sábado, 11 de julio de 2015

ALFONSA DE LA TORRE (1915-1993) Y GERMÁN BLEIBERG (1915-1990), EN LA POESÍA GARCILASISTA: EL AMOR Y LA AMADA


Segovia turística: Mesón de Cándido

He estado en Segovia entre los día 7 y 10 de julio de 2015 para intervenir en el Congreso de ALDEEU que se ha celebrado entre los días 8 y 11 de este mismo mes. Esta es mi intervención en el Congreso.


En memoria de Alfonsa de la Torre y Germán Bleiberg, perteneciente a ALDEEU desde su fundación, en el primer centenario del nacimiento de ambos poetas.
Frente a la vanguardia ultraísta (1921), se revitaliza la tendencia clasicista como un intento de contención de sus excesos. La llamada generación del 27 apuesta, en el tercer centenario de la muerte de Góngora, por su magisterio. Más tarde, la generación del 36 se alineó con el formalismo renacentista y la idea del amor petrarquista con motivo del cuarto centenario del fallecimiento de Garcilaso de la Vega. Este clasicismo garcilasista rehumaniza la poesía al introducir en ella elementos intimistas, preocupación por el hombre y profundidad religiosa.
Junto a las formas clásicas utilizadas, sobre todo el soneto, destaca como tema el amor y la amada, pues el formalismo clasicista parece su envoltura más idónea. El amor como tema es una constante en la poesía española. Pero la concreción del amor en una mujer varía según la época histórica. Eso quiere decir que, si los garcilasistas, de los que forma parte Germán Bleiberg, adoptan como maestro a Garcilaso de la Vega, algo del concepto del amor renacentista persistirá en la poesía de sus cultivadores. Es decir, el amor a la mujer es algo platónico, sin que coincida por ello con el amor de la esposa.
Acabada la guerra civil, tema y tendencia son recogidos por un grupo que lidera José García Nieto, cuyo órgano de expresión es  la revista Garcilaso (1943-1946), en la que aparece Alfonsa de la Torre.
En ocasiones, los clásicos se emplean para detener la corriente de la vitalidad literaria de la innovación. A mi juicio, estos poetas sí innovan a pesar de la envoltura clásica. Es un ejercicio previo el suyo para llegar a su pleno estilo. Era una minoría literaria cuya poesía se hizo notar por su lectura profunda y grata y hasta romántica. No era poesía de denuncia. Era una poesía del yo indeciso, una postura estética rechazada por otra minoría.
Si el clasicismo se revitaliza por el año 1924, se afirma antes de 1936, supera el paréntesis de la guerra, y brilla en 1943 con el garcilasismo, este puede parecer una continuación del formalismo de la generación del 36. Hay que profundizar en esta apreciación, porque no son ni las mismas personas ni los mismos objetivos en ambos casos. Son dos cosas distintas.
Quizá el rechazo al garcilasismo de postguerra procede de lo que consideran su alejamiento de la vida diaria como objeto o punto de vista temático. Desde Espadaña, lo descalifican por parecerle a sus componentes una poesía inerte, no comprometida con la sociedad. De todos modos, lo que denominan poesía social será luego impregnada después de una dosis de oposición política. Y es que, en mi modesta opinión, en el juicio al garcilasismo, más que el criterio estético, prima el político, quizá por la presencia en el grupo de poetas falangistas, lo que asimila a Garcilaso con el cultura franquista.
Germán Bleiberg pertenece al clasicismo garcilasista de preguerra, mientras Alfonsa de la Torre lo es del de postguerra o garcilasismo. Germán fue más precoz en la escritura que Alfonsa. Germán y Alfonsa nacen en el mismo año, 1915. Además coinciden en la Universidad de Madrid, donde se conocen, en 1934. Bleiberg estuvo en Cuéllar como actor de teatro con La Barraca de García Lorca, ese mismo año. Sin embargo, mientras Germán publica el libro del que nos vamos a ocupar, El cantar de la noche, en 1935,  Alfonsa de la Torre lo hace con Égloga, en 1943. Ambos son dramaturgos y aficionados al teatro. Alfonsa de la Torre escribe La desenterrada, Cierva perseguida y Las collaristas, obras que quedan inéditas por no pasar la censura de la época franquista, y se pierden. Germán Bleiberg sí ve cómo su teatro es representado durante la guerra. Había escrito Sombras de héroes, La huida (Premio Nacional de Literatura al alimón con Miguel Hernández, en 1938, original desaparecido) y Amanecer. También fallecen con pocos años de diferencia: Germán lo hace en 1990 y Alfonsa en 1993. Este año se cumple el centenario de sus nacimientos.
Germán Bleiberg se inicia muy joven en la poesía, pues a los 19 años ya publica su primer libro, Árbol y farola (1934), libro del que, más tarde, no salva ni un poema. Igual ocurre con El cantar de la noche, de 1935. De 1936 es Sonetos amorosos, cenit de la tendencia poética amorosa de la época, que influye en la poesía posterior. Y aquí acaba el Bleiberg garcilasista. Tras la guerra civil y su paso por la cárcel, cuando comienza a organizar su vida y concluir sus estudios, aparece Más allá de las ruinas, 1947, libro escrito casi todo en la cárcel, un canto al hombre, al paisaje, a un futuro incierto. A pesar de las ruinas personales, es decir, lo que queda del conflicto entre memoria y olvido, la vida continúa. En 1948, publica El poeta ausente y La mutua primavera, confesión de fidelidad a su dama, Antonia Muñiz, una chica preciosa, según Ridruejo, con la que se casó en 1936. Ya en Estados Unidos como profesor, ve la luz en Londres (1975) Selección de poemas 1936-1973. Diez años más tarde, aparece en Alianza Antología poética. Estas autoantologías le sirven para eliminar los libros y poemas publicados antes de la guerra que, por razones personales no quiere airear, y añadir algunos poemas escritos en tierras norteamericanas.
Alfonsa de la Torre, de infancia compleja y diversa ella por sus estudios y aficiones, sobre todo a la astrología y al esoterismo, estudia en Cuéllar, en Segovia, en donde conoce a Ridruejo en 1933, y en Madrid, de cuya Universidad es profesora al concluir sus estudios. Sus poemarios publicados son, además de Égloga, Oratorio de san Bernardino (1950) y Plazuela de las obediencias (1969). Para la crítica, su libro culminante es Oratorio, aunque por la pureza de su lenguaje y su modo de construir su poesía, merece gran atención Égloga, cumbre, a mi entender, del garcilasismo de postguerra.
Alfonsa de la Torre es, en su primera publicación, garcilasista, aunque sólo aparece un poema suyo en la revista Garcilaso. Pero era clasicista porque estaba en el grupo universitario de Panero, Rosales, Bleiberg y Vivanco. Mas, cuando habla del amor, lo hace de otra manera y sólo en Égloga. Alfonsa de la Torre admira a Germán Bleiberg. Ella misma lo admite y así lo declara en una entrevista que le hace José Cruset para La Vanguardia.
