Cartel promocionador del SI PODEMOS |
No tengo tiempo en lo que queda de día, ya ha comenzado la noche en Calabardina, de ponerle música a esta partitura, o sea, decir algo referente a este "cartel", como decíamos antiguamente, en el tiempo en el que se forjaban los sueños utópicos, pues para mí es muy importante y serio la pintura de TEO PUEBLA. Ahora, es decir, otro día, diré las razones. Eso de GANEMOS LA PUEBLA, no es que Teo esté subastándose o vendiéndose o rifándose y hay que participar para ganarlo. LA PUEBLA es, simplemente, el pueblo en el que nació, LA PUEBLA DE MONTALVÁN, sí, de donde era también el autor de LA CELESTINA, Fernando de Rojas. Su pueblo, ese pueblo que conozco bien, estaba de votaciones, ejerciendo el derecho democrático de votar, y buscando quién lo podría gobernar mejor. El pueblo apenas necesita que nadie lo gobierne, el pueblo lo que necesita es que lo dejen tranquilo y no lo aburra tanta burocracia. No sé quién habrá ganado las elecciones y no sé si ha ganado Teo Puebla. Tampoco sé si habrá ganado el pueblo. Ni falta que me hace. Yo, de lo que quería hablar es de mi amigo Teo y de su pintura, es decir, de ese cartel -affiche- o como se diga en la jerga de los ahora poderosamente incultos desde que el humanismo ha sido desalojado de la vida diaria. También me da igual. Porque, a lo burro, a lo burro, puedo vivir diez años más y después no sabré nunca qué habrá sido del tan cacareado humanismo que defiendo espada en mano. En cada momento de la historia, los habitantes de los pueblos son los que deben decidir su vida. Claro que quitarse un gobierno jodedor que siempre está encima y sólo usa el poder en su propio beneficio, como si el poder y el pueblo fueran suyo, y abandonar un yugo para caer en otro es algo que no tiene sentido. Que gane la Puebla y que ganen los hombres que sueñan aún, como le pasa a mi amigo, el honrado Teo Puebla. Y lo de utópico va por eso que indica un deseo y una afirmación: ES POSIBLE. Algo así como una esperanza que nos va a dar aliento para el día de mañana.
Yo quería decir que, cuando estuve en Madrid para presentar la Antología de Germán Bleiberg, tuvo a bien acudir a verme al Café Comercial. Siempre lo abrazo y siempre me emociona. Sobre todo en esta ocasión: ya se tiene que ir apoyando en un bastón porque la columna vertebral le está jugando tan mala pasada que apenas puede pintar. Un cuadro grande es imposible, quizá uno pequeño porque puede poner el lienzo sobre una mesa, pues quizá sea más fácil. Por eso, quiero significar qué ilusión le habrá hecho la posibilidad de que una nueva forma de entender la política pueda regenerar la vida municipal. Yo soy más escéptico y entiendo que me da igual lo que es lo mismo. Pero él tiene su idea y por eso siempre pinta seres que no han tenido una suerte excesiva o son en cierto modo marginales: así sucedió con su magna exposición de toros y toreros (él fue uno de los que iban al campo a torear las noche de luna buena), los personajes de La Celestina, o las figuras magnas de los hombres y mujeres que incluso han dado su vida por la verdad, por la fe, por los demás.
Han transcurrido un par de día y me pongo a concluir esta serie densa de pensamientos sobre si es posible o no, sobre la Puebla -¡que gane La Puebla!- y, sobre todo, sobre mi gran amigo el pintor Teo Puebla. Teo es bondad, generosidad y solidaridad con los que peor lo pasan. Ello le lleva a pensar que los partidos de izquierda son los que más se preocupan de los desprotegidos. No lo sé. Pero yo estoy con mi amigo Teo Puebla y con que use su ingenio en ayudar a lo que él considera causas justas. Porque Teo también es un hombre justo. Todo eso es lo que se ve en ese cartel, afiche, o como se le quiera llamar. Además, esa manera de construir un cuadro que hable por sí sólo es muy típica de Teo Puebla. Una figura central destacada que concentre la atención mientras se mira o contempla. A ello ayuda esos colores vigorosos que entran por la retina. Representa, en este caso, a esa juventud que aguarda, a esa juventud más o menos rota, sin trabajo y no sé si sin esperanzas. Al fondo, una serie de figuras difuminadas, homogéneas, cuyos rostros reflejan su situación. Deprimidos, sufrientes, deformados, desolados, impotentes para variar lo que les está haciendo daño, para enfrentarse a la opresión.
