domingo, 31 de mayo de 2015

PRESENTACIÓN DEL LIBRO, GERMÁN BLEIBERG. CUANDO UN POETA REGRESA (ANTOLOGÍA)


PRESENTACION DEL LIBRO
GERMÁN BLEIBERG.
CUANDO UN POETA REGRESA
(ANTOLOGÍA)
Madrid, 29 de mayo 2015.
Café Comercial, Plaza de Bilbao.

Germán Bleiberg

Señoras y señores, muy bue­nas noches. Permítanme, antes de iniciar mi perorata, saludar especialmente a doña Alicia y doña Fabiola Bleiberg Muñiz, hijas del poeta que nos ha convocado y custodias de su legado y memoria, e igualmente a sus nietas presentes y a sus nietos ausentes por imposibilidad material. Otro saludo amistoso para don Agustín Antúnez y para otros familiares y conocidos del poeta, de haberse unido a esta ceremonia. Señor editor, Pablo Méndez, a quien me unen años de amistad, siempre con libros de por medio. Un buen editor, casi siempre, se conoce por su olfato. Este li­bro viene a ocupar un hueco en la bibliografía de la gene­ración del 36 y concretamente sobre uno de sus poetas au­sentes de la memoria literaria de los lectores actuales. Hay que agradecerle su perspicacia y así lo hago desde aquí. Cuando evalúe el resultado de esta publicación, le quedará siempre el buen recuerdo de haberse atrevido con este autor. Poetas, lectores de la poesía de los poetas, amigas y amigos, que los tengo aquí en Madrid y cuya presencia agradezco en este lugar noble y literario. Señoras y seño­res, personas interesadas: celebramos el centenario del nacimiento del poeta Germán Bleiberg. Es una fiesta no sólo familiar, pues el poeta era un hombre público. Han venido ustedes invitados a disfru­tar de la poesía olvidada de un buen poeta al que estamos rescatando, si es que ello repercute en el mundo cultural. Muy buenas tardes aún y gra­cias a todos por su presencia en este acto. Es tópico, pero real, expresar que, sin ustedes, mi discurso no tendría sentido.
Puede parecer mucho atrevimiento que un señor de Lorca llegue a un Madrid repleto de ciencia literaria y gente deseando acceder a la gloria que concede, al parecer, el ejercicio de las letras, para presentar un libro sobre un poeta madrileño, pues en la capital nace en 1915 y en ella fallece en 1990: Germán Bleiberg Gottlieb. Pero me eligieron y creo que debo cumplir mi misión honrosamente. Vengo a Madrid a dar testimonio de una serie de circunstancias unidas para que haya sido realidad el li­bro que estoy presentando, con el único interés de que se compre, se lea y renueve su conocimiento del poeta, el que lo posea, o lo descubran y lean casi entero en esta Antología que es, al menos así lo creo, un acierto editorial.

Quiero explicar, en primer lugar, los procesos por los que llego al conocimiento del poeta y a la confección de la Antología que nos ocupa, Cuando un poeta ausente regresa, título que fue consensuado tras analizar otros posibles: hace referencia al poema Un poeta ausente. Era nuestro deseo propiciarle su regreso para que estuviese de nuevo entre los suyos.
Supe de Germán Bleiberg por medio de algunos manuales de literatura española, hasta que, en 1976, leí la Antología poética de la Generación de 1936, editada por Francisco Pérez Gutiérrez. Entonces, me prometí que escribiría sobre él. En ese libro, además de parecer casi forzada su inclusión, por su edad, había algo que sonaba comedido y no aparecía en él la verdad. No eran fechas para andar con precaución, aunque lo fueran inciertas aún. En la contraportada del libro se podía leer algo paradójico: "La generación del 36 es una generación escindida. En ellos la palabra es más importante que la imagen. Y cara a la España dividida en dos bandos, procuran apartarse de las ideologías políticas optando por un humanismo que intenta comprender al hombre valorando a todos los hombres".
Tras esta afirmación, he de hacer un inciso para decir que Germán Bleiberg no creía en la generación de 1936, que debían haber llamado, según él, generación de la República. Además, es mi opinión, que en este grupo, antes de la guerra convivían todas las ideologías sin enfrentamiento cainita. Durante la guerra y después, la situación varió mucho: hubo vencedores y vencidos, ganadores y perdedo­res, dominadores y dominados, exiliados en el exterior y en el interior. Los vencidos, los perdedores, los domina­dos, los que se quedaron en España, sufrieron cárcel, po­breza y oprobio. De ahí quizá su reticencia a sentirse miembro de la tal generación, un totum revolutum.
La ideología en esta generación sí es importante, es más, creo que es lo que la define. Antes y, sobre todo, después de la guerra civil, unos eran falangistas (Panero, Ridruejo, Rosales, Vivanco) y otros republicanos, poetas de la España leal (Celaya, Bleiberg, Serrano Plaja, Miguel Hernández). Germán Bleiberg luchó en el bando republicano. Fue herido en la defensa del puerto del Escudo (Santander) y escribió al menos tres obras de un teatro de urgencia que iniciaron Teresa León y Rafael Alberti, no en vano había pertenecido a La Barraca de García Lorca. Colaboró en El mono azul y en Hora de España. Lo destinaron a Valencia y, al acabar la guerra, estuvo preso en la cárcel de Torrijos, en Madrid -fue cinco meses compañero de Miguel Hernández-, y en la de Santander. Nadie le puede tachar de fascista. La realidad indica que "sobre su afinidad política, conocido es que Bleiberg se mantuvo fiel a la República durante la Guerra Civil y sufrió cárcel durante varios años tras la misma". Según Serrano Plaja, fue "valeroso militar y antifascista consciente".
