martes, 30 de abril de 2013

ALMA. POEMAS (1949) II

Número 1 de ALMA

La revista ALMA: características
 
Aunque se tenían algunas noticias de ALMA sobre las que se pasaba sin prestarles atención porque no era una revista de las consideradas importantes, hemos de recurrir a la bibliografía de la época para efectuar su pequeña historia y su valoración. 

Josefina Romo Arregui es, además de su fundadora al alimón con Miguel Ángel de Argumosa, quien determina el número exacto de sus apariciones: seis. En la Biblioteca Nacional sólo aparece un número de esta revista. Por el portal de Bibliotecas de Castilla y León, hallamos que, en la Biblioteca Pública Municipal de Soria, en el Fondo Bibliográfico Dionisio Ridruejo, se guardan los tres primeros números. Existen estos mismos números en la Biblioteca Martín Abril (MA 3949) y en la Biblioteca Jorge Guillén (JG 9858). Nos falta, pues, conocer los tres restantes números para saber de la colección completa. Esto quiere decir que cuanto digamos en este artículo es provisional. Sin duda habrá más poetas colaboradores y podremos conocer la nómina completa de los "almistas". Aparecerán estos números nos localizados aún en alguna biblioteca de los que en la revista publicaron. 

Sale a la luz el número 1 de ALMA el 31 de enero de 1949. Se imprime, como las demás, en Gráficas Carlos Jaime, calle García Morato nº 131, de Madrid. Los pliegos de poesía ALMA los hacen María Sola y Miguel Ángel de Argumosa y dibuja su portada Joaquín García de la Concha. Era su editora Ediciones J. Romo Arregui y la redacción se encontraba en Ferraz, nº 63. 

Los números 2 y 3 tienen la misma fecha de aparición, 20 de abril de ese mismo año de 1949. Si entre el primer y el segundo número hay un intervalo de tres meses, el número 3 debe corresponder a julio. Así, podemos deducir que la revista fenece en julio del año siguiente y que esa coincidencia en la fecha de salida de ambos números es simplemente un "duende" de imprenta. Sus medidas son 22,5 X 32,5 cms. El número 1 consta de 24 páginas y los otros dos siguientes 16. 

La nómina de colaboradores es la siguiente: [nº 1] Pablo Cabañas, Miguel A. de Argumosa, Gracián Quijano, Carlos Rodríguez Spiteri, María Sola, Alfonsa de la Torre y Juan Francisco Valdés. [nº 2] Ana Inés Bonnin, Miguel A. de Argumosa, Concha S. de Otero Carlos Salomón, Francisco Garfias, Clemencia Laborda, Gracián Quijano, María Sola, Rafael de la Vega, Antonio Oliver, Juan Francisco Valdés y José A. de Argumosa. [nº 3] Pablo Cabañas, Juan Francisco Valdés, Agustín Navarro, Clemencia Laborda, Miguel A. de Argumosa, María Sola, Carlos Salomón y Humberto Lasso. 

Si se cuenta bien, son dieciocho los poetas colaboradores, pero, ya nos había advertido Valbuena Prat [1] de que Miguel A. de Argumosa utilizaba dos heterónimos en sus escritos, Juan Francisco Valdés, su segundo apellido, para la poesía, y Luis de Toranzo para la prosa. Eso significa que este poeta participa en estos tres números con once poemas, siete con su nombre y 4 con su heterónimo. En el número 3 aparece un poema de José Ángel Argumosa, hermano del fundador de la revista. 

Por otro lado, observamos la presencia de un grupo de poetas conocidas entre ellas, como son Bonnin, Laborda, Quijano, Sola, Suárez de Otero y de la Torre. Bonnín, por vivir en Barcelona, quedaba más lejos, pero el resto formaban un buen grupo en Madrid. Quizá faltaba Diana Ramírez de Arellano. María Sola es un heterónimo de Josefina Romo Arregui. Por un paratexto que aparece en el número 2, María Sola viene a dar fe de su muerte literaria el día 3 de febrero de 1949, tras escribir trescientos poemas con ese heterónimo que no vuelve a usar. En 1950, aparece Cántico de María Sola, que reproduce íntegro en Autoantología (1968). En 1958, marcha a Nueva York con Diana Ramírez, que había sido alumna suya. En 1951, Alfonsa de la Torre se retira a Cuéllar con Juana García Noreña (Ángeles de la Borbolla). A partir de aquí, se rompe el grupo. 

María Sola debió de conocer a M. A. de Argumosa en Santander quizá en el verano de 1946, pues, en el nº 2 de ALMA firma un poema, Cántico de mi muerte, el 18 de septiembre de ese año y en ese lugar. Bien es verdad que Argumosa estudia en Madrid y que hasta pudo ser su alumno. Además, desde Ávila dirige la colección de poesía Conde Arnaldos y en Madrid vivía, cuando fallece, junto a su esposa, María del Carmen Martínez del Peral y Juana Valdés, su madre, según el diario ABC en la noticia de su óbito el 18 de octubre de 1966. 

No es el momento de ocuparse de los demás poetas pero sí daremos algunas pistas sobre alguno de ellos. A otros no los hemos podido localizar. Antonio Oliver Belmás, desde 1931, es el esposo resignado y sumiso de Carmen Conde, que compartió más tarde amores con Amanda Junquera. Los más conocidos son Francisco Garfias, Premio Nacional de Literatura en 1971, que trabajó en el CSIC como Alfonsa de la Torre, Josefina Romo y Pablo Cabañas, y Carlos Rodríguez Spiteri, andaluces ambos, este de Málaga, aquel de Huelva. Una sorpresa es Pablo Cabañas, regular poeta (Madrid, 1923), pero buen ensayista, filólogo y profesor de la Complutense, que cobra fama académica con la publicación de su tesis doctoral (1947) El mito de Orfeo, en 1948 por el CSIC. Gracián Quijano es el seudónimo de Francisca Cristina Sáenz de Tejada, la mayor del grupo (1896) que también firmó con el nombre de Padre Pareja. A Carlos Salomón y Miguel y José A. de Argumosa se les conoce como reputados escritores cántabros. La poética definitoria de la revista aparece en el nº 1: "Pliegos de poesía ALMA brinda desde este primer número sus páginas a la emoción estética y humana de los poetas. Para nuestra publicación, buscamos un deseo de autenticidad. Su nombre quisiéramos que fuera, en primer término, raíz de un común anhelo creador dentro del cual tienen cabida todas aquellas formas genuinas, pero sin ocultar nuestro particular entusiasmo hacia aquellos momentos totalmente humanos en expresión y contenido, como así mismo apto para la comprensión de la mayoría". Es decir, no se alinea del lado de la poesía "desarraigada" o comprometida, que más tarde desemboca en la poesía social, sino en el lado del humanismo, del intimismo, del compromiso con la estética.


[1] Vid., Ángel Valbuena Prat, Historia de la Literatura Española, 4 vol., Barcelona, Gili Gaya, 1968.
número 2

número 3

José Luis Molina
Calabardina, 30 abril 2013

POEMAS DE ABRIL, EL DE LAS AGUAS MIL (2)

Fotos de hoy por José Luis Molina

Se despide abril con lluvia impetuosa.
Están los truenos encima y en el mar
fenecen los rayos luminosos, mientras
el ruido sobrepasa la Cala y en el oscuro
horizonte de gris mediterráneo se esconde
tanto ruido temeroso, tanta contemplación.

Viene a la mente, en deterioro por los años,
el recuerdo infantil de otras lúgubres
tormentas contra las que las abuelas
arrojaban sal y rezaban oraciones a Santa
Bárbara bendita. Entonces irradiaba luz
vacilante la vela dorada. La capuchina 
se retorcía según el airecillo viniese
y la mariposa crepitaba sobre el aceite.
¿Vendría la lechuza? Déjala que beba
-había dicho el poeta- del velón sagrado.

