jueves, 30 de enero de 2014

LA BIOGRAFÍA ACABADA DE FÉLIX GRANDE


Hará, quizá, un par de meses, o menos, recibí de la Asociación Colegial de Escritores una misiva. Había elecciones para su presidencia y, en la candidatura había, al menos tres o cuatro conocidos míos. Así que le escribí a Pablo Méndez, que iba en la lista, y le dije que los iba a votar porque Félix Grande, que iba para presidente, era mi amigo hacía ya treinta años. Y así lo hice por correo. Hoy he actuado como si fuese un jueves cualquiera: he ido a mi nutricionista a quien operan el lunes. Venía pensando en ello, por lo que decidí ir de compras para llenar los huecos de la despensa y olvidarme de las noticias adversas. Pero, por el telediario he conocido la muerte de Félix Grande. Dos veces vino a Lorca para impartir conferencias y, a la verdad, lo hizo muy bien. En la primera ocasión estuvimos en Elche para recogerlo y traerlo hasta Lorca. Invocó en dicha conferencia la amistad que tenía/tuvo con Fernando Quiñones. Yo ya tenía algunos libros suyos. Me dedicó varios de ellos. Como Memoria del flamenco (1979), Años (1975), Las calles (1980) y Las Rubáiyátas de Horcio Martín (1978). Son importantes e interesantes sus Apuntes sobre poesía española de posguerra (1970) y cómo reivindica un poeta olvidado entonces en España, Carlos Edmundo de Ory.


Hoy no toca hablar de su poesía porque todos los diarios a nivel nacional se ocupan del poeta y de su obra. Sólo quiero señalar su amistad y cómo todo desaparece y duele en el afecto, en el recuerdo, en la misma vida.


Dedicatoria en Las Rubáiyatas
Querido amigo fuera ya de este mundo, amigo enfrentado a lo que nadie sabe, sito en una nueva vida, descansa en paz. No aprendí a delinquir porque era mejor hacer las cosas en silencio. Los poetas no hacen daño a nadie. Me querías decir que rompiera con lo circunspecto y con la vida de tres al cuarto. Y eso sí lo hice interiormente. Espero que podamos vernos, si Dios quiere. Mientras viva, tu recuerdo estará en tus libros que reposan en mi librería. No tengo más remedio que volver a su lectura. Lo mejor que hoy he visto escrito sobre ti lo ha escrito Juan Pedro Quiñonero: http://unatemporadaenelinfierno.net/2014/01/30/in-memoriam-felix-grande/

José Luis Molina
Calabardina, 30 enero 2014

miércoles, 22 de enero de 2014

CARLOS MURCIANO, Trío para cuerdos


En algún lugar del mundo debí coincidir con Carlos Murciano (1931) porque tengo en mi poder un par de libros por él dedicados después de 1989 o, tal ves, en ese mismo año. Seguro, seguro, que lo recordaré, si es que la desmemoria no sigue su avance. Posiblemente fue cuando Educación Compensatoria -Fernando, Esteban, Jesús y yo mismo- lo trajo a Lorca para promocionar algún libro suyo de literatura infantil, quizá El mar sigue esperando, que en 1982 había sido premio nacional de Literatura Infantil. Hoy traigo a estas páginas este librito porque lo presumo muy desconocido. Trío para cuerdos es premio "Jorge Manrique" 1981, pero publicado en 1989. Juega el poeta con un poema como si fuera una composición musical, ese trío para cuerda cuyas tres partes son Andante, Adagio y Presto. Para Leopoldo de Luis "es un poema tierno y amargo, atribulado y tangente al círculo helado de la desolación, quizá fruto de un momento de crisis".

Carlos Murciano


ANDANTE
Cuando un hombre termina, un hombre empieza.
Enmudecer de pronto es como el golpe
de la luna en el cielo del poniente,
roja y rebelde. Un hombre
comienza a agonizar desde que nace,
alienta entre estertores,
cubre con una máscara su terca calavera
y, bajo un pecho que respira, esconde
la podre fiel del corazón,
la piedra de los errores.

