miércoles, 21 de noviembre de 2012

LAS HORAS DE INMA PELEGRÍN NO ESTÁN OXIDADAS



PICTOGRAMA
Hace frío en la calle y el invierno

imprime en el cristal una pizarra
en la que dibujar un corazón,
absurdos monigotes
o jugar al ahorcado.

Es sólo la manera de dejar
que transcurra la tarde,
que se deslice el tiempo en el reloj,
también en la ventana,
que las figuras pierdan su sentido
fundidas en el vaho.

Inmaculada Pelegrín (Fotografía que tomo prestada de la red)
(c) ABC

Aunque me falta un eslabón, el que constituye su primer libro publicado que, sin duda, debo tener por alguna estantería que estará en pie, porque las que derrumbó el terremoto están recogidas y los libros en el suelo, menos los que se debieron perder con otros papeles literarios, sí puedo exponer alguna idea de las muchas que surgen sobre la poesía de esta revelación que sólo hace acaparar premios. Se trata de TRAPOS SUCIOS de los que ahora no recuerdo nada. He elegido este poema para iniciar esta entrada porque en él se manifiesta su sentido del tiempo, al menos el sentido del tiempo que embargaba a la poeta mientras escribía el poema. No es un tempus fugit, un tiempo que se va, sino que es un dejar ir para disfrutar de su paso de un modo melancólico o separador de horas ocupadas en algo que distrae o es mera contemplación. Este poema pertenece a ÓXIDO, libro en el que se comprueba que, al final, "todo es pasajero". O sea, que el tiempo es algo latente en la poesía de Inma Pelegrín. Y vital. Porque en tres segundos pueden suceder muchas cosas. Sobre todo cuando, el tiempo en el que una gota se desprende y cae al suelo haciéndose añicos, es sólo  cuestión de un segundo.

Pero, ya en CUESTIÓN DE HORAS el tiempo se encuentra compartimentado. Son sólo veinticuatro las horas de un día y son muchas las cosas que hacer. Por eso, porque, ahora sí, Dies fugit, el día huye, hay que mimarlo. Y, por eso, a lo largo del día se hacen muchas cosas que en apariencia son nimias, cuando están cargadas de un sencillo afecto humano que les dan un significado diverso, diferente, sencillo y hermoso. Y con estos adjetivos podemos definir el estilo de la poeta lorquina: lenguaje sencillo, directo, sin adornos ni florituras estilísticas, dirigido a  la gente sin experiencia poética, a los que no leen poesía, a los que, si leen los poemas de IPL, se van a encontrar con un lenguaje que les permite profundizar en su mensaje. Además, se trata de cosas que normalmente hace quien lleva su casa y trabaja al mismo tiempo. A las 7 de la mañana sucede esto:
Cada mañana dudo
entre untar mermelada o mantequilla,
si calzar los zapatos con tacón,
si ascensor o escalera,
si coche o autobús,
o andar por el bordillo de los portales pares.
Es la prisa por cuanto se ha de hacer lo que establece ese juego distanciador entre la realidad y lo que la aleja. Aquí, en este libro, el reloj es un compartimento estanco que marca duramente las diversas obligaciones o lo que suele hacerse o hay que hacer a cada una de las horas que marca un severo reloj de sol al que siempre acompaña una leyenda como la que sigue:

Esta poesía sin óxido es simplemente una muestra de cómo las cosas diarias se pueden convertir en materia poética. Claro que, para eso, hay que tener el talento que muestra Inma Pelegrin.

José Luis Molina Martínez
Calabardina, 21 noviembre 2012


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