la palabra para identificar los objetos fotografiados.
            El ambiente que crea sobre el propio hombre que ve el resultado de la captura de la imagen produce un referente en su psique porque aparece y comprueba una nueva realidad desgajada desde el devenir en movimiento hasta el estado de materialidad inmóvil en el que se convierte una fotografía que contextualiza un contenido diferente del protagonismo social del mensaje en general. La fotografía, en opinión de David Catá, sólo paraliza un momento: el resto es el resultado de la acción, un recuerdo posterior. La procesión, fragmentada y emocionalizada, restringida en ocasiones al detalle en las fotografías, sintetiza un efecto recreado y nuevo que parte del mismo desfile, de los mismos personajes que pululan por el fervor mariano y la laicidad histórica, a la que se le hace justicia. Alejo documenta los procesos que ofrece como resultados: la fotografía en sí. Y también escapa del paradigma que es hacer un instante eterno porque un torrente de creatividad elabora la identidad de la imagen que, al contemplarla, deja descubrir que lleva la impronta fotográfica de Alejo. Eso se debe a que entre Alejo y las procesiones de Lorca existe una reflexión que significa convivencia, intimidad y conocimiento exacto. Quizá sea lo que más años lleva fotografiando, olvidando así otros mundos posibles y varios de creación que lo reclaman.
            La lectura de la parte escrita, aunque puede condicionar la interpretación del hecho social, no tiene nada que ver con las fotografías, sino con la experiencia del contexto. Esto se debe a que el emisor literario y el receptor conocen el mensaje como metáfora en sí misma. Pero desconocen el resultado de la instantánea, aunque la presencien. Además, el lector ha de pasar del lenguaje literario al lenguaje icónico, lo que supone cambiar de ideología inmediata, olvidar, si cabe, la literatura y adentrarse en otro sistema con otro reflejo de los valores y diverso modo de lectura. La contemplación de la imagen provoca, según la sensibilidad de cada uno, emociones, afectos, conocimientos, reflexiones, que sólo se pueden expresar por medio de palabras, haciendo literatura de este modo desde la imagen, desde la fotografía como performance, porque recoge una actuación en movimiento de la que desgaja un instante, una toma, que permite hacer visible lo interno, la intimidad del instante, como digo en mi escrito que forma parte del libro. La visión de la fotografía permite o provoca el efecto contrario, escribir desde la impresión originada por la imagen, por la fotografía, lo que origina una ékfrasis o expresión literaria de una representación visual, que aquí se ha evitado. Y también podemos relacionarla con la hipotiposis, lo que puede conseguir que el público se vea en el escenario de esa historia que las procesiones cuenta. Y no hablo de esa figura retórica por capricho, sino para decir, por lo que después añadiré, que sirve para presentar de manera próxima realidades de carácter más bien abstracto, al que se llega, como acercamiento, mediante la técnica del barrido, con la que se consigue un objeto estático y un fondo movido.
            Así que la imagen es el objetivo de la comunicación fotográfica. En esta ocasión la imagen es la procesional, porque es el tema y el contenido del libro, mientras los motivos son los que aparecen detallados, especificados, solemnizados en las fotografías: dolor por la pasión y muerte de Cristo y todas las circunstancias religiosas que conducen al paroxismo y concluyen en la catarsis espiritual. Incluidos los caballos de los ejércitos triunfantes, las carrozas en las que predomina el poder, las literas en las que descansa el eterno femenino, sus bordados atuendos como adornos. Caballos, carrozas y literas son objetos con características suficientes para que el ojo de la máquina les saque todo el jugo estético y expresivo que poseen. Pero que se sepa que no son fotos de caballos, sino fotos de caballos en las procesiones lorquinas. Ordinariamente, las poses o posturas de los caballos no son tan heroicas, tan esforzadas, tan visuales como las que presentan en procesión. Y ese instante de la captura de su esfuerzo rítmico es tan mágico como venturoso, como atemporal. Ese salto espacial es un paso de baile ejecutado con orden y con tanta precisión que arranca aplausos llenos de emoción. De ahí la magia.
            Para el desarrollo de la imagen, el fotógrafo, hombre con sentido artístico y dominio de la técnica, aplica un código visual que tiene como factores básicos la perspectiva, el encuadre, la iluminación y el color. La aplicación de estos elementos la hace estar relacionada con la pintura. Se podría decir que la fotografía, como la pintura, es poesía muda. Pero, en este libro magnífico, la parte literaria es una excusa para presentar el libro o divagar sobre el contenido de las fotografías, es decir, de las procesiones, o contextualizar social y líricamente el contenido y sentido de la representación en movimiento detenida en el espacio y en el tiempo. Idealizando, diría que es fotografiar aquellos carros sobre los que se representaban los autos sacramentales barrocos pero puestos en movimiento mientras la dicha representación y detenidos por la instantánea, o sea, detener el movimiento y captar el detalle, la exposición, el esfuerzo, el espectáculo en suma. Porque la fotografía es la contemplación del momento, mientras en la realidad, en la carrera, el movimiento es el que crea el espectáculo, que así se convierte en finito frente a la eternidad de la imagen en el papel. Pero ya he dicho que Alejo ha huido del paradigma para ser creador.
            Lo que el fotógrafo consigue, aprovechando el conocimiento que del espectáculo posee el público, es decir, el receptor, es potenciar y definir el contexto social a través de las estrategias que utiliza para producir un mensaje que ha de llegar a niveles diversos de capacidad de expresión e interpretación. También sabe que cada receptor va a decodificar el mensaje según su color. Porque el lector visual va a leer y calificar, al menos puede hacerlo, como mejor resultado estético el del color de su preferencia, el de su Paso, mientras que el fotógrafo querría que sólo destacara el elemento estético-artístico. De ahí la polivalencia del libro, otra de sus virtudes.
            Hay que explicar que resulta complejo resistirse a la atracción de los elementos artísticos de las procesiones, como el bordado, porque la fotografía concede prestancia al brillo de las sedas, al contorno del oro, que, siendo elementos estáticos, cobran vida por el movimiento, bien a la grupa de un caballo, bien como manto sobre los hombros de los héroes, bien en las carrozas que hacen del movimiento un elemento presente y especial. A donde se dirija la cámara, encontrará estos elementos. De ahí la elección del momento para perpetuar esa magia a la que pronto me referiré.
            La fotografía es, al menos en su origen lo fue, un medio ajeno al arte con el que contacta al reproducir la realidad con un nuevo concepto de verdad. El pintor reproduce lo que ve o finge ver. El fotógrafo, si no trata la foto técnicamente, sólo reproduce la realidad, lo que era y cómo era cuando se captó la instantánea. Y si la figura es fidedigna también lo es el mensaje que transmite.
            Por ello, la lectura de este libro sin literatura, todo dedicado a la imagen de las procesiones que recordamos, va a permitir el conocimiento veraz y detallado de cuanto es procesión en varios momentos de su proceso, con la ventaja de poder repetir la experiencia las veces que se quiera, renovándose la emoción estética que conlleva a la fotografía como expresión artística. Por ello, libros como este pueden llegar a personas con poco dominio de la decodificación de los signos gráficos. Por lo tanto, este libro populariza, al ponerse al alcance de todos, las procesiones y su carácter misterioso sólo percibido por el procesionista, que esta faceta también la ha vivido el fotógrafo, Alejo en este caso.
            En este libro reina la belleza por cuanto sólo compete al arte. Porque, si bien es cierta la existencia de la verdad objetiva en la fotografía, no se puede olvidar la verdad y belleza subjetiva que es lo que añade el fotógrafo para hacer arte, su manera de hacer arte, no la plasmación industrial de una realidad en este caso bella, como podría ser una estampa "bonita", pero manida. Estamos contemplando las fotos de Alejo, la procesión que Alejo considera como elemento estético. Así que no exagero si digo que este libro se podría subtitular, aunque ya se da por sabido, las Procesiones de Semana Santa de Lorca según Alejo Molina.
            El que la fotografía se convierta en arte obedece a la sensibilidad del fotógrafo que utiliza la tecnología para comunicar una realidad, ideal según él, a través de su lenguaje estético. A través de su arte, el fotógrafo puede perturbar las conciencias al indagar la realidad como una situación nueva, una situación que a veces él sólo percibe, y ponerla en conocimiento del público que así se enriquece y puede darse cuenta de algo que antes no había visto. Así que, como motor de este arte, hallamos o hemos de poner la imaginación del artista como elemento para hacer del arte poesía, para hacer del detalle un silencio, un encuadre, un destello de luz, por la descripción panorámica de esa realidad llamada Procesiones de Lorca. Lászlo Moholy-Nagy afirma que fotografiar es crear formas con la luz. Pero la iconología de las procesiones es de una belleza singular sencillamente por su dominio de la forma.
            Y otra característica de este libro radica en la primacía de la imagen, lo que supone una aportación a la divulgación de la cultura sin renunciar por ello al valor artístico que en sí posee la fotografía. De este modo, la fotografía se convierte en un mundo infinito de percepciones y la sitúa en un lugar frontero a la experiencia de la utopía. Porque la procesión siempre es una experiencia no conclusa  ya que cada año se muestra diferente y la fotografía es un arte de reinvención lleno de posibilidades.
            El fotógrafo escribe sin texto, aunque con la luz de su cámara, la realidad que se proyecta a través de la observación de la imagen, de lo que aparece por el encuadre, porque el fotógrafo ve más realidad que el objetivo de la cámara. Sobre todo porque sabe lo que quiere fotografiar y lo que no es artístico no lo considera.
            Si antes señalaba la imaginación como cualidad en el fotógrafo, indico ahora su dimensión ilusionaria o talismánica, como la define Susan Sontag, concepto quizá aprendido de Annie Leibovitz, una vida detrás de la cámara. Es la expresión de una actitud sentimental e implícitamente mágica como la tentativa de poseer la realidad. La información que contiene una foto posee el valor del orden de la ficción. Aunque hay que entender la fotografía no como la sustitución de una realidad diaria por la realidad que ve el fotógrafo, sino como el recurso que se une a la realidad como autonomía estética. La fotografía, aunque se relaciona con lo real, tiene que ver también con lo imaginario. Porque el fotógrafo, al extrapolar el movimiento por medio del encuadre y del enfoque, está imaginando y creando otra forma diferente dentro y originada por la imagen real.
            He de acabar ya porque es el propio fotógrafo el que debe exponer el contenido de este libro y dar paso para que ustedes lo tengan en su poder y técnicamente puedan comprobar cuanto acabo de decir, fervorosamente por cierto. Para eso es mi hermano y he venido desde mi aislamiento para dar noticia escueta de cuanto hace y ha hecho por las procesiones de Semana Santa de Lorca.
            He atisbado en su fotografía un cierto interés estético por la manipulación en un camino que, intuyo, trasformará la imagen fotográfica en pintura abstracta. Es algo que lleva algunos años intentando y del que hay alguna que otra muestra en el libro. Es una aventura apropiada por los senderos de las nuevas tecnologías. La creación está cada día más al alcance de todos. Ahora se puede comprender aquello de la hipotiposis. Es decir, el fotógrafo, bajo los sentidos de la creatividad, inicia un camino que concluirá en la plena abstracción, siguiendo la evolución de la pintura. Hablo, pues, de Alejo fotógrafo, no de Alejo cronista de las procesiones de Semana Santa de Lorca. Apropiándome del título de una exposición, en la que la imagen fotográfica se transforma en pintura abstracta, puedo manifestar que la fotografía de Alejo es "el arte de la seducción cromática", aunque su viaje a la ninguna parte de la abstracción es algo impreciso, porque intuyo que busca disolver las formas en una amalgama de luz y color, como expresa Xavier de Diego con relación a Tringali que es el que expone en Madrid ahora mismo, en el Sala Estudio Gerardo Rueda. Giuseppe Tringali explica que su desafío fotográfico actual radica en "experimentar utilizando fotos mías con aplicaciones tecnológicas para pintar, a través del ordenador y el iPad". Eso indica, para un futuro cercano, una nueva vía de experimentación en cuanto se refiere a la fotografía de la Semana Santa de Lorca. Pero entonces no reconoceremos ninguna imagen. Todo será luz, color, ritmo y armonía. Pero no imagen figurativa.
            Celebro, pues, este festival de luz, color, tradición, Semana Santa y cuanto desvela este libro que deseo le sirva para que se le empiece a considerar como fotógrafo con independencia de los temas que trate. Aunque ser un fotógrafo puntero de la Semana Santa lorquina es algo que significa pasar a la historia de esta manifestación cultural y de este pueblo.
José Luis Molina





