1.
No quiero entrar en el desaguisado de aquí te pillo, aquí te mato, que es a lo que tiendo sin querer, porque son muchas las cosas que me indignan, como la indignación misma. Por eso, hay muchos silencios en este blog y en mi vida misma. No todas las cosas merecen comentario y sobre otras mejor dejar pasar un estúpido velo. Por ejemplo, sobre cómo venden lo de ETA unos y otros. Nadie escucha al que tiene la razón. Los nacionalistas excluyentes piensan que ahora se anexionan Navarra, desde Burdeos hasta los Pirineos, se independizan y a vivir que son cuatro días. Alguien verá lo que pasa. Pero si dura mi balcón, del que ya quieren retirarme y yo resisto, habrá testimonio de lo que veo o pienso para rato. Digo a quien me quiere retirar del balcón que da a la calle tranquila, como quien dijo hace una eternidad, antes de nacer yo: "No podrás" (No pasarás). Sin necesidad de brigadas internacionales, a las que después hay que hacer homenajes universitarios.
2.
Desde la atalaya que es el balcón que da a la calle tranquila, al menos lo era antes del terremoto, malo pa'l pueblo, bueno para los especuladores y los subasteros, especímenes horrorosas de la vida económica que siempre han existido porque hay quien confunde tener dinero con tener felicidad o con el ansia de poder, porque se hicieron para sí mismos aquello de los duelos con pan son menos, pero duelos al fin y al cabo, observo el paso de la vida, sin apenas tener en cuenta ni a los pocos con los que me relaciono por aquí, escasamente acostumbrados a ejercitar la cabeza -me refiero a pensar-. Tengo ya edad suficiente para saber elegir, ver, comentar, extraer conclusiones e indignarme. Empecé a trabajar, en un mundo en el que no había trabajo, y en unos años estériles, los de la postguerra, años no como los de ahora, porque ha habido abundancia y lo que hay ahora es poca iniciativa. Primero iba dando clases por las casas, después, cuando crecí, puse una academia, después fui funcionario. Nunca he querido ser de más clase social que mi madre ni tener más dinero que ella. Ahora igualmente se puede trabajar hasta con la economía sumergida, o como te dicen los fontaneros, los dentistas (como se decía antiguamente) y todos los que pueden: en negro. Pues, trabajen, coño. Y cobren el IVA. Cuantos más paguen impuestos, a menos tocamos (esto en una boludez, como diría un argentino) o para más cosas dan, si no se pierden por el camino. Si no hubiese funcionado la economía sumergida, ¿qué no hubiera pasado en España en estos últimos años? Pero es más fácil y cómodo subir impuesto, impuestos que siempre pagan los mismos y a los que miran como si fuesen seres privilegiados y sólo cobran por su trabajo. Señores: menos huelgas gilipollezcas, que no nos chupamos el dedo. Ansía un servidor que los sindicatos dejen de ser lo que son, correa de transmisión, un chollo siempre para los enlaces sindicales que vagabundean por ahí, más aún cuando la negociación de los convenios colectivos por lo que unos saben y otros adivinan. Sean ustedes, señores amos de los sindicatos, representantes de los afiliados, que son muy pocos. Pues, eso lo que ustedes representan. Nada más (ni nada menos). A la UCD no le dio tiempo para establecer la corrupción generalizada. Pero, si hay corrupción es porque hay personas corruptas. Algunas de ellas pasan por la calle tranquila y yo las veo desde mi balcón, unas veces con ojos reales, cuando pasa fulano y mengano, en bicicleta o andando, que por aquí se refugian y más o menos se quitan de en medio, y otras veces con ojos ficticios, los que me han abierto la lectura de la prensa del día. Pero siempre cogen más a los del PP. Los hijos de la tinieblas son más sagaces que los hijos de la luz. Porque si se han escapado los que se han escapado esta legislatura por Madrid y otros lugares estratégicos, ya no los coge nadie porque corren más que un galgo. Cuando me importe menos aún de lo que me importa la política, hablaré de los políticos. Ser político no es ocupar un puesto de trabajo, sino SERVIR al pueblo, no sólo a los que lo eligieron. No entiendo por qué, al acabar la legislatura, los señores diputados se van al paro. Los antiguos romanos estaban trabajando en sus tierras y, al concluir su turno en el Foro, con el cargo que fuese, se iban otra vez a su trabajo (cogían su yunta de bueyes, que la agricultura entonces era de quien la trabajaba) y sólo hacían el cursus honoris. Si ahora fuese igual, menos ineptos habría representándonos.