A su salida de la cárcel, 1943, y abocado al mayor de los silencio, debe buscar trabajo, pues ya es padre de Alicia, nacida en 1938, y otras responsabilidades le atenazan. Como la situación en la que queda toda la familia. Es obvio que la izquierda represaliada no le puede ayudar. Así que trabaja en lugares en los que tiene conocidos o alguien que le protege, siempre ligado a la cultura. El capellán que tuvo en la prisión de Santander lo recomendó a don Victorino Alegría, quien le proporcionó alguna que otra clase particular y ser preceptor de un alumno de padre adinerado, de ahí su presencia en Santander tras la excarcelación. Escribe artículos para las revistas literarias recién creadas y traduce, no en vano dominaba cinco idiomas. En 1949, Alberto Navarro, catedrático de literatura de la Universidad de Salamanca, y él dirigieron un curso para alumnos norteamericanos organizado por el Instituto de Cultura Hispánica, en el que era figura destacada Ramón Bela, posiblemente quien lo encauzara años después para marchar a EEUU, pues era el encargado de conceder las becas Fulbright. Por los años 50, era preparador de la Escuela Diplomática, cosa rara por contrario al régimen, y pertenecía a Artes Gráficas Clavileño, creada en 1942. Es cercano al círculo de Revista de Occidente, Arbor, Clavileño y más tarde de la editorial Alianza, 1965, ya fuera de España, para la que traduce obras más o menos intrascendentes o prologa brevemente algún título de su interés. Además, sigue con el desarrollo de su obra intelectual que la poética parece abandonada hacia 1950.
Se le obstaculizó todo lo que se pudo, desde los círculos del poder, en su regreso a la universidad para acabar sus estudios. Hizo su tesis doctoral sobre un tema no muy literario, en 1959, Alejandro Humboldt y España, y en 1961 marcha a los Estados Unidos. No hablo de exilio, sino de alejamiento de un ambiente hostil y asfixiante en esa posguerra aún dura. Resumir su vida neoyorquina es casi imposible pues apenas poseo noticias de sus actividades o de su vida diaria. En el libro que presentamos se citan los centros académicos en los que trabaja profesionalmente.
Son sólo cinco los poemas de Germán Bleiberg que se pueden leer en esa antología, pero indican los dos caminos que recorre: por un lado están sus poemas escritos y publicados en España y, por otro, los escritos durante su estancia en Estados Unidos. La dificultad de localizar sus libros y la oscuridad que el mismo poeta contribuyó a crear para que su memoria se perdiese y, a poco, nadie se ocupase de su vida y obra, han sido determinantes en el olvido que hoy pesa sobre él.
Cuando inicié los trabajos que me había propuesto hacer mientras estaba en activo y la docencia y el estudio me impedían ocuparme de ellos, en primer lugar me dediqué al análisis de la vida y obra de la poeta de Cuéllar Alfonsa de la Torre por mi propia exigencia personal. Pero, resultó que esta poeta, según ella misma ma­nifiesta, había sido amiga de Germán, por parte de quien hubo un posible entusiasmo hacia ella, como se puede conocer con la lectura de El cantar de la noche, de 1935. En el largo trayecto que recorrí para concluir mi trabajo sobre la poeta cuellarana, Alfonsa de la Torre (1915-1993) en la poesía de la primera postguerra, presentado el pasado 18 de abril en Cuéllar, tuve tiempo de avivar mi deseo de localizar y analizar también la obra de Germán Bleiberg.
En el ínterin, supe de la existencia de Alicia Bleiberg, profesora y traductora. Digo traductora y no de obras corrientes, pues han sido alabadas, entre otras, sus traducciones de Chesterton y de René Char. Pero esta es otra historia, porque en esta familia hay también otras continuadoras de esa tradición familiar: padre, hija y nietas.
Desde que conocí quién podía ser, Alicia Bleiberg se convirtió en mi objetivo hasta que la localicé, pues merecía saber de mi ocupación, quizá lo necesitara yo más, y atender a la autorización que le solicitaba para hacer mi trabajo en libertad. Era mejor empezar así. Suponía que tendría algún inédito guardado que podía ser publicado, de modo que se convirtiese en atractivo para los lectores del poeta. Porque, me había sorprendido antes darme cuenta de que era visitado y conocido en la red, sobre todo en el tema poemas de amor, pues muchos de sus sonetos amorosos, y algunos de sus poemas más específicos, aparecían en alguna web y se podían leer. Por ejemplo, en amediavoz. com, o en poemasde. net. Así que en la red había muchos lectores potenciales del poeta. Y eso sirvió para justificarme por decidir hacer la Antología.
Conozco mi responsabilidad por ser el antólogo de un enorme poeta. Soy consciente de que elegir poemas crea una obra nueva, pues son categorías intertextuales. Si mi criterio selectivo no es el correcto, puedo manipular y traicionar la esencia del texto que, fuera de su conjunto o combinado con escritos de distinta procedencia, deriva en un sentido nuevo, que no quisiera distinto del original. Todo esto es obvio. Me hago responsable de una sola cosa: evitar que Germán Bleiberg sea sólo conocido por sus poemas amorosos, de una calidad incontestable, eso sí, porque también es autor de poemas de una pro­fundidad increíble, quizá de lectura menos fácil. Pro­pongo, sin duda, mi visión particular de la obra de este poeta que pretende recoger testimonios del conjunto de sus libros. Mas he buscado unir el sentido deíctico o utilitario con la introducción de elementos que proporcionan el placer de la lectura, sobre todo porque se trata de la poesía de un autor poco esperado -por ausente- con textos conocidos de carácter amoroso para el uso de un tipo de lector concreto.
Confieso que he tenido ciertas dificultades en la confección de este libro. Tuve que leer su obra según la recibía y la última que leí, El cantar de la noche, debía haber sido la primera y me hubiera ahorrado trabajo. ¿Por qué me era necesaria esta lectura? Pues, fíjense: para confirmar una intuición de investigador. Quedaba claro que Germán Bleiberg y Alfonsa de la Torre habían sido compañeros de la universidad. Quedaba claro que Germán Bleiberg estuvo en Segovia en 1934 con "La Barraca", de García Lorca. Quedaba también claro que Germán había escrito un libro al que todos conocían como la Elegía de Cuéllar, que, sin embargo, no aparecía, con ese título, como obra suya. Es más, la última parte de esta elegía, Oración a la muerte, vio la luz en el número CLI de Revista de Occidente de enero de 1936. No pude conocer el secreto hasta que leí El cantar de la noche, pues ese era el título del libro al que nominaban Elegía a Cuéllar. Este libro, al que críticos anteriores han visto como una cierta noche oscura del alma, lo considero como una especie de oda que envuelve una historia amorosa fallida y de ahí su carácter elegíaco. Al menos, Alfonsa de la Torre, quizá más discreta, o menos lírica, no hace referencia alguna a ello en su obra ni en otro lugar que yo conozca. Digamos que, literariamente hablando, sí era necesario saber esto. Porque, a partir de aquí, olvida su primer poemario, Árbol y farola, y reafirma la importancia de su libro más conocido, quiza el más importante dentro del garcilasismo: Sonetos amorosos. Porque Germán Bleiberg se autoantologiza en dos ocasiones: la primera en 1975 (Selección de poemas 1936-1973), aparecida en Londres; la segunda, Antología poética, aparecida en Madrid, diez años más tarde. Y, en ambas, incluye sólo parte de los libros publicados a partir de 1936. O sea, no selecciona ni un poema de Árbol y farola ni de El cantar de la noche, de los años 1934 y 1935. A partir de ahí, compartió su vida con María Antonia Muñiz, que aún vive con casi 96 años, mientras celebramos el centenario del nacimiento de su esposo con esta publicación. Mi explicación quizá sea simplista pero entendible: tenía que eliminar las huellas de otros posibles amores anteriores. La vida había comenzado para él con el encuentro y el amor que le despierta María Antonia Muñiz.