Bibliografía consultada

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GORLERI de Evans, María Ester (s/f), La fotografía. El lenguaje fotográfico. [Documento en línea]. Dirección URL: <https://docs.google.com/document/d/1fFFsQZ U3DLG9 GukesN4PIBFxmlw86 Vrzpz RD6lwDuI/edit>.  [Consulta: 24 marzo 2014]
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PARAQUETTE Bastos Macedo, Andreia (2011), (Raquel Maccinci, eda.), "Literatura y fotografía. El diálogo entre palabra e imagen", en Diálogos transatlánticos. Memoria del II Congreso Internacional de Literatura y Cultura. Vol. VIII. Literatura, arte, cine, otros medios: diálogos, cruces y convergencias.
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ü www.elmundo.es/loc/2014/15/52fe607bca4741c6018b45578.html


José Luis Molina
Calabardina, 29 marzo 2014

miércoles, 26 de marzo de 2014

TEO PUEBLA, pintor e ilustrador


Con motivo de septuagésimo cuarto aniversario de mi nacimiento, del día de San José y del día del Padre (fundado en el Corte Inglés), mi hija y nietas aparecen con este libro que abre este comentario. Todos los libros que eran míos -y los dibujos que Teo me regaló- están todos en posesión de mi hija. Teo Puebla es mi hermano de Madrid. Si yo viviera en la capital, lo vería muy a menudo, iría a su estudio, le preguntaría por su espalda, y me quedaría merodeando por allí, admirando -no mirando- su pintura, la que estaría haciendo y la acabada. Siento por Teo Puebla un afecto especial desde que lo conocí en mi etapa de Educación Compensatoria, hace al menos treinta años. Él, y su esposa Carmen, han estado en mi casa de Lorca, en esta de Calabardina y, por nuestra parte, cuando voy a Madrid, voy a verlo.