Alfonsa de la Torre |
3.
El otro día protestaba amablemente, es más, hasta cariñoso, un seguidor de LA COLA DE LA CALA. Casi me gritaba por e-mail para decirme que ya estaba hasta el sitio cercano al arco del triunfo de tener que leerme con un diccionario al lado, que si seguía escribiendo para minorías sólo me leería una minoría. Le contesté, tras protestar él que siempre me leería por la amistad existente, que tengo una formación universitaria y que debo demostrarla en casos como a los que él se refería, cual era mi estudio sobre ALFONSA DE LA TORRE, de la que escribo en LA COLA DE LA CALA y es un ensayo literario. No sería justo que, después de lo que le costó a mi familia y a mí mismo (tenía ya 50 años y mi hija muy amada iniciaba 1º de Filología Hispánica, ¡ah! y trabajaba al mismo tiempo) estudiar en la Universidad (no sólo en dinero sino en desgaste de vida) y lo que gasto ahora en libros, no supiera hacer lo que estoy haciendo: escribir. Prefiero ser minoría -que lo soy- a no demostrar que he aprovechado mis estudios. Todo esto que cuento pasó entre afectos y bellas palabras. Como debe ser. De todos modos, ser minoría fue una razón más para que abandonara el pueblo y me fuese a la aldea, sin menosprecio ni alabanza para ninguna de las dos, aunque la aldea sea marina. En Lorca también hablaba sólo a quien conmigo va.
4.
En Madrid, multan con 300 euros (antes de la devaluación que nos van a imponer porque Alemania quiere la hegemonía económica y Francia se arrastra tras ella, con lo que el resto de Europa irá en vagones de segunda clase o se romperá la Unión Europea, que esa sí debería ser un estado federal, para gozo de los socialistas) a quien dé de comer a los animales abandonados en la calle. Cerca de la calle tranquila, hay un señor, alemán de origen por mas señas, que coge por las mañana su "becicleta" y se pasea por la Urbanización, aledaños y por donde la da la gana, al tiempo que echa de comer a las colonias de gatos que sustenta, todo eso sin que nadie vea dónde lleva la bolsa de pienso, como si fuera un "bicicletista" esforzado, para que no lo denuncien, que ya lo hicieron, y el señor alemán, tan disciplinado, tan inexpresivo y aparentemente frígido, no hace caso porque puede más su amor gatuno. Vean si no la cantidad de gatos que hay en Calabardina: de alguna manera han de comer. Claro que, para que tenga que venir la guardia municipal a la Cala con el menú del día, mejor que le eche él, así sale más económico, ¿verdad? Este tío disfruta, como un buen cuidador de gato, en las lunes de enero y febrero, fecha de mayor actividad gateril, pues ya tiene, de este modo, asegurada su diversión de año en año. Voy a sugerirle que, en su casa, abra una gatera. Veremos si así los mete en su hogar, dulce hogar o su santa esposa lo echa a la calle. Aunque lo que hace falta es que una autoridad de la Asociación de Vecinos -para eso se presentaron- le diga que sin echarle de comer a los gatos está hasta más guapo. Procuraré hacerle un seguimiento y un día, si puedo, una foto. Porque el que va debajo soy yo, al que no le gustan los bichos en la casa de mi santa, una caricatura de José Antonio Hernández Guerrero, de la Universidad de Cádiz, sí, donde los duros que tanto dieron que hablar.
5.
Si tardo tanto en escribir se debe a que dudo de si lo que digo tiene interés -para mí por supuesto que sí-, y porque estoy en otras cosas literarias personales. Nos vemos.
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