Desde hace nada, la tormenta tapia el campo
que acerca la montaña hasta el prado
de la playa. Se me va el alma al otro lado
del cristal por el que las gotas desfilan
como procesión de borrachos sin ritmo.
¿Dónde se habrán refugiado las inquietas
golondrinas venidas días atrás, solemnes 
y vivarachas, con el primer sol de abril?
Otros pájaros veloces cruzan, silenciosos,
entre la lluvia sombría y se posan en las
chimeneas que, a su paso, forman atalayas
ruinosas, para salir de nuevo al aura fría
de la mañana. Un verde nuevo brota
de la enredadera limpia por las aguas
de abril y los tejados oscurecen su verdín
mientras algo inquieta a los pescadores
que dirigen sus barcas caladas hacia
la almadraba de entonces. Poco a poco
pasa la lluvia, después de hacerse menuda,
y se rompe el idilio de abril a la espera
de las cruces de mayo en fiesta. El mar
se separa ya del cielo y el color es muy
diferente. Los truenos explotan algo 
más lejos de esta meditación sencilla
de media mañana. Salpican las gotas
en los cristales arrugados. El viento
regresa. La nostalgia es un abrazo,
una dulce y cálida bufanda sobre alma.





Calabardina, 30 abril 2013
José Luis Molina

lunes, 22 de abril de 2013

ALMA. POEMAS (1949) I


A esta entrada también podría titularse JOSEFINA ROMO ARREGUI - MIGUEL ÁNGEL DE ARGUMOSA Y OTROS: ALMA Y LOS ALMISTAS, pero eso será a otras instancias. Hoy, ahora, sólo puede ser a título informativo. 
Siempre nos quedará París. O la amistad. Así que me puse en contacto con mis amigos bibliotecarios de la Biblioteca de Menéndez Pelayo, en Santander, Rosa Fernández Lera y Andrés del Rey Sayagüés. Esta vez iba buscando a Miguel Ángel de Argumosa. Su respuesta fue abrumadora y sólida. Me remiten a Fanny Rubio, que cita la revista. A Washington Luis Pereria, que también la cita. A Carmen Conde que advierte que los números aparecidos son seis. Valbuena Prat también ayuda pues nos proporciona dos pseudónimos (heterónimos) de Miguel Ángel de Argumosa, Juan Francisco Valdés para la poesía yLuis de Toranzo para la prosa. En la Biblioteca Nacional se encuentra un número que ya tengo fotocopiado. En una librería de viejo santanderina estaba el número 2, pues ya lo tengo en mi poder.. Y en la Biblioteca Pública Municipal de Soria (Fondo Dionisio Ridruejo) se encuentran los tres primeros números, ahora también en mi biblioteca aunque fotocopiados.
Aparece ALMA el día 31 de enero de 1949, impreso en Gráficas Carlos Jaime, calle García Morato nº 131, de Madrid. Los pliegos de poesía ALMA los hacen María Sola y Miguel Ángel de Argumosa y los dibuja Joaquín García de la Concha. Editaba la revista Ediciones Josefiua Romo Arregui y la redacción en encontraba en Ferraz 63. El número 2 sale el 30 de abril de 1949 e igual fecha tiene el número 3, lo que me parece un error de imprenta. Si tiene una periodicidad trimestral y dura hasta 1950, según los testimonios con los que contamos, el número 3 debería haber salido en el mes de junio. También pudiera ser que salieran o saliesen los dos números juntos.
Sus dimensiones son 22,5 x 32,5 cms.
(Continuará)

José Luis Molina
Calabardina, 22 abril 2013

viernes, 19 de abril de 2013

ALFONSA DE LA TORRE, IN MEMORIAM




Hoy se conmemora el vigésimo aniversario del fallecimiento de ALFONSA DE LA TORRE. Vaya mi recuerdo al encuentro de su descanso en Cuéllar bajo la atenta mirada de los pinos y los mirlos que ella cantó en vida. Desde esta orilla de la playa de Calabardina, manifiesto mi agradecimiento por haber podido leer, estudiar y analizar la poesía de esta poeta irrepetible. En su homenaje, un fragmento de Canción de la muchacha que caminaba a través del viento, que publicó en el número uno de ALMA que, como se puede imaginar el que me lea, ya tengo en mi poder, aunque sólo poseo los tres primeros números. Me faltan otros tres.

Miradme, soy de barro,
mi base es media esfera,
dos alas me sostienen
erguida en el aire:
las puntas de mi velo.
Pudiera ser tanagra,
la gracia me circunda,
con los brazos cruzados
y el pelo en breve moño
decoraría, acaso,
un hogar apacible
perdido entre la nieve.
Soy más que forma grata,
más que perfil en sombra:
un canto de promesa
que camina hacia el cielo.
Alguien hizo mi carne,
alfarero de espacios,
perdido entre planetas
sin gesto y sin facciones.
Él formó mi esquelto
con las cañas cortadas
en pálidas orillas
y me surcó de ríos
azules y calientes,
como un mapa de voces
y soplando en las ramas
de mi esquelto blanco
donde anidaban aves,
encendióme esta hoguera
de auve movimiento.
Así noté la vida.







José Luis Molina
Calabardina, 19 de abril de 2013


jueves, 18 de abril de 2013

IV JORNADAS DE INFORMACIÓN Y ESTUDIO SOBRE EL POETA ELIODORO PUCHE (2)

El tercer día, según la programación, se componía de la intervención del profesor del IES Alborán de Almería, doctor don José Andújar Almansa, de quien otro día hablaremos.









José Luis Molina
Calabardina, 18 abril 2013

IV JORNADAS DE INFORMACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE EL POETA ELIODORO PUCHE (1)

La segunda sesión de las Jornadas contó con la intervención de la profesora de la Universidad de Murcia, doctora doña Carmen M. Pujante Segura y del catedrático de la misma Universidad Dr. D. Manuel Martínez Arnaldos. He aquí momentos de su intervención:









Seguiremos con este rollo.

José Luis Molina
Calabardina, 18 abril 2013
Fotografías: José Luis Molina

sábado, 13 de abril de 2013

IV JORNADAS DE INFORMACIÓN Y ESTUDIO SOBRE EL POETA ELIODORO PUCHE

No tengo tiempo aún para decir nada de ellas porque compromisos familiares me lo impiden pero, antes de dar la lata sobre ellas, os envío unas fotos de la presentación del libro hechas por NITO, al que, desde aquí les doy las gracias.






No sé por qué la presidenta no se sentó en el centro de la mesa.
El ramo de flores es un gasto excesivo y tampoco sé lo que hacía allí dada la cosa económica.
Supongo que será una cosa femenina.
El de azul, a la izquierda, es Mariano Hernández Pérez.
Yo soy el del centro, de negro riguroso y un detalle morado por la cosa de la camisa.
Chon es la presidenta de los Amigos de la Cultura.
A ella se debe este lío. GRACIAS

José Luis Molina
Calabardina, 12 abril 2013

FOTOGRAFÍAS: NITO

miércoles, 10 de abril de 2013

PRESENTACIÓN DEL LIBRO Eliodoro Puche: Con el alma del jardín y el instante... Los poemas de LA ESFERA (1919-1930)

Ilustración de Regidor.