Sólo deseo que se solucione los problemas de esta juventud, de este pueblo hispano que bastante ha sufrido y sufre. No me gustaría verlo sufrir de nuevo, abocados a la desesperación porque los que sí han ganado no se ocupen de ellos. Eso sería daño para Teo, para La Puebla y hasta para mí. Dijo Lord Acton (1934-1902) que "el poder tiende a corromper". Deseo que eso no suceda para que estos políticos de nuevo cuño no se equivoquen y no desilusionen a los hombres y mujeres que han creído en ellos. No quiero ver sufrir a mi amigo Teo, a La Puebla, a mí mismo y a este país en el que llevo viviendo toda mi vida y quiero ver libre, no engullido por el poder de otro. Todo es una utopía. Todo menos esa extraordinaria interpretación de Teo Puebla, mi amigo, de una situación histórica como la que se está ya viviendo o se quería vivir, algunos querían vivir.
Si Dios quiere, iré este otoño a Madrid para pasar un par de días con Teo Puebla y hablar de todo esto. Mientras tanto, sólo le deseo que se reponga y que se recomponga y que pueda de nuevo seguir pintando al realidad histórica que incluye la realidad de cada día.
Han transcurrido un par de día y me pongo a concluir esta serie densa de pensamientos sobre si es posible o no, sobre la Puebla -¡que gane La Puebla!- y, sobre todo, sobre mi gran amigo el pintor Teo Puebla. Teo es bondad, generosidad y solidaridad con los que peor lo pasan. Ello le lleva a pensar que los partidos de izquierda son los que más se preocupan de los desprotegidos. No lo sé. Pero yo estoy con mi amigo Teo Puebla y con que use su ingenio en ayudar a lo que él considera causas justas. Porque Teo también es un hombre justo. Todo eso es lo que se ve en ese cartel, afiche, o como se le quiera llamar. Además, esa manera de construir un cuadro que hable por sí sólo es muy típica de Teo Puebla. Una figura central destacada que concentre la atención mientras se mira o contempla. A ello ayuda esos colores vigorosos que entran por la retina. Representa, en este caso, a esa juventud que aguarda, a esa juventud más o menos rota, sin trabajo y no sé si sin esperanzas. Al fondo, una serie de figuras difuminadas, homogéneas, cuyos rostros reflejan su situación. Deprimidos, sufrientes, deformados, desolados, impotentes para variar lo que les está haciendo daño, para enfrentarse a la opresión.
Sólo deseo que se solucione los problemas de esta juventud, de este pueblo hispano que bastante ha sufrido y sufre. No me gustaría verlo sufrir de nuevo, abocados a la desesperación porque los que sí han ganado no se ocupen de ellos. Eso sería daño para Teo, para La Puebla y hasta para mí. Dijo Lord Acton (1934-1902) que "el poder tiende a corromper". Deseo que eso no suceda para que estos políticos de nuevo cuño no se equivoquen y no desilusionen a los hombres y mujeres que han creído en ellos. No quiero ver sufrir a mi amigo Teo, a La Puebla, a mí mismo y a este país en el que llevo viviendo toda mi vida y quiero ver libre, no engullido por el poder de otro. Todo es una utopía. Todo menos esa extraordinaria interpretación de Teo Puebla, mi amigo, de una situación histórica como la que se está ya viviendo o se quería vivir, algunos querían vivir.
Si Dios quiere, iré este otoño a Madrid para pasar un par de días con Teo Puebla y hablar de todo esto. Mientras tanto, sólo le deseo que se reponga y que se recomponga y que pueda de nuevo seguir pintando al realidad histórica que incluye la realidad de cada día.
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