Con estos simples datos, inicié la investigación sobre las relaciones Germán-Alfonsa. Conocida ya la biobibliografía de Alfonsa, tenía que hacer lo propio con la de Germán, más difícil y compleja de conseguir. Además, Bleiberg no citaba nunca la "Elegía a Cuéllar", que para mí era prioritaria y determinante. Pero, en la Revista de Occidente de enero de 1936, se publica un poema del poeta madrileño titulado Oración a la muerte (Fragmento final de la "Elegía a Cuéllar). Si era el fragmento final, había que buscar sus escritos anteriores a esa fecha. Leí por primera vez entonces El cantar de la noche, y en él estaba la solución de mi pesquisa. El cantar de la noche es el segundo libro publicado por Germán Bleiberg a la edad de veinte años. En este libro cita a Segovia y a Cuéllar, patria de Alfonsa de la Torre, y por tanto de su hermano Juan José, quien era el objeto de la elegía. En el libro, leemos unos versos que anuncian un final desolado:
¿Por qué llorar, irreparable ausencia?
También esos castillos de Segovia
fueron seguros, altos, poderosos,
y sus piedras con luz habían soñado.
Y es en este momento cuando surgen los interrogantes, porque parecen estos versos la aceptación de una tácita falta de respuesta amorosa. Debía conocer muy bien a Alfonsa de la Torre y saber por qué, inestable, afligida y afectada por la repentina muerte de su hermano, se incapacitaba para gozar del amor pedido. Bien está que la amistad le llevase a "llorar" con ella la muerte del niño de Cuéllar, pero el acento amoroso del libro supera el mero acto de dolor ante la muerte de un niño, pues indica algo más que vivencias amistosas, como queremos (de)mostrar.
David Ley considera que su amigo Bleiberg acepta la disciplina de Garcilaso para hacer este libro que define como un epitalamio, pues el poeta se iba a casar muy poco tiempo después. Bien es verdad, pero se le olvida que el libro no es una exaltación del amor, más bien la queja de una pérdida amorosa, y que Bleiberg conoció antes a Alfonsa que a la que sería su esposa. Bleiberg no permitió que su amor por esta última desapareciera, ni siquiera estando en la cárcel tras la guerra, y lo conservó, poéticamente, hasta, por lo menos, La mutua primavera.
Germán Bleiberg, en el apartado I, El camino, de El cantar de la noche, nos deja un indicio de su sentimiento:
El camino, de noche rodeado,
es la esperanza cálida del hombre
en busca de su amada en el desierto
desnudo y preferido de Castilla.
¡Oh camino de Cuéllar luminoso!
...................................................
No lloraré, camino de mi noche,
porque te he encontrado entre mi llanto.
En la segunda parte del libro, El recuerdo del amor, además de una referencia a Segovia en la que su viejo castillo "lleva mi secreto/la confesión febril de mis amores", existen otros destellos, como cuando le dice: ¡Oh tú, mujer que amaba puramente!
Un paso más procede. Y el poeta lo da. Hay, en mi criterio, un amor que queda obstaculizado por una especie de ausencia en la amada que se duele de la pérdida de su hermano y el poeta lo sabe:
¿Qué muerto me arrebata mi sosiego?
¿Qué extraño fuego y tímido me invade?
¡Oh tú, siempre eres tú, mi bien amada!
...................................................
Te he cantado, mujer, y te he llorado,
te he dado cuerpo y amplia luz al alma,
y sé que volverás, mujer severa,
porque tienes el fuego humano y pleno
en los ojos, que lloran cuando miran.
Y ese paso implica el elogio y descripción de la amada:
‒Tu delicada forma al aire abierta,
tu caminar delgado como un ángel,
tu sonrisa resuelta en nieve ausente,
tu casta piel como manzana tibia,
toda tú, como fábula desnuda,
tocando los cristales de la noche‒,
si bien se observa la indefinición y escasa concreción de la figura, cosas ambas que obedecen a ese estereotipo propio de la poesía renacentista persistente en el garcilasismo, que considera el amor a la mujer como algo platónico, literario, que no tiene traslación física ni se convierte en una erótica plena de fantasías carnales, no en vano Bleiberg es un poeta pudoroso, que no describe ni el rostro ni el cuerpo de la mujer.
La tercera parte, que se titula Los muertos, es, sin duda, la más explícita:
Tú fuiste, Juan José, el muerto primero
para mí, niño en Cuéllar enterrado.
Eres la sangre cálida de hermana
que florece en tus sombras encendidas.
Has contagiado, tímido, con alas
de ángel, dolor febril a la llanura,
a las piedras, al pájaro reciente,
a las flores, a mi íntimo reposo.
Sí, Juan José, tú sueñas muerto y vienes
porque es de noche, cuando el muerto vence.
Casi con toda seguridad, Germán Bleiberg ya conocía la no correspondencia a su amor como nos corrobora en Oración a la muerte (Fragmento final de la "Elegía a Cuéllar):
¿En qué puesta de sol, Cuéllar, me abraso?
Perdóname, Señor, he comprendido
que vivir es temblar con miedo cierto,
perdóname, no lloro lo perdido.
Menos clara es esta situación en el escrito de la poeta de Cuéllar. No hallamos contestación en su obra a este 'posible' amor, y sólo encontramos en Égloga unos versos que tal vez se puedan interpretar como relacionados, sin causa justificada:
Estaba entonces yo convaleciente
de mi primer amor desmoronado
y me sentía grande en la tristeza
como orgullosa reina destronada
que mostrara a su paje la corona.
No existen datos para saber si ese amor desmoronado es el de Germán Bleiberg o el del militar italiano con el que se paseaba por Segovia en los años de la guerra civil. El daño recibido por la muerte de su hermano debió ser muy duradero en Alfonsa pues, cuando aparece Égloga, es, por entero, un tema recurrente más propio de una elegía, pues toda esta historia pertenecía ya al pasado. Habían transcurrido ya ocho años desde la publicación de El cantar de la noche. Bleiberg estaba a punto de salir de la cárcel a donde lo llevó su participación en la guerra fratricida en el bando republicano. Podemos pensar en el rechazo a una relación sexual de la poeta de Cuéllar, pues pronto comienza a hablarse de su heterosexualidad o ginoerotismo, como analiza la profesora María Payeras.
Quedan así ambos poetas relacionados en muerte como habían estado en vida. Alfonsa de la Torre fue víctima del "amor cortés" del garcilasiano Germán. Es una situación extraliteraria que le da sentido interpretativo a El cantar de la noche.
Iba a presentar, en este Congreso, una primicia investigativa, algo más que una conjetura, a falta de su confirmación definitiva, que afortunadamente me llegó la pasada semana, mientras leía a Dionisio Ridruejo:
"Había tenido él recientemente, relaciones sentimentales con una poetisa segoviana con la que yo había tenido relación ordinaria hasta que, en octubre de 1934, se había ido a estudiar Letras a Madrid. En la Facultad la encontró Bleiberg y la verdad es que la una y el otro habían transformado rápidamente a aquella muchacha que en Segovia leía aún novelas rosas y escribía versitos pobres y que en Madrid entró de lleno en las lecturas serias y en la poesía genuina. Pero, aparte de eso, se trataba de una muchacha de imaginación exaltada y mitificante que veía lo que quería ver".

