viernes, 27 de abril de 2012

MAL TIEMPO PARA LA POESÍA... Y LOS POETAS


En el Ateneo de Madrid
Me preguntan cómo se puede escribir poesía con la que está cayendo sobre este país, tradicionalmente mal gobernado, que se acerca peligrosamente a los seis millones de parados. Pues, se coge un lápiz y se pone uno a escribir mirando al mar para sentir el momento de dicha diario. Los políticos, además de hacer lo que hacen, son los encargados de arreglar la situación. Pero, en lugar de tirarse los trastos y atacar una izquierda virulenta a quien tratar no de poner parches sino de solucionar problemas retestinados por todos los vicios adquiridos por quienes, desde la Transición, creen que la era es suya y se llevan más trigo que dejan. Y, por si los preguntantes piensan que no estoy al loro de lo que hay, le diré que estoy tan al día y puedo hacer tan poco que voto y pago mis impuesto. Lo que no es poco en estos tiempos que corren.

Casa de los Condes de San Julián. Lorca
Paradojas de la teofanía parecen sorprender a los metódicos buscadores de prosaicos destellos de la contradicción. Además del sol, está cayendo una lluvia de pobreza que pone en cuarentena la justicia social, la caridad cristiana: el sufrimiento del hambre pugna con la sensibilidad poética. ¿Cómo escribir poemas a la mar, a la densidad de la nieve, a la memoria del poeta muerto, enterrado en Langa (Ávila), habitante de la corte celestial? Es trágica la situación que aboca al hambre, a la falta de trabajo, aunque sea un derecho,  a que aumente la riqueza de los que ya la tienen, a que no se distribuya bien el amargo sabor de las monedas arrojadas a la cara del poder, ni siquiera por los que se autodenominan cuidadores de los obreros que, ante el fracaso de los que creen en la caridad como virtud y de la justicia como distribuidora de panes y peces, aupaban a la panacea la justicia social como único medio de desaparición de la desigualdad auspiciada desde el capital. Estos poemas no pueden ni paliar la situación, ni resolverla: son sólo cosas que sirven para leer, para agitar la conciencia, para la indignación por todos los robos impunes a los que asistimos, por todos los chalets. coches, viviendas y todos los signos de riqueza que almacenan en sus conciencias aquellos que iban a salvar al obrero de la ignorancia, de la incultura, del salario injusto. Aquí se pueden añadir los nombres conocidos de quienes, desde su poltrona, los siguen manteniendo en la ignorancia, en la incultura, en el no saber pensar, en el consumo inmediato como norma de vida, mientras acusan al capital del escaso salario que apenas les llega para habitar en el estado del bienestar que, creado para todos, sólo lo han disfrutado los que todos sabemos, llegados los más desde la nada y aupados a la prebenda por la dialéctica utilizada para insultar a quien no comulga con sus ruedas de molino. Sólo lamento que tantos y tantos de hayan escapado del cepo y no hayan pagado tanto expolio. Hasta que no se penalice "penalmente" toda esta situación hasta los más necios servirán al partido para después, desde allí, auparse a la política y al robo. Deles Dios mal galardón, pero, si hay justicia, que lo paguen en este mundo. Pero que no se vayan de rositas sin devolver los caudales que no eran suyos.

Una vez que queda claro que conozco la realidad, afirmo que volveré a escribir poesía y lo que quiera.

Madrid, a comienzos del siglo XIX
Calabardina, 27 de abril de 2012
José Luis Molina Martínez