INTROITO
Una vez explicado el qué y el cómo de este libro, puede parecer a algunos que ya está bien de Eliodoro por todo cuanto nos ocupamos de él. Es lógico que discrepe. Y tengo para ello dos razones. La primera de ellas radica en que, a pesar de saber que no es un poeta de primera fila, en cuyo caso tendría muchos más análisis críticos de los que tiene, sí lo es de registros medianos que hay que destacar porque, hasta que, dentro de unos años, los/las actuales poetas lorquinos se consoliden, Eliodoro es el más destacado de los poetas de Lorca. La segunda es que el poeta no ha dispuesto hasta ahora de un estudio o análisis crítico serio y por ello existe un amplio margen de nuevas interpretaciones, como las que surgirán desde la tesis doctoral que sobre el poeta prepara quien disertará a continuación. Otra cosa es que el poeta interese a los que puedan pensar como dije al principio. No nos sentimos por ello molestos o cuestionados. Dispongo de mi tiempo libre, de mis propios intereses intelectuales y de cuanto hace falta para elegir los temas que me agradan, pues no sólo me ocupo de Eliodoro. Bien es verdad que no haría falta esta revisión si nuestros antepasados se hubieran ocupado de su estudio crítico, como hemos hecho nosotros. Los resultados los juzgará el futuro. Porque nuestro, al menos el mío, interés es puramente cultural.

POEMAS QUE VIVIRÁN ETERNAMENTE
Recién salido de la imprenta y sin tiempo para la lectura por parte de ustedes de esta Antología o libro de y sobre Eliodoro Puche, que presentamos a ustedes en la apertura de las IV Jornadas de Información y Estudio sobre el poeta, entendemos que es necesario hacer alguna que otra puntualización crítica porque, al aumentar la información sobre el poeta, siempre varía la percepción que sobre él se tenía. Se ha enriquecido la perspectiva y, por tanto, la posibilidad de efectuar una nueva (re)interpretación de cuanto anteriormente se llevaba analizado. 

La publicación de estos poemas de La Esfera, además de facilitar al público el conocimiento de los mismos y de otros que se incluyen en el libro a lo largo de su amplia y documentada Introducción, va a servir para señalar influencias, temas, motivos y tópicos de la poesía de la época presentes en Eliodoro. Con su estudio y análisis, podemos completar aspectos interesantes de su poesía que van a situar al poeta lorquino en el lugar que le corresponde, es decir, en el que lo ubicó la crítica anterior a nosotros, algunas de cuyas opiniones se pueden leer en estas páginas. Es comprobable que la aplicación de un canon estético en una época o momento determinado implica una situación que va a ser invariable casi siempre. De ahí, nuestra certeza de que el esfuerzo que cualquier investigador realice con relación al poeta Eliodoro no va a cambiar su status en la historia de la literatura. En verdad, lo importante es que al poeta se le lea, único modo de que sus poemas vivan eternamente. 

A esta situación, pudo haber contribuido, sin querer, el mismo Eliodoro, puesto que la elección de los poemas integrantes de sus libros obedece a su propio gusto. Escoge los poemas que le atraen, o según los escribe los agrupa, en lugar de reunir un conjunto de ellos con unos clásicos temas universales, atractivos e independientes y no diseminados o mezclados con otros de otro tipo. O sea, no es un poeta unitario. Claro que nosotros sólo podemos atenernos a lo que hizo y es lo que debemos juzgar y por ello estas observaciones. Por otro lado, unos le achacan los destellos modernistas de algunos de sus poemas, otros los vanguardistas. A esta situación, añado yo la mescolanza temática procedente del simbolismo decadente, del prerrafaelismo y de las influencias notorias de algunos poetas clásicos contemporáneos de primera fila entonces, como Leopardi, D'Annunzio, Robert Browning, Francis Jammes, Teixeira de Pascoaes, Guido Gozzano, Corrado Govoni y otros injustamente olvidados en la actualidad. 

Aunque no es el momento oportuno de elaborar una teoría poética completa, por compleja, de la poesía de Eliodoro Puche -en realidad, estamos en ello y ya se encuentra en el estadio final de su proceso-, sí se puede marcar unos parámetros que, aunque diseñados específicamente para esta Antología diacrónica, sirven para un uso general posterior. De este modo, lo que se señale ha de ser objeto de una crítica con base concretamente filológica, no historicista, porque amplía el campo de análisis a partir de las influencias que, situadas en la época (1919-1930), hallamos en el poeta. 

Si Eliodoro publica en La Esfera y otras revistas menores de Prensa Gráfica, se debe a la mediana recepción de la publicación de sus tres primeros y más celebrados libros (1917-1918), aunque en Colección de poemas (1936) encontremos muchos que, sin duda, fueron escritos en Madrid y no publicados entonces. Esto me lleva a pensar que su inclinación a la vanguardia se produce alrededor de estos años, coincidiendo con la visita a España de Vicente Huidobro para predicar su Creacionismo, tan fugaz como el Ultraísmo, al que se acerca sobre 1921. Por tanto, su inclusión en la Bohemia es posterior, quizá del año siguiente. Eso no es óbice que Cansinos lo llame, por su mal beber, "melenudo alcohólico" desde su amistad con Prieto Romero. Me ayuda a creer en esta conjetura el prólogo respetuoso con Eliodoro y su escrito que Cansinos, contrario a la bohemia sucia y bochornosa, escribe para Corazón de la noche, en 1918, puesto que cuanto denuesta de su amigo íntimo lo hace en años posteriores. Incluso recoge los comentarios malévolos de Puche sobre Vidal y Planas que había salido del penal de Dueso, condenado por la muerte de Antón del Olmet (1923). El año más pródigo en colaboraciones poéticas en la prensa periódica es 1926, aunque en La Esfera tal vez sea, es, 1924. No hay, pues, que pensar, según mi criterio, en un Eliodoro bohemio desde su llegada a Madrid. Pero esta, como otras, son cuestiones menores, al no afectar al meollo de su poesía. 

A pesar de ese intervalo tan aparentemente largo, once años, entre la publicación de los poemas que hemos presentado, nos parecen escritos dentro del campo temático usual en el poeta; no se aprecian variaciones exageradas o evolución percibida a simple vista ni poseen caracteres vanguardistas. Todos los poemas quedan dentro de un marco básico: un tono bucólico, un tono elegíaco, un tono intimista, un tono amoroso. Todo esto se muestra envuelto en un aire idealista a través del cual se pone de manifiesto una interioridad impregnada de un sentimiento de amor nostálgico o amor perdido. Señalo perdido porque el crepúsculo, la noche, la luna, el amor es algo que señala el poeta como pasado, como, insisto, perdido o no llevado a cabo, frustrado, y de ahí la nostalgia, la saudade, el sentimentalismo intimista expresado de forma más o menos afortunada, que ese es otro cantar. 



——————ELEGÍA——————

Amor nostálgico (perdido)

Idealismo

Sentimentalidad

Interioridad
————————————————
Paisaje g natural / artificial
Naturaleza g viva / muerta
————————————————
——————ÉGLOGA——————


Si hiciéramos otra agrupación de los poemas no diacrónica, sino temática, en la que no vamos a entrar detalladamente, veríamos cómo existen unos apartados que nos conducen al mismo lugar. Aparece un apreciable contacto con la naturaleza tanto viva (campo, plenilunio, retorno, alba, mañana, crepúsculo, estío) y aquí es donde entra en juego el bucolismo, la égloga, como muerta (jardín otoñal, nocturnos ciudadanos, jardín solitario), es decir, los poemas que se incardinan dentro del tópico "la ciudad muerta" o, más o menos, de la poesía provinciana, practicada por Andrés González Blanco (Poemas de provincia), Ramón Pérez de Ayala (La paz del sendero) o José García Vela (Hogares humildes), entre otros. Mientras el aspecto eclógico procede del jammismo (Francis Jammes), el segundo (Véspero, Tarde de domingo, Aranjuez, entre otros poemas) viene de Georges Rodenbach. Existe, además, un acercamiento al mar como movimiento o camino hacia otra parte, al menos en cinco de los poemas recatados que procede de su mediterraneidad como temática autóctona, no en vano residía la temporada veraniega en la costa mediterránea, concretamente en Águilas (Murcia). Por supuesto, no es ajeno al paisaje natural (castellano o local), eco lejano de la temática noventayochista, como al de su entorno urbano (Aranjuez, el Retiro), siempre lleno de lo que denomino paseo sentimental, en el que sus propias sensaciones y aún sus emociones quedan envueltas en elementos paisajísticos o circunstanciales (la luna, la noche, el crepúsculo) que pertenecen a los grandes temas de su poesía, en donde el poeta es su propio yo. 