Pues bien: mi trabajo ha consistido en recuperar los poemas de los libros que él nos ocultó y tratar de realizar una Antología que pudiera contener todo cuanto nos acercara lo más posible a su poesía completa. Hay una extensa selección de Árbol y farola, de 1934, e incluyo completo El cantar de la noche, de 1935. Igualmente procedo con Sonetos amorosos de 1936 y El poeta ausente de 1948. Elegí con cuidado los poemas que me parecieron convenientes de sus libros posteriores Más allá de las ruinas (1947) y La mutua primavera (1948). De las autoan­tologías de 1975 y 1985 he eliminado los poemas que para ellas había elegido  de los libros de su autoría a partir de 1936 e introducido los nuevos o los que yo no había seleccionado, de modo que no hubiera coincidencia. Eso sí, he añadido los que pude rescatar aparecidos en revistas literarias y en las antologías de otros autores en los que figura. He seleccionado con más profusión aquellos poemas de más difícil acceso y con posibilidades menores de lectura. Así se ha conseguido un libro que recoge casi toda su obra. Aunque hay que seguir repasando la prensa de la época porque, de cuando en cuando, hallamos alguno nuevo. Hay que sufrir, además, la falta de datación y procedencia de poemas que figuran en antologías, como el que aparece en Poesía castellana de cárcel, titulado "Sobre un diálogo", que debió escribir en la cárcel de Santander. He utilizado para este trabajo primeras ediciones en todo momento.
Ha quedado, pues, una obra incompleta en tanto en cuanto, porque no he localizado inéditos de su poesía escrita en Estados Unidos, algunos de esos ciento diez poemas que, según él, escribió y que no creo estén todos publicados. Las universidades en las que trabajó no se han mostrado generosas a mis peticiones. Parte de esto es lo que explico en este libro que hoy presentamos. Si digo incompleta, quiero decir que, con este libro de Ediciones Vitruvio, se puede leer la mayoría de lo que Bleiberg publicó. Por lo que he relatado y otras cosas que anuncio en la Antología, en las que no abundo porque no lo considero muy apropiado para la misma, determiné centrarme en lo que le atañía y dejar lo demás para un futuro libro que pronto será presente, pues ya se encuentra en fase de corrección de pruebas por la editorial interesada.
Todo lo dicho sobre Germán Bleiberg, que ahora nos parece inocente, lo alejó sin duda de la sociedad española y, sobre todo, de la política y de la izquierda militante. Es más, la ayuda que recibió de personajes cercanos a la cultura le pudo perjudicar pues estudiosos actuales tienden a presentarlo como acomodado al nuevo régimen o así se desprende o lo entiendo yo. No es que renuncie a comunicar este conglomerado de cosas, sino que se introducen en ese nuevo libro de pronta aparición.
A lo largo de nuestra lectura de las publicaciones y antologías que se han ocupado del poeta madrileño, hemos observado datos contradictorios que han conseguido carta de naturaleza. Quedan rectificados los que hemos podido. Es un modo de tener datos fidedignos para sustituir a los anteriores, cuyas fuentes no siempre conozco porque no las citan y de ahí la voluntad de investigación.
En verdad, lo que personalmente me interesa sobremanera es su obra, una obra que es digna, interesante, innovadora y original. Su ideología política y su escasa práctica religiosa no se deducen, aunque suene extraño, de la lectura de su poesía, cosa que no nos parece determinante para valorar el aspecto ético y estético de la misma ni su grado de implicación social.

En segundo lugar, interesa ahora conocer su poética, presentar su poesía desde una perspectiva humanista: entender al hombre, al poeta, a través de su poesía y verificar las motivaciones que le llevaron a escribir tales poemas en tales fechas. Pero también surgían otras preguntas que debía responderme a lo largo de mi trabajo: ¿Se puede conseguir con la selección de los poemas que parezca una crónica íntima de su mensaje poético? ¿Pueden ser esos poemas una crónica civil de su poesía por escrita en un tiempo real y determinado, con unas características concretas? Bien es verdad que su poesía garcilasista, esos Sonetos amorosos, apenas se podrá presentar aparentemente como conciencia ética de su época, pero reclamamos el sentido social que la ha hecho popular. Todo eso como conclusión lectora de unos poemas sujetos al criterio del tiempo. En él permanecen aún. Y en el lector. Con ellos no se efectúan denuncias sociales, pero sí se señala algo que pertenece al espacio público: algunos poemas pueden ser específicos, pues anteponen el mensaje a la forma, concretamente su poesía escrita en la cárcel. Además, un poema, la obra de un poeta, forma parte de lo público, de la cultura, a pesar de pertenecer a una subjetividad que no deja de ser signo de lo plural.
¿Resistirá esta antología una lectura normalizada, la exigida para un libro de poesía? Es mi opinión que sí, que se puede leer como un libro unitario compuesto por poemas pertenecientes a otros poemarios, según se avisa al lector, en los que se puede conocer la evolución diacrónica del poeta. No es fácil pronosticar si en alguna ocasión se va a poder leer la poesía de Germán Bleiberg en un volumen que contenga su obra completa. De ahí la importancia de esta publicación.
