Con motivo del 75 Aniversario de la Academia Alfonso X el Sabio me hicieron impartir los compañero esta conferencia que doy a luz en este blog. Es un modo de reencuentro
Murcia, 23
noviembre 2015
Dr. D. José Luis Molina Martínez
.
Agradezco
cordialmente, y valoro, en cuanto significan, las amables palabras recién
pronunciadas por el Ilmo. Sr. Dr. D. Juan González Castaño, Vicepresidente de la
Academia Alfonso X el Sabio, como presentación de mi persona, pues, aunque
puedan parecer protocolarias, sé que nacen de una amistad antigua, y de un
afecto consolidado. Sirven, además, como acercamiento intelectual y humano para
mi intervención, ya que, sin duda, crean una cierta predisposición, al menos
retórica, al entendimiento mutuo, lo que hace más gratificante mi estancia aquí
y ahora. A él debo también, puesto que ha tenido la atención de sacarme del
olvido, mi presencia ante ustedes para colaborar en esta actividad en la que se
conmemoran los setenta y cinco años de esta Institución cultural que me honró
con su nombramiento como correspondiente.
“En el pasado,
había una reducida clase ociosa y una más numerosa clase trabajadora. La clase
ociosa disfrutaba de ventajas que no se fundaban en la justicia social; esto la
hacía necesariamente opresiva, limitaba sus simpatías y la obligaba a inventar
teorías que justificasen sus privilegios. Estos hechos disminuían grandemente
su mérito, pero, a pesar de estos inconvenientes, contribuyó a casi todo lo que
llamamos civilización. Cultivó las artes, descubrió las ciencias, escribió los
libros, inventó las máquinas y refinó las relaciones sociales. Aun la
liberación de los oprimidos ha sido, generalmente, iniciada desde arriba. Sin
la clase ociosa, la humanidad nunca hubiese salido de la barbarie”.[1]
(Beltrand Russell, Elogio
de la ociosidad, 1932).
E
|
xcmo. Sr. Dr. D. Francisco Calvo García-Tornel, Presidente
de la Real Academia Alfonso X el Sabio, quien ha tenido la deferencia de
presidir esta mesa. Es un gesto amical, pues permite que me sienta acompañado y
no sobrecogido ante tan sabia y específica audiencia. Gracias. Señoras y
señores académicos, profesores, familiares, amigos y asistentes en general a
estas actividades de carácter regional, en las que se estila –me parece– mostrar
un alto ingenio y un conocimiento visible del saber que uno cultiva, cosa que
no sé si lograré, aunque tampoco estoy aquí para asombrar a nadie, sino para
recordar a dos de nuestros antepasados.
Muy
buenas noches a todos en este magnífico día del bello otoño murciano, hermoso
siempre, cualquiera que sea su bondad o su rigor, porque su luz, olor y color
son penetrantes y aptos para permanecer en el recuerdo. No quisiera estropear
esta armonía con mi cantinela, probablemente distorsionante.
Ruego,
pues, sepan suavizar su enojo, si acaso no consigo cumplir con las expectativas
que quizá hayan depositado en mi intervención, si acaso no logro captar su perspicaz
atención, ni mover sus sentimientos intelectuales para interesarse por los
personajes a los que quiero recordar, leyendo, por aquello de la memoria, un
tiempo cortés.
Procedo
de una ciudad en apariencia dejada de la mano de Dios, quien, de cuando en
cuando, nos envía agua torrencial o terremotos. Pero también proporciona
recursos para restaurar el estado de ruina material que dejaron las últimas
catástrofes naturales que la asolaron. Vengo, digo, de Lorca, que, por cierto,
hoy celebra el día de su patrón, San Clemente, y lo primero que hago es
felicitar a la Academia y a sus componentes todos por esta efeméride. Felicito
también a la ciudad de Murcia por mantener en su territorio una Institución
Cultural como la Academia Alfonso X el Sabio, que tantas manifestaciones del
intelecto de sus académicos ha dado a lo largo de estos años que celebramos.
Si no
hubiese pecado de apresuramiento, hubiera afinado más en el título, pues Musso
y Olive, aunque alcanzaron a vivir un buen espacio del siglo XIX, son, sin
duda, pertenecientes a la generación entre
siglos, es decir, a la transición del neoclasicismo al romanticismo. Ahora
rectifico y les aviso.
Si no
hubiera sido petulante por mi parte y censurable, con toda la razón, por la de
ustedes, esta mi intervención se hubiera podido titular de otro modo, quizá más
periodístico, pero también más polémico, menos cercano a la realidad
doctrinalmente, más espectacular, pero menos cierto y sesgado: ¿Olvida Murcia a sus intelectuales del
pasado? Con interrogación, por muy retórica que sea, se siembra la duda. Si
lo afirmamos, caemos en el error. Con la negación, nos apartamos de la realidad.
Es obvio que se hace lo posible para evitar el olvido de nuestros hombres
ilustres, pero es algo natural que se produzca. Como también es natural que, de
cuando en cuando, se proceda a su rescate y se reintegre a la sociedad lo que
es suyo. Bien es verdad que estos dos notables murcianos gozan del olvido
popular, a pesar de los esfuerzos por incorporarlos a este nuestro presente
intelectual.
Los que
ya somos de cierta edad, pues tenemos, al menos, los mismos años que la
Academia, luchamos vanamente para que no se nos olviden las cosas. Los varones
ilustres de siglos anteriores guardaban en libros enciclopédicos sus saberes
para que se pudiesen rescatar del olvido y recordarlos a través de la lectura.
