Jura de Fernando IV en las Cortes de Valladolid (A. Gisbert) |
Inicia el día el canto de los pájaros presos en sus jaulas. No sabe qué sea libertad. La libertad, además de cuanto la defina, es una entelequia, una utopía con apenas ejercicio diario. Aquí sólo son libres los que (des)gobiernan el mundo. Sólo hay que mirar la tele sin pensar mucho. Son dudas hamletianas, calderonianas, eso del ser o no ser o no sé para qué leche ha nacido el bruto y el hombre. Hasta Espronceda soñaba con la libertad, con el mar como patria. Ahora nuestra libertad radica en chillar y beber (la cerveza del que paga la publicidad) si gana el equipo y el vencedor alza la copa de los plebeyos que rugen como en el circo romano, feliz panem et circensem. Así crece el amor patrio en lugar de la sorpresa que causa ver, comprobar, cómo un grupo de ignorantes ha destruido el país, mi única patria, la mar. Y ahí los ves, graves, circunspectos, con barbas floridas o calvas recién afeitadas, como si no fuese con ellos, que sólo saben despejar balones y echar la culpa al anterior, que también la tiene, que aplican los principios escolares -no los estudios superiores- a la economía depauperada para mayor gloria del partido, políticos que estarían mejor en sus tertulias en lugar de buscar la desgracia a la pobre gente que, posiblemente, ni se (des)ahogan poniendo orejotas de asno a sus efigies ignorantes. El pueblo está por encima del partido que sólo es una oficina de empleo y por eso se apunta la gente, para progresar (in)adecuadamente: cuando no están los semáforos encendidos, la gente se organiza per se y circula mejor. Date cuenta, amable lector, que empecé por el canto de los pájaros, no quise iniciar la mañana hablando de la abundancia increíble de moscas y, ahora, sin buscarlo, pero, sin (re)huirlo, el subconsciente me ha jugado una pasada y, en lugar de poema, ha salido una patata "indignada". Deben los clubes anunciar ya el fichaje de la estrella futbolera del verano para distraer el personal, que la quiebra parece no interesar a quienes la van a sufrir o estamos sufriendo. Así no sabrán jamás, porque cada uno cuenta lo que quiere, que cuatro gentes que se ríen de nosotros están haciendo su agosto a costa de este país de inválidos mentales, sin agilidad política. Hay que aplicar, en situación como esta, política nacional, no de partido, ni partidista ni partidaria. Porque en el caso Bankia quizá haya filias y fobias entre el banco que estaba cerca del poder en la anterior legislatura y la banca que sea ahora la cercana al poder en esta legislatura, a buen entendedor. Pobres nos han dejado para una eternidad que durará el tiempo suficiente para darnos cuenta de nuestra pobreza y cómo esos cuatro (mil o millones, o sea, los ricos podridos o los podridos ricos) que se enriquecen a nuestra costa serán más ricos cuando hayan acabado con nuestro sueños domésticos. Sólo nos queda pedir que Dios reparta suertes y a quien Él se la dé San Pedro se la bendiga. No pagarán lo que han hecho, cínicos, ni en el infierno de los malos.
Calabardina 28 julio 2012
José Luis Molina Martínez