Ilustración de Regidor. |
INTROITO
Una vez explicado el qué y el cómo de este libro, puede parecer a algunos que ya está bien de Eliodoro por todo cuanto nos ocupamos de él. Es lógico que discrepe. Y tengo para ello dos razones. La primera de ellas radica en que, a pesar de saber que no es un poeta de primera fila, en cuyo caso tendría muchos más análisis críticos de los que tiene, sí lo es de registros medianos que hay que destacar porque, hasta que, dentro de unos años, los/las actuales poetas lorquinos se consoliden, Eliodoro es el más destacado de los poetas de Lorca. La segunda es que el poeta no ha dispuesto hasta ahora de un estudio o análisis crítico serio y por ello existe un amplio margen de nuevas interpretaciones, como las que surgirán desde la tesis doctoral que sobre el poeta prepara quien disertará a continuación. Otra cosa es que el poeta interese a los que puedan pensar como dije al principio. No nos sentimos por ello molestos o cuestionados. Dispongo de mi tiempo libre, de mis propios intereses intelectuales y de cuanto hace falta para elegir los temas que me agradan, pues no sólo me ocupo de Eliodoro. Bien es verdad que no haría falta esta revisión si nuestros antepasados se hubieran ocupado de su estudio crítico, como hemos hecho nosotros. Los resultados los juzgará el futuro. Porque nuestro, al menos el mío, interés es puramente cultural.
Recién salido de la imprenta y sin tiempo para la lectura por parte de ustedes de esta Antología o libro de y sobre Eliodoro Puche, que presentamos a ustedes en la apertura de las IV Jornadas de Información y Estudio sobre el poeta, entendemos que es necesario hacer alguna que otra puntualización crítica porque, al aumentar la información sobre el poeta, siempre varía la percepción que sobre él se tenía. Se ha enriquecido la perspectiva y, por tanto, la posibilidad de efectuar una nueva (re)interpretación de cuanto anteriormente se llevaba analizado.
La publicación de estos poemas de La Esfera, además de facilitar al público el conocimiento de los mismos y de otros que se incluyen en el libro a lo largo de su amplia y documentada Introducción, va a servir para señalar influencias, temas, motivos y tópicos de la poesía de la época presentes en Eliodoro. Con su estudio y análisis, podemos completar aspectos interesantes de su poesía que van a situar al poeta lorquino en el lugar que le corresponde, es decir, en el que lo ubicó la crítica anterior a nosotros, algunas de cuyas opiniones se pueden leer en estas páginas. Es comprobable que la aplicación de un canon estético en una época o momento determinado implica una situación que va a ser invariable casi siempre. De ahí, nuestra certeza de que el esfuerzo que cualquier investigador realice con relación al poeta Eliodoro no va a cambiar su status en la historia de la literatura. En verdad, lo importante es que al poeta se le lea, único modo de que sus poemas vivan eternamente.
A esta situación, pudo haber contribuido, sin querer, el mismo Eliodoro, puesto que la elección de los poemas integrantes de sus libros obedece a su propio gusto. Escoge los poemas que le atraen, o según los escribe los agrupa, en lugar de reunir un conjunto de ellos con unos clásicos temas universales, atractivos e independientes y no diseminados o mezclados con otros de otro tipo. O sea, no es un poeta unitario. Claro que nosotros sólo podemos atenernos a lo que hizo y es lo que debemos juzgar y por ello estas observaciones. Por otro lado, unos le achacan los destellos modernistas de algunos de sus poemas, otros los vanguardistas. A esta situación, añado yo la mescolanza temática procedente del simbolismo decadente, del prerrafaelismo y de las influencias notorias de algunos poetas clásicos contemporáneos de primera fila entonces, como Leopardi, D'Annunzio, Robert Browning, Francis Jammes, Teixeira de Pascoaes, Guido Gozzano, Corrado Govoni y otros injustamente olvidados en la actualidad.
Aunque no es el momento oportuno de elaborar una teoría poética completa, por compleja, de la poesía de Eliodoro Puche -en realidad, estamos en ello y ya se encuentra en el estadio final de su proceso-, sí se puede marcar unos parámetros que, aunque diseñados específicamente para esta Antología diacrónica, sirven para un uso general posterior. De este modo, lo que se señale ha de ser objeto de una crítica con base concretamente filológica, no historicista, porque amplía el campo de análisis a partir de las influencias que, situadas en la época (1919-1930), hallamos en el poeta.
