martes, 17 de enero de 2017

MIENTRAS PERSIGO EL VUELO PROLONGADO DEL MIRLO



Asomado a la ventana, mientras persigo el vuelo prolongado del mirlo que se pierde a mi mirada, diviso, allá a lo lejos, casi en la línea del horizonte, la alegre lozanía de Mojácar, colgada a mitad de la montaña. Me digo que parece un bello paisaje para iniciar la mañana e intento recordar alguna anécdota de las tantas veces que la visité. Busco de nuevo el vuelo del pájaro y me preguntó si tendrá su nido en el jardín de la casa de enfrente.
La casa de enfrente está rodeada de un alto muro que la esconde a las miradas curiosas. Por encima asoman las delgadas ramas de un sauce llorón, un azufaifo frondoso y un ciprés oscuro. En las ramas de estos árboles anidan multitud de pájaros que arman una tremenda algarabía cuando se acuestan y cuando se levantan. Así que, muchas tarde, salgo a la puerta para escuchar sus trinos y sus pequeños líos que, me imagino, montan, como los niños, a la hora de dormir. Cuando todo se hace silencio, regreso a casa y retomo el trabajo abandonado.
El trabajo abandonado me lleva a un aparente enfado conmigo mismo porque no soy capaz de iniciar satisfactoriamente cuanto he de escribir y ya debía de haber entregado al periódico, una puñetera crónica de la inauguración de una exposición de una pintura que me parece ya vista o que, quizá, no acabo de entender. Necesito analizar qué dice el pintor, necesito saber cuál es su propósito, sobre todo si no me cautiva desde el primer momento la pintura.
La pintura, desde el primer momento, me molestó. Se notaba un pintor con oficio que perdía el tiempo haciendo cuadros medianos con la sana intención de que se los comprasen, al tiempo que sabía que pocos iban a caer en la trampa. No, no era mediocre el resultado final de la pintura. La sensación de tener que seleccionar un cuadro de la exposición y tener que contemplarlo todos los días me resultaba tan penosa como tener que escuchar a Bach todo el día y todos los días seguidos The Art of Fugue, BMV 1080, prefiriendo los Concertos for Oboe. No me llega un destello de luz ni de color y opto por abandonar ese trabajo no iniciado. Quizá halla en esa pintura una belleza desperdiciada. Me parece que el pintor es uno más de los que acompañan a los indiscutibles pintores actuales. Sí, sí, lo veo, este pintor tiene muchos colores cantables, huidizos, escasamente sobrios, quizá ecológicos por limpios. Pero no sé, falta modernidad, no es evidente la búsqueda de  la belleza. Una abstracción es el mejor camino para acabar pronto de visitar una exposición. Es un viaje ordenado que concluye en la puerta de la sala de exposiciones de la galería. Aquí hay una dualidad antagónica presente y ausente según qué búsqueda se hace. Pero se desprende una sensación inconformista como una queja cercana a la condición trágica de la sombra. Así que esta pintura necesita una investigación mayor con referencia a la moda imperante para comprobar si es un camino personal o que le ha podido pensar en que estaba pintando poesías pintadas, cuando no encuentro interacción quizá por mi perplejidad crítica en esta actualidad. Que sí, que no existe ideal de pureza, sino incertidumbre manierista. Pero, ¿cómo hago llegar esto al público? ¿Lee el público la crítica de una exposición? ¿Le interesa la crítica al pintor? Quizá haya hecho una mala lectura poética porque esos paisajes deslumbrantes de color parecen versos idílicos en un entorno que se puede intercambiar y entonces el mensaje, si es que lo tiene, cambiaría. Quizá por ello procede variar los cuadros de colocación haciendo primero un análisis del lugar en el que los cuadros cuelgan como jardines irritantes de una Babilonia nueva que cuelgan de una utopía que parece la idea de una continuidad ahistórica. Así le voy encontrando un cierto argumento a cuento había visto desordenado por la mirada del pintor. Es que se les olvida a los pintores que si bien hay una producción pictórica también se necesita la teoría de un discurso que no tiene por qué partir de la naturaleza. Pero, claro, seguir por este camino me obliga a decirle al pintor que no se debe fiar siempre de su carácter intuitivo. El código utilizado se desmaterializa virtualmente y, cuando se materializa se convierte en adorno del paisaje abstracto. Mejor cerrar los ojos dejarme llevar por la inercia, cerrar los ojos y tratar de abarcar, como entretenimiento, las tinieblas por las que debe aparecer el color, la forma inexistente, la materia, y recomponer las piezas. Cuando acabe esta tarea, me pondré a escribir.

Pero sólo me sacará de estos escombros la exactitud de las formas que no hay en este frondoso cuadro que resultará improductivo y que pasará ser una definición de lo absoluto. Y todo porque el crítico anda de regreso y presiente que traspasará las reglas de la vida y del arte y se dejará caer antes de llegar al caos. Es una pintura que no dice lo que tiene que decir, es una pintura cómoda. 

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