Hay otras preguntas más a las que intento responder en mi introducción a la Antología: ¿Acaso Germán Bleiberg se aparta de los parámetros estéticos de su generación o de su época y se olvida del momento histórico? ¿Tiene que ver o no su estética con su época? ¿Acaso puede parecer un poeta epígono de una tendencia acabada? ¿Qué realidad niega Germán Bleiberg en su poesía? ¿La de sus padecimientos a causa de su ideología? ¿La de su estancia en la cárcel y su proceso vital subsiguiente? Lo que no se puede hallar en su escrito es dosis de exhibicionismo. Otros poetas, en una postura válida y respetable, se exiliaron y por ende no se enfrentaron a la realidad interior del franquismo, evitando así su represión, cárcel y posiblemente muerte. Más tarde, con la apertura democrática, algunos de ellos regresaron a España y fueron recibidos de modo generoso. Germán Bleiberg no era incongruente, ni conformista con el mundo, ni vivía de espaldas a una realidad que le afectaba negativamente. Sólo intentaba buscar un trabajo que le permitiera situarse. Nadie encontrará en su obra una queja por su suerte, ni por haber padecido heridas de sangre y cárcel. Ni exhibición ni evasión. ¿O es evasionista por escribir Sonetos amorosos, de temática garcilasiana, libro de poemas aún hoy admirado? Por estas incomprensiones, cuando pudo se marchó.
No establece Germán Bleiberg en su escrito un reflejo de su vida privada ni aporta noticias biográficas, aunque, en ocasiones, sus poemas indican situaciones de ánimo procedentes, sin duda, de la complejidad en la que su vida se había desarrollado. No es, sin embargo, literatura del yo, sino un proceso ficcional de su pensamiento o sentimiento mediante el cual asume una situación que nunca tiene el deseo de contar: esos momentos "negros" de los que escribe sirven para ocultar su situación real. No es que no se desprenda de ellos el conocimiento interior del autor, sino que hace más opaca esa situación. Todo obedece a esa cultura familiar del silencio. Por ello, su poesía es coherente con el periodo de vida que atraviesa, la situación que lo consume interiormente.  
Germán Bleiberg, con su poesía, está escribiendo su mundo interno, su perfil íntimo, su carácter humano. No trasciende en su escritura nada relacionado con su vida histórica, es decir, diaria. Es una poesía de intimidad, no de alejamiento de la realidad. Su escritura posee fuertes dosis de veracidad, aunque sea ficción literaria, todo lo ficcional que puede ser un escrito poético en el que sólo existe un oscurecimiento culto bajo las palabras usadas para producir emoción y disfrazar de manera deliberada la intimidad con los recursos literarios utilizados.
Bajo las palabras poéticas de Germán Bleiberg, existe un armazón sobre el que se construye el poema, convertido así en expresión de una ideología, de un sentimiento, de una honda e íntima preocupación humana. Así se crea una perspectiva que requiere un artificio literario. Es la habilidad para construir una situación vital mediante la utilización de los recursos poéticos al alcance. Todo eso exige un oficio de escritor y el poema es el resultado del ejercicio lírico que consiste en plasmar la fluidez del pensamiento sometido a una forma predeterminada, en cierto modo no natural, que, sin embargo, implica un lúcido grado de intimismo.
La lectura y comprensión del poema implica entrar en el conocimiento del poeta, distinguir sus motivaciones literarias y psicológicas, la elaboración de los signos que utiliza, el tono que registra, la tendencia estética que sigue, el estilo que compone cronológicamente, nunca el mismo porque las motivaciones varían. Con el añadido de que el poema constituye en sí mismo un fin literario que presenta una realidad modificada por la ficción que sólo es la envoltura leve que enmascara el mensaje. Mas el poema, para cumplir su rito, debe producir impresiones más o menos duraderas en el lector que se utilizarán más tarde en la comprensión general y en el conocimiento del poeta a través de su poema. Pero no hablo de que un poema posea un valor moral, sino estético. Por ello, un poema se convierte así para el lector en belleza, en inspiración sugestiva, en categoría emocional.
La trascendencia del poema hace que el poeta, su mensaje, viaje desde lo cotidiano a la posteridad porque muestra su desarrollo artístico literario, su perfil humano, su vida digna adecuada a sus principios. El poema describe un orden preciso, un día a día sin fecha que contiene sus pasos teóricos y estéticos en pos de un perfeccionamiento que se exige de cara a su propia obra poética.
E incluso en el poema se puede conocer el momento histórico de modo realista, el suceso que ha movido al poeta para componer un poema resultado de su impresión o reflexión sobre un suceso que se convierte en documento del yo, en literatura egódica, pues escribe para sí mismo y sólo se escribe de lo que se vive. Un poema es, bajo este prisma biográfico, un retazo del poeta, según la sinceridad de que haya impregnado el autor al poema. Por ello, cada poema constituye una individualidad y es irrepetible. Si se modifica, ya es otro poema distinto. En todos los casos, y más en el que nos ocupa, la comprensión del poema es un cauce o un medio para aprehender el alma del poeta, su ideología, su técnica y su estética. Así pues, no olvidemos que, bajo el prisma de la interpretación textual, el poema se convierte en una ficción que el poeta refleja a través de las palabras que lo componen y con lo que quiere ocultar. Todo este conglomerado que se desprende de la lectura de la obra de G. B. da sentido a su escrito y forma su poética.

Era mi objetivo despertar deseos de leer a Germán Bleiberg, lo que justificaría mi desplazamiento desde mi residencia y tanto trabajo como se pone en un libro de esta índole. Les advierto que lo he arropado con mucho cariño. Al final, el poeta, por el trato literario, se convierte en un amigo y hasta se habla con él.
He venido a Madrid a traer mi interpretación de su poesía. Y aquí voy a dejar al poeta entre los suyos, a los cien años de vida, a los veinticinco de su muerte. Lean al poeta, léanlo sin ningún prejuicio porque verán la evolución de un ser nacido para escribir sobre el amor, sobre su amor, pero también capaz de entender la naturaleza humana a pesar de ser un misterio porque cada persona es un mundo y por eso no basta con conocer a una, hay que entenderlas a todas. Yo he querido aclarar la vida de Germán Bleiberg. Si lo he logrado, puedo regresar a mi mundo con cierta dicha en el corazón. Si no, aún me queda otra oportunidad con el próximo libro para tratar de conseguir lo que todo poeta desea: lectores que lo mantengan vivo a pesar de no estar entre nosotros. Cuando regrese a Lorca y me pregunten, diré que he tratado en Madrid, con todo mi respeto, de un buen poeta, Germán Bleiberg Gottlieb, quien, ausente, ha regresado, pues nos había congregado para celebrar el centenario de su nacimiento. Y eso acabamos de hacer. Muchas gracias.