Si Eliodoro publica en La Esfera y otras revistas menores de Prensa Gráfica, se debe a la mediana recepción de la publicación de sus tres primeros y más celebrados libros (1917-1918), aunque en Colección de poemas (1936) encontremos muchos que, sin duda, fueron escritos en Madrid y no publicados entonces. Esto me lleva a pensar que su inclinación a la vanguardia se produce alrededor de estos años, coincidiendo con la visita a España de Vicente Huidobro para predicar su Creacionismo, tan fugaz como el Ultraísmo, al que se acerca sobre 1921. Por tanto, su inclusión en la Bohemia es posterior, quizá del año siguiente. Eso no es óbice que Cansinos lo llame, por su mal beber, "melenudo alcohólico" desde su amistad con Prieto Romero. Me ayuda a creer en esta conjetura el prólogo respetuoso con Eliodoro y su escrito que Cansinos, contrario a la bohemia sucia y bochornosa, escribe para Corazón de la noche, en 1918, puesto que cuanto denuesta de su amigo íntimo lo hace en años posteriores. Incluso recoge los comentarios malévolos de Puche sobre Vidal y Planas que había salido del penal de Dueso, condenado por la muerte de Antón del Olmet (1923). El año más pródigo en colaboraciones poéticas en la prensa periódica es 1926, aunque en La Esfera tal vez sea, es, 1924. No hay, pues, que pensar, según mi criterio, en un Eliodoro bohemio desde su llegada a Madrid. Pero esta, como otras, son cuestiones menores, al no afectar al meollo de su poesía.
A pesar de ese intervalo tan aparentemente largo, once años, entre la publicación de los poemas que hemos presentado, nos parecen escritos dentro del campo temático usual en el poeta; no se aprecian variaciones exageradas o evolución percibida a simple vista ni poseen caracteres vanguardistas. Todos los poemas quedan dentro de un marco básico: un tono bucólico, un tono elegíaco, un tono intimista, un tono amoroso. Todo esto se muestra envuelto en un aire idealista a través del cual se pone de manifiesto una interioridad impregnada de un sentimiento de amor nostálgico o amor perdido. Señalo perdido porque el crepúsculo, la noche, la luna, el amor es algo que señala el poeta como pasado, como, insisto, perdido o no llevado a cabo, frustrado, y de ahí la nostalgia, la saudade, el sentimentalismo intimista expresado de forma más o menos afortunada, que ese es otro cantar.
——————ELEGÍA——————
Amor nostálgico (perdido)
Idealismo
Sentimentalidad
Interioridad
————————————————
Paisaje g natural / artificial
Naturaleza g viva / muerta
————————————————
——————ÉGLOGA——————
Si hiciéramos otra agrupación de los poemas no diacrónica, sino temática, en la que no vamos a entrar detalladamente, veríamos cómo existen unos apartados que nos conducen al mismo lugar. Aparece un apreciable contacto con la naturaleza tanto viva (campo, plenilunio, retorno, alba, mañana, crepúsculo, estío) y aquí es donde entra en juego el bucolismo, la égloga, como muerta (jardín otoñal, nocturnos ciudadanos, jardín solitario), es decir, los poemas que se incardinan dentro del tópico "la ciudad muerta" o, más o menos, de la poesía provinciana, practicada por Andrés González Blanco (Poemas de provincia), Ramón Pérez de Ayala (La paz del sendero) o José García Vela (Hogares humildes), entre otros. Mientras el aspecto eclógico procede del jammismo (Francis Jammes), el segundo (Véspero, Tarde de domingo, Aranjuez, entre otros poemas) viene de Georges Rodenbach. Existe, además, un acercamiento al mar como movimiento o camino hacia otra parte, al menos en cinco de los poemas recatados que procede de su mediterraneidad como temática autóctona, no en vano residía la temporada veraniega en la costa mediterránea, concretamente en Águilas (Murcia). Por supuesto, no es ajeno al paisaje natural (castellano o local), eco lejano de la temática noventayochista, como al de su entorno urbano (Aranjuez, el Retiro), siempre lleno de lo que denomino paseo sentimental, en el que sus propias sensaciones y aún sus emociones quedan envueltas en elementos paisajísticos o circunstanciales (la luna, la noche, el crepúsculo) que pertenecen a los grandes temas de su poesía, en donde el poeta es su propio yo.
Las cosas son como fueron, no como se cuentan. Pero, su desarrollo literario pasa por lo subjetivo, lo que crea un estado ficcional -las cosas son como se cuentan en la realidad del poeta, no como son en la realidad real- al tratar de ocultar el yo. La ficción, en literatura, favorece la búsqueda de la identidad personal, de la comprensión de sí mismo.