Varón ilustre fue José Pío Tejera y Ruiz de Moncada y en su Biblioteca del Murciano figura Musso
Valiente, no, en verdad, Pedro María de Olive. Sí se ocuparon de ellos en su
época Nicomedes Pastor Díaz y Francisco Cárdenas.[2]
Eugenio de Ochoa se olvida de Olive, no de Musso.[3]
Recuerda a Olive como periodista Manuel Ossorio y Bernard y como literato Francisco
Blanco García.[4] Tampoco aparece
modernamente en la Gran Enciclopedia de
la Región de Murcia (1992). ¡Qué le vamos a hacer!
La
Academia Alfonso X el Sabio fue la primera que apostó por la reivindicación de
Musso pues contribuyó a la publicación del libro de mi autoría José Musso Valiente (1785-1838): Humanismo y
literatura ilustrada, de 1999. Conste mi sincero agradecimiento al Ilmo.
Sr. Dr. D. Francisco Javier Díez de Revenga, Archivero-Bibliotecario ahora de
la Academia, por las facilidades dadas para su publicación entonces. El Ilmo.
Sr. Dr. D. Manuel Martínez Arnaldos, emérito ahora, y quien se honra en hablarles
redactamos un libro titulado La
transición literaria del Neoclasicismo al Romanticismo en el Diario (1827-1838)
de José Musso Valiente (2002). El Ayuntamiento de Lorca y la Universidad de
Murcia, unieron sus fuerzas para celebrar un Congreso sobre la obra del
polígrafo lorquino en 2004,[5] cuyos
resultados fueron publicados[6] un
par de años después.
La reivindicación de Pedro María de Olive se
debe a una almeriense, Josefa Hernández Morillas, quien, sin casi ayuda, a no
ser la por mí prestada, lo ha recuperado a través de su oportuna tesis doctoral
inédita, Descripción documental de la
vida y obra de Pedro María de Olive, un literato entre los siglos XVIII y XIX,
defendida en la Universidad de Almería, en 2014, y dirigida por el Dr. D.
Manuel Garrido Palazón, pero desconocida para los murcianos. En ambos casos, su
recuperación se realiza a niveles académicos. Como también se efectúa desde este
mismo prisma el análisis de Joan Cavaillon Giomi, Pedro María Olive (1768-1843), employé
de l'État, homme de Lettres et journaliste[7], de
2009. Antes, 2007, se había publicado una reseña biobibliográfica sobre nuestro
ilustre paisano que se podía haber evitado, pues no aportaba dato alguno que añadiese
novedad.[8]
También
debo recordar algo que piden a Mnemósine, en los Himnos Órficos, para que nos conceda lo mismo:
"... afortunada diosa, instígales a tus iniciados
al recuerdo del piadoso ritual[9] y
manda lejos de ellos el olvido".[10]
Para
limitar los naturales procesos del olvido, Umberto Eco[11]
recomienda la gestión de una semiótica, misión no posible para todos por
compleja. Recuerda el mismo Eco que se conoce desde antiguo la existencia de
las Artes Mnemotécnicas. En oposición
a ellas, Giorgio Sandri fue quien sugirió, obviamente en plan jocoso, una
disciplina inexistente para una posible oposición a cátedras universitarias a
la que denominó Ars Oblivionalis. Si
la memoria no hubiese sido frágil, no hubiera hecho falta inventar una
Mnemósine con su corte de hijas, nueve, guapas y atrevidas, en cuyo canto
"se revela lo que escapa al olvido".[12] Pero
tratar de hacer del olvido un arte es algo que se concibe –al menos yo lo hago–
como no natural e imposible, dado que, para evitarlo, gozamos ya de la memoria
‒potencia del alma con el entendimiento y la voluntad‒, hoy no en boga, pero
antes muy significada. Quizá sea consecuencia del desplazamiento que han
sufrido el humanismo y las artes liberales con la llegada de lo posmoderno, la sociedad
de la ignorancia ‒como la denomina Antoni Brey‒[13] o lo
que sea. Aunque, como escribe Cicerón, memoria
minuitur, nisi eam exerceas.[14] La
memoria disminuye si no se ejercita: hay que entrenarla como si fuese un
músculo.
Más
cercano a nosotros, Antonio J. Ubero define al olvido como el refugio de la
ignorancia y añade que
"esta no suele engendrar nada bueno".
Pero también avisa de que el pasado
"es tenaz porque se alimenta del recuerdo
personal o colectivo".[15]
Por eso,
según mi gramática parda, creo que el pasado es un fardo insoportable que viene
a "olvidarse" –menos mal– cuando la persona ya se acerca al fin de la
vida, su yo no significa nada para ella y debe cruzar el límite ligera de
equipaje, cuando sólo hay tiempo sempiterno.
También
se asevera, pues conviene a nuestra vida social, que el pasado surge con la
memoria, que el pasado es la extensión segura que las continuidades del
presente demandan, que hacer el pasado presente no implica traer lo inesperado,
que el pasado pertenece a una forma generalizada de experiencia, que el pasado
consiste en las relaciones de un mundo anterior con algo emergente.[16]
Gil de
Biedma, refiriéndose a la obra de T. S. Eliot, exponía:
"el pasado no es un paraíso perdido al cual, sin
excesiva convicción, se sueña con volver: nos interesa porque es presente",
aunque también
mostraba
"cuán profundamente el pasado nos configura y, a
la vez, es configurado por nosotros".[17]
En
verdad, parte de mi misión ante ustedes queda marcada por los conceptos que
acabo de nombrar: memoria, olvido, pasado, reintegración de estos dos hombres
al presente. Podemos actuar así porque se mantienen, a niveles intelectuales,
las relaciones con el pasado a través de la bibliografía existente y cuanto nos
dicen ellos en sus propios escritos. En el caso de Musso Valiente, conocemos su
Diario y sus Memorias, aunque no comprenden todos los años de su vida. Mas,
dadas las relaciones entre ambos, en estos mismos escritos tenemos abundantes
noticias sobre Pedro María de Olive, tantas como para haber contribuido a
escribir una tesis doctoral sobre este murciano ilustre.