Las cosas son como fueron, no como se cuentan. Pero, su desarrollo literario pasa por lo subjetivo, lo que crea un estado ficcional -las cosas son como se cuentan en la realidad del poeta, no como son en la realidad real- al tratar de ocultar el yo. La ficción, en literatura, favorece la búsqueda de la identidad personal, de la comprensión de sí mismo. 

Eliodoro, tipo urbano, tabernario, de vino bronco pero cándido, escenógrafo (molesto) de la reunión en el café por su propensión a ser anécdota, es un poeta inclinado a la naturaleza per se, por lo que se encuentra cómodo al situarse dentro de la poética de la época, pues, de este modo, desarrolla este sentimiento por medio del paisaje. En estos poemas de La Esfera, Eliodoro es él mismo como poeta. No aparecen sedimentos clásicos ni siquiera factores simbolistas o decadentes. Por ello no hallamos en ellos en ellos el tópico mujer fin de siglo. El amor, el loco amor por las mujeres, no está presente como realización de un tipo que sí hallamos en las figuras de mujer ya estudiadas. El amor, en estos poemas más bien sencillos, es algo que se presenta como fallido, algo que fue -si llegó a ello- y lo que el poeta manifiesta es su recuerdo, su nostalgia (la saudade de Teixeira de Pascoaes, que alimenta el tópico desde la publicación de Marânus, 1911), el desencanto melancólico que crea en connivencia con una naturaleza, viva o muerta, que la enmarca y en ella se desarrolla. Aquí no existe lo simbólico-decadente, sino el sentimiento casi elegíaco de lo que pudo haber sido y no fue en ese mundo pastoral que también procede de la naturaleza y que es, en cierto modo, artificial. 

Pero no hay en esto nada de especial. El sentido bucólico y elegíaco procede de ese modernismo que asimila a través de los buenos maestros, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Enrique de Mesa -a quien nadie le perdonó las severas críticas teatrales que prodigaba en la prensa y de ahí su eterno olvido- y otros congéneres a los que trató y de cuya lectura se nutrió y recibió normales influencias. 

Aquella línea parnaso-simbolista-decadente, en la que cobra protagonismo inusual la mujer fatal (Lilith, por ejemplo) frente a la donna angelicata, en la que también aparecen figuras femeninas como símbolos, desaparece en este Poemario-Antología y en su producción posterior, a pesar de localizar algún poema que otro de esta índole en Colección de poemas (1936). 

Si Eliodoro parece inclasificable, se debe a que en sus libros lo mezcla todo, parecen un totum revolutum, y hay que separar tendencias y temas que es lo que intentamos llevar a cabo, piénsese en cuanto especifiqué en Recostada en la blanda seda de los cojines… La mujer como tema en la poesía de Eliodoro Puche.[1] Así, poco a poco, se deslía el ovillo y se recompone el rompecabezas, porque estos poemas entran dentro de lo que califiqué como su estilo personal, con unos factores modernistas, por ejemplo, el tópico de la rosa y el uso del amarillo, que le confieren su personalidad y sencillez. 

En definitiva, lo que vamos a encontrar en esta Antología de poemas rescatados de La Esfera, de clara influencia modernista, es una poesía en la que Eliodoro, envuelto en la naturaleza (campo, parque, jardín, mar), se entrega a su mundo interior de ensoñación, mientras mezcla el paisaje con sus sentimientos a la hora del crepúsculo o de la noche, quizá en el corazón de la noche. Lo que vamos a encontrar en estos poemas de Eliodoro Puche es la búsqueda de su(s) paraíso(s) perdido(s): la niñez, la vida familiar, la añoranza del pasado, los jardines en los que la fuente es símbolo de vida. 

El deseo de evasión, que tanto prodiga, es de procedencia parnasiana. Pero la evasión hacia el interior, hacia la intimidad o mismidad del poeta, para desde ese interior llegar al mundo exterior, sea paisaje, sea emoción amorosa, pertenece al modernismo simbolista. Sus poemas de amores imposibles o perdidos son propios del parnasianismo, al igual que los típicamente eróticos con cierto tono detallista. Del mismo modo, el tedio, la tristeza, melancolía, saudade otoñal, crepuscular o nocturna que le roe el corazón es sencillamente una desazón romántica. Exactamente lo mismo ocurre con su utilización y valoración de lo sensorial. Porque lo propio de este tipo de poesía radica en crear -(re)crear- símbolos y sinestesias. 

El símbolo se crea para nombrar una cosa que, en la realidad, carece de nombre pero al que ha de dárselo con palabras usuales a las que se dota de un significado del que carece en la práctica, es decir, en el lenguaje coloquial. Así se construye el poeta un lenguaje personal, privativo, por lo que, para su interpretación, va dejando en el escrito determinadas claves, único modo de acceder al poema, que el lector debe localizar y desentrañar su sentido literario. 

Pero no existe contradicción alguna entre lo señalado aunque aparentemente sea o parezca antagónico, porque el modernismo tiene como antecedente o acoge en su seno el parnasianismo, el simbolismo, el decadentismo y el prerrafaelismo. Eliodoro sigue en su tendencia esteticista a Verlaine[2] y en lo formal a Rubén Darío y Antonio Machado. Y en ambas cosas a Juan Ramón Jiménez. 

En la poesía de Eliodoro Puche, desde el Cuaderno Verde, podemos encontrar rasgos de poetas de la antigüedad y enumeraciones de dioses mitológicos que constituyen una muestra metaliteraria que, como ya he dejado indicado en este y otros textos sobre el poeta lorquino, constituye un guiño esteta sobre lo grecolatino, sea conocido por estudio o aportado por el mismo movimiento modernista al absorber el parnasianismo europeo.[3] Esa devoción por lo grecolatino también era propia del simbolismo, reacción en ambos casos al olvido que el romanticismo tuvo de la tradición clásica. No tengo elementos de juicio suficientes para decir que sólo la busca, pero no profundiza en la temática, que únicamente intenta dar un tono clásico a su poesía, sino que, según entiendo, es una corriente parnaso-simbolista que se instala en el origen del modernismo, que es de donde Eliodoro la toma, pues es en esta corriente en la que se forma el poeta. Todo esto aparece más claro en su poesía amorosa -casi toda-, pero, a diferencia de los autores primeros, no existe discrepancia amor-odio, ni relación pasión-celos, ni siquiera reproches, porque en Eliodoro sólo aparece algo que pudo ser y no fue, nostalgia, o algo que sucede en un ensueño, que no en sueños, en donde el azul y la belleza, típicos del modernismo, indican un objetivo en el que lo humano encuentra su culmen que se manifiesta en la endecha o lamento amoroso por lo perdido, por lo no conseguido. La persecución de la belleza, objetivo de Eliodoro, es algo virgiliano que desemboca en el modernismo. Se incardina, pues, Eliodoro, en un momento cultural de cambio que se aleja del tardorromanticismo y se inserta en el modernismo con toda la carga tradicional y vanguardista que este movimiento asimila, como ya se ha dicho, considerado en su origen como "movimiento de transición" antes de entenderse el modernismo español como una corriente específica y en contactos con otros modernismo como el anglosajón.[4]

Cuando hablamos de nostalgia o saudade (Teixeira de Pascoaes) quizá actuemos así porque no consideramos el tópico "tristeza andaluza" como extensivo a todo el modernismo peninsular[5], mas, como también bebe de Juan Ramón Jiménez y de Antonio Machado, de ahí también puede pasar a su poesía. De este camino casi se aparta para militar en la vanguardia con el resultado conocido de todos. De lo que no cabe duda es del tono modernista de estos poemas que habrá que estudiar con más detenimiento. 