ALFONSA DE LA TORRE (1915 - 1993) EN LA PRIMERA POESÍA DE POSGUERRA.

PRESENTACIÓN DEL LIBRO
ALFONSA DE LA TORRE (1915 - 1993)
EN LA PRIMERA POESÍA DE POSGUERRA.
CUÉLLAR, sábado, 18 DE ABRIL DE 2015
Editorial Vitruvio

Participaron en la presentación
la doctora Isabel Paraíso, de la Universidad de Valladolid,
el doctor José Luis Molina, Universidad de Murcia y autor del libro,
y doña Mª del Carmen Gómez Izquierdo,
Concejal de Cultura del Ayuntamiento de Cuéllar.


Alfonsa de la Torre hacia 1960

Profesora doctora doña Isabel Paraíso, gracias por acceder a participar en la presentación del libro que nos ha convocado esta noche, por sus palabras sobre él y por cuanto a mí afecta. Dª Mª del Carmen Gómez Sacristán, en quien veo la representación de todo Cuéllar, gracias por su lucha reivindicativa en favor de la poeta y por el agasajo con el que nos ha recibido. Señoras y señores, queridos amigos, muy buenas noches.
Si no iniciara mi intervención en este acto mostrando mi gratitud a la Concejal Delegada de Cultura del Excelentísimo Ayuntamiento de Cuéllar, no sería hombre educado ni persona que sabe corresponder a las atenciones recibidas. Sin ella, quizá no estaría aquí ahora este libro. Conoce mi dedicación a la poeta desde antes de iniciar su redacción. Hemos mantenido después una comunicación amistosa culminada con nuestra presencia en este acto en el que asistimos a la presentación del libro sobre la poeta Ildefonsa Teodora de la Torre y Rojas, del que tan erudita como inteligente y lúcidamente ha disertado la doctora doña Isabel Paraíso. Esta visita nos ha permitido conocer los lugares en los que la poeta pasó casi toda su vida, lugares que sirvieron de inspiración para escribir Égloga, libro del que me confieso sincero y rendido admirador. Jamás podía yo pensar que iba a estar en Cuéllar en el centenario del nacimiento de la poeta. Por eso, doy las gracias a cuantos han intervenido en la organización y desarrollo de esta efeméride recoleta e íntima. Gracias también a ustedes por su presencia tan significativa e imprescindible.
Conclusa esta perorata amistosa o exordio retórico, que sólo busca mover los ánimos hacia nuestra poeta, sólo me queda entrar en materia sin más preámbulos, dado que, quizá, se espera aclare el qué y el por qué de este libro, cosa que, seguramente, no haré del todo, para que el que quiera conocer cuanto encierran sus páginas lo lea con sosiego y paz y lo capte. Para eso se escriben los libros: para que otros los lean y juzguen y disfruten con su lectura, con la ternura de sus sentimientos y el aprendizaje de vida que supone. Leer poesía es buscarse uno, el lector, en el otro, el poeta, comprobar que la naturaleza humana es la misma para todos y distinta al mismo tiempo y gustar la emoción estética. Leer a Alfonsa es vivir no sólo una vida nueva, sino un espacio y un tiempo distintos a este que nos ha tocado en suerte. Y todo eso gracias a la literatura, gracias, en este caso, a la poesía.
Frente a la opinión más extendida de que una tendencia clasicista se instala en la literatura escrita en castellano con la poesía de posguerra, otros críticos entienden que esa tendencia ya se cultivaba como dique contra la vanguardia, sin duda antes de que la adoptasen algunos de los componentes de la generación del 27. Pero también renueva esa tendencia la generación del 36. Eran estos poetas jóvenes universitarios con una formación sólida, casi todos venidos de provincias para estudiar en ese Madrid del relumbrón en el que todo parece nuevo y grande, aunque a veces sea hortera o mediocre. Casi todos ellos continúan escribiendo tras la guerra civil y algunos llegan a formar parte de ese garcilasismo tan denostado, cuando, en verdad, sólo es eso, una tendencia literaria.
Resulta que Alfonsa de la Torre, en el inicio de su estancia en Madrid, se codea con unos poetas ya formados que son mayores que ella y al mismo tiempo sus profesores, como Pedro Salinas o Dámaso Alonso; con compañeros de estudios que son poetas señalados, como Luis Rosales, Leopoldo Panero o Germán Bleiberg, y con amigos y contertulios en el Café Gijón, además de vivir en la Residencia de Señoritas y pertenecer al Lyceum Club. Entre sus amigas, poetas de alto calibre, como Josefina Romo, Carmen Conde y Diana Ramírez entre otras. Por eso, Alfonsa de la Torre está cerca de ese círculo y publica un poema en la revista Garcilaso que dirigió José García Nieto. Bien es verdad que su obra más perfectamente formal, al menos para mí, Égloga, de 1943, goza de todas las características necesarias para adscribirla, como ordenaba la crítica al uso, al garcilasismo, que se agota en 1946.
Otro defecto que encuentran algunos poetas de la época, no sólo sus antagonistas de Espadaña, en el garcilasismo, es el evidente alejamiento de la vida diaria como objeto o tema de su poesía. Obviamos, por no ser de este momento rebatirla, la calificación enemiga de poesía inerte, no comprometida. Eso de comprometida quiere decir poesía social, rubro que escapa a la mera literatura. Esto que acabo de decir significa que he dedicado abundantes páginas en mi libro para aclarar que las cosas no fueron tan así y que en la poesía de Alfonsa había una dignidad que para sí hubieran querido otros poetas de aquel tiempo. Se inicia con un despegue del yo para llegar al otro, a lo humano, a lo específico. Y así conocemos, sin anécdotas, la valía de una poeta singular, la que ha hecho que estemos presentes aquí y ahora para conmemorar el primer centenario de su nacimiento.