Obviamente se trata de Alfonsa de la Torre y Germán Bleiberg, cuyo "amor cortés" cuenta el poeta en El cantar de la noche. Esta nueva situación extraliteraria modifica la manera de enfocar la interpretación de este libro de poemas. No ha de considerarse bajo la influencia de San Juan de la Cruz, porque es de noche, ni ver en él un epitalamio. Es, simplemente una elegía por un amor no correspondido que desarrolla, entonces, el motivo de la amada ausente, vínculo de amor y memoria. No afecta esto en nada a la memorable obra poética que ambos escritores publicaron en una época complicada de la poesía española: la primera que se escribe tras la guerra civil.

María del Carmen Gómez Sacristán, mi amiga de Cuéllar
Carmen Jiménez García, mi  esposa

lunes, 22 de junio de 2015

SOL sale por los cerros de ÚBEDA



El Bien y el Mal I. 1,52 x 1,40. Acrílico sobre plástico

SOL ÚBEDA, Almería, 1959. Vive de la creación artística, es profesora de Audiovisuales, artista expresionista. Analiza y poetiza la figura humana. Me ilusionaba verla en Madrid y por ello la invité a la presentación de la Antología de Germán Bleiberg. Estaba hecha un SOL en un paisaje algo rancio, solar de historia, salón de literatura, en el que nos juntamos para esa presentación necesaria para reintroducir a Germán Bleiberg en el lugar del que nunca debió salir. Pero el olvido purifica y se renace desde el afecto a pesar del bien y del mal. Así que cuando, sonriente, se me acercó, yo ya veía su SOL alumbrando todo el espacio que, en unos momentos, iba a ser escenario poético. No tenía ejemplares, SOL, para obsequiarte con el que te merecías. Y tú no tenías paciencia para esperar al cartero. Así que te adquiriste uno, cosa buena para el editor. Te presenté a Teo Puebla. Entra en su web, o pon en google Teo Puebla y verás a un pintor que también se ocupa del bien y del mal, de los desamparados, de los tristes, de los perdedores, hombre sensible, hombre bondadoso, hombre utópico. Tú también vives en la utopía y, para mí, mi utopía es la palabra. En este mismo blog, la entrada anterior a esta se la dedico él: TEO PUEBLA: DE LA BONDAD AL SUEÑO UTÓPICO:

El Bien y el Mal II. 2,00 x 1,40. Acrílico sobre plástico
Es una pintura enorme, llena de sugerencias, propicia para las interpretaciones, para discurrir sobre la naturaleza humana, para hacer versos de ella. Le preocupa el hombre a esta criatura que parece indefensa, frágil, pero es fibra con un sentido no sólo humano, sino del humor, como veremos ahora. En esta pintura, con independencia de lo que haga el bien y el mal, que pueden parecer rituales, cabalísticos, tradicionales, parece un Adonis mirándose en el espejo del agua en la que sumerge sus pies. El sexo está presente, pero para eso lo tenemos, sobre todo si es conflictivo en las relaciones. SOL encuentra en el mundo aún muchos conflictos: ÚBEDA debe ser otro paisaje, otra bajada a los infiernos personales desde un interior muy lleno, muy profundo.


El Bien y el Mal V. 1,48 x 1,40. Acrílico sobre plástico
Tanto diablo, tanta diablesa, tanta, tanta represión, tanta interpretación de la represión tanto cerro que recorre la represión cuando desde ÚBEDA nace un SOL eminentemente libre. Así que la Satanasa, la Diablesa, la Matasana, es algo que sólo recuerda el Infierno del Dante, la Rayuela de Cortazar, la letra de BSO de Almodóvar y MacNamara. Todo esto pertenece a otra Inquisición. Para eso nace el SOL por esos bello cerros de ÚBEDA. ÚBEDA eres un(a) SOL.

Pero lo que yo quería decir es cómo SOL ÚBEDA se lo pasó en grande haciendo fotos para matar el rato, mientras sufría la inveterada impuntualidad española. ¡Qué de cosas hay en un reflejo luminoso sobre un fondo negro intenso!