Destacar este ascendiente modernista, notado también por los críticos de su época, no pretende invalidar su participación en la vanguardia ultraísta, pues la hubo, sino indicar los aspectos que sobresalen en estos poemas que compuso Eliodoro Puche. Nuestro mérito sólo radica en haberlos unido y escogido un título que también le hemos pedido prestado: Con el alma del jardín y el instante... Todo esto y mucho más desde el punto de vista teórico es lo que nos vamos a encontrar en este libro recién presentado. Desde el punto de vista de la poesía, hemos rescatado cuarenta y cinco poemas que ahora mismo son totalmente desconocidos para el gran público, aunque falten algunos. Así pues, concluimos no sin decir que nos sentimos contentos para haber podido contribuir una vez más a la recuperación del poeta lorquino. No es Lorca tan pródiga en poetas como para poder permitirse el lujo de no ocuparse del más señalado de todos en aquellos tiempos del modernismo y la vanguardia. 



NOCTURNO DE PRIMAVERA
Tiene cristal de fuente
la seda de la tarde... El ritmo lento
del corazón nos mece en el ambiente
primaveral.
Un suave viento
loco de rosas nueras... El alma—espejo vivo—
recoge en su fanal
el estremecimiento fugitivo
de la huida del Sol,.. Y en el encaje
de oro de un ciprés cercano,
como un ruiseñor nuevo, sacude su plumaje,
pronto a cantar, un recuerdo lejano.

Silencio, soledad y una olorosa calma
de lilas, como mano de mujer,
recorre nuestro ser...
Levanta vuelo el alma.
Pendolean los instantes y danzan dulcemente
al son
de la fuente
y del corazón,

Pone la noche en el desmayo
dichoso de la vida un beso más ardiente,
todo de azul y plata, y en un celeste Mayo
se alza el ensueño entre la blanda sombra,
que fraternal lo abraza como a un niño.
El eco de una voz adorada nos nombra,
y nuestra carne siente
todo el suave cariño
de terciopelo
de una noche romántica y poetisa;
todo el consuelo
de su pura sonrisa,
casta, ingenua, inefable, celada por la luna.
El maternal recuerdo se inclina en nuestra cuna.

Y allá, en lo alto
del techo de basalto,
hay un celeste coro,
¡rocío de alegría para los corazones!
Las estrellas—campanas de oro—
tienen gajos de luz, y entonan carillones.
 


 Eliodoro Puche. La Esfera, 3 mayo 1924, nº 539. 

NOTAS

[1] Vid., José Luis Molina, "Recostada en la blanda seda de los cojines… La mujer como tema en la poesía de Eliodoro Puche", en (José Luis Molina, ed.) Eliodoro Puche: Análisis e Interpretación (III), Lorca, Asociación Amigos de la Cultura, 2012, pp. 63-110. 

[2] Vid., Paul Verlaine, Poemas (Eliodoro Puche, traductor), Barcelona, Fortanet, s/a. 

[3] Vid., G. Highet, La tradición clásica II, México, FCE, 1966 (reimpresión), pp. 220-258 

[4] Cfr., Rosa Fernández Urtasun, "El modernismo en España: algunos conceptos críticos", en Revista de Literatura, LXVI, nº 131, pp. 131-148. 

[5] Cfr., Antonio Martín Infante, "Génesis de un tópico del modernismo español: la tristeza andaluza", en Nueva Revista de Filología Hispánica (NRFH), nº 2, vol. LX, 2007, pp. 459-470.


José Luis Molina
Calabardina, 10 abril 2013

lunes, 1 de abril de 2013

ALFONSA DE LA TORRE: SETENTA AÑOS DE ÉGLOGA





Portada

Retrato de Añfonsa de la Torre. (c) Manuel Leçon Astruc


  
ALFONSA DE LA TORRE: SETENTA AÑOS DE ÉGLOGA

ALFONSA DE LA TORRE: SOIXANTE-DIX ANS D'ÉGLOGUE

ALFONSA DE LA TORRE: SEVENTY YEARS OF ECLOGUE

José Luis Molina Martínez
Doctor en Filología Hispánica

Resumen: Entre los años 1943 y 1961, Alfonsa de la Torre publica su obra poética que ha sido recientemente reeditada. Su condición intelectual la convierte en una poeta singular que se ocupa de temas clásicos, espirituales y esotéricos. Su primer libro, Égloga, la acerca, por un lado, al mundo de Garcilaso como poeta recuperado, tal y como hicieron con Góngora y otros clásicos, y, por otro, a la revista Garcilaso. Es un libro ejemplar no sólo en su aspecto formal sino en la interioridad que desarrolla, sus destellos biográficos y su dominio del lenguaje, bello y depurado.
Palabras clave: Poesía de postguerra, Alfonsa de la Torre, Égloga, revista Garcilaso.

Abstract: Between 1943 and 1961, Alfonsa de la Torre publishes his poetry which was recently reissued. Intellectual status makes it a singular poet dealing with classical themes, spiritual and esoteric. His first book, Eclogue, the on the one hand, the world of the poet as poet Garcilaso recovered, just as they did with Gongora and other classics, and, secondly, the magazine Garcilaso. Book is exemplary not only in its formal aspect but in the interior that develops, its flashes biographical and his command of language, beautiful and refined.
Keywords: Postwar poetry, Alfonsa de la Torre, Eclogue, Garcilaso magazine.

Résumé: Entre 1943 et 1961, Alfonsa de la Torre publie sa poésie, récemment rééditée. Sa condition intellectuelle fait d'elle un poète singulier, qui se consacre à des thèmes classiques, spirituels et ésotériques. Son premier livre, Églogue, lui permettra, dans un premier temps, d’appréhender, comme ce fut le cas pour Gongora et d'autres classiques, l’univers du poète Garcilaso, et de se rattacher, dans un second temps, à la revue Garcilaso. Il s'agit d'un livre remarquable, non seulement dans son aspect formel, mais aussi dans son contenu qui témoigne de ses succès biographiques et de sa maîtrise du langage, beau et raffiné.
Mots-clés: La poésie d'après-guerre, Alfonsa de la Torre, Églogue, le magazine Garcilaso.

Alfonsa de la Torre, poeta excéntrica y clasicista

            Alfonsa de la Torre, Cuéllar, 1915-1993 (González: 2009) es, en la actualidad, una poeta de culto. Su nombre solamente es relevante entre los especialistas o personas gustosas de una poesía exquisita no sólo en lo formal. Únicamente accedían a su lectura los escasos afortunados que la conocieron, viven y poseen sus libros, pero ahora existe edición reciente de su poesía (Alfonsa de la Torre: 2011) y su lectura ya es más cómoda. Mas es su temática y condición poética, a la que una crítica de matiz feminista (Payeras: 2006, 2008, 2009, 2010) dota de sentido, las que determinan, en mi opinión, que sea una poeta leída por una selecta minoría o poseedora de un gusto por lo clásico, como demuestra el libro primero que publicó, Égloga. No me parece atrevido calificar este libro como uno de los más interesantes, lúcidos y bellos del panorama poético de la postguerra, sobre todo, si se considera su aspecto formal, aunque su sugerente intimismo y sus diversos detalles biográficos ficcionados proporcionan una lectura gozosa, aunque permite otros destellos si la lectura se convierte en crítica.