martes, 24 de abril de 2012

LA AMISTAD ESTABA POR ENCIMA DE TODO

Con la lengua fuera, traducida al rumano
Hace ahora cuarenta años, uno más uno menos, que conozco a Castillo Navarro. Supongo que regresaría de Barcelona cuando contrajo matrimonio con Eulalia Martínez Guijarro. Yo, por mi parte, he permanecido fuera de Lorca varias temporadas: 1952-1957, por estudios; 1963-1971, por mi trabajo y desde 2008 hasta la fecha, impelido por un estado de ánimo negativo, mi necesidad interior de un examen completo de mi espíritu y de mi existencia -eso indica vejez prematura- y por el deseo de alejarme de una realidad multicultural, multiétnica, multirracial y multidespersonalizadora de cuanto yo había vivido, que exige otra vitalidad, pues dificulta la vida en la ciudad y su calles más céntricas y otras adyacentes, porque son las mismas para más gente, parte de la cual ejerce sus derechos legalmente y la otra juega al corro chirimbolo porque así le sale de lo suyo, me vine a Calabardina porque aquí tengo un refugio, no porque sea mi delirio. Todos debemos contribuir al gasto del estado: el que pague impuestos tiene todos los derechos y los que han hambre y sed de justicia y de pan, también. Así que soledad, silencio y tranquilidad era lo que necesitaba tras mis últimas y frecuentes enfermedades que me habían conducido un par de veces al quirófano. Y aquí estoy, refugiado en la cola de la cala, avistando siempre la calle tranquila. Aquí también se pagan impuestos, se sufre con la situación, mucho peor cada vez para los más desfavorecidos, y, en invierno, nadie sale de su casa. Yo paso en ella -la casa- todo el tiempo que puedo, que es -era- casi todo. Así puedo estudiar, leer, escribir y ver jugar al Real Madrid, que derrotó al Barça, y al Chelsea que acaba de hacer lo mismo con el campeón catalán, para alegría de los madridistas, entre los que me incluyo: mañana ya veremos qué sucede y procuraré reflexionarlo. Ahora pienso en una final R. Madrid-Chelsea.
Por el 1972 ó 1973, Agustín Romero comenzó a jugar al mediodía en el Club de Tenis La Quinta. Así que su hermano José Antonio, Juan Montalbán y yo seguimos sus pasos, quizá Juan ya fuera socio, y comenzamos a jugar al tenis. Allí, como presidente, estaba José María, siempre detrás de una máquina de escribir que aporreaba sin piedad cada vez que podía o lo dejaban, aunque también le servía para alejar moscones porque les decía que estaba ocupando escribiendo. Yo me preguntaba qué hacía un escritor como él en un lugar como aquel. De este conocimiento vino un a precio hacia su persona, que por su obra ya lo sentía. Después, cada uno ha seguido sus pasos sin que, con algunos pocos altibajos, se perdiera mi afecto por ambos, obra y persona.

Quizá, unos diez años después, por razones que no son del caso, estuve en condiciones de ocuparme de su obra. Así que vino a Lorca Santos Sanz Villanueva, crítico y profesor de universidad, para disertar sobre él, puesto que era conocedor de su obra y sobre ella había escrito. A partir de ahí, se sucedieron otros actos en los que su vida y obra fueron los protagonistas, a pesar de que me apartaron de la reedición de El niño de la flor de la boca, ni  dejaron que la introducción o acercamiento al autor figurase en el libro. Tampoco lo tuve en cuanta. No me importó pues más tarde conseguí editar algún que otro libro suyo como contaré más tarde. Tiene Castillo Navarro un hábito para él bueno, para mí no tanto: radica en que repasa y retoca sus textos tanto que, en el caso de El niño de la flor en la boca, hay que hablar no de reedición o 2ª edición, sino de edición revisada, corregida y con aditamentos. Compárese la primera edición de 1959 con la publicada por el Ayuntamiento de Lorca y se notarán las diferencias.


Al llegar hasta aquí, he leído en otro lugar un pensamiento que pone punto y seguido a mis recuerdos: "El amor perfecto es amar incluso cuando somos infelices" (Harold Bloom)

Calabardiina, 24 de abril de 2012
José Luis Molina Martínez

lunes, 23 de abril de 2012

EL LIBRO COMO RECUERDO. ME VISITA CASTILLO NAVARRO

Castillo-Navarro
Libros son los que me acompañan, ¡nobles compañeros!, siempre dentro de un bolso lleno de plumas, lápices y pilots, con los que manuscribo mis escritos. Hoy es el día de libro. Quizá esta conmemoración la inventara en su día alguna gran superficie comercial. O, quizá, sea una actualización de una vieja costumbre de sacar, las librerías, sus existencias a la calle, para que la gente se animase a comprar un libro, el negocio es el negocio. Y, por qué no, quizá fuese San Jordi, que por un día abandonase la caza de dragones, por obsequiar a las donas con una rosa, pero ellas sólo leían Libros de Horas, Devocionarios, o escuchaban algún que otro folletín que las más avispada leía mientras las demás bordaban, cosían o zurcían en el taller que las liberaba de la servidumbre doméstica, tiempos duros aquellos de monastía, soltería o boda si a bien tenía San Antonio. 