Así, pues, me declaro seguidor entusiasta de la poeta de Cuéllar y gustador deleitoso de aquellos de sus escritos que podemos calificar de garcilasistas sobre todo y de los otros por añadidura. Eso no quiere decir que la altura que alcanza con sus otras publicaciones no sea superior, que parece serlo y lo es. Eso sí, otros poetas de aquellas fechas, con menos calidad literaria, han tenido mayor reconocimiento público. ¿Por  ser mujer? Creo que no, pues recibió plácemes en cada una de las publicaciones que hizo y de críticos significativos en aquel momento: Melchor Fernández Almagro o el mismo Dámaso Alonso. Es posible que lo sea por su alejamiento voluntario de los cenáculos literarios y su posterior exilio interior en Cuéllar. Rompió con todo lo anterior y vivió a su manera, en su refugio. Y ese rechazo a la sociedad se paga caro. Las vidas sólo se viven una vez y son como son, no como nosotros queremos que hubiesen sido, y ella tuvo el valor de elegir. Tomó una determinación cuando regresó a sus posesiones y la llevó hasta el final. No tiene nada que ver el que nosotros pensemos que su vida debió ser otra y que, al menos, no debía haber dejado el ejercicio de la escritura poética. Pero todo esto pertenece a su intimidad. Y pienso que no hay que entrar en la anécdota de estos hechos porque lo que realmente queda son sus libros y estas situaciones reivindicativas en las que se reviven sus virtudes. De todo esto me ocupo en el libro.
Dicho esto como marco histórico en el que situarnos y como confesión de parte, debo responder a la curiosidad que ustedes pueden tener. ¿Cómo llegué a conocer la existencia de la poeta de Cuéllar? ¿Por qué decidí escribir sobre ella? ¿Cómo un poeta de Lorca, tan alejado en el tiempo y en el espacio, si no es por admiración literaria, ha dedicado tres o cuatro de sus penúltimos años de vida al estudio de la poesía de Alfonsa?
En una biblioteca encontré Égloga, que me cautivó gratamente. Ojeé el libro y leí algún que otro trozo hasta que lo pude fotocopiar.
Por los años 2009 y 2010, por una serie de circunstancias, volví a la lectura jamás abandonada, pero esta vez sí intensa, de Égloga. Manifesté a mi amigo Fernando Cuadrado, que hoy me acompaña junto a su esposa y la mía, mi interés en conseguir toda la obra de la poeta. Hizo las gestiones oportunas, agenció lo que pudo y me obsequió con un ejemplar del libro admirado, Égloga. Mi opinión sobre el libro y la poeta yo lo ponía en un blog que se titulaba La cola de la cala. Así comencé porque ya tenía material. El que me faltaba lo pedí a la Biblioteca Nacional fotocopiado, lo encontré en el Portal de la Biblioteca Digital de Castilla y León, o lo adquirí en librerías de lance. Estaba, pues, en mi programa de trabajo escribir sobre la poeta de Cuéllar porque lo escrito en el blog resultaba bastante deslavazado. Cuando se publicó la obra poética de Alfonsa, trabé conocimiento on line con Mª del Carmen Gómez Sacristán y entonces mudé de objetivo y me puse a escribir este libro. A María del Carmen se le deberá siempre la reivindicación de su paisana y poeta, que así quedará libre del olvido: si ya hay otras personas que se están ocupando de la poeta, se asegura la continuidad del rescate iniciado.
Obviamente, al iniciar una investigación, lo primero que se consulta es la bibliografía existente sobre el tema. En todo cuanto se había escrito sobre ella estaba la pluma de la doctora María Payeras Grau, profesora de la Universidad de las Islas Baleares. ¿Cómo se les ha podido pasar por alto la figura de esta poeta a los estudiosos de Segovia? ¿Cómo, cada vez que se habla de ella, sobre todo en la prensa, se refieren casi siempre a los supuestos, o tal vez ciertos, escarceos amorosos con su amiga Juana, como si esto fuese lo más importante en la vida de la poeta? Esto está sucediendo incluso en escritos de hace unos días. ¿No se puede separar la vida de la obra? Alfonsa de la Torre es una poeta de tan altos vuelos, que estaría orgulloso, si hubiese nacido en Lorca, sólo por ser su paisano. Alfonsa de la Torre, que es un emblema como poeta, debe ser un encomio para Cuéllar.
Resulta que cada investigador utiliza un modelo crítico para analizar la obra de un escritor y, de paso, conocer su vida. Me parecieron tan bien hechos y con tanto conocimiento los escritos de María Payeras sobre la poeta que entendí pronto que debería ir por otro camino. Ni se podía censurar nada, ni añadir nada, por la solidez de sus argumentos, su documentado escrito, y lo lógico de su exposición. También podía parecer extemporáneo seguir por el mismo lugar en el que la doctora Payeras había dejado su investigación porque entendía yo que, tarde o temprano, volvería a la misma, según hallase nuevo material. Por eso, inicié mi escrito bajo otro prisma, por si podía aportar algo con mi interpretación y aclaración de algún que otro aspecto complejo. A la doctora María Payeras hay que agradecerle su trabajo pionero y eso es lo que hago aquí ante el ilustre personal que me escucha.
Cuanto yo haya conseguido con la redacción de este libro ha sido señalado en su intervención por la doctora doña Isabel Paraíso, especialista en la relación poesía y psicología, experta suficiente para hallar los valores de una obra tan válida y vital como la de Alfonsa de la Torre. El que aceptase mi petición de presentar mi obra lo creía necesario porque la publicación de un libro conlleva, para que el ciclo se cierre en verdad y armonía, la lectura del mismo y desvelar sus secretos, cosa que ella ha hecho con mesura y acierto. Con su presencia, se conseguía que una prestigiosa docente universitaria viniese a Cuéllar y hablase de un libro dedicado a una poeta local, se ocupase de Alfonsa y se escuchase su discurso. Dichas las cosas por una autoridad en la materia parecen más importantes. Sobre todo cuando existe una base sólida para ello, como es el caso. Además es obvio que hablará de ella en otros lugares al conocer su poesía y los análisis que sobre ella se han hecho. Lo importante era Alfonsa de la Torre. Lo que de mí como autor ha expresado, se lo agradezco y lo guardo en mi corazón y memoria, aunque debo achacarlo a la notable consideración que me ha tenido, sin merecerlo yo, y a su bondad para conmigo. Por ello le muestro mi gratitud y afecto.