Pegasos, lindos pegasos,
caballitos de madera...


Mi admiración por Teo Puebla no procede de la calidad de su persona, que los es, que la tiene, que es un pedazo de pan. Mi admiración procede de la magnitud de su pintura y de la humanidad de su ilustración. Su pintura es un gozo profundo como el dolor, porque, en general, sólo pinta perdedores, gente pisoteada, gente que reclama ayuda. Hizo una magnífica exposición en el V Centenario de La Celestina que fui a ver y llevé a un 8º que iba de viaje de estudios. La última no la pude ver por la cosa de mi santa que cuida de su hermano y del alzheimer del hermano y no pudimos ir a Madrid. Ya no creo que vaya nunca. Apareció por el Ateneo cuando fui a dar una conferencia sobre Musso Valiente y oíamos el fragor republicano en el salón contiguo.


Es un campeón de las libertades y un fan de la igualdad. Está dotado de una importante condición para la pintura y mi encanto sería verle, como he hecho otras veces, liado en su casa con las ilustraciones. Es una armonía, un detalle de genio. No sabía yo que tenía en SUSAETA estos tres o cuatro libros infantiles. Pero estaban en casa de mi hija murciana y ella me regaló este para San José. Soy un hombre afortunado porque voy a estar viéndolo un par de meses antes de decirle a mi hija que lo ponga junto a los otros, y darle otras cosas que de él tengo. SUSAETA, este libro ha sido adquirido en la librería ANTAÑO, de Diego Marín, y por ahí anda el tique de compra. Aquí sólo hago un homenaje a mi amigo el ilustrador.


Érase de un marinero
que se hizo un jardín junto al mar,
y se metió a jardinero.
Estaba el jardín en flor,
y el jardinero se fue
por esos mares de Dios.
Porque lo que el libro gana merece la pena. Se trata siempre de textos vigorosos, de poetas canónicos, como en este caso Machado, Antonio el Bueno. Como Teo. Pero si, mientras lees, estás viendo unos magníficos dibujos, ilustraciones o lo que sea, el gozo deja de ser superficial y se convierte en disfrute de la belleza. Sirve esta entrada en esta Calle Tranquila para hacer que le llegue mi abrazo de hermano.

José Luis Molina
Calabardina, 26 marzo 2014.



TIEMPO DE PASIÓN. SEMANA SANTA DE LORCA. Fotografías de Alejo Molina

Todos los que acceden a este blog quedan invitados a la presentación del libro cuyo título es el de esta entrada.



Espero poder colocar aquí el sábado 29 el texto de la presentación para el que no haya podido ir lo pueda leer, aunque lo importante es adquirir el libro.

José Luis Molina
Valabardina, 26 marzo 2014

martes, 25 de marzo de 2014

Acerca de la prohibición del disfrute de la belleza pasajera


Foto tomada de http://noticias.lainformacion.com/esther-williams/P_UV61IZrVhdbYwMGnYsVDE3/
Procedencia de la fotografía: Wikipedia

           Si me gustaban las películas de Esther Williams era porque se le podían ver los muslos, bien que sus bañadores eran aún lo que entonces se llamaba decentes, piensa Bormolo Gorderi mientras danzan las españolas en el agua de la piscina Picornell, nadadoras que posaron desnudas para una revista, medallas de plata en el Mundial de Barcelona, en la rutina libre combinada. Desnudas, escribe el periodista para popularizar un deporte dormido: “Lo hicimos porque quisimos, pero no por dinero”. A mí qué. Pero continúa el pudibundismo y eso me jode: “la clave era que no se viese nada. Nada más que lo que se ve normalmente en bañador”, asegura el periodista.
            Pero, resulta grato no tener que ir al cine para contemplar con ojos ilusos la hermosura de la vida, no como entonces, Escuela de sirenas, porque había que conformar a un nacional-catolicismo que nos fundía con la maldad de cuanto iba relacionado con el sexo.
            Malos tiempos aquellos que, incluso, nos han perseguido hasta hoy. Estas que son ya no serán ni tan atléticas, ni tan atractivas, ni tan de diseño, mecánicas, pero su contemplación es un gozo para la vista y para el corazón. Porque, al fin y al cabo, eso es lo que queda, ver con estos ojos que se ha se tragar la tierra la hermosura que otros llaman condenación eterna.
            Había entonces un cierto espiritualismo represivo, un interés desmedido en que sólo nos ocupásemos de los bienes eternos de modo que los bienes terrenales fuesen algo a repudiar, como si el hombre no estuviese compuesto de alma y cuerpo y hay que dar a cada césar lo suyo. Claro que así no se pensaba en la situación política, en la pobreza de una vida diaria que amargó la vida de casi todos, los que pensaban y los que no. A esto hay que añadirle otra realidad: lo que aquí estaba mal visto, prohibido y perseguido, un poco más allá de esos Pirineos en donde empezaba África estaba permitido.
            Por otra parte, y como derivada de esa situación anómala, si todo es fungible, si nada es y todo pasa, sólo la grácil figura de las mujeres prohibidas, menos en el matrimonio y como único medio para engendrar hijos para Dios, las mujeres sólo son contemplables cuando jóvenes. Nada, pues, más efímero, que una mujer, que hoy es y mañana aparece distinta.
            Nada hay mejor que la posibilidad personal y propia de comprobar si esa belleza por la que se suspira es o no objeto de sentimiento perpetuo o el propio desengaño, el tedio de la vida, te aleja de su cercanía.
            Y es que, acostarte con una mujer y levantarte con una madre introduce tal cambio en el enamorado, que poco a poco, de un modo insensible, uno apaga, también poco a poco, ese amplio deseo de belleza y lo que con ello va. El paso del tiempo determina en aquellas mujeres aquietadas entre la Sección Femenina y la Acción Católica la involución: son madres, administradoras de su casa, ocupadas en, de y por sus hijos y, con el envejecimiento, es decir, la pérdida de la lozanía que les prestaba hermosura, ávidas de sus nietas. Y del hombre, ¿qué se hizo?
            He, pues, de concluir que el paso del tiempo te enseña la mentira de la vida. Pero para entonces no tienes ganas de nada. Porque, si se enteran, en ese ansia de dominio frenético, de que aún hay algo que te mueve, seguro que lo cercenan de raíz para que sólo se muevan las cosas según y como a ellas les interese.

José Luis Molina
Calabardina, 25 marzo 2014

lunes, 17 de marzo de 2014

KONTXA ESCRIBANO en Madrid

Contxa Escribano. Foto del cartel de la exposición

Poco tengo que decir porque no he visto qué cuadros se ha llevado a Madrid. Expone en el Restaurante Donde Marian, a partir del día 15 de este mismo mes. Se encuentra en la calle Torpedero Tucumán, 32.
Ya contaré, si me llego a enterar.