Castillo Navarro, Santos Sanz Villanueva, Francisco Jódar,  Rosa Medina
en el Congreso sobre el escritor lorquino
Es media tarde. Estoy sentado en un banco de madera del paseo frente al mar de Calabardina. Hoy hay malas noticias. Sarcozy pierde la primera vuelta, España ha entrado en recesión. una vez más, desde que ZP dilapidara los euros que no había, según unos, mientras los otros exigen -ja, ja, ja- que asuma Rajoy sus responsabilidades. Vaya por Dios, nunca se hacen las cosas a gusto de todos. Ni ahora,m que hay que dar señas de unidad. Ni de ello ni de los ERE quiero saber nada, que para eso soy un intelectual en el exilio y aquí capan a los que dicen las verdades, si a ellos no les interesa. La máquina te englute en un segundo.



Así que intento acabar esta cosa para mi Calle Tranquila para poder seguir con una lectura atrasada. No he pasado de las cincuenta páginas de Dark Lady, de Juan Pedro Quiñonero, cuyos artículos en el ABC son recetas magistrales y al que sigo en esa temporada que pasa en el infierno. Pero no tengo la concentración necesaria para acabar una novela tan densa y exigente como es esa buena novela: mis circunstancias actuales no me lo permiten. Espero concluirla a la brevedad.

Juan Pedro Quiñonero
Empecé, en el desvelo de la media noche de hace unos días, Aire de Dylan, de Vilas Matas. De este escritor me gustó más Dublinesa y con anterioridad El mal de Montano, pero me pasa con él que le leo con fruición y gusdto, pero después se me borran sus novelas y no recuerdo casi nada de ella. Espero que con esta no me suceda la mismo. Lo achaco a la edad, a la mía, claro.


Eso sí, ya llevo 157 páginas de disfrute intelectual del bueno, mientras leo atentamente, y tomo notas, La poesía de la experiencia de Robert Langbaum, puesta a mi disposición por mi mejor amigo Fernando Cuadrado, ensayo no disponible en Comares, que la editó en 1996, y que debo buscar en librerías de viejo, pues me es imprescindible cu consulta para algunos asuntos que llevo entre mano, que se refieren a Alfonsa de la Torre.


El sol ha bajado de intensidad. No queda ninguna aguileña-francesa sobre la arena tostándose las tetorras. Un pescador  tira febrilmente el anzuelo al agua para engañar a los peces y, aburrido, camina por encima de las algas. Los ciclistas de "becigletas" de Dekatlon, el comercio,por supuesto, pasan por el paseo echando a los paseantes y a los que, como yo, se acercan a la orilla de la mar para reposar la mente mientras escribo para alimentar mis blog. ¡Que ustedes se lo lean bien.
Post Data: Ya en casa, el teléfono me avisa de que Castillo Navarro me visita en la Cala, justo en la Calle Tranquila. Hace cuatro años que no le he visto. En otra ocasión contaré "lo que pasó".

Calabardina, 23 de abril de 2012
José Luis Molina Martínez

martes, 10 de abril de 2012

Lorca, 1928


Lorca, vista panorámica

Palacio de Guevara o Casa de las Columnas

Escudo de los García de Alcaraz

Casa de los Condes de San Julián


                                      Porche de San Antonio (ruinoso)

Fotografías escaneadas de una revista nacional de esas fechas que publicó un reportaje sobre Lorca.