Quiero
destacar la amistad entre ellos y el espíritu intelectual de ambos, que se
manifiesta tanto en la ayuda que se prestan en los problemas personales de cada
uno, como en el trabajo intelectual que realizan ambos en las academias a las
que pertenecen.
Así que
debo acudir de nuevo a Cicerón: "no puede haber amistad sino entre los
buenos"; la amistad es "el común sentir de las cosas divinas y
humanas con bienquerencia y amor"; la "virtud es la que engendra y
mantiene la amistad",[18] como
admite Musso.
Estos dos intelectuales ‒clase
aparentemente ociosa‒ se forman al final de la época barroca. Desaparece la
forma arcaica y amanece un mundo en el que casi todo es nuevo: formas
políticas, debates sobre la educación, nacimiento de la filosofía y las
disciplinas, y la generalización de la escritura como vehículo cultural.
Aparece, pues, un enorme cambio intelectual y social. Ya no ha lugar la
correspondencia entre formas y sentidos. Tampoco procede el anterior sistema de
valores y, frente al hombre viejo, nace otro modelo de hombre nuevo que
persigue la felicidad por medio de la belleza, la moral, la justicia, el saber
y, sobre todo, de la libertad. Surge, entonces, de todo ello un mundo basado en
la valoración ajena. Uno vale lo que la gente entiende y según su comportamiento.[19] El
hombre es ya un ser público. Mas no se olvide –me refiero a la clase llamada
ociosa, a la poseedora de educación, cultura y conocimientos científicos–, que,
por ejemplo,
"la dicción elegante, tanto al hablar como al
escribir, es un medio eficaz de conseguir y mantener una buena
reputación".[20]
Pero, para ejercer como clase ociosa, es
necesario tener los bienes suficientes que permitan pertenecer a ella:
"La riqueza o el poder deben ser exhibidos, pues la estima sólo se
concede a cosas que se ven. La demostración de riqueza, no sólo sirve para que
los demás se den cuenta de nuestra importancia y mantengan viva y despierta
esta impresión, sino también para edificar y preservar la propia
autocomplacencia” (p. 61).
Musso no
era una persona que presumiera de peculio a pesar de ser un terrateniente: era
un intelectual y nada de lo humano le era ajeno. Como tema que le preocupa, pues
tiende a ella, escribe Cartas sobre la
felicidad. Finge un interlocutor, como hicieron muchos de los pioneros del
género epistolar, y le dirige nueve cartas entre junio y septiembre de 1819.[21] Para
la consecución de la felicidad, presupone el uso y disfrute de la libertad:
"elegimos usando de nuestra libertad". Para Musso, la felicidad
"es, sin duda ‒expone‒, el goce o fruición del
bien[22]; el
placer, rigurosamente hablando, no es la felicidad, pero es su signo natural,
el resultado preciso del goce, por lo que no hay inconveniente en que le
miremos como al carácter por donde es conocida la felicidad".
Musso,
sin olvidar sus principios religiosos ‒su piedad es ilustrada‒, es un hombre
moderno entonces, un hombre de su época. Para ello había sido educado. Su
religiosidad le viene de cuna, la alimenta el abate Chevalier,[23] su
preceptor en Lorca, y la hace fructificar su paso por el Seminario de Escuelas
Pías de San Fernando de Avapiés de Madrid, en donde estudió Humanidades dos
años con los escolapios. Hasta 1801, estudió retórica, poética, lógica,
filosofía moral, física experimental y matemáticas. Él quiso continuar y
convertirse en el intelectual que llegó a ser tardíamente, pero, en contra de
su voluntad, regresó a Lorca, por mandato de su padre, para hacerse cargo de
los intereses económicos familiares, algo que lo contrariaba mucho pues eran
bienes materiales. Pero, había que obedecer. Musso había nacido en Lorca (1785)
y casado en 1810 con la murciana María de la Concepción Fontes Fernández de la
Reguera (1792). Heredó una enorme cantidad de tierras, secano sobre todo, pero
apenas conseguía de su cultivo ‒la endémica sequía del campo de Lorca‒ el dinero
suficiente para sobrevivir y pagar las deudas derivadas de los engaños de los
administradores y del servicio a la comunidad a lo largo de la guerra de la
Independencia, deudas por los que estuvo pleiteando con gobierno hasta su
muerte.
Pedro
María Cecilio Alberto José Joaquín de Olive y Pérez nace en Murcia el 22 de
noviembre de 1768 y es bautizado en la parroquia de San Pedro. Estudia en el
Seminario Real de San Fulgencio y obtiene el título de Bachiller en Leyes el 23
de junio de 1788. Continúa sus estudios de Derecho asistiendo a las prácticas
que Gregorio Gabriel Cano Meléndez imparte en su estudio en Madrid, entre 1788
y 1793, y los de Derecho Natural con Joaquín Cano Calvo en los Estudios Reales
de San Isidro, en los años 1791 y 1792. Estudió también Humanidades y Ciencias
Naturales que perfeccionó en Paris. Contrajo matrimonio con Josephine Cauvets y
Lavallie, de Flandes, en 1807, y tuvo cinco hijos. Ya en 1792, quiso publicar
un Diario Histórico. En 1796,
presenta el plan de la obra que más éxito le produjo, Las noches de invierno. En 1799, viaja a París para ampliar
estudios. La situación de Francia le provoca rechazo. A su regreso, en 1800,
recibe el nombramiento de Cadete de número de la Academia de Almadén (1777). Hasta
la guerra de la Independencia, realiza numerosos proyectos de los que destaco el
de Memorial Literario y la Minerva o el Revisor General.
