viernes, 24 de marzo de 2017

MAGDALENA CAMARGO LEMIESZEK, La doncella manca, o séase, sin manos (II). (Continuación)


APARICIÓN DE NIX EN EL BOSQUE
Un musgo bermejo ha cubierto la silueta del bosque.
El romero reverdece
y sus hojas se afilan como agujas de esmeralda.
En la rama del sauco la noche es un mirlo
y de su trino algo se derrama,
desciende como una gota
y luego de la gota surge la serpiente,
que se arrastra en el temblor de su plumaje
y sobre el corazón que late como una granada brevísima y madura.
Sigue descendiendo, hiedra transparente,
el sereno va esmerilando sus contornos
y justo en el momento previo a la caída
es una perla de canto que se hace fruto,
un péndulo de sangre

que crece
y se hace más dulce con la niebla.
En la solapa de LA DONCELLA SIN MANOS, de Magdalena Camargo Lemieszek, Madrid, Rialp, 2016, accésit del premio Adonais 2015, para magnificar el libro premiado, en cuyo jurado estuvo Eloy Sánchez Rosillo, se nos indica que el libro tiene algo que ver con el cuento de los hermanos Grimm La doncella manca, pero no nos dicen nada de su afición a los autores grecolatinos. Sabedor de que su autora había participado en talleres literarios tanto con escolares como con adultos, profundicé algo más en esta cuestión. Algunas de las cosas sugeridas por el libro las he expuesto en una reseña que aparecerá en PUENTE ATLÁNTICO, revista online de ALDEEU. Al tiempo que aparezca en la dicha revista, la colgaré en el balcón de esta calle tranquila y así se podrán leer mis divagaciones.
Magdalena Camargo Lemiezek,
Poeta polaco-panameña
El poema que acaban de leer es el segundo del libro de referencia. Y mi interés radica en establecer cierta relación entre ambos textos, La doncella manca y La doncella sin manos, que viene a ser lo mismo. Aunque la versión más leída de La doncella manca es la de los Grimm, la primera que se conoce pertenece a Philippe de Remi, siglo XIII. El libro de Adonais no es una poetización del cuento, sino una excusa para literaturizar muy bellamente sentimientos no sólo afectivos, sino íntimos, personales y ambientales de la poeta. Este poema sirve para entender el poso lúcido de cultura clásica que atesora Magda Camargo Lemieszek, aprendida de la lectura de los autores grecolatinos, o bien procedente de la de Mujeres que corren con los lobos (Barcelona, Ediciones B, 1998), de Clarissa Pinkola Estés, que le dedica el capítulo 14, a La doncella manca. Pues bien, dicho esto, y añadiendo que Clarissa Pinkola nos regala con una explicación antropológica del cuento, tengo a bien exponer una referencia a la poesía órfica. Viene a cuento porque Nix significa noche en griego, aunque algunos autores prefieren NYX, porque NIX significa también nieve en latín. Noche es Nox en latín y Nix en griego. Esta palabra, Nix, tiene su importancia en fragmentos de poesía atribuidos a Orfeo. La noche, en su cueva, decía sus oráculos. La teogonía órfica recoge ecos de teogonías orientales y concede un papel esencial a divinidades marginadas del repertorio hesiódico, como Nix, el Tiempo, Fanes, y habla del Huevo Cósmico primordial, o del Reinado de Dioniso. Hesíodo en su Teogonía cuenta que Hemera, hermana de NYX, entraba en el Tártaro cuando aquella salía y viceversa. El día y la noche no se han visto nunca. También aparece NYX en el libro XIV de la Ilíada y en Megara tenía un oráculo. Su culto se encuentra también en Éfeso.
Por otro lado, a los hijos de Hipnos y Pasitea los llamaban oniros. Uno de ellos era Fobétor, el que asusta, hijo de NIX, diosa de la noche. Sirve esto para explicar que Fobétor aparecía en los sueños con forma de serpiente, pájaro o cualquier animal. Morfeo era la forma humana de los sueños y Fántaso la vegetal o inanimada. Ekelos eran las pesadillas. No se olvide que en este poema se habla de la serpiente. Visto esto así, puede ser que la poeta hable de un sueño nocturno. Quizá así el poema se lea con mayor provecho. Porque algo de mistérico tiene esta poesía afortunada, por quien la escribe y por quien la lee. Todo esto lo expone casi mejor Ovidio, Las Metamorfosis XI. 633-645. Que aproveche.


Mas el padre, del pueblo de sus mil hijos,
despierta al artífice y simulador de figuras,
a Morfeo: no que él ninguno otro más diestramente [635]
reproduce el caminar y el porte y el sonido del hablar.
Añade además los vestidos y las más usuales palabras
de cada cual. Pero él solos a hombres imita. Mas otro
se hace fiera, se hace pájaro, se hace, de largo cuerpo, serpiente:
a él Ícelo los altísimos, el mortal vulgo Fobétor [640]
le nombra. Hay también de diversa arte un tercero,
Fántaso. Él a la tierra, a una roca, a una ola, a un madero
y a cuanto vacío está todo de ánima, falazmente se pasa.
A los reyes él y a los generales su rostro mostrar
de noche suele, otros los pueblos y la plebe recorren.