sábado, 7 de abril de 2012

CASTILLO NAVARRO Y EL NIÑO DE LA FLOR EN LA BOCA






Nadie, nunca, podrá discutir que Castillo Navarro ha sido -es- el mejor novelista lorquino de su historia. También es incomprensible que nadie califique EL NIÑO DE LA FLOR EN LA BOCA como uno de los cuentos mejores de la postguerra. No sé si tienen la culpa los críticos. Este dato sólo indica el paso fugaz de Castillo Navarro por el mundo literario de los años 50 y 60. En las fotos de mi autoría, Castillo Navarro delante de la escultura que representa al "niño", que fue esculpida en bronce por Rico Becerra, según creo.

jueves, 5 de abril de 2012

FOTOS PARA EL RECUERDO. EL CÍRCULO YEPES

Margarita Lozano

César González Ruano

Maria Rosa Calvo Manzano

Narciso Yepes
El Círculo Yepes fue el único lugar de cultura interesante que hubo en Lorca en la posguerra. Estos y otros personajes pasaron por su sede y dejaron huella de su arte. Llama la atención el retrato del atildado César Gónzález Ruano, que, por aquella fechas, era un articulista destacado del diario ABC. Las fotos son inéditas y forman parte del archivo del Círculo que presidía en aquella fechas Francisco Fernández Salvador, a quien pertenecen.

(c) Fotografías: Francisco Fernández Salvador

martes, 3 de abril de 2012

Rompe la tela de este dulce encuentro…

Cristo Yacente. Fotografía: (c) Paso Azul
De negro y azul visten los hombres que, un tanto tímidos, un tanto amparados en la gravedad del silencio que alienta desde los cuatro ángulos de la bóveda central, emprenden el paso desplegándose por el pasillo que se abre al centro, a ambos lados las filas de bancos ocupados por los asistentes al servicio religioso, cada uno con su fervor, la mayoría señoras que bisbisean antiguas oraciones: Piadosas mujeres, llorad por vosotras, por mí no lloréis. Son damas azules que sobrellevan sus achaques y llenan su interior de la persona amada, del hijo ausente, del marido perdido, de la cercanía que presienten tan al lado para unirse Amado con amada, amada en el Amado transformada. Damas son azules que acunan en sus ojos como la miel, velados por las pestañas que los tienen en clausura, los pequeños sueños que desean se conviertan en realidades señeras, en el reposo de su cumplimiento, quién sabe si es mejor desear que poseer, y rezan con esa sabiduría ingénita que las acerca tanto a la vida. Damas azules son las niñas que se asoman con miedo curioso al misterio de esa seriedad que presienten en el interior de los hombres que siguen avanzando, graves, sosteniendo las velas que desgranan gotas de cera como de su corazón pétalos de rosa que ya hiere mientras se abre, galana, en dulzura y rezo.

            De negro y azul llegan los hombres que portan trozos de vela con que alumbrar, con luz tomada del cirio pascual, sus propios pasos que se dirigen a la hondura de la solitud, de la silenciosa solemnidad que a muchos sobrepasa, de la magia del momento que se retuerce como el pabilo que arde mientras el incienso asciende, vaporoso, frágil, alado casi, hasta la altura de la intimidad que se hace oración, nada más perfecto que el soliloquio contemplativo nacido de la interioridad severa, no del palabreo insulso de tan repetido. Cuando, al final de la subida, sea encuentro, ya se habrá trascendido.

            De negro y azul se adornan los hombres que se distribuyen por los ámbitos que se incendian cuando se acercan al lugar del sagrario, ocupan el altar mayor y crecen en silencio, en profundidad, en intimismo, hasta ser dos filas solemnes que llegan hasta la cancela. Entonces, los elegidos buscan también el amor de Dios, que si no, ¿para qué estar en el templo azul, mirando el infinito de la cera brillante, entrándose por la mirada un hálito de sobriedad, un minuto de anhelo, indagando el horizonte de su alma?,.