Y es
precisamente con motivo de la invasión francesa cuando regresa a Murcia y se
produce su encuentro con Musso, pues antes no se conocían, como cuenta en su Memorial de la vida. Musso Valiente
había sido nombrado por la Junta Superior de Defensa Comandante General de la
provincia de Murcia. Se puede leer, en el dicho Memorial, el relato de la ocupación de Murcia por los franceses, la
lucha y muerte del mariscal de campo Martín de la Carrera en la calle de San
Nicolás (26 enero de 1812), y el viaje a ninguna parte con las tropas murcianas
que buscaban a los franceses o huían de ellos. Nadie los dejaba entrar en los
pueblos por miedo a la enfermedad, por lo que viajaban prácticamente sin
destino alguno:
"La epidemia de fiebre amarilla (1811-1812)
obligó a trasladar la Junta a Jumilla –finales de agosto de 1811−, siendo
elegido para sustituir al presidente. Declarada también la peste en esta
localidad, trató de llevarla a Villena, pero los vecinos se negaron a
recibirle, siendo incluso perseguido por las tropas de Marmont llegadas a Yecla
poco después de su salida".[24]
Me recuerda
este hecho la comitiva de escolta, mandada por el luego San Francisco de Borja,
que acompañó el cuerpo de Isabel de Portugal desde Toledo a Granada, en 1539,
que tan bien narró Carlos Fuentes en Terra
Nostra (1975). Ambos episodios ‒muerte del mariscal de campo y el viaje de
Musso con las tropas murcianas‒ son materia novelable por novedosa y
emocionante.
Pues bien, Musso nombra a Olive redactor del
periódico de la Junta de Murcia. Citan, como
probable título, Aviso al
público por la Suprema Junta de Murcia, 1808. Pero, la doctora Hernández
Morillas afirma que el periódico se llamó El
Correo de Murcia y que se imprimía en la imprenta de la Viuda de Muñiz o
también conocida como Herederos de Muñiz. Era una publicación trisemanal y
constaba de cuatro páginas. Creo que anda confusa la entonces doctoranda porque
estos periódicos se publican entre 1808 y 1810. Según Martín-Consuegra, es el 5
de octubre de 1810 cuando la Junta Suprema hace difundir un impreso en el
que se puede leer:
“será conveniente al reino de Murcia
la publicación de un periódico que lo saque del silencio en que se halla,
reanime el espíritu de sus habitantes, haga valer sus sacrificios, y comunique
el fuego de que se halla poseído a otras provincias, incitándolas en esta
parte”.
La
respuesta a esta petición es, posiblemente, o la Gazeta de Murcia o El
Dispertador, el primero de 1808 y el segundo de 1811.
Martín-Consuegra,
al tiempo que da noticias sobre la prensa y las imprentas de la época, indica que
“más problemático es hablar de la
Imprenta del Gobierno Militar y Político, denominación que esconde posiblemente
el arrendamiento de una imprenta por parte de las autoridades para la
publicación de documentación oficial”.[25]
Así lo cuenta Musso:
"Otro de los puntos que por entonces se
ventilaron fue el de la impresión de periódico y de las órdenes de la Junta. A
propuesta mía, se compró una imprenta y se nombró director de ella a Olive con
un sueldo moderado".
Pues no
era arrendamiento, sino compra. Y los periódicos deben ser redactados durante
las fechas de su mandato. Dos cartas de Musso recuerdan esta situación. Ambas
las escribe con motivo de la cesantía de Olive, para tratar de que lo repongan
en su trabajo, dado que, sin ingresos, lo estaba pasando mal, hasta el punto de
tener que irse a Guadalajara, en donde vivía una de sus hijas (1836), para
estar atendido. Así se expresa Musso en la primera de ellas:
"Certifico que habiendo sido
nombrado Vocal de la Junta Provincial de
Murcia en la Guerra de la Independencia, conocí, y traté a Dn Pedro Ma de Olive, Cadete que era entonces de
las Minas de Almadén, el cual, habiendo residido en Madrid hasta principios de
Diciembre de mil ochocientos ocho en que fue la Corte ocupada por los
Franceses, y emigró con este motivo, y país allá donde estuvo reputado como
empleado del Gobierno del cual percibía el sueldo correspondiente. La Junta le
empleó también en varias comisiones confiriéndole la redacción de un periódico
político, la Dirección de su imprenta, y el Despacho de varios asuntos de
Secretaría delicados, y
espinosos, todo lo cual desempeñó a satisfacción de dicho Cuerpo, mostrando
inteligencia, celo, laboriosidad, y patriotismo. Allí permaneció hasta septiembre
de mil ochocientos doce en que evacuada
ya Madrid por los franceses.”[26]
Explica la
doctora Hernández que
"la relación entre estos dos personajes fue larga
y fructífera. Los dos mantuvieron una amistad cálida y duradera hasta la muerte
de Musso en 1838, dándose el dato curioso que ambos dejaron un recuerdo para el
otro en su testamento".[27]
Musso
deja, 1837, en su Memorial, testimonio
de esta amistad:
"Pero el que más se me señaló fue don Pedro María
de Olive, emigrado entonces de Madrid, no miembro del cuerpo (Junta Provincial
de Defensa) sino redactor del periódico que estableció la Junta, que con una
columna puso la misma a mi cargo, por la casualidad de vivir ambos muy cerca
uno de otro. Pasábamos con esto muchos ratos juntos y en ellos tuve ocasión de
conocer su gran talento y penetración, su exquisito gusto en literatura y
excelente pluma. Sus consejos en literatura y en política me fueron muy útiles
y desde el punto en que nos separamos en 1812 hasta el presente hemos seguido
estrecha correspondencia".