Pasea a un niño de la mano,
ama a quien no conoce,
engendra a algunos seres a los que entrega el nombre suyo
que ellos cambian por otro nombre,
hilvana unas paredes, construye unas palabras
tímidamente pone
candelas amarillas en mitad de la sombra
para alumbrar sus altos corredores,
y un buen día, cansado, asciende la escalera
de su más alta torre
y, desde allí, sin ira, vuelve atrás
la cabeza, desoye
las voces que le incitan a seguir caminando,
sus oscuras razones,
y posa la mirada sobre el paisaje yermo,
sobre valles, ejidos, cerros, montes
desnudos, lentos páramos
en donde el verde se hizo cobre;
ve lo que fue, lo que está siendo,
lo que va a ser en el instante en que se paren los relojes
y separen sus ojos de un solo tajo, frío
como el metal de las constelaciones.
Y, vencido, renuncia;
resignado, renuncia y reconoce
que no está en su destino escapar a la muerte
ni aun llevando en su sangre la sangre de los dioses. 
Como el pez que en la punta del anzuelo,
huésped del aire que lo acaba, rompe
su cuerpo contra el duro roquerío
inútilmente, contra el borde
de la desesperanza estrella, ciego,,
sueño y razón, vida y locura, el hombre.

Cuando un hombre termina, un hombre empieza
en su lugar de entonces
-de cuando respiraba- a respirar
-firmes escamas, branquias jóvenes-
lejos de cebos y de redes,
temblor de plata, pez insomne.
Pero la muerte acecha sobre el agua,
como la estrige sobre el bosque.

José Luis Molina
Calabardina, 22 enero 2014







martes, 21 de enero de 2014

ANDRÉS MARTÍNEZ RODRÍGUEZ, arqueólogo


Como la ancianidad me está rondando, para orgullo de Andrés, quiero contarle que conocí a sus abuelos maternos, don Blas y doña Engracia, en aquella escuela pobre de la postguerra, pues ambos eran maestros. Recuerdo hasta en la calle y casa en que vivieron. Don Blas era un hombre no tan severo como parecía, sino un hombre serio que valoraba lo que estaba haciendo. Si algún día teníamos que ir a su clase, sacábamos en conclusión que era menos permisiva que la de otros maestros, pero se aprendía más. En los años setenta del siglo pasado fui compañero de su padre, hasta su fallecimiento, en el Colegio Alfonso X el Sabio. Pero el afecto que se tiene por Andrés no se debe a esto, sino a su propia bonhomía, a su pausada manera de ser, a ese modo de atemperar cuanto le amenaza de tensión, Si se dan cuentan, lo que hago es decir a los lectores que me siento feliz de ser su amigo. Yo ya sabía que era un buen arqueólogo, pero lo que no esperaba es que nos acercara tanto y tan bien la Lorca de esos siglos oscuros, los XII y XIII. Lo hace tan bien que, teniendo en la cabeza el mapa de la Lorca actual y leyendo el libro al mismo tiempo, estamos andando por aquellos siglos y gentes. Es lo que hay debajo del actual suelo municipal, es lo que aparece en cada uno de los puntos en los que aquellos, los almohades, vivieron cuando hay necesidad de excavar. Por ejemplo, vivieron en el subsuelo de lo que hoy es el convento de las mercedarias. Es una lectura propia de especialistas y estudiosos, pero, el que no lo es, como yo, se recrea haciendo esa lectura comparativa tan bien hecha y tan enriquecedora. Cuando narra cómo se hizo tal o cual excavación arqueológica de urgencia, la que sólo se va a datar, pero no a conservar si no es de importancia excepcional, y nos dice qué se encontró en tal o cual punto, es como hacer presente un pasado que es tan nuestro como el actual presente. No sólo felicitar a Andrés por haber escrito tal libro, sino felicitarnos nosotros por poderlo leer, que es el destino de los libros y, sobre todo, el de los libros buenos. Como Lorca es como es, no sé si estará el libro en alguna librería de la ciudad, pero lo ha editado la Universidad de Murcia con la ayuda de otras entidades. Por internet (casi) todo se encuentra. Enhorabuena.