            Ese libro, para mí ideal, se acabó de imprimir en la Epifanía de 1943, es decir, el 6 de enero de dicho año. De ahí mi felicitación por su septuagésimo aniversario. Es, pues, un buen motivo para ocuparse del libro por si se despierta la curiosidad y la poeta gana lectores. Primeramente debo expresar mi creencia en que la losa -olvido- que cae sobre Égloga procede de la polémica suscitada entre los poetas sociales y los formales, o sea, entre Garcilaso, revista de postguerra filo-régimen, al parecer, y que incluso tildan de fascista, y las demás que, al parecer, actuaban contra el régimen y tenían como objetivo lo social por medio de una poesía que ansiaba ser fieramente humana, no expresamente lo poético en sí, como si no fuese de recibo.

            A lo largo de la época que desemboca en lo que se conoce como generación del 27 y sin olvidar que "la tendencia clasicista fue también una manifestación de la vanguardia" (Pedraza-Rodríguez: 1991: 71-73), se produce una recuperación de autores barrocos: Pedro de Espinosa, Soto de Rojas, Bocángel, Villamediana, Lope de Vega, Garcilaso -renacentista- y Góngora sobre todo, son objeto de atención por los poetas de la época. Pero el problema surge porque Garcilaso de la Vega celebra el cuarto centenario de su muerte en 1936 y los mentores de la revista parecen no ajenos al régimen franquista al estar casi compuesto por jóvenes falangistas (Mermall, 1978: 25-36). Por ello, el anatema cae sobre los poetas que colaboran en la referida revista. Una vez más el resentimiento cainita español: los uno, los buenos, porque ellos mismos se auto-postulan; los otros -Garcilaso-, los malos, por su carácter tradicional y defensa de sus valores. No se puede dudar en ningún momento de que Alfonsa de la Torre pertenezca a esta tendencia poética, pues ella misma confiesa que estaba en la corriente neoclasicista de posguerra. Pertenecía al "grupo universitario de Rosales, Bleiberg, Vivanco" (Cruset, 1970: 263). Germán Bleiberg, garcilasista en sus Sonetos amorosos (1936), magnífico en su Elegía de las hojas otoñales (1941) es otro proceso investigativo a iniciar con relación a la poeta cuellarana.

            A pesar de todo esto, yo la "veo" como independiente y ajena a estas trifulcas. En verdad, sólo colabora en el número dos de Garcilaso -junio- con una décima de las que seguramente había excluido de su publicación en Égloga. También publica un soneto "conceptista" de amor en Lírica Hispana -septiembre de 1960-

[ENGRANDECÍ CON LÁGRIMAS
Engrandecí con lágrimas tu cauce,
tu fuego alimenté con rojas llamas,
y no me queda un pájaro en las ramas,
ni al borde de mi río un triste sauce.
Se lo llevó el dolor de avara fauce
desde que no me buscas ni me llamas,
estoy en duelo porque no me amas
y no encuentro en la vida qué me encauce.
Como resto de nave, a la deriva
me pierdo en los mares del invierno,
sin saber si estoy muerta o estoy viva.
Y puede ser que llamen a este infierno
vida, cuando el vivir ya sólo estriba
en un morir profundo, lento, eterno.]

y nadie la asocia al grupo de Conie Lobell y Jean Aristeguieta.

            Igualmente aparece un único poema -un bellísimo soneto amoroso- en Caracola (1966),

[PRIMERA CARTA
Paloma de papel, carta primera,
ven a mí con tus picos impacientes,
te abriré con mis uñas, con mis dientes,
te besaré después de tanta espera.
Te anidaré, paloma mensajera
entre mis senos suaves y calientes
y candados pondré, pondré serpientes
que custodien tu buche y mi quimera.
Aunque por sangre me devuelvas tinta
y en lugar de su voz, pata de araña,
háblame de él, amiga silenciosa.
Viérteme el contenido de tu entraña
y no críes ¡por Dios! pájara pinta
que la ausencia de amor es dolorosa.]

y nadie la califica como componente de ese grupo poético malagueño. Publicar en revistas es, muchas veces, cuestión de amistad. Por eso, el excentricismo de la poeta le hace encerrarse y alejarse del "mundillo" literario, amén de dedicarse a sus labores esotéricas, por lo que se autoexcluye de los cenáculos poéticos. Y deja, como testamento lírico, una obra de enorme peso literario y un libro excelente que es el que queremos comentar brevemente.

            Aparece el libro precedido de una presentación de Josefina Romo en el que manifiesta su opinión sobre la poesía de Alfonsa de la Torre. Cuando un prólogo sirve de introito al libro, estantes ambos en el mismo ejemplar, parece ser que indica la aceptación de la autora, de cuanto dice la prologuista. Y, aunque no es momento de desarrollar mi opinión, creo que, por encima de los criterios espirituales -espiritualistas- que desarrolla la profesora Romo Arregui, Alfonsa de la Torre conocía -sabía- que lo suyo iba por otro camino. Además, el prólogo, como casi todos, es puro dirigismo y, si no se analiza desde otras perspectivas el contenido, se suele seguir el camino creado.

El encanto de un libro excepcional

            Égloga es un libro de amor. Es un amor para el que Alfonsa crea una Arcadia que es el entorno de Cuéllar, concesión de la poeta a su propio y personal paisaje en el que han ocurrido cosas que son básicas para ella: sonidos, colores, naturaleza -los pinos de La Charca-, voces, "manso ruïdo", personas que faltan en ese paisaje, amores en ella soñados. Es un sencillo revivir no tanto una infancia sino cuanto reside en su memoria profunda. De este decorado pasa a otro ficcional, aunque apenas si lo necesita. Antes dos sonetos de transición, estrofa a la que llega desde la décima que es en la que compone la parte anterior. El primero de ellos es un tanto elegíaco por cuanto constituye su paraíso perdido -el pasado- y, en su rememoración, no encuentra la "armonía" que es la regla de oro de su interioridad. Porque cuanto expresa la poeta es su interioridad (intimidad?) alborotada por los sucesos que siente. Cuanto echa de menos no lo halla junto a ella. Nada le hace localizar lo que ansía y sólo la cerca el silencio como respuesta. Hay una ausencia no especificada. Si hacemos casos de otros paratextos, diríamos que la ausencia de su madre, de su hermano "sumiso", al que Germán Bleiberg, cuya poesía deslumbró a Alfonsa de la Torre, dedicó una elegía, Juan José, en "Cuéllar enterrado".

            Pero bien puede ser, y por ella me inclino, la ausencia del amor. El amor en la poesía de Alfonsa de la Torre es un estudio pendiente. Es importante y necesario. Urgente, también. Pero eso depende de otras instancias. Otro tema a investigar es el de sus amistades femeninas: Josefina Romo, Diana Ramírez de Arellano, Gracián Quijano (Francisca Cristina Sáenz de Tejada), Ana Inés Bonnin, Clemencia Laborda, entre otras. Ana Inés Bonnin publica en 1948 un libro que titula Fuga que envía a Alfonsa con una dedicatoria sencilla: A Alfonsa de la Torre mi ferviente homenaje. Alfonsa, meticulosa, lo lee y subraya lo que le interesa, afecta, seduce o discrepa. En varios poemas, junto a esa raya, escribe la palabra amor. Así sucede en el poema titulado "Y nunca sin amor fueron los nidos" y en el llamado "Anduve rosas". No es el momento, de nuevo, de analizar esa referencia, pero sí se puede decir que el amor es uno de sus hilos temáticos a lo largo de toda su obra. Creo, si no es muy atrevido, que desde la lectura de Sonetos amorosos (1936) de Germán Bleiberg.