En 1823, Olive
había prestado su ayuda a Musso, como narra este en el Memorial de la vida: le acompaña en Madrid a entrevistas con
personajes influyentes, da parte de su estancia al Alcalde de barrio, le
presenta a sus amistades, van juntos a la ópera y evitan, como pueden, las
revueltas callejeras propias de la época, que conocemos por el Diario de Musso. Olive pone en marcha
sus influencias para evitar que fuese condenado, cosa que se logró aunque se le
confiscaron sus bienes que devolvieron en julio del mismo año, actuando en su
defensa Agustín de Argüelles Álvarez (1776-1844), antes de exiliarse de nuevo
en Londres.
El
polígrafo lorquino había cometido dos errores que pagaría caro. El primero haber
publicado, en 1821, un folleto titulado Discurso
gratulatorio al Señor Don Fernando VII, Rey de las Españas, por haber jurado la
constitución política de esta Monarquía, pues le atrajo la enemistad de los
absolutistas y de los liberales avanzados. Musso era constitucional del año 12
y liberal moderado. Fue, por su parte, una ingenuidad creer que Fernando VII,
por acatar la Constitución, dejaba de ser absoluto para convertirse en
constitucional. El segundo error, algún exceso cometido por él o su hermano, en
forma de agresión o represión, con motivo de las votaciones municipales, en
1822. Ganar las elecciones y ser nombrado primer alcalde constitucional de
Lorca, son hechos que le obligarán a exiliarse. Porque el desastre se consuma
con el enfrentamiento de los liberales (negros
del nabo), realistas (blancos de la
chirivía) y la sociedad secreta masónica Los Comuneros. Las protestas de la clase campesina origina el motín
de Eraso, juez de Lorca, al que obligan a salir de la ciudad. Hubo varios
muertos. Su primo, Antonio Pérez de Meca utilizó estos hechos para inculparlo en
la Cortes, en las que era diputado, y pedir su responsabilidad, distorsionando
los hechos. Era, pues, cosa de los pueblos, una venganza familiar. Musso se
exilia a Gibraltar en otra novelesca fuga por mar desde Garrucha. Puede
regresar a España libremente por la actuación del duque de Angulema, en julio
de 1823. Esta experiencia tan traumatizante la resume en un soneto:
Húmida cuna diome el mar salado:
A mi elemento, mano robadora
Crüel hurtóme, y nave voladora
Me apartó luego de mi suelo amado.
De aquella antigua forma despojado,
Industria su rigor fabricadora
Probando en mí, la frente brilladora
Ostenté, en nuevo ser mi ser mudado.
De Sena a Manzanares me destina Fortuna,
Y más propicia a ti me lleva,
Prenda de puro amor, fiel sino dina.
Así la adversidad en dura prueba
Da resplandor a la Virtud divina
Y al varón fuerte sobre el cielo eleva[28].
Después
de esto, huyendo de sus enemigos de Lorca, se instala en Madrid y se dedica a
descubrir sus diversiones y al estudio. Sobre todo, al estudio de las ciencias
naturales.
¿Qué hace
Olive mientras Musso protagoniza los hechos narrados? En 1817, vuelve otra vez
a su actividad preferida: la de publicista. En este año reaparece La Minerva que concluye en 1819 por la
muerte de su esposa, en la que Musso participa con algún artículo sobre Meléndez
Valdés,[29]
traducciones de los clásicos y algún poema original:
“Por aquellos tiempos resucitó mi amigo Olive su
antigua Minerva y me pidió artículos
para ella. Yo le envié algunas composiciones poéticas y traducciones de los
antiguos y, con este motivo, me entretuve después en hacer otras: tiempo
perdido porque la naturaleza me había escaseado el numen poético” (Musso
Valiente: 2004, p. 378).
Durante
el Trienio Liberal, es Oficial de la Dirección de Fomento General del Reino y
edita El Mensajero. Diario Universal de
Política, Literatura y Artes, que sólo dura de 15 de mayo a 30 de junio de
1820, apareciendo unos 30 ejemplares. Musso también le envía originales suyos:
“La junta revolucionaria co-regenta del rey trató de
contener los excesos del jacobinismo, que amenazaba desastres sin cuento; y una
de sus providencias fue la de encargar secretamente a Olive que publicase un
periódico con el fin de ilustrar a la muchedumbre. Anuncióse con el título de El mensajero y Olive me pidió artículos.
Envié al pronto composiciones poéticas y comencé un análisis de la
Constitución; mas, habiendo cesado el periódico, cesé yo también en mi obra”
(Musso Valiente: 2004, p. 392).
No tuvo
buena prensa este Mensajero de Olive,
al que dedicaron un jocoso Epitafio:
Desde el número primero
se dejaba discurrir
que bien pronto iba a morir
el infeliz Mensajero.
Que la falta de dinero
le mató, es muy evidente:
¡Válgame Dios, cuánta gente
del gremio periodical
va a sucumbir a este mal...!
No queda ningún viviente.