Conocía yo que el saúco es árbol medicinal. Pero he buscado en internet algo que no acababa de tener seguro. Efectivamente. Es un árbol con potencial mágico. En todas las civilizaciones aparece en este sentido. Para los cristianos es el emblema de la pena y de la muerte. Los gitanos lo consideran árbol maldito y no lo utilizan en sus hogueras. Según la tradición teutónica, se le relacionaba con la ninfa Hyldemoer, que habitaba en sus ramas y no dejaba que cortasen el árbol. En esta misma cultura, los enterradores medían a los muertos para hacer sus ataúdes de saúco. Los serbios se casan llevando una ramita de saúco, señal de que la unión será duradera. Los anglosajones las ponían encima de la puerta para impedir la entrada de las brujas. En el Tirol, ponen una cruz de esa madera para que el alma del difunto descanse en paz (www.botanical-online.com/medicinalssauco.html).

Volveré sobre el libro. Si para entonces ya se lo han leído... pues mucho mejor

miércoles, 22 de marzo de 2017

LA DONCELLA MANCA, O SÉASE, SIN MANOS (I). MAGDALENA CAMARGO LEMIESZEK




Son muchos los libros de poesía que llegan a la casa de mi santa esposa al cabo del año. Mis principales proveedores son Eralucana, mi hija murciana y yo mismo. Con una diferencia. Eralucana me busca poetas que pueden ser o son como yo. Después sucede que unos me gustan y otros tampoco o sí. Pero me abren un gran horizonte sabiendo que puedo llegar más lejos, aunque nunca llegaré a nada como poeta, sobre todo, dada la edad que ya tengo. Porque como persona, estoy destacando en no soportar a los tontos cercanos ni los ruidos que crean. Me refiero a los que hacen o dicen tontunas sin necesidad, porque entonces me zurre la cabeza. Bastante tengo con soportar mis acúfenos. Mas pienso que será cosa de la edad dichosa y de los dichosos siglos aquellos. Entre una y otra cosa, hay una gran diferencia: yo sí me reconozco en mis escritos porque son míos y devuelven mi imagen. Cuando soy yo quien adquiero libros de poesía, busco muchas cosas a la vez: por qué este poeta ha llegado y el otro no; por qué este me parece un alguien sometido al sistema; por qué lo de las señoras me parece un paquete comercial; por qué lo de las feministas es otra historia alejada de la poesía de verdad, no del canon clásico; por qué alguna que otra editorial abre colecciones para los poetas pop, o sea, los que pestañean con una guitarra en el metro, se juntan ahora con más guitarras en las ferias de los libros de los pueblos, en las que hay tantos sombreros como guitarras y los libros valen poco (no me refiero a lo crematístico), sino a tipo letrista sabinesco, porque hasta ahí llegan como postmodernistas que son, incluidos los licenciados sin trabajo. Todo esto lo aprendí en Segovia, hace un par de años este verano. Lo que menos entiendo de estos poetas pop es su igualdad de atuendo y su música cencellada y de las poetas feministas que sólo hablen de su tampax y de su zaranda y además te dibujen su cosa en la pared tropecientas veces como si fuesen podemitas y cercanas a ese ayuntamiento del que aparentemente huían y sólo es el juego del que fue a Sevilla perdió su silla. Aunque me pregunto si a eso se le puede llamar feminismo o insoportable exhibicionismo tontuesco, y de ahí mi malhumor. Pero se venden tantos libros de estos que al final el que no ponga su cosa en forma de poema no va a ser poeta, ni zaranda, ni sevillano.
Tener una hija en Murcia es tenerla más cerca que si estuviese en Ponferrada. Pero, de cuando en cuando, me trae a su casa lorquina unos títulos de poesía de los que alguna vez me interesa alguno. Los libros son como las corbatas; no se debían regalar nunca. Las corbatas no me gustan multicolores y si me regalan una pues allí se queda. Y los libros me gustan de suaves pastas que no parezcan de editorial de todo a cien con mil dibujos en la portada, dibujos que han de incluir una tía buenorra porque así la cosa es más poética y vende más. Y los que no son así, es decir, propios de personas normales, se quedan en el limbo de las cosas sin fuste, o séase, los castigo a que permanezcan en ese lugar que no echa gusto a nada, como muchos de los sant@s actuales, incluidos los de la misma familia. ¡Qué hermoso es tener un poet@ en casa! Pues bien, esta última vez ha acertado con La doncella sin manos, que tiene una relación y no de semejanza con el cuento de los hermanos Grimm. (Continuará).