            Y, cuando se hace la música más luz que palabra, cuando el sonido asciende más transparente que el humo del incienso, si el hombre de negro y azul adornado puede, le habla a su corazón y grita más que entona Salve Regina, Madre Azul de todas las misericordias, Madre Azul de todas las dulzuras, Madre Azul de todas nuestras esperanzas. He aquí que tuviste un Hijo que padeció y murió por nosotros, por mí, que me he vestido casi de gala para hacerte compañía, para que nunca quedes sola. Si eres Madre del dolor es porque, muerto, tu Hijo te dejó en esta vida hasta que se cumpliera la profecía. Y es que viviste la penitencia de tu propia negación, de la exanición, del aniquilamiento propio, en lenguaje espiritual. Y así quisiera yo sentirme mientras clamo a ti, desterrado hijo de la tierra, gimiendo y llorando, porque no he laborado lentamente la perfección de mi espíritu. Así que vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, mírame de nuevo…. escúchame… no he podido acabar de comprender la belleza atractiva y espléndida que se encuentra en la interioridad de la entrega.

            Y si trasciende lo humano el momento de entonación del salmo que pide que te compadezcas de nosotros, los serenos pasos de los cofrades, purificados con el cántico en tu honor, se dirigen al lugar en el que nadie contempla más que su propio sentimiento a la espera de rogar por los azules difuntos, por nuestros compañeros de la Hermandad Azul fallecidos a lo largo de los tiempos. Es un tiempo breve el concedido para entrarse dentro de la interior bodega y beber con ansia de la luz de cera que arde y alumbra la mudez, la soledad, lo noble, el rincón fecundo que cada uno de nosotros habitamos cuando queremos o necesitamos vivir un momento lleno, cuando nos examinamos sobre el amor con que he vivido mi jornada, cuando intento conservar lo que voy perdiendo por esa rendija que en mi alma se ha ido abriendo mientras he estado viviendo con la obsesión de hacer simplemente ejercicios de bondad cuando había tanta muerte cercana, a mi alrededor, bajo los sepulcros llenos de tanta ambición que apenas llegó a nacer, que no llenó las alforjas de piedad, ni tampoco de satisfacción.

            De negro y azul llegan los hombres, rezan los cofrades apiñados en el largo sepulcro del pasillo sacro que es colmado de sombras que lucen a la luz de los cirios que parpadean hondos y profundos, bajo la atenta mirada del Crucificado. ¡Oh Madre Azul de los Dolores! Quisiera que estos pensamientos que me nacen mientras el Responso se eleva -Miserere mei Deus secundum magnam misericordiam tuam- fueran oración claustral, secreto escondido donde aletee el pudor de la intimidad que a veces ni se quiere mostrar a uno mismo. Pero es esta oración algo tan sencillo y tan verdadero que debería durar un tiempo más para identificarse con su significado. Es la hora de magnificar el sentimiento que embarga, que me embarga, como hombre y cofrade que me he vestido de negro y azul para expresar mi interioridad, lo más profundo de mi alma, en esa oración vital que concluye siempre por un amén rezado con la fortaleza del azul que soy mientras el Requiescat in pace se hace voluta de incienso y trasciende el momento en el que se vuelve realidad el encuentro, porque nuestra alma, mi alma, no vive para mí, sino ahora para ellos, los cofrades azules que fueron y que son los que me han convocado a este acto trascendente y divino en el que he conseguido el olvido propio. Pido en este instante por los que dejas, Señor, como a mí, en este mundo a la espera del encuentro, hasta que escuche de modo sigiloso, a la hora elegida, el Ecce venio que me llevará junto a los míos. Hacía tiempo que yo ya me iba algunos ratos a mi soledad. Y ponía toda mi atención porque pensaba que en algún momento ibas a ser tú, Señor, quien me hablase.

            De negro y azul, los cofrades salen inventado toses furtivas para evitar así que se les note la emoción de la trayectoria de su vida interior durante el tiempo que ha durado la ceremonia, labrada nuestra clausura personal casi sin darnos cuenta. Suerte para el alma que pueda decir yo toda me entregué y di, porque, aunque esta noche oscurece el espíritu, es para ilustrarle y darle luz. La luz que eternamente ha de alumbrar a los cofrades que fueron y los que hemos de llegar cuando el ángel del licor oscuro nos lleve a nuestro rincón. Y en él seré por primera vez eternamente sosiego. Junto a mi madre y a la Virgen de los Dolores.

José Luis Molina Martínez