(Periodico-manía, nº 8, de 1820)
En 1826,
Olive escribe una obra titulada Consideraciones
sobre el engrandecimiento, decadencia y restablecimiento de la Casa Real de los
Borbones, que es enviada a la Academia de la Historia. Musso hace el
informe de la misma. Tres años después, Musso escribe en su Diario:
"He entregado el memorial de Olive que solicita
la plaza de supernumerario presentando su obra sobre los Borbones. Los
académicos que han asistido la han elogiado todos y se ha acordado lo
ordinario, que pase el memorial al censor y la obra al revisor general".
En 1828,
por medio de Musso es admitido en la Academia de la Historia. En 1830,
sustituye a Sebastián de Miñano en la edición de las Obras de Moratín, que concluye junto a Musso. En 1831, procede a un
estudio de las obras de Fray Luis de Granada conocido como Estudios del Granada, en verdad titulado Análisis sobre las obras de Fray Luis de Granada, 425 páginas
manuscritas, que se conserva en la RAE. Es el ejemplar que entregó a Martín
Fernández de Navarrete para la Academia, pues en su portada se lee:
"Regalado por D. Pedro María Olive (autor)". En 1833, entra en la Academia
Española en la categoría de honorario. Enfermo, no tomó posesión hasta abril de
1834. Su principal trabajo en esta academia fue la corrección del Diccionario, sus entradas y la
distribución entre los académicos. Pide su baja a final de 1835 y se retira a
vivir a Guadalajara.
Musso,
persona que persigue la felicidad, persona poseedora de virtud, persona
creyente, es modelo ideal para entender la superación de las pruebas con que la
vida nos aflige. En primer lugar, la política le sigue proporcionando
contrariedades por su honradez tanto ideológica como humana. Es el primer gobernador
civil de la provincia de Murcia. Sufrió tumultos políticos y desgracias
naturales, como la riada de 1834 y la peste bubónica. Sufrió la pérdida de su
esposa que había dado a luz días antes un crío deforme que falleció
inmediatamente. El mismo Musso enfermó y se marchó a Mula. Esto sirvió a sus
enemigos para acusarlo de abandonar su destino. Fue nombrado después gobernador
civil de Sevilla, pero por no ser infiel a la reina regente, marchó a Madrid
con ánimo de poner fin a su carrera política. En 1836, falleció en Valencia su
hija Ana, que había dejado en Sevilla al cuidado de la familia Lapuente ‒ Apezechea,
con cuyo hijo mayor iba a contraer matrimonio. También padeció el mal
matrimonio de su hija mayor Concepción con el Conde del Valle San Juan, de Calasparra.
En Valencia murió más tarde otro hijo suyo, quien, nacido con deficiencias
mentales, acabó loco. El mismo Musso falleció en Madrid en 1838, de cáncer de
próstata.
Si
tuviese que contestar a la pregunta de si Musso fue feliz, diría que con Musso
sucedió lo mismo que con cualquier otra persona: unas veces sí, otras no. Fue
feliz intensamente a niveles intelectuales. Perteneció a cinco academias:
Latina Matritense (después Grecolatina), Historia, Española, de San Fernando y
de Ciencias Naturales, lo que indica los diferentes saberes a los que se
dedicó, poseyó una magnífica colección de pintura que hoy se encuentra en una
iglesia-museo de Mula, conoció la música ‒sabía tocar el forte-piano‒, y fue un
apasionado de la ópera. Le escribió poemas a la cantora italiana Letizia
Cortessi, tuvo gran amistad con la diva Manuela Oreiro de Lema,[30] que
casó con Ventura de la Vega. Era dueño de una magnífica biblioteca que fue
quemada por los franceses. Poco a poco, la renovó y llegó a poseer otra de gran
valor compuesta por 2.893 obras.
Es el
momento de efectuar una breve etopeya definitoria de Olive. Ideológicamente es un conservador, en
cuanto que persona que se dirige a corregir los errores o abusos que apartan o
entorpecen el orden. En lo religioso,
no se deja llevar por el deísmo. Entendía que conocemos por la razón, pero esta
puede llevar al error, por lo que debemos auxiliarnos de la revelación. En cuanto a la ciencia, opina que el ser humano la
inventó porque buscaba conocer la verdad, pues la búsqueda de la verdad es un
anhelo del hombre. No se siente escolástico. Rechaza el pensamiento único
exigido desde la antigüedad y lo considera origen del retraso:
"los escolásticos, los pragmáticos, los casuistas
y malos profesores de las facultades intelectuales envolvieron en su corrupción
de principios, el aprecio y hasta la memoria de las ciencias útiles".
En filosofía,
se encuentra más cerca del sensualismo empirista de Locke que del idealismo de
Kant. Por eso, expone que entre el sentir y el pensar hay una relación tan
necesaria que ni el hombre puede percibir sin sentir, ni pensar sin haber
sentido.
Si Musso
tenía un criterio sobre la felicidad,
Olive también se manifiesta sobre ella. Cree que el hombre se inclina a la
felicidad que se alcanza gracias al conocimiento adquirido por la razón,
instrumento capaz de comprender el orden y la armonía del universo. Para él, la
felicidad es el punto de unión entre moral y economía, ya que los negocios
requieren la virtud, y la felicidad es el premio conseguido por un
comportamiento moral adecuado. Y es que, según él, en el afán de la humanidad
por multiplicar sus bienes, siempre hay un simulacro de felicidad.
Pero
Olive, amén de publicista, era básicamente periodista.
Su mayor divisa será, dentro del instruere
(instruir) et delectare (deleitar),
la verdad y la utilidad. Su compromiso es el de difundir conocimientos,
descubrimientos y avances, pero en pequeñas y asimilables dosis.