José Luis Molina
Calabardina, 17 marzo 2014


domingo, 16 de marzo de 2014

María del Amor Hernández. LA VIEJA MÁQUINA DE COSER

          


Después de muchos años, tuve la oportunidad de volver a la casa de mi abuela, en Baza, en la calle del Agua.

   Los  pequeños y decorados peldaños que subían hacia su casa habían perdido el color y la definición que los engalanaba, pero dejaban entrever la belleza que en otro tiempo lucieron y se lamentaban, como el anciano cansado, con un crujir ronco, bajo mis pisadas.

   Sentí la baranda, deslizándose bajo mis manos, suave y lisa en unos tramos, y rugosa y carcomida en otros, pero resistiendo firme el paso de los años.

   Pude oler de nuevo aquel penetrante olor a madera y humedad que rezumaban los poros de aquellos muros. Lo único que seguía fiel a mi memoria era la claraboya vidriada, de varios colores, que difuminaban la luz que, tímida, entraba por ella, creando un gran foco de turbios colores iris que se proyectaban en la escalera.

   Seguí subiendo peldaños hasta llegar a la solana, la parte más alta de la casa, que antaño servía para secar los embutidos de las matanzas que cada año  realizaban, convertida ahora en un lugar lleno de  objetos que en su día tenían utilidad. Entreabrí la puerta y un brillo de sol opaco ocupaba la estancia,  múltiples chismes tapados con mugrientas sábanas se apilaban a la derecha y, en medio de aquel cuarto, envuelta en polvo, silencio y olvido, encontré la vieja máquina de coser de mi abuela. De pronto la recordé, siempre había estado allí, escondida entre los recodos de mi memoria. Me senté en aquel rincón de mis recuerdos, evocando sonidos e imágenes que creía olvidados.

   Vi a una mujer encorvada y sentada ante aquella máquina, pasando retales bajo una aguja que danzaba en un compás acelerado y monótono, punzando aquellas telas que se movían rápidamente entre puntadas dirigidas por trasparentes manos, acompasando a un pedal movido por  piernas ocultas bajo unas tupidas medias de luto riguroso, que, mientras  se balanceaban rítmicamente, hacían  posible todo aquel entramado.

    Una niña, sentada en un suelo de pequeñas baldosas, con sinuosas cenefas en blanco y verde imposibles de definir, con las piernas cruzadas frente a la luz que entraba por la ventana, canturreaba con voz muda, mientras amontonaba piezas de madera que recogía de la carpintería de su tío cada vez que lo visitaba.

   Cuando el sonido se detenía, volvía la cabeza para observar cómo la abuela, acercando y ladeando la cabeza, cortaba con los dientes el hilo sobrante de la costura,  para  cambiar la bobina y  con ímprobos esfuerzos intentaba volver a enhebrar la aguja, hasta que lo lograba y comenzaba de nuevo el compás del pedal.

    Volvía la niña a su canturreo, mientras seguía jugando con una muñeca despeinada a la que cambiaba incansable los tres vestidos que le había cosido su abuela, mientras un entrañable eco de apacible paz envolvía aquel lugar. La luz de la tarde, el sonido de las golondrinas gritando tras la ventana, guiaban el ritmo de un momento detenido en mi memoria, el sonido de un pedal, una abuela y una niña jugando en el suelo con su despreocupado canturrear.

   Fue todo lo que pude entrever sentada desde el rincón de mis recuerdos, una abuela, una máquina de coser y a una niña que era yo.

AMOR HERNÁNDEZ

Calabardina, 16 marzo 2014


viernes, 14 de marzo de 2014

Diario de una lectura. EL ENSAYO GENERAL, de ELEANOR CATTON. 4



Muchas cosas han pasado mientras he acabado de leer esta novela y no he podido escribir ni una línea sobre ella. No es una novela de sexo pero el sexo lo llena todo. Sobre todo una cierta tentación lesbiana entre parejas femeninas de variada edad. Se desprende una cierta sabiduría de la relación sexual digamos que académica, aprendida en las clases del Instituto, lo que, si bien facilita, el acto en sí, pierde la intriga de la 'conquista'. Se sabe que por imperativo hormonal se va al sexo de cabeza y se acepta. Si bien eso elimina problemas de represión, hace del acto en sí algo como que previsto. Es, pues, un sistema que genera ese sistema o al menos así lo expone Eleanor Catton. Son numerosos los personajes que desfilan mostrando sus ilusiones maternas o juveniles. El hecho en sí de una supuesta o cometida violación de un profesor con una alumna es rememorada en las conversaciones escolares, sobre todo con la profesora de saxo. Pero todo se renueva y purifica, si es que esto es posible, cuando se llega a la catarsis por medio de la representación teatral de cuanto había sido la comidilla escolar y familiar. Es una novela digna de leerse y una novelista digna de ser leída. No te deja indiferente. Se busca con impaciencia la continuidad de la problemática por medio del diálogo que sólo es la expresión de la problemática de la insatisfacción de los personajes.
Creo que con lo expuesto basta, porque descubrir más cosas es alicortar la novela. Hay que leerla y tratar de entender los argumentos afectivos tanto de los mayores como de los jóvenes. Son excesivamente maduras las conductas de los jóvenes. Quizá en estas ocasiones la autora debía haberse escondido algo más y no dejarse ver entre los personajes. Me gusta la novela. Claro que las novelas complejas con comportamientos afectivos desajustados que indican algo no resuelto, la necesidad de una relación o la expresión de esa necesidad son algo atrayente literariamente hablando.

José Luis Molina
Calabardina, 14 marzo 2016.

martes, 11 de marzo de 2014

FOTOS DE LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO DE AMOR HERNÁNDEZ MARTÍNEZ

Me llevé mi cámara de fotografiar al acto por si tenía la oportunidad de echar alguna foto para ponerla en el blog. Pero no me hizo falta porque el que más y el que menos llevan aparatos sofisticados que las hace mejor que yo. Así que Manuel Morales García me ha enviado las utilizadas antes y las que pongo ahora. Gracias, amigo. Y mis gracias a Pedro Vera, que tuvo la gentileza de buscarme en Calabardina y llevarme de nuevo a casa de mi santa después de una maratón de chistes regados con vino. Esa fue la sobremesa de la presentación del libro. La cosa estuvo bien. Abracé a Chon, a mi amigo Fernando Cuadrado y a su esposa, a Juan Carlos García Ruiz, presidente de la Cruz Roja en Lorca, a Marisa, a gente que se me acercaba y decía que había sido mi alumno/a y yo en la inopia del olvido. Marisa tuvo conmigo un detalle que le agradeceré toda mi vida: "He esperado desde 8º de EGB para darte las gracias por el trato que tuviste conmigo". Ella venía de Inglaterra y no sabía español. Yo enseñaba literatura y no sabía inglés. Pero la cosa salió tan bien que es, desde hace años, profesora en los IES como se llaman ahora. De esto ha debido transcurrir la bagatela de treinta y cuatro años. Marisa sigue guapa y dulce. También abracé a Antonio López, a cuyo cuidado sigue el Fondo Espín. Y a tanta y tanta gente que no puedo citar a toda. Bueno, parece como un regreso a la vida que abandoné libremente. Hasta otra.















