jueves, 8 de septiembre de 2011

LA BESTIA CONTRA LA BELLA O GELLIS MULLER CONTRA RAFA NADAL


He estado esta tarde -escribo a las 20,26 hora española del día 8, festividad de la Virgen de las Huertas, patrona de Lorca- viendo el partido MULLER - NADAL, que ha acabado ganado el español por tres set a cero. A Muller no lo quiero para novio de mi hija, sólo saque y volea, pero lo traigo a esta Calle Tranquila porque hoy, no es que haya aprendido mucho de él, sino que he podido ratificar muchas de las cosas que he pensado a lo largo de mi vida y que dan alas a mis fobias. Muller es un "cañonero" que no aplica mucho la pausa, el ritmo y la destreza a su juego. O sea, ver este partido pobre de juego -por no decir que verlo jugar- desata pasiones en contra. Es la fuerza bruta contra la habilidad, la imaginación, el juego estratega. Tipos como este van contra el espectáculo del deporte. Y contra el que juega con inteligencia. No me refiero a Muller como persona, sino como jugador de tenis, sí, ese que ha perdido con Rafa Nadal. Es fácil suponer que no hago juicios de valor de persona alguna, ni de la suya, más bien, de ese tipo de juego. Es como el defensa que corta un regate sutil con una patada en la ceja.


El que Ortega y Gasset avisara de la subida del hombre común al poder político y otras situaciones de la época -migración, mundialización de los sistemas políticos aferrados al mito de la democracia como oposición a las dictaduras del proletariado o no, economías emergentes, situación social y cultural europea, etc.- por medio de su ensayo La rebelión de las masas (1931) daba a entender ya que había una cierta unificación de base y apogeo de "la masa", de la que cada uno podía escapar por medio de la autosuperación. Cuando leí a Umberto Eco en Apocalípticos e integrados (1965), entendí que no habían ganado los mejores. En el afán de que todos contasen con las mismas oportunidades, se había comenzado a igualar por abajo. En la actualidad, ya sabemos lo que hay. Los que leían a Superman y otros tebeos están ya en la Universidad. ¿Cómo? Por haber rebajado los contenidos de las disciplinas, equivocando el sentido de Universidad y haciendo mileuristas -si llega- a la juventud sin esperanzas y liquidada para un par de generaciones por la miopía de la política "progresista" (¿?) de este último gobierno que nos desgobierna, que quizá sólo busca, no regenerarse, sino que le llenen de nuevo las arcas y con las políticas sociales (¿?) las vuelvan a vaciar, cuando la gente olvide la política general puesta en escena. En la Universidad hay ya algún que otro profesor, como informaba hace unas entradas, que enseña los grafitti como muestra de la "cultura de masas". Pues, qué bien. La Universidad está puesta al día. Pero quizá la noche sea lo que se cierna sobre ella. Como hace la noche tan oscura ahora mismo con Calabardina, en la que sólo se ve las luces de las casas.


Y de aquí ya podemos enlazar con el principio: si el "cañonero" de turno -saque y volea- gana con la fuerza bruta y derrota al inteligente, la inteligencia queda en dificultades, en minoría, en un status social que no le reconoce ese don, mientras el poseedor de esa inteligencia, que ha estado preparándose toda su vida para actuar como tal y hacer avanzar la cultura y el desarrollo se ha recluir en una minoría o en su propia individualidad que le creará problemas personales de adaptación y, por supuesto, ansias de soledad y de retiro.  Los mismos que Muller le ha creado a Nadal, aunque este ha ganado el partido. Pero, cuando el partido se juega en el campo de un gobierno que sólo piensa en los votos para mantenerse en el poder, se subvierte el orden tradicional y la mayoría representada por los que practican la cultura de masas pasan a desempeñar una función propia de la inteligencia, no del consumo y de la eliminación de la lucidez cultural que es dónde ellos habitualmente están. ¿Habéis leído ya, como recomendaba a finales de agosto, LA SOCIEDAD DE LA IGNORANCIA? Es lo que me transmiten las rumbas que están siendo martirizadas por un ignorante que da porrazos estúpidos sobre la guitarra, de las que sólo toca siempre los mismos acordes, que tiene una voz que sólo sirve para ladrar a los perros para despistarlos y que pierdan el sendero. Y, sin embargo, como no hay más, sigue y sigue cantando como si estuviese haciendo un arco de iglesia. Con perdón. Todo eso ha llegado a Calabardina. Ya no queda lugar al que retirarme de nuevo. Aunque ya sé que ellos no tienen la culpa. O quizá yo sea muy duro juzgando. Pero, a mi edad todavía me exijo más de lo que es necesario. Hace falta que esta gente despierte.

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