Mi trabajo parte del aserto que yo practico: lo importante es la obra, en este caso la poesía de Alfonsa de la Torre. El resto puede ser cotilleo o ambigüedad, según quien lo trate. La persona vive la vida que elige, nosotros la respetamos y queremos conocerla a través de su poesía. Todas las habladurías o certezas que sobre la poeta cuentan no nos parece lo más importante ni de su vida ni de su obra. Se ha puesto demasiado énfasis en su orientación sexual como si fuese la base de su comprensión. Si hemos entrado en este apartado se debe a mi inconformidad con algunos juicios menos caritativos: hizo lo que quiso, siguiendo su criterio. Todo esto a mí, como lector y estudioso de su obra, no me obliga a variar mi consideración sobre ella, porque las opiniones sobre el autor de un texto no tienen nada que ver con el funcionamiento del mismo. Y así debía decirlo. No comparto que este tema se convierta en un festival de una erótica encendida. Es un tema complejo que debió hacer sufrir a sus protagonistas. Respeto, pues, para la hidalga Alfonsa de la Torre. Cuanto pienso de ello está en el libro y manifiesto mis dudas y no escondo mi sentimiento. Eso sí, repito, desde el respeto más profundo para todos. Todo cuanto sea salirse del tiesto puede parecer el deseo de hacer un programa de consumo televisivo. Alfonsa de Cuéllar merece otra consideración que, desde aquí, pido para ella. Pero cada uno que haga lo que le parezca, pues es responsable de su opinión, aunque Alfonsa no pueda defenderse, que, de poder, tampoco diría nada y para qué.
Hemos tratado de desmitificar su pertenencia o no al grupo garcilasista, tendencia que nos parece no bien tratada en las páginas de la literatura española de la época que, a nuestro entender, hay que revisar a la luz de las investigaciones recientes. Parece un pecado pertenecer al garcilasismo y no es sino un honor. Ser poeta garcilasista no es un demérito, como han querido hacernos ver. Por contra, opino que es un elogio. Estos poetas dominan el lenguaje y gozan de una sensibilidad clásica. Y dicen las cosas con dulzura, cosas que atañen a la interioridad, a la intimidad, incluso a la espiritualidad de sus autores, de un modo humanista. Escribir sonetos, tercetos encadenados, décimas, no es tan condenatorio como nos han querido enseñar, sino un camino estético, clásico. No se olvide que los críticos con la tendencia eran también poetas formalistas. La poesía se escribe con bellas palabras. Era algo que estaba en la mente de todos los poetas de la época. Someterse a una poética clásica, a un isosilabismo más intelectual, es un ejercicio literario de primer orden que hay que dominar antes de entregarse al verso libre o a una vanguardia sin saber qué iba a resultar.
En el juicio al garcilasismo, más que el criterio estético, prima el político y eso es lo que traslado en mi escrito a la opinión lectora. Lo descalifican por la afiliación política de la mayoría de sus miembros. Vivanco, Panero, Ridruejo, Rosales y muchos más eran falangistas y católicos, pero Germán Bleiberg, por contra, era republicano por ideología, judío por religión, y estuvo en la guerra porque le tocó por su quinta con veintiún años. Había nacido también en 1915, como Alfonsa. Salen condenados, sin dudas, los adscritos al garcilasismo. Los buenos son los contrarios al régimen franquista. Como recuerda María Luisa Maillard, la mentalidad de los intelectuales de la época, salvo las naturales excepciones, "despreciaba como reaccionaria toda postura que no hubiese estado sin fisuras en las trincheras del bando republicano durante la guerra civil española". Los otros libros de Alfonsa corren por diversos vericuetos distintos.
También hemos analizado la religiosidad de la poeta, su supuesto misticismo -yo hablaría mejor de vida interior no estrictamente espiritual al modo monástico- y el mito que rodea a Oratorio de San Bernardino, seguramente su obra más auto-ficcional. Desde este enfoque, el análisis de esta óptima obra daría respuestas significativas. La interpretación de las críticas primeras que se ocupan de su poesía, Josefina Romo y Diana Ramírez, menos María Romano Colangeli, no es que sea sesgada, sino que mitifica y dogmatiza aspectos de la misma, referentes al sexo, la religión confesional, la interpretación ecológica de la naturaleza y lo esotérico, lo que da la sensación de condicionar a la crítica posterior, pues se tiende a repetir lo dicho por ellas. El intento de desmenuzar lo que he podido de todo eso ha sido laborioso pero muy agradecido, porque, desde otro punto de vista, aporta algunas novedades quizá consistentes por hechas con otra intención, la de valorar su obra y hacer de ella un centro de goce intelectual, debido al lenguaje que la conforma. El elogio a su obra procede de la belleza del lenguaje utilizado. Es muy bello, de significado amplio, específico en su uso, sonoro, adecuado, dulce. Recoge los localismos, los generaliza y los introduce en su poesía. Todo esto es muy digno de ser señalado.
Me queda insistir en lo útil de la reivindicación de la poeta, aspecto que se ha de agradecer a nuestra anfitriona, su paisana. Hay que ganar adeptos uno a uno, a niveles afectivos e intelectuales. Hay muchos lectores instalados en esa inmensa minoría que es adepta a la poesía, sobre todo, a la poesía singular, la que se consume en oscuro silencio y en grata soledad. Cuando descubran a la poeta, como creo y espero, percibirán la magnitud de su obra, los matices que se pueden observar en ella y cómo, para la crítica, es un filón que trabajar para extraer su fruto, su ingente belleza y la delicadeza de su envoltura.
En el mes de julio de este mismo año, se celebra en Segovia un Congreso organizado por ALDEEU en el que voy a intervenir con una comunicación sobre la poeta de Cuéllar y su relación literaria y posiblemente más que amistosa entre Alfonsa de la Torre y Germán Bleiberg, autor de lo que él mismo nominó Elegía a Cuéllar.