OSCURO INTERIOR HERIDO (Desde mis entrañas), de MARÍA DEL AMOR HERNÁNDEZ MARTÍNEZ,

PRESENTACIÓN DEL LIBROOSCURO INTERIOR HERIDO(Desde mis entrañas),DE MARÍA DEL AMOR HERNÁNDEZ MARTÍNEZ,EL DÍA 10 DE MARZO DE 2014.

El alcalde marchó de viaje a Madrid y en su representación estuvo Laly Ibarra.
No varío nada de mi escrito

   
Aquí estoy con mi amiga Chon, Presidenta de los Amigos de la Cultura
Las fotos me las ha enviado por correo mi amigo Manuel Morales


            Excmo. Sr. D. Francisco Jódar Alonso, alcalde de Lorca. Querida amiga Amor hija, queridos Joaquín y Mario, hijos de Amor. Queridos Amor madre e hijos José Joaquín, ausente por obligaciones profesionales, y Matilde. También mi recuerdo para ti, Manuel Miñarro, esposo de Amor, que estás en la penumbra del segundo plano cuando a ti habría que hacerte un homenaje. Amigas y amigos de Amor aquí presentes, lorquinos todos los que por algún motivo de amistad, aprecio, admiración o solidaridad estáis en esta sala. Amigo Juan Carlos García Ruiz, Presidente de la Asamblea local de la Cruz Roja de Lorca. Buenas noches y mi gratitud a todos, porque vuestra presencia hace este acto más importante y emotivo con relación a la autora del libro que vamos a presentar, OSCURO INTERIOR HERIDO. Vuestra presencia es la que presta el sentido a toda esta parafernalia. Os honra el que hayáis venido para acompañar a Amor. Se merece vuestra estancia en la sala y vuestra amistad. Al menos eso creo yo. Gracias en su nombre y en el mío.

        Hay muchas cosas que, necesarias para conocer mi antigua relación personal con Joaquín y Amor, los  padres, y sus hijos Amor, Matilde y José Joaquín, están escritas en el prólogo del libro, también de mi autoría. Hay muchas cosas que, necesarias para comprender todo el entramado que circunda el libro, están en su interior. Hay muchas cosas que, necesarias para conocer el sentido que se le ha dado a esta publicación, se hallan en las páginas del libro que pronto estará en vuestras manos. Por ello, en esta presentación no se van a repetir. O trataré de que no se repitan. Porque, en realidad, sólo quiero hablar del libro, pero el libro es Amor y, por tanto, de ella también voy a hablar aunque sea de una manera discreta. Y si es directa, porque no queda más remedio, mejor. Es su autora, sin ella no habría libro, pero el libro sólo es el resultado de unos sucesos, digamos que físicos, que se adentran en ese oscuro interior que ya estaba herido por la enfermedad, por el dolor, por el desaliento en ocasiones -¡quién no lo tiene!- y que cobra, de manera impensada y, en mi criterio, providencial, una magnitud íntima que se resuelve en salud, en gozo, en silencioso cauterio. De esto es de lo que quiero hablar. Porque lo otro lo tienen ustedes en el libro. Porque hablar aquí para Amor y para vosotros es algo serio para mí. A veces, cuando digo lo que estoy haciendo, alguien, con buena intención, me dice que así me estoy gastando. Le digo que no, que sólo elijo lo importante, lo que yo mismo selecciono porque se lo merece su autor o el tema. Lo que lamento es no estar a la altura de las circunstancias, no colmar las expectativas. Me disgusta no ser mejor orador, no ser más grato para hablar y no expresarme con la eficacia que me exijo. Pero los años no perdonan. Eso sí, nadie me va a ganar en cariño y emoción en este mi grato trabajo de esta noche, porque Amor se merece una noche distendida y serena. Yo ya brindo por ello.

        No hemos querido crear ninguna expectativa con relación al libro porque no es nuestra intención, al menos la mía y estoy seguro que la de Amor, magnificar ninguna de las situaciones que, relacionadas de modo providencial, se han debido conjuntar para que este libro se haya publicado. Se trata solamente de una memoria, literaria si se quiere, de una delicada situación, trágica sin duda, que, desencadenada violentamente por la misma naturaleza, se resuelve en consolación, en curación, en dulce esperanza amenazada. Digo amenazada, porque las revisiones a pasar mensualmente son un trago no muy dulce. Sus llamadas telefónicas casi ponen en cuidado. Se lamenta blandamente por el dolor en no sé qué sitio, por ese hematoma negro que le ha invadido la pierna. Pero raudamente surge su buen humor, su verborrea imparable que oculta alguna que otra preocupación que no quiere afecte a sus cercanos. Porque ya está acostumbrada al dolor, es compañera del dolor. Se conocen hasta la saciedad. Son amigos íntimos. En su cuerpo, los costurones lo corroboran. Está cosida, pero que muy bien, por fuera y por dentro. Pero, la buena disposición de Amor hace que todo se vaya restituyendo poco a poco, que todo vuelva a su sitio, que el orden recupere su lugar, que la vida continúe, aunque sea sufriendo desde las entrañas, ese lugar no literario desde el que ha escrito este libro.

        La revolica que se puede formar a causa de la publicidad que sin duda va a generar este acto y el mismo libro en sí puede conformar un estado de opinión que destaque lo que no es necesario. Hay que señalar que no se publica este libro para que se conozcan las cualidades literarias de Amor, que no ha lugar ahora, sino para que entremos en ese oscuro interior herido y comprendamos qué fue la situación personal amenazada de muerte de Amor y cuál es la actual. Y, sobre todo, entender el proceso, adivinar el camino sufrido y gozado, ponerse junto a Amor en su particular calvario. Porque si la acompañamos en ese oscuro daño, en esa interior herida, podemos estar junto a ella en su actual situación más alegre y en su vida más gozosa. Conocer qué sintió y pasó Amor es ponernos en su lugar, comprobar su pasión, para ahora entender su gozo y su zozobra. Gozo porque vive, y no es poco. Y su temblor tímido, porque vivir es un estar pendiente de su estado físico y emocional a lo largo de un mes, hasta que los médicos evalúan su estado. Pero ahí está ella para salir airosa.