José Luis Molina Martínez
Calabardina, 21 enero 2014.

viernes, 17 de enero de 2014

KONTXA ESCRIBANO, pintora


Es la primera vez que asisto a un acto cultural en Águilas desde que me vine a vivir a Calabardina. Pero, cuando vi la fuerza del cuadro elegido para presentar la exposición, decidí hacerme presente en su inauguración. Así que esta tarde cogí a mi santa, sacamos el coche y nos desplazamos al Auditorio de Águilas. No me arrepentí de ir. No por ver a Manolo Coronado al parecer encargado municipal de las exposiciones de pintura. No por ver a quienes veo casi todos los días en Calabardina. No por comprobar lo poco que llama la atención del público actos como este, lo que indica un bajo nivel artístico y escasez de sensibilidad en el pueblo bajo y soberano, en la cultura postmoderna. Pero, bueno, se montó allí pronto un buen rollo del que me descabalgué con mi santa que tiene esta semana a su santo hermano, San José de la desmemoria, a su cuidado. Pero disfruté con la exposición -diría que antología de la pintura de Kontxa ya que hay cuadros de diversas fechas, ninguno de ellos actual- porque estudia o analiza la naturaleza humana, el cuerpo humano, desde el punto de vista de la expresión de los sentimientos. No hay una postura corporal que no obedezca a un sentido sentimiento. Pero, además, domina el retrato y, tanto el de Toño, su esposo, como el de sus hijas, están magníficamente conseguidos.


Se comprueba al conocer que esta expresión corporal es titulada Tristeza. Ya conocía yo a Kontxa por verla asistir a las clase de pintura de Jiménez Asensio. Pero no hay en esta exposición influencia alguna del pintor lorquino, hay una línea de pintura muy personal y muy grata al tiempo, no me esperaba lo que me he encontrado. Hay un cuadro que recoge un busto de mujer negra con una actitud de manos cuyas luces matizan los colores oscuros que utiliza la pintura refugiada, como otros tantos, en Calabardina.

Este cuadro se titula Torso de mujer. Me gustó, algo menos que el de la negra, pero mi santa esposa escogió otro cuadro para tener un recuerdo de la pintora y animar al cotarro porque, la verdad, la exposición merece la pena. Mañana veré a  Concha en la terraza del bar de Julio, con Dick y su esposa que también tuvieron, junto con otros amigos, la deferencia de asistir al acto. Seguiré hablando de esta exposición y de la pintora.

José Luis Molina
Calabardina, 17 enero 2014

miércoles, 1 de enero de 2014

PRIMER DÍA DEL AÑO

Publicidad años 20 del pasado siglo (R. Casas)

Siempre hay quien, temeroso, ame silencio o soledad, violencia o pérdida de fe, presión o duda, ideología o parapeto. ¿Quién no padece ruina en su materia o en su clausura? ¿Quién no descubre el descrédito del payador bajo el sestero de Cabarna? Parece oscuro misterio, pero la vida es como un sueño: gusta o tampoco. Desde que soy, soy mi tiempo. Vivir es llegar a ser ruina. Por todo ello, bienvenidos los solitarios, los silenciosos, los enclaustrados en ellos mismos, los que se gustan, los que no se gustan, los que se aman, los que no se aman, los que sufren, los que se sufre, los que son sufridos, los que no soportan el sol, los que padecen sereno malhumor, los que no entienden lo que sucede, los que no tienen noción del tiempo. Bienvenidos todos los que no encajan en esta vida, porque aquí hay un hueco para todos vosotros. Esto simplemente intenta ser poesía.

José Luis Molina
Calabardina 1 enero 1014