miércoles, 13 de febrero de 2013

JUAN PEDRO QUIÑONERO Y LA MORALIZACIÓN DE ESPAÑA

Portada del libro que aquí se recomienda

Donde se lee MORALIZACIÓN puede poner RESTAURACIÓN, ÉTICA o ELIMINACIÓN DE LA POLÍTICA VICIADA, que todo ello viene a ser lo mismo. Es decir, no sé si es cierto que se está en una cambio de ciclo, en la antesala de una era nueva y por eso sucede lo que sucede. Sí soy consciente de que se ha eliminado de manera hostil la civilización occidental, con todo cuanto ella conlleva consigo de tradición, de historia, de religiosidad, de moral, de ética y de luchas por la libertad. Se ha sustituido, sin permiso de nadie por una MORAL DEGRADADA o INMORALIDAD, un MATERIALISMO DIALÉCTICO o no, es lo mismo su denominación, que ha traído todo lo que ahora tenemos y que, una vez más, quienes más lo sufren son los desposeídos, los pobres, los desheredados, los pobres, los emigrantes, los pobres, los discriminados, los pobres. Lo mismo da decir todo esto o decir lo que años ha piensa y escribe Juan Pedro Quiñonero. JPQ es un predicador desde el púlpito amistoso que es UNA TEMPORADA EN EL INFIERNO, desde el que repite, una y otra vez, su doctrina. Pero, mientras él predica, muchos que no lo  leen aplican a su conducta el refrán castellano: PREDÍQUEME, PADRE, QUE POR UN OÍDO ME ENTRA Y POR EL OTRO ME SALE. Porque no hay más ciego que el que no quiere ver. Pero la contumacia es aún peor. Todos los europeos son consciente de lo que está pasando, pero no ofrecen más soluciones que las que a ellos interesan. Los demás, al infierno. Están llevando la vieja y podrida Europa a un lugar del que no se puede salir. Al menos, mientras las políticas sean lo que son. Los políticos, constituidos en casta superior, han usurpado la voluntad del pueblo al que nadie hace caso ni gritando. Hay que regenerar la clase política, ya que ellos continúan con sus prebendas y privilegios como si fueran los únicos seres humanos del planeta. Antes creía que ya lo pagarían en la otra vida, pero tampoco sé si habrá otra vida o si era un cuento que nos contaban para que no nos revolucionáramos y arremetiéramos contra esa canalla. Creo que el primer predicador moderno fue CERVANTES (tal vez el Quijote) y lo hizo con mucha ironía e incluso utilizando la parodia. Pero nadie hace caso. Hasta que una invasión sin sentido de seres famélicos, de almas de desahuciados, de religiones malinterpretadas, de apocalípticos profetas, asolen este viejo suelo europeo, hispano en este caso. Cuando ya no haya remedio. Todo esto, mejor expresado, más directo, con mayor solera, es cuanto JPQ dice, PREDICA, en este libro, nuevo KEMPIS de los que deseamos abandonar el infierno en el que han convertido esta vida nuestra de cada día. Ya ni nos conmueve la noticia de que un anciano se ha tirado a las ruedas del metro, ni de que una pareja de mayores se suicide porque no han medios para pagar una hipoteca. El hombre,  la mujer, su dignidad, están por encima de todo el deseo de ganar dinero como sea, sin respetar a nada ni a nadie. Sólo se ambiciona el poder para usarlo para el propio enriquecimiento. ¡Qué bajeza! Pero más bajo aún es la cara dura con que la gente que actúa de este modo sale a los medio para justificar su acción como si los demás fuésemos tontos. ¿De qué mal morirá España? Pues, la verdad, del que sea. Porque lo que sí me duele es ver cómo están mal viviendo y sufriendo gente como yo, hombres y mujeres que se merecen lo mejor, cómo han desposeído de ciencia a la gente, como la han analfabetizado para convertirlas en máquinas de trabajar y en máquinas de consumo. Bien, yo quería hablar de lo que JPQ dice en este libro. Pero, estimo, que me he dejado a un lado el guión. Pero no lo considero malo, porque, de este modo, mañana o quizá ya puedo volver a decir algo de lo que que predica JPQ. Aunque sus adeptos ya sabemos de qué va porque todos los días nos pasamos una temporada (un rato) en su infierno. Pero es un infierno lúcido, inteligente y comprometido. Lean, señores, lean este libro tan amanoso (quiere decir amanoso que coge en una mano) con tanta sabiduría dentro.
José Luis Molina
Calabardina, 13 febrero 2013
   

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