A Olive,
debemos, en opinión de la doctora Hernández Morillas, no sólo su dilatada labor
como periodista, crítico, escritor y traductor, sino la luz que nos arroja
sobre esa época entre siglos. El foco sobre las ideas, intereses, cultura y
sociedad de su tiempo nos permite tener una perspectiva más amplia sobre los
mismos paradigmas en el nuestro. Toda su vida mantuvo un firme compromiso con
las ideas de la ilustración y buscó, como buen ilustrado, la mejoría de la
calidad de vida de sus conciudadanos.
Aguilar
Piñal[31], lamenta
que Olive no aparezca en la historia de la crítica periodística y que no sea
recordado como predecesor entre los críticos actuales, ya que es el primero que
toma conciencia de su labor de "juez de la República literaria" y
expone sus ideas sobre el tema con precisión y clarividencia.
En cierto
modo, Olive permanece vivo en algunas de sus obras que se siguen publicando en
la actualidad, a pesar de los avances de la traductología, como son el viaje de
Chateaubriand, o sea, De París a
Jerusalem y de Jerusalem a París yendo por Grecia y volviendo por Egipto, Berbería
y España, aparecida en Madrid, en 1828, reeditada por Ediciones del Viento
en 2005, y La Corinna o la Italia (1817),
que ha salido a la luz en 2011, editada por Editorial Funambulista. Su vigencia
también se extiende a su Diccionario de
Sinónimos (1843), que se sigue utilizando en Hispanoamérica.
Es obvio
que a esta exposición, divulgativa por un lado y exaltadora de la memoria de
dos murcianos por otro, sólo se debe emplear el tiempo que le concede la
cortesía. Tras ese tiempo impuesto por el uso y la costumbre, comienza el tedio.
Y, como no es mi interés que les domine, por aquello de la armonía, debo dejar
este soliloquio o perorata casi donde lo inicié. La escasez de tiempo y la
abundancia de doctrina hacen que sólo hayamos delineado la personalidad de
nuestros dos intelectuales murcianos. Si los personajes han despertado su
interés, acudan a la bibliografía. Musso está en la Academia, en la Universidad
y en la Biblioteca. Olive se encuentra en esa tesis doctoral.
Vivieron,
en verdad, en una época llena de conflictos. Pero, ¿cuál de ellas se encuentra
libre de problemas? Ni tuvieron la pequeña ventaja de pertenecer íntegramente a
la clase ociosa: trabajaron y encontraron tiempo para dedicarse al estudio y a
la escritura, escritos publicados o no que constituyen la herencia que nos han
dejado a los murcianos actuales. De igual modo, los componentes de la Academia
Alfonso X el Sabio, no clase ociosa, pero sí dedicados a los trabajos
intelectuales, dejarán a la sociedad, no sólo murciana, el producto de sus
saberes que están al alcance del público culto o no, a pesar de los escasos
medios económicos de los que ahora gozan.
Sería motivo de
satisfacción que dentro de pocos años se celebrara hasta con más boato el
centenario de la Academia en una ciudad y región, Murcia, que siempre la ha
acogido con aprecio y galantería. Enhorabuena por la efeméride y hasta una
nueva oportunidad, de haberla. Y mi gratitud por la atención prestada y el
tiempo dedicado
[1] Bertrand Russell, Elogio
de la ociosidad, 1932. [Documento en línea]. Dirección URL:
<www.alcoberro.info/pdf/russell3.pdf>. [Consulta: 13 octubre 2015].
[2] Galería de
españoles célebres contemporáneos o biografías y retratos de todos los
personajes distinguidos de nuestros días, Madrid, Boix editor, 1843.
[3] Apuntes para
una biblioteca de escritores españoles contemporáneos en prosa y verso,
tomo II, Paris, Baudry, 1840.
[4] Manuel Ossorio y Bernard, Ensayo de un catálogo de periodistas españoles del siglo XIX,
Madrid, Imprenta y Litografía de J. Palacios, 1903. Francisco Blanco García, La literatura española en el siglo XIX
(1891-1894), Madrid, Sáenz de Jubera Hermanos, editores, 1889.
[5] José Musso Valiente (José Luis Molina, editor), Obras, 3 vols, Ayuntamiento de Lorca /
Universidad de Murcia, 2004.
[6] José Musso Valiente (Manuel Martínez Arnaldos - José
Luis Molina - Santos Campoy García, eds.), José
Musso Valiente y su época 1785-1838. La transición del neoclasicismo al
romanticismo, 2 vols., Ayuntamiento de Lorca-Universidad de Murcia, 2006.
[7] Vid., Pedro
María de Olive (1768-1843), funcionario, literato y periodista, en El Argonauta Español, 6, 2009.
[8]
J(avier) G(arcía) R(odríguez), "Olive, Pedro María (?-?)", en (Frank
Baasner y Francisco Acero Yus, dirs.), Doscientos
críticos literarios en la España del siglo XIX. Diccionario biobibliográfico,
Madrid, CSIC et alii, 2007, 610-612.
[9] Ana Isabel Jiménez San Cristóbal, Rituales Órficos, Tesis doctoral
inédita. Madrid, Universidad Complutense, 2002.
[10] Porfirio, Vida
de Pitágoras, Argonáuticas Órficas, Himnos Órficos (traducción de Miguel
Periago Lorente), Gredos, 1987, 230. Biblioteca Clásica Gredos, 104.
[11] Umberto Eco, "Sobre la dificultad de construir
un Ars Oblivionalis", en Revista de Occidente, 1989, 100, 9-28.
[12] Carlos García Gual, "Mnemósine y sus
hijas", en Revista de Occidente,
1989, 100, 107-122.