        Así que, a pesar de que este acto se conocerá enseguida en otros lugares por los mismos medios que antes la hicieron noticia -ya ha pasado-, nosotros queremos caminar con pasos cautos, sin espectacularidad, dando gracias a Dios, sin duda, y a los hombres que la curaron, esos técnicos increíbles, esos médicos que algo tienen de dioses menores porque curan, porque restablecen la paz, eliminan el dolor en tanto en cuanto. Gracias a ellos por su pericia y por su humanidad. No queremos que nadie piense en que Amor o su libro quieren ser noticia para que su vanidad vuele como bagatelas de colorines fatuos y falsos. Dios nos libre. Este libro es una experiencia humana, la que Amor ha querido contar a su estilo y con su grandeza personal. Pero, además de humana, es la historia de una fortaleza. Amor ha escrito este libro porque esa experiencia es transferible y ejemplarizante. Transferible porque es de utilidad común, sirve para todos los atribulados, cualquiera que sea la causa. Ejemplarizante porque, al formar parte de una sociedad local, de un círculo social cercano, nuestra manera de reaccionar, su manera de reaccionar, es como un generoso vaso comunicante para el resto de los prójimos y de los que están en contacto con Amor en este caso. Si esto no hubiese sido así, ninguno de los presentes estaríamos aquí y ahora. Así que ya somos partícipes de su historia, de su literatura, de su dolor, de ese oscuro interior herido.

        Debo decir que Amor ha estado tan enferma como le ha permitido su cuerpo, tanto que su cuerpo estaba diciendo no, ya no puedo más, a pesar de sus ganas de vivir, de criar a sus hijos, de poder corresponder al ingente sacrificio de su marido. Necesitaba un doble trasplante de páncreas y riñón. Ya había estado dos veces preparada y hubo de abandonar el hospital por problemas ajenos a ella, digamos que por la puerta falsa. Eso implica tener que escapar del desaliento, recrear una esperanza que se aleja, continuar al margen del abandono, viendo cómo las posibilidades de un trasplante se hacen infinitas. Pero a Amor le sobraban, le sobran, ganas de vivir, ganas de continuar en la lucha diaria. Y eso hizo. Y eso es lo que comunica. Sin olvidar la suerte que tuvo, cómo se combinó la tragedia con la bondad y cómo de una muerte, de una fallecida, le brotó la vida. Por eso, Amor ha escrito este libro, para que se hagan donantes de órganos, para que se sepa que con ello se puede alegrar una o varias vidas después de la muerte, para que se pueda alargar una vida que parecía perdida, que sólo era la luz de una vela, el suspiro de una capuchina, el parpadeo de un candil, el resplandor de una mariposa en un vaso de aceite mientras soporta el hálito del aire, el paso leve del ángel de la guarda.

        Bien es verdad que también se trata de canalizar su gratitud no sólo por el camino de la interioridad, de la ejemplaridad, de la pulcritud, del darse caritativa y cariñosamente a los otros, sino que, además de ese objetivo, se planteó Amor otro, cual es el de vender el máximo número de ejemplares para que el beneficio de esta acción sirva para que Cruz Roja, a quien se agradece su disposición y acogida grata, aumente sus caudales y los dedique, de poder, a la investigación en cualquiera de las situaciones que llevamos planteadas. Al menos, que, desde la organización que presides en Lorca, amigo Juan Carlos, puedas canalizar tu inquietud y sensibilizar al pueblo y a la autoridad. Al pueblo, para que se haga donante de órganos y de sangre. A la autoridad, para que facilite la labor y urja a quien corresponda. Así que, amigo, gracias por tu respuesta, por permitir que Amor pudiese poner el libro a vuestra disposición y favorecer así su intención, aunque sabe que sólo es un testimonio más, una iniciativa mediante la que ansía, si puede, devolver algo de lo que hicieron por ella. Desde esta mesa te doy las gracias. No es mucho, pero desde mi corazón salen estas palabras que no son convencionales. Y es que, en esta noche afable, se deben desatar los afectos y crear una armoniosa convivencia. De todo eso es de lo que se trata. Esto es lo que venía a decir y no quería que se me olvidara. Porque, seguro, algo se perderá en el limbo de lo no dicho por olvido. Eso sucede porque ya voy para mayor.

        Ahora tengo que hacer un pequeño inciso o un paréntesis menudo, salirme del esquema y hablar de mí. Supongo que Amor me va a citar y yo quiero decir, antes que ella, lo único que he hecho: acogerla. Escucharla. Dejarle alargar sus silencios y animarla a paladear sus palabras agrupadas y atropelladas pero participativas. Ella es su propia medida y bastante tenía con lo que le sobrevolaba. Así que sólo he puesto lo que sabía. Mis pobres conocimientos sobre la edición y echar un par de ratos en la imprenta. Lo demás es suyo. Cayetano Méndez ha hecho, como siempre, una hermosa y notable labor. Por eso ha sido él nuestro impresor. Es el primer libro de Amor y es una reliquia a conservar. Engrandece el libro la severa portada de Isabel Amat que interpreta con un sencillo y sensible dibujo de personal estilo cuanto ha creído hallar en el libro, cómo ella lo arropa. Es, pues, la primer crítica del libro, la primera que nos ha contado lo que en él ha visto. Leer esa imagen en el primer paso del lector. En Amor queda mucho de la niña que fue, de la niña que juega con el columpio, pero que también tiene miedo, como comprobarán a lo largo de la lectura del libro, y, por ello, quiere restablecer el vínculo anterior y rememora  a su padre, acude a él para que la ampare. El libro queda distribuido en dos partes que ocupan páginas contrapuestas: par e impar, aquella en prosa, esta en verso. Así una descansa en la otra y se establece una comunión entre ellas. Igualmente indica la manera de leer este libro: hoja sobre hoja, prosa sobre verso, prosa primero, verso después.

        Por eso se ha huido de calificar el libro como de poesía o de prosa. En su interior, manifiesto, jugando con la palabra, que no es un poemario, sino un poema río, en prosa y en verso, que arrastra en su devenir continuo la experiencia de la autora, la experiencia de Amor que hemos contado antes, cómo se sucedieron los hechos y qué sentimientos le hicieron aflorar tanto entonces como después de que entendiera que la vida tiene un precio y que ella era una afortunada por tener una segunda oportunidad. Es consciente de que muchos de los que iban con ella a diálisis ya no están, ni allí ni en la lista de espera. De todo ello es consciente Amor y por ello quiere contribuir en esa lucha sin oponente con este libro y con lo que pueda ir haciendo en el lugar que pueda ser útil mientras viva. Porque es noble su afán de corresponder de algún modo a lo que por ella han hecho.

        De nuevo me he dejado llevar por el ritmo interior y me he olvidado de aclarar qué sucede cuando el libro se abre. En primer lugar, sale esa experiencia de la que ya hemos hablado; salen esos sentimientos normales en personas que han vivido una situación extrema; sale una literatura sencilla en la que no queremos poner énfasis alguno. Nosotros seguimos en lo nuestro: es un libro de una experiencia vital expresada libremente en poesía y en prosa. Así que no se juzgue como un libro de prosa o de verso. Aunque, sin duda, tiene su mérito y cuenta una historia personal que hay que tener en cuenta en el momento de la desolación. Produce enseñanzas de vida, pero también manifiesta una estética afinada. Lo que queremos decir es que no se trata de un libro de literatura solamente, aunque Amor tenga sus muchas cualidades líricas, que las tiene. También queremos decir que, en su momento, cuando la temática haya variado, Amor escribirá de modo literario su poesía o su prosa y, entonces, las juzgaremos como eso. No como el libro de una experiencia. Mas, también advierto que verán destellos muy conseguido en los que no queremos detenernos porque hoy vivimos su experiencia, no su literatura. Todo esto que parece confuso no lo es: sólo es una estrategia del presentador que determina que el lector puede sorprenderse con el modo de expresión de Amor, con la sensibilidad acusada que manifiesta Amor en su escrito. Y con lo que el lector descubra.