Todo cuanto sigue es, ni más ni menos, que su creación sobre el Café Comercial, Glorieta de Bilbao, Madrid, que, a su historia, puede añadir este divertimento de SOL ÚBEDA a quien Dios guarde muchos años en la amistad de todos sus amigos. Y yo que lo vea.










miércoles, 17 de junio de 2015

TEO PUEBLA: DE LA BONDAD AL SUEÑO UTÓPICO

Cartel promocionador del SI PODEMOS
No tengo tiempo en lo que queda de día, ya ha comenzado la noche en Calabardina, de ponerle música a esta partitura, o sea, decir algo referente a este "cartel", como decíamos antiguamente, en el tiempo en el que se forjaban los sueños utópicos, pues para mí es muy importante y serio la pintura de TEO PUEBLA. Ahora, es decir, otro día, diré las razones. Eso de GANEMOS LA PUEBLA, no es que Teo esté subastándose o vendiéndose o rifándose y hay que participar para ganarlo. LA PUEBLA es, simplemente, el pueblo en el que nació, LA PUEBLA DE MONTALVÁN, sí, de donde era también el autor de LA CELESTINA, Fernando de Rojas. Su pueblo, ese pueblo que conozco bien, estaba de votaciones, ejerciendo el derecho democrático de votar, y buscando quién lo podría gobernar mejor. El pueblo apenas necesita que nadie lo gobierne, el pueblo lo que necesita es que lo dejen tranquilo y no lo aburra tanta burocracia. No sé quién habrá ganado las elecciones y no sé si ha ganado Teo Puebla. Tampoco sé si habrá ganado el pueblo. Ni falta que me hace. Yo, de lo que quería hablar es de mi amigo Teo y de su pintura, es decir, de ese cartel -affiche- o como se diga en la jerga de los ahora poderosamente incultos desde que el humanismo ha sido desalojado de la vida diaria. También me da igual. Porque, a lo burro, a lo burro, puedo vivir diez años más y después no sabré nunca qué habrá sido del tan cacareado humanismo que defiendo espada en mano. En cada momento de la historia, los habitantes de los pueblos son los que deben decidir su vida. Claro que quitarse un gobierno jodedor que siempre está encima y sólo usa el poder en su propio beneficio, como si el poder y el pueblo fueran suyo, y abandonar un yugo para caer en otro es algo que no tiene sentido. Que gane la Puebla y que ganen los hombres que sueñan aún, como le pasa a mi amigo, el honrado Teo Puebla. Y lo de utópico va por eso que indica un deseo y una afirmación: ES POSIBLE. Algo así como una esperanza que nos va a dar aliento para el día de mañana.

Yo quería decir que, cuando estuve en Madrid para presentar la Antología de Germán Bleiberg, tuvo a bien acudir a verme al Café Comercial. Siempre lo abrazo y siempre me emociona. Sobre todo en esta ocasión: ya se tiene que ir apoyando en un bastón porque la columna vertebral le está jugando tan mala pasada que apenas puede pintar. Un cuadro grande es imposible, quizá uno pequeño porque puede poner el lienzo sobre una mesa, pues quizá sea más fácil. Por eso, quiero significar qué ilusión le habrá hecho la posibilidad de que una nueva forma de entender la política pueda regenerar la vida municipal. Yo soy más escéptico y entiendo que me da igual lo que es lo mismo. Pero él tiene su idea y por eso siempre pinta seres que no han tenido una suerte excesiva o son en cierto modo marginales: así sucedió con su magna exposición de toros y toreros (él fue uno de los que iban al campo a torear las noche de luna buena), los personajes de La Celestina, o las figuras magnas de los hombres y mujeres que incluso han dado su vida por la verdad, por la fe, por los demás.

Han transcurrido un par de día y me pongo a concluir esta serie densa de pensamientos sobre si es posible o no, sobre la Puebla -¡que gane La Puebla!- y, sobre todo, sobre mi gran amigo el pintor Teo Puebla. Teo es bondad, generosidad y solidaridad con los que peor lo pasan. Ello le lleva a pensar que los partidos de izquierda son los que más se preocupan de los desprotegidos. No lo sé. Pero yo estoy con mi amigo Teo Puebla y con que use su ingenio en ayudar a lo que él considera causas justas. Porque Teo también es un hombre justo. Todo eso es lo que se ve en ese cartel, afiche, o como se le quiera llamar. Además, esa manera de construir un cuadro que hable por sí sólo es muy típica de Teo Puebla. Una figura central destacada que concentre la atención mientras se mira o contempla. A ello ayuda esos colores vigorosos que entran por la retina. Representa, en este caso, a esa juventud que aguarda, a esa juventud más o menos rota, sin trabajo y no sé si sin esperanzas. Al fondo, una serie de figuras difuminadas, homogéneas, cuyos rostros reflejan su situación. Deprimidos, sufrientes, deformados, desolados, impotentes para variar lo que les está haciendo daño, para enfrentarse a la opresión.

Sólo deseo que se solucione los problemas de esta juventud, de este pueblo hispano que bastante ha sufrido y sufre. No me gustaría verlo sufrir de nuevo, abocados a la desesperación porque los que sí han ganado no se ocupen de ellos. Eso sería daño para Teo, para La Puebla y hasta para mí. Dijo Lord Acton (1934-1902) que "el poder tiende a corromper". Deseo que eso no suceda para que estos políticos de nuevo cuño no se equivoquen y no desilusionen a los hombres y mujeres que han creído en ellos. No quiero ver sufrir a mi amigo Teo, a La Puebla, a mí mismo y a este país en el que llevo viviendo toda mi vida y quiero ver libre, no engullido por el poder de otro. Todo es una utopía. Todo menos esa extraordinaria interpretación de Teo Puebla, mi amigo, de una situación histórica como la que se está ya viviendo o se quería vivir, algunos querían vivir.

Si Dios quiere, iré este otoño a Madrid para pasar un par de días con Teo Puebla y hablar de todo esto. Mientras tanto, sólo le deseo que se reponga y que se recomponga y que pueda de nuevo seguir pintando al realidad histórica que incluye la realidad de cada día.

