Esta foto de mi autoría está tomada en el mes de octubre del pasado año y no tiene nada que ver con la presente situación que se comenta en esta entrada. |
La realidad social es impactante, por más que se contemple con indiferencia, como el que ya está harto de ver desgracias. Esta mañana he tenido que bajar a Águilas porque me faltaban cosas primarias a las que, a mi pesar, he de atender: como ir al médico para que firme las recetas para las medicinas que me mantienen en pie. Es normal ya, lastimosamente, ver un hombre sucio, un perro, un macuto y una guitarra a las puertas de un supermercado. Casi todos son extranjeros, parias de esa Europa elitista, vieja y casi sin sentido porque está borrando sus propias señas de identidad. Así que, en nada, Europa será su propia ruina. Sobre todo porque la mayoría de los actuales europeos no son europeos. Son de Santa María de "to" el mundo. También hay por la calle algunos murcianicos que se van a otros pueblos porque les da vergüenza que en su pueblo los vean así. Pues bien, estas letras vienen a cuento porque, bajando de la Puerta de Lorca "p'abajo", como se decía (dice) en mi pueblo, he visto una mujer sentada en un portal, con sus bártulos a su lado, un trapo en el suelo con unos céntimos de euros en él, un macuto y una mirada de persona que ya ha pasado su temporada en el infierno. Iba a leer el letrero que tenía delante, pero esa misma mirada me ha hecho desviar la vista. Diez o veinte metros más abajo, había otra mujer en igualdad de condiciones. No eran "profesionales" de pedir limosna, ni rumanas, ni lo que antes se llamaba pobres de solemnidad, sino producto de esta situación del país, de esa crisis que sólo parece fabricada para los menos favorecidos. Pienso que sólo debían estar muy quemadas, solas, sin alivio, con cuántos problemas encima como para ponerse un macuto a la espalda y pies para qué os quiero, lejos de todo, sin nada o con mucho detrás, olvidadas de la mano de Dios, diría, que de las del gobierno, fijo. Al principio me indignó no llevar la cámara para hacerles una foto que sirviera de testimonio. Después he pensado que era mejor no faltarles el respeto y mantener su anonimato. Pero si los tales y cuales (no quiero emborronar la página ni que huela) que han robado indignamente setenta mil millones de billetes, según las últimas apreciaciones, devolvieran este dinero y se dedicara a prestaciones sociales en lugar de engordar a la banca, estas cosas tan humillantes quizá se podrían solucionar. Si a esos tales y cuales (me autocensuro, pero sé palabrotas múltiples para denominar a estos corruptos) pudiera yo tenerlos bajo mi mando, los llevaría por nuestras calles para que vieran qué han conseguido con su cultura del pelotazo, con toda la mierda que han creado. Y les daría de latigazos y les obligaría a vivir como "los pobres" una temporada, además de sacarle, de una u otra manera, todo el dinero robado. Porque ellos no creen en la miseria, eso es cosa de otros, de pobres. Pero la persona tiene una dignidad que para "los pobres" parece un adorno, siendo, como son, más dignos que ellos. Algunas veces pienso que el Dios en el que he creído toda mi vida, porque así me lo enseñó mi madre, debería darse una vuelta por aquí otra vez y acabar con esa gentuza indigna de la vida, pero ya ha dicho antes que parecen abandonados de su mano, aunque otra me queda dentro. Los pobres de ahora (de siempre y de todos los lugares) se merecen gozar algo más de las cosas de este mundo para que puedan pensar y creer en otras más amables. ¿Dónde van a dormir esas mujeres esta noche? ¿Podrán dormir o les rugirá el estómago? Quizá Cáritas, la mano izquierda de Dios, les solucione hoy el problema. Pero, ¿y mañana? Claro que, lo que yo quería decir es que cómo está la cosa para que las mujeres también se echen a la calle. Posiblemente, están demasiado endurecidas ya. Ya han sufrido demasiado y piensan que "echarse al monte" es menos malo que lo que tienen ahora. Menos mal que el carnaval ya cercano nos salvará de todos estos problemas.
Así de oscura y amenazante está la vida |
José Luis Molina
Calabardina, 31 enero 2013