        No se me olvidaba, aunque él creyera que sí, por aquello de la oscura interior herida, hablar del ilustrador de este libro. Es notorio que, cuando un libro se compone, vienen a quedar páginas en blanco o huecos que quedarían estéticamente mejor con unos dibujicos alusivos. Manuel Miñarro, su santo esposo, ha sido el que con mayor discreción ha sobrellevado la enfermedad de Amor y también el que más directamente ha sufrido sus fortunas y adversidades. Ha pasado por casi todo, desde perder su trabajo, abandonar el lugar de su residencia a la orillica del mar, hasta hacer lo posible e imposible porque la familia no se viniese abajo, a pesar de tanto cambalache. Salió de su casa y de su parentela y se refugió en Lorca. Lo hizo con la sonrisa en los labios y el llanto en los ojos porque es muy afectivo, pero sin quejas. Y ahora, por si le faltaba poco, ha dotado al libro de unos sencillos dibujos que recogen básicamente la armonía y el ambiente de los escritos de Amor. O sea, ha repetido el periplo. Ya de por sí es un regalo el libro, pero la aportación de los dibujos lo enaltece más. En su gama expresiva, algunos parecen de una simpleza extrema, aunque son la conjunción de un momento lírico y la palabra que lo envuelve. Otros son, dentro de su idealismo, de un realismo sorprendente, como el titulado Ángel caído. Y el dibujo floral, de una exquisita sensibilidad. Sin olvidarnos del patetismo de la manifestación de la unión existente entre padre e hija, que se hace sangre que brota de la herida causada por una espina del rosal de nuestro propio jardín. Ese jardín soñado que une la gracia con el donaire, el encanto con el vuelo leve de una falda que parece aurora de párpado entornado, ensoñación colorista, aroma cenital, crepúsculo sobre la vidriera oscurecida por la hora y el silencio. Todos estos dibujos o ilustraciones se han entregado también a la Cruz Roja para que, con su venta, puedan aumentar los ingresos que después destinará a su labor social. Pregunten ustedes por ellos. Es preguntar por la belleza y tener más cerca a la amiga.

        No cita mucho Amor a su madre. No es otra cosa que respeto y un intento baldío de alejarla del sufrimiento. Eso, a una madre no se le puede ocultar: lo intuye y calla para que la hija no sepa que está al tanto. Alégrate, Amor madre, y que sea siempre lo que Dios quiera, como le digo muchas veces a tu hija. Tampoco se ha olvidado Amor de su Matilde, de que estuvo a su lado casi un largo mes soportando el chaparrón que cayó después del trasplante. No están ambas sino en su corazón. Se debe todo a la delicadeza de Amor. Las mantuvo en su lugar, como hoy ha vuelto a hacer. Ahora todos están digamos que dichosos: yo creo en la dicha, no en la felicidad, bien, en verdad, inalcanzable. A esa dicha nos unimos y somos compañeros del gozo.

        Todo eso y más cosas se pueden localizar en un libro personal que yo he venido a legitimar con esta presentación como si mi autoridad fuese relevante. Yo sólo me he escapado de Calabardina, en donde el mar ya se está vistiendo de primavera, para cumplir los deseos de Amor, esta mujer que, hace unos días, tras una de las muchas zozobras que padece, me hizo prometer que presentaría el libro aunque ella no pudiese venir. Se lo prometí o se lo juré, que no recuerdo hasta dónde me exigió. Le dije que así se haría. Así que aquí estoy y sólo me queda decir adiós. Pero quiero antes devanear sobre otras cosas.

        Si dijera que Lorca no se merecía el terremoto, entraría en la misma dinámica que plantea Amor en su escrito: ¿por qué a mí? No creo sea justo decir que por qué a mí sí y al otro no. Como tampoco lo es decir que mientras sea el otro y no yo, mejor. Amor se salva gracia a la muerte de una mujer inocente que estaba allí quizá en el momento menos adecuado. Su familia también se puede preguntar que por qué a ella. Pero, gracias a su óbito, gracias a su generosidad en vida, son dos las personas que viven, que han alargado su vida: Amor y otro más. Su familia quizá se reconforte sabiendo eso, que su madre, que su tía, que su hermana, ha podido salvar la vida de Amor gracias a su misma generosidad, que su muerte no ha sido en balde. Conozco la zozobra de Amor, por su propia timidez causada, sin saber qué piensa la familia de la donante. Hoy, como la conozco, sé que está alegre sabiendo que familiares de la difunta por el terremoto están aquí, han venido a este acto. Ya se hablarán, ya se dirán lo que tengan que decirse. Si es que así lo quieren. En verdad, es muy complejo saber cuál es el comportamiento idóneo. Pero esta mujer lorquina también es un modelo para la sociedad. Por eso es urgente conocer modos de proceder como el de esta señora y tomar ejemplo: hay que ser, si se puede, donante de órganos. Esa es la razón de ser de todo este lío. Nadie ama más a su prójimo que el que da su vida por él, se decía antes. Ahora habrá que cambiar seguramente el dicho: un donante puede alargar, salvar, más de una vida. Este es el ejemplo palpable. Es un heroísmo sincero y silencioso. Y si se lleva al plano espiritual, cobra aún otra dimensión mayor.

        Sólo me queda recomendar que compréis la obra. Su precio es casi simbólico. Con este simple acto nuestro, mostramos la admiración que sentimos por nuestra amiga. Igualmente, vamos a gozar de portada e ilustraciones. Vamos a conocer algo mejor a Amor, la autora, quien se atreve con la prosa para darle a su pensamiento la gracia definitiva del poema, de la buena copla. Y vamos a contribuir a la realización de los deseos, nunca ingenuos, de Amor, a la que le gustaría que todo fuese un río de oro para que estos problemas de salud, de vida, de interior oscuro, sí, porque está interior, por dentro, y de las heridas que abre la enfermedad, se pudiesen corregir con la donación de sangre, órganos, vida. Tampoco nos vamos a quedar más pobres de lo que ya estamos por la compra del libro. Lo podréis poner en vuestra biblioteca y podréis presumir de tener un libro de una amiga de la que nunca pensasteis fuera capaz de eso: de escribir literariamente una experiencia que hasta creíais que no iba a soportar. Pero ya sabéis el resultado. Ha sido capaz de eso, de más, de superar una enfermedad cuyas secuelas aún son visibles, de soportar un trasplante y de andar por la vida pensando en los demás, en devolver algo de lo que a ella le han hecho. Así es la vida y así se escribe.