Aunque yo mismo voy a eliminar la sorpresa de mi conjetura, en honor a ustedes, voy a desvelar por encima lo recién indicado. Quede claro que Germán Bleiberg Gottlieb y Alfonsa de la Torre habían sido compañeros de la universidad. Quede claro que Germán Bleiberg estuvo en Segovia con "La Barraca" de García Lorca en el año 1934, recién fallecido Juan José, hermano de Alfonsa. También es cierto que Germán escribió y publicó este mismo año un libro al que todos denominaban Elegía a Cuéllar, que, sin embargo, no aparecía, con ese título, como obra suya. Es más, la última parte de esta elegía, Oración a la muerte, vio la luz en el número CLI de Revista de Occidente de enero de 1936. No pude conocer el secreto hasta que leí El cantar de la noche, pues ese era el título del libro que se conocía como la Elegía a Cuéllar. El cantar de la noche es el segundo libro publicado por Germán Bleiberg a la edad de veinte años. En este libro cita a Segovia y a Cuéllar, patria de Alfonsa de la Torre, y por tanto de su hermano Juan José, objeto de la elegía. El libro se podría considerar como una especie de declaración amorosa sui generis que no llegó a ningún sitio.
A lo largo de las tres partes en las que lo divide, Germán Bleiberg deja indicios de su sentimiento. El poeta va por el camino en busca de su amada en el desierto y en él la encuentra entre su llanto y se entrega a ella como un pájaro a tu abrigo. Efectúa constantes referencias a Segovia:
Ese castillo viejo de Segovia,
que resucita, súbito, en el canto
de las brisas serenas de Castilla,
ese castillo lleva mi secreto,
la confesión febril de mis amores...
y también a esa amada sin nombre:
¡Oh tú, mujer que amaba puramente!
¡Oh manos temblorosas de mi amada!
Te he cantado, mujer, y te he llorado,
te he dado cuerpo y amplia luz al alma,
y sé que volverás, mujer severa,
porque tienes el fuego humano y pleno
en los ojos, que lloran cuando miran.
Y hasta la describe pudorosamente, sin detalles, como manda el amor cortés:
Tu delicada forma al aire abierta,
tu caminar delgado como un ángel,
tu sonrisa resuelta en nieve ausente,
tu casta piel como manzana tibia,
toda tú, como fábula desnuda,
tocando los cristales de la noche.
Pero es en la tercera parte cuando se puede conocer el asunto más claramente:
Tú fuiste, Juan José, el muerto primero
para mí, niño en Cuéllar enterrado.
Eres para la sola voz de madre
ausencia al pronunciar tu joven nombre.
Eres la sangre cálida de hermana
que florece en tus sombras encendidas.
Has contagiado, tímido, con alas
de ángel, dolor febril a la llanura,
a las piedras, al pájaro reciente,
a las flores, a mi íntimo reposo.
No hallamos reciprocidad alguna a este 'posible' amor en la obra de Alfonsa, quien, sin embargo, admira la poesía del poeta enamorado. Sólo en Égloga localizamos unos versos que se puedan interpretar como relacionados, sin causa justificada:
Estaba entonces yo convaleciente
de mi primer amor desmoronado
y me sentía grande en la tristeza
como orgullosa reina destronada
que mostrara a su paje la corona.
No existen datos para saber si ese amor desmoronado es el de Germán Bleiberg o el del militar italiano con el que se paseaba por Segovia por los años de la guerra civil según cuenta su tío Jesús González de la Torre en la biografía de la poeta. Faltan argumentos para confirmar cuanto ahora mismo es un supuesto y un indicio.
Bajo otro enfoque ha de ver la crítica esta poesía, no sólo desde la estética feminista ya analizada En mi opinión, una crítica enfocada bajo una estructura concreta, puede ser tan parcial  -de parte- como hecha desde otra, dicho de otro modo, puede llegar a conclusiones tan diferentes como si se analiza con otros criterios: retórico, estructural, pragmático o semiótico. Por todo ello, defiendo que el conocimiento de la poesía de Alfonsa de la Torre debe ser global, lo que exige un análisis desde los diversos puntos de vista posibles, realizados por especialistas en cada una de las doctrinas críticas. Sin duda es algo complejo, pero sería lo deseable, dada la dificultad de interpretación de la obra en aspectos concretos, como el hermenéutico.
Pero no menos importante es captar los vaivenes caracteriales y las motivaciones íntimas espirituales que pululan por el interior de su escrito. De ahí la defensa que hago de la utilización de la crítica que se basa en el psicoanálisis. Hay que penetrar en el complejo interior de la poeta, sin mostrar teorías de la conducta humana o de las reacciones de los actos individuales, de modo que, una valoración apoyada en el psicoanálisis, permita entender mejor textos en cuyas tramas existen un mundo de símbolos y de imágenes que sostienen la armadura de su comunicación, que resulta críptica por voluntad de la escritora o por la diversidad de su mundo interior. No tanto me refiero a los datos biográficos de modo exclusivo, que sin duda ayudan, sino a la reelaboración del camino interior recorrido por la autora, en este caso, para conocer o vislumbrar las motivaciones que determinaron su conducta humana como mujer y su expresión literaria.
Antes de concluir, quisiera exponer y recalcar que mi punto de vista sobre la poeta no es más que eso y, por tanto, no hay obligación alguna de seguir al pie de la letra cuanto queda escrito en el libro, incluso se puede discrepar y eso sería bueno: habría que buscar una nueva explicación. Quiero decir que la interpretación de la poesía, como creación del espíritu humano, perdida ya su hegemonía los valores culturales humanistas, es algo muy aventurado. Por ello, mis comentarios sobre la poesía de Alfonsa de la Torre ni son axiomáticos, ni totalizantes ni crean sistema alguno. Al menos yo no querría que esto fuese así. Como exponía Octavio Paz, la poesía es una pregunta con múltiples respuestas. Sólo he intentado dar una, la que me correspondía, la que es mi visión concreta de su poesía, aunque otras muchas cosas podía haber añadido, por novedosas, dado lo aprendido desde que acabé el libro. Es obvio que recomiende la lectura de esta obra. Pero no porque sea mía, sino porque de la lectura de este libro se puede pasar a la de su obra poética. O es posible también lo contrario: que quien conozca la obra de Alfonsa, decida leer cómo la ven otros ojos diferentes. Todo enriquece.

Estos últimos segundos, conclusa ya mi perorata, quiero aprovecharlos para agradecer su presencia. Por mi parte, me llevo de ustedes y de Cuéllar una gratísima impresión y espero que Dios me depare una nueva oportunidad de volver. Si está de por medio la poesía de Alfonsa, mejor. En caso contrario, que sea en los encierros de los toros de agosto, que tienen todo mi apoyo, si es que sirve de algo. Muchas gracias.