[13] Antoni Brey, "La sociedad de la
ignorancia", en (Antoni Brey - Daniel Innerarity - Gonçal Mayos), La sociedad de la ignorancia y otros ensayos,
Barcelona, Zero Factory, 2009, 17-41.
[14] Marco Tulio Cicerón (Vicente López Soto, trad.), Diálogos. De la vejez / De la amistad,
Arganda del Rey, Edimat, 2003, 68.
[15] Antonio J. Ubero, "Arturo Pérez Reverte. Las
cosas claras", en Libros, La Opinión, 65, 3, Murcia, 14 noviembre
2015.
[16] G. H. Mead, "La naturaleza del pasado", en Revista de Occidente, 1989, 100, 51-62.
[17] Jaime Gil de Biedma, "Prólogo", en T. S.
Eliot, Función de la poesía y función de
la crítica, Barcelona, Seix-Barral, 1968, 6.
[18] Marco Tulio Cicerón (Vicente López Soto, trad.), Diálogos. De la vejez / De la amistad,
Arganda del Rey, Edimat, 2003, 153 y 155.
[19] Vid., Luis Beltrán, Estética y literatura, Madrid, Marenostrum, 2004, 11-63.
[20] Thorstein Veblen, Teoría
de la clase ociosa, Ediciones elaleph.com, 2000, 419. [Documento en línea].
Dirección URL: <argentina.indymedia.org/uploads/2012/10/
teoría_de_la_clase_ociosa.pdf>. [Consulta: 16 octubre 2015].
[21] José Musso Valiente (José Luis Molina, editor),
"Cartas sobre la felicidad", en Obras,
vol. 3, Ayuntamiento de Lorca/Universidad de Murcia, 2004, 56-90, pero 58 y 61.
[22] De igual modo que consideraba a la amistad producto
del bien, la felicidad se basa en ese mismo bien o virtud. Son ideas
ciceronianas.
[23] José Luis Molina, José
Musso Valiente (1785-1838): humanismo y literatura ilustrada, Academia
Alfonso X el Sabio/Universidad de Murcia, 1999, 13-14. Antonio Agustín Catalina
Chevalier, natural de Tolosa, cura de Merville, abandona Francia por la ley de
26 de agosto de 1792, huyendo de la revolución que acaba con la monarquía de
Luis XVI. Tenía 29 años. Está en Lorca hasta 1799.
[24] José Luis Molina, José
Musso Valiente (1785-1838): humanismo y literatura ilustrada, Academia
Alfonso X el Sabio/Universidad de Murcia, 1999, 16.
[25] Ginés José Martín-Consuegra Blaya, La cultura impresa en el reino de Murcia
durante la guerra de la Independencia (1808-1814). Original inédito. Fotocopia,
sin otros datos, pp. 49-50, proporcionada por Juan González Castaño.
[26] AHN. Hacienda. Leg. 1561, expediente 31. "Certifico que por ser natural de la ciudad de Murcia y
haber estado avecindado y empleado en ella hasta el año de mil ochocientos
quince en que fue destinado a esta Corte, sé y me consta a ciencia cierta que
el Sr Dn Pedro María Olive, Cadete de las minas
de Almadén en mil ochocientos ocho, ahora oficial jubilado de la Contaduría
General de Valores y Secretario honorario de S.M., se trasladó a la propia
ciudad de Murcia por haber emigrado de Madrid a consecuencia de su ocupación
por los franceses en diciembre del último año citado; y que fue considerado
como empleado del Gobierno legítimo percibiendo el correspondiente sueldo, y
ocupándose constantemente en objetos del Real servicio, entre ellos el
desempeño de diferentes encargos de la Junta provincial de Murcia, donde dio a
conocer su instrucción, celo, y adhesión a la justa causa durante la guerra de
la independencia, habiéndose trasladado a esta Corte en septiembre de mil
ochocientos doce cuando la evacuaron los franceses".
[27] Josefa Hernández Morillas, Descripción documental de la vida y obra de Pedro María de Olive, un
literato entre los siglos XVIII y XIX, Tesis doctoral inédita. Universidad
de Almería. Facultad de Filología. Departamento de Filología Española y Latina.
2014, 57.
[28] José Luis Molina, "(Pen)últimos poemas
originales de José Musso Valiente y dos traducciones en La Minerva de 1818", en Tonos
Digital, nº 19, julio 2010. Poema facilitado por doña Francisca Mellado, de
Madrid.
[29] “Menos impertinente fue el análisis que por entonces
hice de la Mérope de Maffei; y, como con ocasión de la muerte de Meléndez,
sucedida por aquel tiempo en Mompellier, le envié un artículo sobre el mismo;
yo, para hacerlo con más acierto, quise antes formar uno sobre Anacreonte. Así
lo ejecuté, después de un prolijo examen que también fui escribiendo de sus
composiciones. A él siguió el de los fragmentos de Safo. Y, estaba haciendo el
Catulo, cuando Olive suspendió su periódico y yo volví al estudio de la
Historia.” (Musso Valiente: 2004, 378-379).
[30] José Luis Molina / Mª Belén Molina Jiménez, María Manuela Oreiro Lema (1918-1854) en el Diario de José Musso Valiente (La ópera en Madrid
en el bienio 1836-1837), Murcia, Universidad de Murcia, 2003.
[31] Francisco Aguilar Piñal, "La letras españolas a
comienzos del siglo XIX", en Un
'hombre de bien'. Saggi di lingue e
letterature iberiche in onore di Rinaldo Froldi, Alessandría, Edizioni dell'Orso.
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