PRESENTACIÓN DEL LIBRO ACTAS DE LAS IV JORNADAS DE INFORMACIÓN Y ESTUDIO SOBRE EL POETA ELIODORO PUCHE


Portada del libro que recoge las Actas de la IV Jornadas


Pocas veces me he sentado a la mesa en una presentación de un libro de literatura, en el que haya intervenido o no, que me haya sentido más tranquilo. Soy conocedor de que aquí concluye una aventura. Por eso, con la satisfacción del deber cumplido, de haber alcanzado los objetivos propuestos allá por un dos mil cinco o dos mil seis, año este último en el que iniciaron las primeras jornadas de información y estudio sobre el poeta Eliodoro Puche, hoy, nueve años después, me conceden la satisfacción intelectual de volver a esta mesa para hacer balance de lo anterior, siquiera sea por encima, y desvelar los secretos, de haberlos, de cuanto se contiene en las intervenciones de esta última convocatoria. Vaya por delante que en este negocio yo sólo he sido digamos el que opina y responde a las preguntas que se le hacen. Sólo me he prestado a mí mismo para la ocasión y he facilitado mis conocimientos y amistades para el buen funcionamiento de la iniciativa. ¡Qué menos hacer si me habían nombrado los socios de Amigos de la Cultura "Elio de Lorca"! Debía ser, al menos, agradecido y compensar, de poder, el honor que me proporcionaba la distinción.
Nunca nadie ha cobrado en esta aventura dinero alguno, el que lo ha hecho ha sido en concepto de desplazamiento porque han llegado desde Madrid o de otros puntos de la geografía hasta hoy hispana, como Sevilla, Almería, Murcia y algún que otro lugar y qué menos que pagar el viaje. Desde Calabardina tampoco se cobra kilometraje, eso sí, hay que salir a la hora justa para llegar de noche a mi lugar descanso. Como voy a hacer hoy mismo en el último tren.
El éxito de lo hecho es algo que no se puede medir ni contar ni pesar. Pero, sí es verdad, que a investigadores de otros países, como Aurore Ducellier, membre scientifique de l'École des Hautes Études Hispaniques et Ibériques, más conocido todo eso entre los estudiosos como Casa de Velázquez, prestigiosa entidad francesa de investigación, les ha llegado esta actividad que hoy concluye y han seguido el contenido de las jornadas. Esta criatura francesa, Aurore Ducellier, me esperaba, sin saberlo yo ni conocerla, en Madrid, en el Café Comercial, para preguntarme por Eliodoro Puche y sus carceleras. Porque está haciendo su tesis doctoral sobre la poesía de cárcel en la postguerra y le interesaba la de Eliodoro y la de Germán Bleiberg. No sé si ha recibido ya el libro, porque vive en la ciudad universitaria y depende del conserje que le entrega la correspondencia, pero Chon le envió el folleto que publicó su asociación con ese contenido. Voila. Los árboles echan sus frutos y sólo hay que levantar la mano a conveniente altura y cogerlos. Por eso, todas estas cosas son importantes y alguien, alguna vez, se podía ocupar de continuar su desarrollo. Pero...
Cada uno de los que hemos intervenido en algunas de estas jornadas hemos hecho lo que teníamos que hacer. Ahora, si quieren, incluso los que no estaban conformes con esta línea de conservación de la cultura local, pero a ella se arriman, se pueden hacer cargo de su continuidad y mejorar lo hecho. Es lo menos que se merece Eliodoro. Hay que demostrar con hechos e incluso con palabras, aunque estas se las lleva el viento, según quien las dice, más o menos lejos, cuanto se cree conveniente para un pueblo que tampoco está por la cultura. ¡Qué le vamos a hacer! Hoy día lo que priva es la persecución del placer momentáneo. Pero, en nuestro caso, lo que la presidenta pensó ha salido adelante. Y todo eso queda en el libro, objeto casi eterno.
Para honrar la memoria literaria de Eliodoro Puche, había varias maneras entre las que elegir. Pero ya era experto sobre los homenajes a personajes ilustres de Lorca. Es muy difícil que en Murcia se den por enterados porque tampoco son primeras figuras de la literatura nacional y, aún así, es imposible el mantenimiento de una memoria constante porque las generaciones se suceden y cada una tiene sus intereses. Los efectos del multiculturalismo, del que acaba de renegar Hungría, y la aculturalización que se padece desde el desastre de Bolonia, que decidió acabar con la cultura occidental y por ello con las humanidades, han conseguido eliminar una cosa pero sin sustituirla por algo. La universidad está en crisis y no sólo por la economía sino por la falta de verdaderas figuras que piensen en el bien común antes que en su propio ombligo. Quiere esto decir que ya nada volverá a ser como antes y tampoco hace falta el regreso a un pasado que no tiene sentido para las nuevas generaciones lorquinas.
Digo que había varias maneras de honrar a Eliodoro Puche, desde la colectividad. Se pensó en hacer con él lo mismo que con Musso Valiente y Castillo Navarro. Se pudo haber hecho. Pero hacían falta ganas, sensibilidad cultural y literaria y patrocinio desde la administración. Así que prevaleció, para no ir golpeando puertas indecisas, el criterio de organizar unas jornadas que tuvieran lugar un año y al siguiente se presentaran las actas de las mismas. Así, durante el tiempo que continuara la aventura estaría en candelero la figura del poeta lorquino. Y así ha sido durante nueve años. El congreso es algo que luce pero que después se diluye como un castillo de fuegos artificiales. Como ha sucedido con Musso y con Castillo. Sobre Musso hablaré en noviembre de este año en Murcia, dentro de los actos que organiza la Academia Alfonso X el Sabio con motivo de su setenta y cinco aniversario. Por cierto, que se podía contactar con ella para que trajera a Lorca ese ciclo de conferencias conmemorativo que patrocina CajaMurcia. Tampoco pagan. De Castillo Navarro se volverá a hablar en cuanto falte de este planeta y después volverá el silencio. Es ley de vida. ¿Qué pasará con Eliodoro Puche? Lo que Dios quiera. Bien es verdad que, dada la situación cultural local, abogo por la resurrección de los ciclos de temas lorquinos para que la juventud conozca su pueblo, su historia, su literatura, su arte. El multiculturalismo no significa olvidar la identidad sino cultivar la cultura autóctona y provocar sentimientos de amor a la propia tierra sin olvidar que somos habitantes de un país ideal, Santa María de "to" el mundo, como se dice en el argot popular. Es un lugar en el que cabemos todos, con la única exigencia de respetarnos y no tratar de eliminar a nadie. Y por supuesto sin la amenaza del terrorismo que tan cerca tenemos. Todas estas cosas son problemas para cuya solución no hacen falta ineptos. Hay que tener voluntad de hacerlo, capacidad de hacerlo y sumar fuerzas para hacerlo. Porque para lucir ya están los maceteros, los arribistas y los que se miran el ombligo sin saber que, como dijera Álvaro de la Iglesia, todos los ombligos son redondos.
