lunes, 23 de abril de 2012

EL LIBRO COMO RECUERDO. ME VISITA CASTILLO NAVARRO

Castillo-Navarro
Libros son los que me acompañan, ¡nobles compañeros!, siempre dentro de un bolso lleno de plumas, lápices y pilots, con los que manuscribo mis escritos. Hoy es el día de libro. Quizá esta conmemoración la inventara en su día alguna gran superficie comercial. O, quizá, sea una actualización de una vieja costumbre de sacar, las librerías, sus existencias a la calle, para que la gente se animase a comprar un libro, el negocio es el negocio. Y, por qué no, quizá fuese San Jordi, que por un día abandonase la caza de dragones, por obsequiar a las donas con una rosa, pero ellas sólo leían Libros de Horas, Devocionarios, o escuchaban algún que otro folletín que las más avispada leía mientras las demás bordaban, cosían o zurcían en el taller que las liberaba de la servidumbre doméstica, tiempos duros aquellos de monastía, soltería o boda si a bien tenía San Antonio. 


Castillo Navarro, Santos Sanz Villanueva, Francisco Jódar,  Rosa Medina
en el Congreso sobre el escritor lorquino
Es media tarde. Estoy sentado en un banco de madera del paseo frente al mar de Calabardina. Hoy hay malas noticias. Sarcozy pierde la primera vuelta, España ha entrado en recesión. una vez más, desde que ZP dilapidara los euros que no había, según unos, mientras los otros exigen -ja, ja, ja- que asuma Rajoy sus responsabilidades. Vaya por Dios, nunca se hacen las cosas a gusto de todos. Ni ahora,m que hay que dar señas de unidad. Ni de ello ni de los ERE quiero saber nada, que para eso soy un intelectual en el exilio y aquí capan a los que dicen las verdades, si a ellos no les interesa. La máquina te englute en un segundo.



Así que intento acabar esta cosa para mi Calle Tranquila para poder seguir con una lectura atrasada. No he pasado de las cincuenta páginas de Dark Lady, de Juan Pedro Quiñonero, cuyos artículos en el ABC son recetas magistrales y al que sigo en esa temporada que pasa en el infierno. Pero no tengo la concentración necesaria para acabar una novela tan densa y exigente como es esa buena novela: mis circunstancias actuales no me lo permiten. Espero concluirla a la brevedad.

Juan Pedro Quiñonero
Empecé, en el desvelo de la media noche de hace unos días, Aire de Dylan, de Vilas Matas. De este escritor me gustó más Dublinesa y con anterioridad El mal de Montano, pero me pasa con él que le leo con fruición y gusdto, pero después se me borran sus novelas y no recuerdo casi nada de ella. Espero que con esta no me suceda la mismo. Lo achaco a la edad, a la mía, claro.


Eso sí, ya llevo 157 páginas de disfrute intelectual del bueno, mientras leo atentamente, y tomo notas, La poesía de la experiencia de Robert Langbaum, puesta a mi disposición por mi mejor amigo Fernando Cuadrado, ensayo no disponible en Comares, que la editó en 1996, y que debo buscar en librerías de viejo, pues me es imprescindible cu consulta para algunos asuntos que llevo entre mano, que se refieren a Alfonsa de la Torre.


El sol ha bajado de intensidad. No queda ninguna aguileña-francesa sobre la arena tostándose las tetorras. Un pescador  tira febrilmente el anzuelo al agua para engañar a los peces y, aburrido, camina por encima de las algas. Los ciclistas de "becigletas" de Dekatlon, el comercio,por supuesto, pasan por el paseo echando a los paseantes y a los que, como yo, se acercan a la orilla de la mar para reposar la mente mientras escribo para alimentar mis blog. ¡Que ustedes se lo lean bien.
Post Data: Ya en casa, el teléfono me avisa de que Castillo Navarro me visita en la Cala, justo en la Calle Tranquila. Hace cuatro años que no le he visto. En otra ocasión contaré "lo que pasó".

Calabardina, 23 de abril de 2012
José Luis Molina Martínez

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