            Antes de entrar en el contenido de las dos églogas, hemos de señalar algunos matices necesarios: 1º) "Desde Petrarca y Bocaccio, la égloga" es "utilizada para el desarrollo de cualquier tema"; 2º) la égloga, más allá de que sea pastoril, por el mismo hecho de ser poesía, debe ser incomprensible". Alegoría críptica no como recurso de estilo, sino como alma de esa misma poesía. A mayor alegoría, mejor es el poema, cuanto más críptico sea el significado y más penetrante el simbolismo, mejor es el poeta (Alonso, 1996: 330); 3º) "la invención garcilasista de la égloga vertida en el molde endecasilábico abrió los caminos de la nueva poesía dignificando la materia poética y prestando una filografía y una visión del hombre y de la naturaleza completamente nuevas" (Egido, 1985: 52).

            Bien que guardando el armazón teórico garcilasiano que comporta una inclinación dramática de la égloga mediante el uso del diálogo, Alfonsa de la Torre señala en la "Égloga primera", en sus series de tercetos encadenados, el soporte elegíaco de que la dota para efectuar un "dulce lamentar" por los amores perdidos. En un locus amoenus (lugar ameno) u hortus conclusus (huerto cerrado) un tanto idealizado, Sabiniano narra su propio amor por una pastora de lejanas tierras pobres. Es digna de atención la descriptio puellae porque no utiliza los tópicos típicos del género y se aleja de la mujer rubia, pálida, de labios sonrosados porque "su piel era de almendra oscura".

            Observemos la descripción de la joven en la ÉGLOGA PRIMERA:

Como un ala de luz, la cabellera                                                                
alumbraba su cara de manzana,
y con fiel languidez de enredadera
caía entre matices de avellana,
hasta tocar en sierpes la cintura
que hundía un ceñidor de mejorana.
Su piel era una piel de almendra oscura
y tenía en el gesto tanta gracia
que me borró de pronto la cordura.
Como gemelas hojas de una acacia
sus ojos en el rostro relucían,
con un mirar de agua que no sacia.
Los pliegues de la falda le caían
como esmaltado prado, modelando
las formas que a través se percibían.
Respiraba de un modo inquieto y blando,
brizando en la clausura del corpiño
dos tórtolas que estaban dormitando.
…………………………………………………….
Envuelta en el milagro de la luna,
Anarda, sin sandalias y en cabellos,
contaba las estrella una a una.

            De este modo, conocemos el nombre de la pastora, Anarda, que continúa la tradición, barroca en este caso y comprobamos cómo cambia el canon, sobre todo porque no hay amor platónico como en el petrarquismo, sin que ello obvie que la descripción sea idealizada, como corresponde al género. Así pues, la belleza de la amada que describe Sabiniano es, con relación a la fórmula petrarquista, la siguiente:
Cabellera → luminosa
Cara → color manzana
Piel → de almendra oscura
Ojos → relucientes, color de agua, que transmiten dulce de miel y suavidad de menta

            En Alfonsa, es una impresión lírica. Pero, evidentemente, aunque exista una “influencia” garcilasiana o haya tomado por modelo al poeta toledano, la envoltura de la poeta cuellarana es otra, por lo que, evidentemente, existe una superación de aquel escrito singular, de belleza formal intangible, porque la propuesta de Alfonsa no es la misma que la de Garcilaso. Es un deliquio amoroso que acaba en tragedia: "Se me fue de los ojos de repente / como flor arrastrada por el cierzo". Es de una belleza formal impecable, plena de símbolos. Es la más garcilasiana de las dos, la más tradicional, de una belleza no efímera, quizá sólo superada por la ÉGLOGA SEGUNDA, en la que hallamos una actitud confesional en ocasiones, un relato de intimidad en otras, porque Alfonsa de la Torre se cuenta en ella, está haciendo un borrón y cuenta nueva de su vida. Desaparecen los pastores. Es la poeta, tomada figura de mujer, la que se adueña de todo y protagoniza un "dolorido sentir" en el que todo se hace interioridad, intimidad, memoria. Por ello, son escasos los artificios que podemos hallar en esa poesía desnuda con un hondo sentido de la muerte que acaba con la felicidad del amor –pastoril o no–, porque se encuentra en contacto directo con la naturaleza. La envoltura preciosa del terceto oculta medianamente la dureza, la natural realidad cruel, apaciguada por la envoltura poética. Alfonsa de la Torre usa las convenciones del género para suscitar esa ilusión de realidad –dentro del artificio– y convencer retóricamente de la verdad que comunica. Su verdad es ella misma y los sucesos de su vida, pero la manera de exponerla trasciende y universaliza el sentido humano del mensaje, o, mejor, lo llena de contenido de cara al receptor. Y todo ello es lo que constituye el “paisaje” interior. Alfonsa de la Torre recupera una forma del pasado para envolver el contenido de su escrito que evita la mitificación porque todo es naturalidad y estética literaria puesta al servicio del “dolorido sentir” de la poeta, impregnada de un tono elegíaco por cuanto es ido y no volverá jamás. Poesía, pues, natural y sincera:

Y me abatí como un ala de fuego,
llegando hasta los bordes del hastío,
mientras al aire superaba el ruego.

            Nos queda, sin embargo, la impresión de que entre toda esta tramoya existe algo no revelado que ni en lontananza se vislumbra pero que, en un momento rememorativo, reproduce la impresión primera y sentimos de nuevo la presencia alegre de aquello oculto que, sin estar en el paisaje, proporciona un hálito de misterio y por ello agrada su poesía, sin que haya de hacerse una lectura ingenua de Égloga. Porque su lectura ya nos ha permitido comprobar que Égloga no es la descripción de un ambiente pastoril, sino una interpretación poética bajo una técnica impresionista utilizada para una creación perfecta y armoniosa.

            Tres poemas más cierran el libro. Siendo todo lo osado que me puedo permitir, diría que Viento de despedida es una tercera égloga escrita en endecasílabo libre, sin ataduras. La poeta se hace cercana y su paisaje es el personal de su costumbre, su territorio natural en el que han transcurrido -y transcurren- los sucesos que rememora. Es más, hasta sus épocas de estudios -¡Qué mañana al fresco de la Sierra, / bebiendo el sol entre las Facultades, / al salir la Moncloa del rocío!- las acerca a este mismo paisaje -Corre el arroyo perfumando flores / y sufren abandono los rastrojos. / En las ramas del álamo sombrío / prosigue el viento su tenaz quebranto- y habla de ellas como un pasado lejano -Fuiste la tierna hermana que no tuve-.

            Ronda viene a ser el trato culto de un tema popular que sólo indica que conoce la tendencia coetánea y la poesía de corte tradicional. Se encuentra en la misma línea que su Salutación a la Virgen del Henar:

María, tras la ventana,
un pájaro te decía:
¡Maríiia!
Tu rueca se atolondraba
y el huso se te caía.
¡Qué alegría!
La azucena germinaba
y su brote repetía:
¡Madre mía!

            Y concluye el libro con otra joya que es Oda al silencio, tema no tanto barroco como necesidad urgente de escuchar la interioridad y conseguir esa paz -la paz del silencio, la paz bendita- que es armonía y es llama viva, silencio que se mitifica en las sombras.