Vueltos a otro orden de cosas, el que nos ha convocado, es mi positivo deseo citar a todos los que han pasado por estas jornadas y recordar de este modo su aportación a un objetivo cumplido, que entonces, al principio, parecía, y lo era, difícil de conseguir: cambiar la visión y el enfoque de la investigación sobre el poeta: ya sabíamos que era un agnóstico, un bebedor de vino que a veces se le atragantaba y maldecía en ruso o dormía una siesta placentera mientras aquello hacía su efecto, y un republicano fervoroso. Buscábamos más porque había más. Y se ha conseguido. Eso lo saben los que han seguido la investigación y leído en las páginas de los libros a que han dado lugar el proceso seguido. Por orden alfabético son o somos, teniendo en cuenta que algunos hemos y han repetido en el programa:
Chon Pérez-Castejón Abad, a la que habrá que echar de la Asociación para que pueda dársele un Elio de Lorca; o mejor, dejarla e inventar un homenaje académico para reconocer el trabajo efectuado sin ánimo de lucro
Francisco Javier Díez de Revenga, de la Universidad de Murcia
Javier Espino Martín, de la Complutense de Madrid, ahora en la UNAM de México
José Antonio Hernández Guerrero, de la Universidad de Sevilla
José Carlos Miralles Maldonado, de la Universidad de Murcia
José Guerrero Ruiz
José Luis Martínez Valero
José Luis Molina
Manuel Martínez Arnaldos, de la Universidad de Murcia
María Teresa Valverde Caro, de la Universidad de Murcia
Pedro Felipe Sánchez Granados
Pedro Guerrero Ruiz, de la Universidad de Murcia
Pilar Montero Camarena
Santiago Delgado
y seguro que habré olvidado a alguna de las personas que estuvieron en la mesa redonda de las primeras jornadas por lo que le pido perdón e indulgencia, porque creo que me las merezco. También se me olvidan los nombres de las personas que leen los poemas el último día de las jornadas. Pero este año sí están en la introducción. A todos los que de una u otra manera han contribuido a su celebración, mi enhorabuena y mi agradecimiento. A todos ellos, se les podría nombrar socios de honor. Es una manera de gratificar a cuantos han sido protagonistas de este rescate académico del poeta lorquino.
En las cuartas jornadas, de las que ya vamos a dar cuenta desde ahora mismo, se producen hechos significativos: la incorporación de la profesora de la Universidad de Murcia Carmen María Pujante Segura; la presencia del almeriense José Andújar Almansa y la satisfacción de contar con un nuevo lorquino que accede a esta investigación, Juan Antonio Fernández Rubio. Era casi de justicia sumarlo a la nómina de los pertenecientes a estas jornadas porque, entonces, estaba haciendo su tesis doctoral sobre Eliodoro Puche. No sé qué hace ahora porque no tengo noticias suyas ni por él, ni por su director de tesis, otro especialista en Eliodoro Puche, el primero que escribió un libro sobre él, y que, de cuando en cuando, me preguntaba por su doctorando.
Con el añadido de los últimos nombres que acabo de comunicar a ustedes, queda así completa y cerrada la nómina de los que hemos tenido la suerte de participar en esta magnífica idea que se debe a la Asociación Amigos de la Cultura. Creo que aquí debería concluir este acto. Convendría coger el libro y ponerse en lugar seguro y cómodo y leer cuanto en él aparece, pues ha sido escrito desde la ciencia literaria y desde la emoción que supone acercar a los lectores el sentido de cuanto, según los temas, el autor ha visto en la obra literaria de Eliodoro Puche. Después de leérselo, sí, así, de un tirón, hay que beber un buen vaso de un buen vino para que la jugada sea perfecta y se pueda repetir.
Claro que, de hacerse así, ¿para qué he venido de Calabardina y pasado el día en Lorca, cosa a lo que ya no estoy acostumbrado?
Se iniciaron las jornadas con la presentación del libro, mío y de Mariano Hernández, Con el alma del jardín y el instante... Eliodoro Puche: los poemas de 'La Esfera'. Pero quise yo dejar bien claro que en el texto iría la conferencia que había preparado. ¿Por qué? Porque, con el libro anteriormente citado, iniciaba una tesis que continuaba en el artículo que había escrito para el homenaje a mi profesor y amigo Manuel Martínez Arnaldos, con motivo de su jubilación, Eliodoro Puche: la decorosa medianía y otras influencias literarias, que aparecerá tras el paréntesis del verano. Y obviamente se cerraba con el que hoy abre el libro que recoge los textos de las conferencias pronunciadas en las 4as Jornadas: Eliodoro Puche: de la Arcadia decadente y simbolista al jardín modernista. Como este último lo pueden leer en el libro que teóricamente estoy presentando, en él podrán ver los nuevos derroteros de esta investigación sobre un poeta al que le he dedicado mucho tiempo, tanto que algún lúcido se ha quejado de la atención que se le ha prestado. ¡Cómo cambian los tiempos!
Sobre cinco pilares construye Eliodoro su poética como reflejo de su ideal de vida: amor, que reviste diversos modos de manifestación, como motor interno y externo de su vida; acceso a su interioridad comunicada al poema y en él escondida; la sencillez del poema como estética que evita la complejidad; la belleza huidiza, como objetivo principal deseado y no conseguido, aunque alcanzable; escasas aspiraciones en la vida –decorosa medianía–, a no ser el deseo de una vida sencilla, provinciana –con la nostalgia del terruño y el amparo de la madre y hermana–, conformidad con su nada como aspiración de vida: sólo ambiciona ser lo que es por no ser lo que los otros son. Este ideario indica algo ético y estético muy superior a los valores de su bohemia marginal madrileña.
Como estas reflexiones sobre la poesía de Eliodoro Puche están unas en las otras, en un lugar destaco unas cosas, en otro otras, de ahí mi deseo de dar a conocer al público este texto, de modo que de uno se pueda viajar al otro y conocer de primera mano, sobre todo, las influencias que recibe y cómo se perciben en su poesía. Más difícil va ser poder acceder al artículo que forma parte del libro homenaje a mi director de tesis, Manuel Martínez Arnaldos. Pero, Dios proveerá, aunque el que busca, encuentra.
No conocía de nada a nuestro ahora amigo Juan Antonio Fernández Rubio. Sí a su padre y a su abuelo, que era amigo de mi padre. Así que, cuando me buscó para conocer cuanto había escrito sobre el poeta y otras informaciones que estaban en mi poder, no sólo no le puse impedimento alguno, sino que le abrí las puertas de la casa de Calabardina y mantuvimos largas conversaciones en las que cada uno expusimos nuestro enfoque y después cada uno ha hecho lo que le ha parecido, según su criterio. Decidió escribir sobre Eliodoro Puche como traductor. No se trata de refutar del todo lo escrito con anterioridad sobre el poeta, sino ponerlo en tela de juicio a la luz de una nueva forma de investigar y de cuanto nos han dejado escrito críticos anteriores, que hablaron del poeta desde su punto de vista. Fernández Rubio, dado su conocimiento de idiomas como el egipcio, si es un idioma, se ha dedicado en su intervención a analizar las traducciones de Eliodoro Puche del francés, a delimitar las que no son, las que no tienen más que documentación tradicional de su autoría y limpiar la era de los errores que provocan abarcar más de lo que uno sabe, aunque ninguno se comete a caso hecho, y el meterse donde alguien había llamado a uno. Desbroza todo este panorama no desde un punto de vista enteramente filológico, sino positivista, y en ocasiones comparatista. No es que el trabajo anterior no valga, sino que hay que revisarlo porque si no se documenta el dato, el dato no sirve. Eso quiere decir que ya existe una parte básica de la obra de Eliodoro, la traducción, que prácticamente queda aclarada y solventada. Igualmente hay que agradecerle los datos que aporta para una biografía del poeta lorquino. Y lo que se le puede exigir es que continúe su dedicación a la literatura, biografía, ideología y otras facetas del poeta Eliodoro.
