Ayer me llegó el cartero con un libro que llenó mi día de alegría, por dos razones: el libro es de JPQ y por la brillante y sorprendente edición de Editorial CONFLUENCIAS. Nada tiene que ver con la primera edición de este mismo libro que se haría con los medios de que entonces, 1978, se disponía. Lo formaban 316 páginas que se han quedado en 284. Eso es más digerible y resulta más cómodo de leer, no por el recorte de páginas, sino porque el tamaño de las letras de la primera edición, los escasos márgenes laterales de sus páginas, el tipo de letra tan menudo como feo de las notas a pie de página y la calidad del papel, hoy amarillento, que no ha soportado la incuria del tiempo, lo hacía -hace- casi rechazable. Lo único bueno era la doctrina que contenía. A pesar de ello, su lectura era fatigosa. El libro venía a ser la puesta al día de los demonios personales del escritor que bastante historia tenía ya acumulada a pesar de ser de escasa edad para tener una formación tan interesante, producto de miles de lecturas anárquicas, pero con un único sentido: tratar de comprender, para después comunicárnoslo a nosotros, sus lectores y amigos, la identidad de este país, la existencia de sus culturas autónomas y la actitud cainita de los hispanos. Intentaba una convivencia mejor, darnos a conocer, desde su atalaya de París, lo que era Europa y los problemas que originaba ser europeo, porque tampoco Europa ha solventado sus cuitas, como sabemos ya por experiencia. Como ejemplo, una de sus preocupaciones: Josep Pla y la construcción mitológica de Cataluña.
Como quiera que era una especie de confesión intelectual de su trayectoria casi íntima, o sin casi, la nueva novela de JPQ, de igual título que la anterior, de hace ya 34 años, al llegar a la altura de la vida que lo contempla, ha variado el orden de los capítulos, ha eliminado algunos, ha añadido otros, los ha dispuesto de otra manera y ha ganado el libro al no tener que leer cosas que ya han perdido actualidad, conocemos ya por el transcurso del tiempo, o ha creído necesario y/o prudente quitar, por ejemplo, el apartado dedicado a Introducción a Baudelaire. Y lo digo no porque se trate de una literatura maldita, sino porque de él, del simbolismo, arranca la nueva poesía hispana que influyó en Juan Ramón Jiménez y otros tantos buenos poetas. Esto lo digo a primera vista porque, tras su lectura, igual aparece fuera de epígrafe alguno. Ahora mismo sólo doy noticia de la efeméride, no de su contenido, que eso vendrá en su momento, después de su lectura. Por otro lado introduce a Jünger y lo sitúa en la tierra de Circe. Algún motivo habrá que desvelaremos, Deo volente. Introduce a Ramón Gaya y sí conocemos su porqué y el libro que le ha dedicado ya que es su fervoroso admirador, entre murcianos anda el juego, ambos exiliados per se o per accidens, y habitantes de París, de "su" París. Elimina De la Naturaleza e introduce Anales del Alba. Todo esto que comento es la hojarasca. El resto vendrás después. En el entremedio, la sensación nueva de tener en la mano un libro tan bellamente editado, de papel tan agradable al tacto, que contiene una obra de un amigo al que le esperan aún otros éxitos. El que posea la edición anterior -localicé hace poco un ejemplar en una librería de viejo-, puede hacer un estupendo ejercicio de lectura: coger los dos libros e ir leyendo los capítulos retirados y los añadidos. Seguro que se enriquece más el lector amigo. Gracias por la lectura y gracias por el libro, del que hablaremos en cuanto concluya su lectura
Calabardina 3 de junio 2012
José Luis Molina Martínez
Calabardina 3 de junio 2012
José Luis Molina Martínez
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