Superación de la égloga garcilasiana

            Hablar –escribir– de Égloga no es hablar de una parodia sino de cierta inversión del significado. En el siglo XVI, en el mundo renacentista, la égloga, el pastor, es un tema que irrumpe en la sociedad porque el pastor no sólo es un enamorado sino un modelo de vida. Pero, en la posguerra no hay una actitud ante la nueva situación porque no hay libertad, sino imposición. Es una casi insensatez –una memez tremenda– que se intente volver a una interpretación teológica de la vida cuando se venía de un mundo laico cuya manifestación intelectual queda, en este caso, representada por los componentes de la Residencia de Señoritas o del feminista Lyceum Club. Pero, en la Égloga de Alfonsa de la Torre, existe una inversión o subversión de funciones. Le quita la voz al pastor y es ella, autora implícita, la que expresa sus cuitas amorosas. Es una toma de conciencia de la individualidad y de su independencia y de ahí la expresión en libertad de su soledad y el ejercicio transgresor. Al tiempo, es una crítica de la forma de vida ciudadana. Así pues, en la vida natural, en el espacio del pastor, es más fácil dedicarse a la contemplación sin las imposiciones de la vida monástica –de ahí lo de beguina–, con lo que intenta equilibrar intereses humanos y divinos. Pero también paga el precio de un alejamiento social por la aparente huida –evasión– de la realidad opresora. Alfonsa de la Torre explora el sentimiento humano a través de sus propios sentimientos. Sin embargo, la concepción de la sexualidad, más severa que la de preguerra, coarta la libertad de la poeta que ve limitada su conducta femenina, todo como consecuencia de la guerra. Alfonsa de la Torre, aunque no es así, parece que acepta esa situación que invierte en su escrito quitándole la voz al pastor para dársela a la pastora –a la mujer– a través de ella misma, como se comprueba con sus versos que denotan un sentido figurado y que en otras ocasiones son más atrevidos –“yo te serví la dicha en mis manteles”– de cierto sabor sensual, ginoerótico:

Bebo la miel que tu fervor destila,
me aduermo en los dos brazos arqueados
sin pensar que la aurora nos vigila.
¡Oh, tus ojos tan suaves y callados,
que saben de amorosas golosinas
cómo eran por mis labios regalados!
Las pestañas tan largas y tan finas
y los cabellos perfumados,
limando las inquietudes las espinas.
En tu jardín corté iris rosados;
una paloma fue mi preceptora
y comí de los frutos madurados.
           
            Pero, de ahí procede la situación de “sus” pastores, menos castos que los que protagonizan la novela pastoril renacentista: “La frustración sexual se ve sublimada en sufrimiento sentimental” (Savoye, 1976: 39-40), palabras aplicables a Alfonsa de la Torre. Al cambiar de época, el contenido pastoril de la égloga, en cierto modo, se materializa, porque la forma poética no corresponde a cuanto expresa la poeta, aunque manifiesta aún el tópico del amor no correspondido o la conciencia de la soledad del individuo. El tiempo histórico anterior, el de preguerra, ha de ser enmascarado con la expresión del tiempo histórico personal, con lo que ya no prevalece la ficción, sino la ocultación de una realidad a través del lenguaje figurado, por lo que había que situar en el pasado la situación del presente de entonces (1943). Se trata, pues, de una evolución social no sólo detenida, sino interrumpida durante toda la dictadura franquista. Ahora bien, la reacción contra esta situación más que estética fue francamente negativa por la politización de la ideología que se presentaba ocultamente como oposición literaria al “garcilasismo” y a la doctrina nacional-sindicalista.

Colofón

            Es un gozo contar entre los/las poetas españoles con un talento tan cultivado como el de Alfonsa de la Torre que hasta ejerce el ejercicio de un cripticismo cultural que en definitiva significa lo que el cantor del romance cantaba a voz en grito: Sólo digo mi canción / a quien conmigo va. Para comprender los símbolos de la poeta de Cuéllar sólo hace falta leer y releer y volver a leer Égloga y sus otros libros en la confianza de que un ejercicio de este tipo tiene que ser fecundo sin más remedio.

            Setenta años ya de Égloga, a la que, desde la orilla de mi mar de Calabardina, deseo eterna vida y que la pureza de los versos de Alfonsa de la Torre cautive a los lectores como hizo conmigo hace un tiempo, al menos veinticinco o treinta años. Casi toda una vida.

Hoy las tórtolas suaves resucitan
apagadas cenizas en los sauces
y surgen las imágenes calladas
del silencio, radiantes como diosas
que buscarán su fábula en mis venas.

            Posiblemente, la misma Alfonsa de la Torre sea la que más ha favorecido su propia leyenda por su ostracismo voluntario y por una excentricidad inexplicable. En pleno esplendor poético, con libros valorados por la crítica y un estilo peculiar, desaparece de la escena literaria y se refugia en Cuéllar en lo que parece una huida de Madrid. Anda por ahí suelto el affaire de Juana García Noreña y el premio Adonais, pero 1961 es también el año en el que Germán Bleiberg se marcha a América. Pocos años después lo hacen Josefina Romo y Diana Ramírez. Muchas ausencias seguidas. Pero hay opciones personales que se vuelven en contra de quienes las toman. El claustro que para ella supone el lugar de su habitación sólo le permite contemplar, si es que lo hace, su propia decadencia y la de su peculio. Y el nefasto rencor de un imbécil, en el sentido más lato, hace que se pierdan originales preciosos o pasen a manos mercantiles. Y surge una pregunta, a la que no cabe respuesta, ante esa decisión de no escribir: ¿tiene un escritor, un poeta, un pintor, un artista, derecho a dejar de regalarnos con su arte? La misma Alfonsa de la Torre nos privó de conocer otros escritos suyos y de poder haber valorado su evolución literaria. Pero eso es sólo un lamento de lector.


BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

ALONSO Asenjo, Julio (1996: 307-368), "Optimate laetificare: la Égloga in Nativitate Christi de Joan Baptista Anyés o Agnesio", en Criticón, 66-67.
BONNIN Armstrong, Ana-Inés (1948), Fuga, Barcelona, Montaner y Simón.
CRUSET, José (1970), "Alfonsa de la Torre: en sus iluminadas soledades sin tiempo", en Valores de mi tiempo. Notas de literatura española actual, Barcelona, Taber.
EGIDO, Aurora (1985: 43-77), "Sin poética no hay poetas. Sobre la teoría de la égloga en el siglo de Oro", en Criticón, 30.
GONZÁLEZ de la Torre, Jesús (2009), Vida de Alfonsa de la Torre, Madrid, Eila.
MERMALL, Thomas (1978), "Estética y política en la cultura falangista", en La retórica del humanismo. La cultura española después de Ortega, Madrid, Taurus.
PAYERAS Grau, María (2006: 171-180), “La voz reprimida de la mujer en las generaciones poéticas de posguerra”, en Texturas, 8.
—————————— (2008: 249-272), “Figuras femeninas en la obra de Alfonsa de la Torre”, en Signa, 17.
—————————— (2009: 151-160),  “La liturgia de eros en la poesía de Alfonsa de la Torre y Ana Rosetti”, en Donne nel novecento, Mujeres en el siglo XX, Women in XXth Century, Roma, Aracnae editrice.
—————————— (2009), Espejos de palabra. La voz secreta de la mujer en la poesía española de posguerra (1939-1950), Madrid, UNED.
—————————— (2010), “Dos aproximaciones a Alfonsa de la Torre”, en Alfonsa de la Torre, Celdas para aparcar azucenas azules, Ayuntamiento de Cuéllar.
—————————— (edª.) (2011), Alfonsa de la Torre. Obra poética, Madrid, Eila.
PEDRAZA, Felipe B. - RODRÍGUEZ, Milagros (1991), Manual de literatura española X. Novecentismo y vanguardia: Introducción, prosistas y dramaturgos, Estella, Cénlit Ediciones.
SAVOYE de Ferreras, Jacqueline (1976) “El mito del pastor”, en Cuadernos Hispano-americanos, 300.
TORRE, Alfonsa de la (1943), Égloga, Madrid, Editorial Hispánica.
TORRE, Alfonsa de la (2011), Obra poética, Madrid, Eila.











Ilustraciones de Margarita P. S para Égloga




José Luis Molina
Calabardina, 1 abril 2013
Revisado el día 3 del mismo mes.