Concluye exponiendo que el acercamiento de Eliodoro a la traducción fue "por necesidad económica". Buscaba unos ingresos que le permitieran continuar su estancia en Madrid o quizá no pasar alguna calamidad. Obviamente, su trato con los poetas simbolistas le hizo profundizar en el movimiento literario y otras traducciones ponerse en contacto con otras literaturas, rusa sobre todo, lo que le permitió conocer a los mejores autores del momento. Admite Fernández Rubio que tampoco fue un gran traductor.
Este es el camino a seguir. Parcelar el escrito de Eliodoro y, una vez acotado, y aprovechando, si se quiere, trabajos anteriores, extraer de él todo el jugo que nos proporcione. No soy nadie para decirle a Juan Antonio que va por el buen camino porque para eso ya tiene buenos profesores que lo conocen y saben lo que tiene que hacer. Pero sí quiero animarle para que siga en la brecha. Aunque cada uno es dueño de sí y de sus obras.
La intervención de la profesora doctora Carmen Pujante Segura es no tan sólo oportuna, sino necesaria y concluyente. Proporciona gozo por darse cuenta el lector de que es un trabajo que, como el anterior, no estaba hecho y era necesario. Desde la estética de la recepción, se configura un panorama en el que se recoge todo cuanto se ha escrito sobre el poeta, sometiéndolo a un juicio neutral. Pero la conclusión, es en cierto modo algo que quizá no queríamos ver o admitir como dato real: en donde más se ha estudiado a Eliodoro ha sido en Lorca. En Murcia, apenas despierta interés.
Lecturas y semblanzas sobre Eliodoro Puche: en torno a la recepción del escritor lorquino entre los siglos XX y XXI es el título de este trabajo y buena intervención doctrinaria, de metodología exacta y exposición clara. Su objetivo queda expuesto, según sus propias palabras: "Si bien a Eliodoro Puche se le destaca como poeta y así se hace desde la historia de la literatura murciana, su recepción parece haber ido cambiando a lo largo de las tres décadas que se viene estudiando al escritor lorquino. Así pues, proponemos analizar diversas lecturas y semblanzas sobre E. Puche incluidas en obras de muy diferente cariz, con el fin de aproximarlas, en busca de puntos en común y de divergencia, y también de poder extraer constataciones y conclusiones sobre la recepción imperante. Para ello, se buscarán explicaciones en los testimonios contemporáneos y en los posteriores, en las ediciones de su obra, en antologías de poesía española y también en historias de la literatura, nacional y regional".
Constata lo que nos deja desolados, por lo menos a los que nos hemos dedicado a Eliodoro Puche desde bastante tiempo atrás: "Es a la historia de la literatura murciana en particular a la que Eliodoro Puche ha pasado, donde se le rescata y se le acompaña de otros escritores: es desde su Región desde donde se viene realizando la mayoría de lecturas y semblanzas y se le incluye en antologías e historias, en suma, desde donde se produce la recepción del poeta lorquino de finales del siglo XX hasta hoy, salvando escasas excepciones nacionales".
Es un estudio concienzudo, brillante, que analiza muchas facetas y entornos que apenas teníamos en cuenta, como las ediciones de su obra, su aparición en enciclopedias, diccionarios o manuales de literatura. Pero las certeras conclusiones a las que llega, en lugar de entristecerme, me incitarían a una nueva promoción del poeta, de no tener ya una edad respetable: "E. Puche se halla ausente en las historias literarias y en las antologías poéticas nacionales, y si se antologa o censa, es en el seno de la poesía vanguardista ultraísta. Y si se le antologa entre la poesía vanguardista española en varios estudios, hay que puntualizar que, al margen de esos avatares biográficos, Eliodoro Puche compartiría esa primera fila de la segunda fila de la literatura española. Pero hay que hablar de otras ausencias: no se le incluye en las filas de la poesía de guerra o de posguerra, que también podría representar con los poemas aún en reunión de Carceleras, ni tampoco se le adjudica el marbete de “poesía de cárcel”.
Prevalece, sin duda, la alegría de una intervención que también señala caminos para revertir la situación que la profesora encuentra hoy en la promoción de la obra literaria de nuestro poeta. Al menos, en Lorca, hasta ahora, siempre ha tenido quien lo venere y cuide su memoria. Hay que felicitar a la profesora Pujante por su magnífico trabajo que deberían leer los que no lo van a leer: políticos y gentes que sí pueden hacer por enderezar la recepción de su obra, simplemente con ponerla como lectura obligatoria en el Bachillerato.
De José Andújar Almansa, a quien conocí por haberle escuchado disertar sobre Eliodoro el lorquino Manuel Castiñeiras Bueno y presentármelo, se recuerda sin duda su prestancia, su verbo fácil, su exactitud de palabra, su hablar de memoria, sabiendo lo que quiere decir y con facultades para hacerlo. Si yo dejara de leer, cometería un dislate. Porque, en el momento en el que se me escapara el hilo, o tuviera una laguna mental, mi palabra quedaría detenida. Como el reloj detenido como metáfora simbolista de que nos habló el profesor almeriense.
"Se plantea en este texto una valoración de la trayectoria poética de Eliodoro Puche. El autor hace su debut literario en 1917, dentro de las diversas opciones estilísticas de un modernismo rezagado, y acabará militando, pocos años después, dentro de los primeros movimientos de vanguardia españoles, como el Ultraísmo. En su composición más famosa, un poema visual titulado «Silencio» (1921), apreciamos la conjunción de ambas estéticas: el resultado será un caligrama simbolista."
Y a partir de aquí teje un paño en el que la figura de Eliodoro queda definida sinceramente. Es más bohemio en su vida que en su literatura, más que modernista -epígono- es ultraísta, por más que escribiera "la belleza suprema está en la noche azul".
Se ocupa de él como poeta simbolista y abre otros horizontes singulares y poco transitados: "En Eliodoro Puche encontramos significativas muestras de ambas posibilidades. Esto es: acuarelas de vida provinciana y aguafuertes urbanos". Así se acerca a las influencias de las que hablaba yo en mi intervención.