        Finalmente, para concluir, debo hacer alguna que otra observación que se deduce simplemente de la lectura del libro. Sin duda, estamos ante un egodocumento, es decir, un escrito que nos da noticia del yo de Amor. Estos datos son obligadamente biografía, su biografía. Son sucesos que le han ocurrido, que forman parte de su yo y que quedan documentados. Así, con la lectura de su Oscuro interior herido, conocemos un hecho físico, su intervención quirúrgica y las circunstancias que la rodearon y lo hicieron posible; conocemos, además, un hecho espiritual, su respuesta ante el hecho real, que es lo ejemplarizante. Pero también conocemos un hecho literario que es el libro en sí que tendremos en la mano en cuanto yo me haga silencio. Es un libro desbordante. Pero ese salirse del tiesto, es decir, del límite, del borde, está domeñado, sujeto al dominio de la poeta. Sucede lo mismo que en el primer poema, cuando se pregunta por su parte de culpa y sólo queda esta situación metafísica en el deseo de sobrevivir, de que pueda ver el próximo día.

        Quizá yo mismo sea el culpable de intentar que se pase de puntillas por estos poemas y me queda cierto sentimiento escaso de culpa. Todo se debe a que no quiero que un comentario adusto le genere una involución literaria. He intentado alejar el fenómeno literario de su situación personal anímica para que esta no quede herida. Eso no quiere decir que lo suyo no sea literatura. Es poesía dócil porque ella la sujeta, ella la amordaza, ella, cuando se da cuenta de la trascendencia de su poema, lo baja al suelo de lo sencillo. Quizá piense que así no nos damos cuenta de su profundidad.

        Por ejemplo: ¿sabe o piensa Amor que, cuando escribe en su poema titulado Caballo blanco, "canta el cárabo impertinente / al compás de futuros muertos", no nos vamos a dar cuenta de su alcance, de su miedo a la muerte, de su deseo de huir de tamaño horror? Es obvio que no desea salir de este mundo al galope, ni siquiera con caballo blanco, que no desea, como humana que es, perder lo único que conoce. El poema está lleno de estas y otras sutilezas, pero sólo me voy a detener en esos dos versos felices, magníficos:
canta el cárabo impertinente
al compás de futuros muertos.
        El cárabo es un ave rapaz, nocturna, parecida al mochuelo, quizá más aún al búho. Siempre se le ha tenido por un presagio de la mala suerte, por un presagio de la muerte. Por eso habla de cárabo impertinente. Porque siempre anunciará muerte futura.  Es inoportuno ver al cárabo antes de entrar en un quirófano del que sólo se sabe que se entra. Porque su voz, el sonido del ave, ese tu-whit / tu-whoo, representación estilizada del canto del cárabo, es en cierto modo repelente para el ser humano, que la escucha siempre en la noche, en lo oscuro. Por eso es repelente, por eso lo rechaza, no quiere pensar en futuros muertos, que no sea eso lo que le anuncie el cárabo, que, como anuncia el negro de sus uñas viene a llevarse a su víctima. Si eso es una intuición de Amor, es un verdadero hallazgo poético, porque, en literatura, ya lo utilizó Shakespeare en el acto V, escena II, de su obra teatral Trabajos de amor perdidos (1595/1596), en un poema titulado Invierno, en el que imita el canto del búho: tu-whit / tu-whoo. Hay una influencia, una huella literaria que, quizá, Amor haya conocido por las crónicas de su padre cuando la subyugaba hablando del mundo de la caza. Lo que era usual en el mundo de Shakespeare y lo traslada a la literatura, ha sido incorporado por Amor a su poema. Amor no ha leído esta obra de Shakespeare, creo, porque no le ha hecho falta.

        Quedan aún otros destellos, o detalles, como queráis:
Alzan el vuelo alondras desmayadas,
en mi habitación la soledad y ecos,
mi libertad en ella encarcelada.
        Acude, de nuevo, Amor Hernández, a quien no quiero negarle la gracia que le dio el cielo, a un ave para hacer una metáfora. La alondra anida en el suelo. Inicia sus actividades con la primera luz del día. Posee un canto extravagante que, cuanto más cerca está del cielo, mejor suena, pues se convierte en melodía increíble, lo que llevó al poeta inglés Shelley a considerarla espíritu bendito en su oda To a skylark (A una alondra) por transmitir cantos celestiales. El poeta inglés dice que más que un pájaro es un espíritu alegre, una alegría sin cuerpo, por la belleza de su canto. Las alondras despiertan con el alba. Amor en su habitación percibe la primera luz, pero también la soledad y los ecos de rumores lejanos, confusos, que anuncian la mañana. Pero, mientras la alondra asciende a los cielos, es libre, Amor considera que su habitación es una prisión y que su alma queda en ella encarcelada. Quizá olvidara que de todas las prisiones se sale y que, al acabar su estancia en ella, sería una nueva magnífica alondra cuya canción le pertenece y la manifiesta a quienes con ella vamos. Contrapone Amor el pensamiento sombrío del antes con la alegre sensación del después mencionando a dos aves diferentes. ¿Se puede hacer mejor poéticamente?

        En esa oda citada de Percy Bysshe Shelley, el poeta decía de su alondra que "era una alegría cuya carrera acababa de comenzar". Yo quiero decirte que deseo que te sientas alondra alegre porque tu carrera, tu vida, comenzó cuando se cumplió en ti cuanto Dios había previsto para tu vida. Hoy, abandonada la prisión, eres libre. Yo, al menos así lo veo y por ello doy gracias al que ha dispuesto que te haya podido decir todo esto. Si tu vida no hubiera transcurrido por estos parámetros, yo hubiera sido silencio y en esta noche no hubiera pensado sino en lo que pienso todas las noches: en el anonadamiento del espíritu en el seno de la intimidad. Gracias, Amor, por haberme concedido la gracia de poder presentar este libro que, desde hoy, parece algo mío y va a estar junto a los libros que quiero tener cerca de mí. Porque el libro y tú os lo merecéis.

        Señor Alcalde, Amor, amigos todos. Termino. Esta noche he podido hablar de lorquinas ilustres. La primera, la donante en vida de su cuerpo para la ciencia, para ayudar a vivir a quienes lo necesitan. La segunda, la receptora, la que ha tenido la suerte de una segunda oportunidad. Aunque yo tengo la fe ciega de que uno muere cuando le toca. Vivimos tiempo: cada día veinticuatro horas. Las horas hieren, la última mata. El paso del tiempo desgasta. El último segundo es la muerte. Obviando esto, lo que he venido a contar aquí esta noche me hace sentirme orgulloso de ser lorquino. De otra manera, no podría ser paisano de estas personas realmente ejemplares. Estos dos seres definen la manera de ser de este pueblo solidario que, sin duda, merece que la felicidad le sonría. Gracias, queridos amigos por estar aquí esta noche y haceros eco de cuanto entendemos como ejercicio de virtud y de civismo. Ahora sí acabo de verdad acabo diciendo lo que ya Shakespeare expresó literariamente en su obra antes citada: La mano que da, por fea que sea, tendrá siempre un bello elogio. El que yo he querido hacer para estas dos mujeres lorquinas. Y del libro que lo cuenta.
       

José Luis Molina
Calabardina, 10 marzo 2014.