Su conclusión implica cierto aire nostálgico: "Si la apuesta optimista de las vanguardias pretendió unir vida y arte, el reloj vital y poético de Eliodoro Puche, que dio siempre la hora atrasada, parece un reloj fatalmente detenido. El rasgo de genialidad de "Silencio", su acierto, consiste en mostrarnos lo que existe en el tiempo fuera del tiempo".

Sin duda, hay que agradecer el trato grato en el que sumerge al poeta y lo libera de tanto desamparo y cierto tono burlesco con que lo ha tratado la última generación de absurdos que lo han convertido en un personaje cercano al ridículo que proporciona la bohemia y los andrajos.
¿Qué puedo decir de don Manuel Martínez Arnaldos? ¿Qué puede decir un alumno de y sobre su profesor y amigo? Y no es que todo lo que diga vaya a ser elogioso o como para quedar bien. Es que aún recuerdo lo cercano que fue para el público, cómo supo hacer de lo difícil una cosa diáfana y cómo se ganó al público exponiendo algo que no se había tratado antes: la obra en prosa de Eliodoro. Bien es verdad que hay preparada una edición de los trabajos en prosa localizados y bien que lo vamos a hacer en el momento idóneo si es que alguien no se nos adelanta, ya que todas las claves se dan en el artículo que comentamos. Pero, que Dios reparta suertes.
En La prosa de Eliodoro Puche: Consideraciones históricas y teórico-críticas, se propone el profesor Martínez Arnaldos reunir "una serie de textos prosísticos de Eliodoro Puche, publicados en periódicos y revistas, regionales y nacionales, entre los años 1920 al 1932, tales como La Tarde de Lorca, El Liberal de Murcia, El Imparcial, Por Esos Mundos, La Esfera, o Nuevo Mundo, entre otros. Textos que responden a distintas formulaciones prosísticas: traducciones, crítica literaria periodística, estampas y cuentos (infantiles, de niños, y naturalistas). De ahí que nuestro estudio se basa tanto en criterios histórico-literarios, como, a la vez, en ofrecer una serie de consideraciones teóricas y críticas sobre ese quehacer prosístico de Eliodoro. Una parcela literaria, la de su prosa, quizás, la menos estudiada y conocida, dado que ha sido su producción poética, por su amplitud, difusión y relevancia, la que ha merecido el mayor interés para los críticos e investigadores".
Se ocupa de la traducción, desde otro enfoque -ahora se dice focalización- diferente al de Fernández Rubio, y sólo de la prosa, dejándonos atinadas observaciones. Otro apartado lo compone la crítica literaria periodística de carácter divulgativo e impresionista, que implica una gran cultura literaria, destacando sus escritos sobre Proust, Giradoux, Andreiev, Goncharov, Dostoievsky y otros.
Estampas de Terreros, Águilas o Lorca aparecen en las revistas ilustradas con un aire poético y amistoso que hacen su lectura grata. En definitiva, las estampas de Eliodoro constituyen un estímulo para los sentidos, bello canto al paisaje de su entorno vital.
Los cuentos infantiles forman una serie de fácil lectura y hermoso desarrollo, algo lejos de sus textos para adultos que, por su temática, como la de Las gemelas, ya habían sido abordados en otra intervención en otras jornadas anteriores.
Analiza en cuanto puede un inédito de Eliodoro de unas cuarenta páginas que se ha recuperado que podrían formar parte de alguna novela corta que no se ha conservado entera.
Todo esto y más es lo que da de sí, en esta crónica de urgencia, cuanto se recoge en este libro que he venido a presentar y que no es sino una despedida. Hay que dejar paso a nuevas iniciativas y a nuevas personas que las lleven a buen puerto. Como lo ha llevado Chon, siendo presidenta de esta Asociación.
Quizá no sea yo el llamado a hacerlo y correspondería a Chon, pero les doy las gracias a cuantas personas han venido a estos ciclos por mi llamada y porque les convencía el tema, quién lo organizaba, mostrando así su amor por la ciudad y su disponibilidad con nosotros.

Muchas gracias también a los fieles asistentes porque sin ellos esto no hubiera llegado hasta aquí. Un abrazo y hasta otra oportunidad.