Eliodoro, tipo urbano, tabernario, de vino bronco pero cándido, escenógrafo (molesto) de la reunión en el café por su propensión a ser anécdota, es un poeta inclinado a la naturaleza per se, por lo que se encuentra cómodo al situarse dentro de la poética de la época, pues, de este modo, desarrolla este sentimiento por medio del paisaje. En estos poemas de La Esfera, Eliodoro es él mismo como poeta. No aparecen sedimentos clásicos ni siquiera factores simbolistas o decadentes. Por ello no hallamos en ellos en ellos el tópico mujer fin de siglo. El amor, el loco amor por las mujeres, no está presente como realización de un tipo que sí hallamos en las figuras de mujer ya estudiadas. El amor, en estos poemas más bien sencillos, es algo que se presenta como fallido, algo que fue -si llegó a ello- y lo que el poeta manifiesta es su recuerdo, su nostalgia (la saudade de Teixeira de Pascoaes, que alimenta el tópico desde la publicación de Marânus, 1911), el desencanto melancólico que crea en connivencia con una naturaleza, viva o muerta, que la enmarca y en ella se desarrolla. Aquí no existe lo simbólico-decadente, sino el sentimiento casi elegíaco de lo que pudo haber sido y no fue en ese mundo pastoral que también procede de la naturaleza y que es, en cierto modo, artificial.
Pero no hay en esto nada de especial. El sentido bucólico y elegíaco procede de ese modernismo que asimila a través de los buenos maestros, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Enrique de Mesa -a quien nadie le perdonó las severas críticas teatrales que prodigaba en la prensa y de ahí su eterno olvido- y otros congéneres a los que trató y de cuya lectura se nutrió y recibió normales influencias.
Aquella línea parnaso-simbolista-decadente, en la que cobra protagonismo inusual la mujer fatal (Lilith, por ejemplo) frente a la donna angelicata, en la que también aparecen figuras femeninas como símbolos, desaparece en este Poemario-Antología y en su producción posterior, a pesar de localizar algún poema que otro de esta índole en Colección de poemas (1936).
Si Eliodoro parece inclasificable, se debe a que en sus libros lo mezcla todo, parecen un totum revolutum, y hay que separar tendencias y temas que es lo que intentamos llevar a cabo, piénsese en cuanto especifiqué en Recostada en la blanda seda de los cojines… La mujer como tema en la poesía de Eliodoro Puche.[1] Así, poco a poco, se deslía el ovillo y se recompone el rompecabezas, porque estos poemas entran dentro de lo que califiqué como su estilo personal, con unos factores modernistas, por ejemplo, el tópico de la rosa y el uso del amarillo, que le confieren su personalidad y sencillez.
En definitiva, lo que vamos a encontrar en esta Antología de poemas rescatados de La Esfera, de clara influencia modernista, es una poesía en la que Eliodoro, envuelto en la naturaleza (campo, parque, jardín, mar), se entrega a su mundo interior de ensoñación, mientras mezcla el paisaje con sus sentimientos a la hora del crepúsculo o de la noche, quizá en el corazón de la noche. Lo que vamos a encontrar en estos poemas de Eliodoro Puche es la búsqueda de su(s) paraíso(s) perdido(s): la niñez, la vida familiar, la añoranza del pasado, los jardines en los que la fuente es símbolo de vida.
El deseo de evasión, que tanto prodiga, es de procedencia parnasiana. Pero la evasión hacia el interior, hacia la intimidad o mismidad del poeta, para desde ese interior llegar al mundo exterior, sea paisaje, sea emoción amorosa, pertenece al modernismo simbolista. Sus poemas de amores imposibles o perdidos son propios del parnasianismo, al igual que los típicamente eróticos con cierto tono detallista. Del mismo modo, el tedio, la tristeza, melancolía, saudade otoñal, crepuscular o nocturna que le roe el corazón es sencillamente una desazón romántica. Exactamente lo mismo ocurre con su utilización y valoración de lo sensorial. Porque lo propio de este tipo de poesía radica en crear -(re)crear- símbolos y sinestesias.
El símbolo se crea para nombrar una cosa que, en la realidad, carece de nombre pero al que ha de dárselo con palabras usuales a las que se dota de un significado del que carece en la práctica, es decir, en el lenguaje coloquial. Así se construye el poeta un lenguaje personal, privativo, por lo que, para su interpretación, va dejando en el escrito determinadas claves, único modo de acceder al poema, que el lector debe localizar y desentrañar su sentido literario.
Pero no existe contradicción alguna entre lo señalado aunque aparentemente sea o parezca antagónico, porque el modernismo tiene como antecedente o acoge en su seno el parnasianismo, el simbolismo, el decadentismo y el prerrafaelismo. Eliodoro sigue en su tendencia esteticista a Verlaine[2] y en lo formal a Rubén Darío y Antonio Machado. Y en ambas cosas a Juan Ramón Jiménez.
En la poesía de Eliodoro Puche, desde el Cuaderno Verde, podemos encontrar rasgos de poetas de la antigüedad y enumeraciones de dioses mitológicos que constituyen una muestra metaliteraria que, como ya he dejado indicado en este y otros textos sobre el poeta lorquino, constituye un guiño esteta sobre lo grecolatino, sea conocido por estudio o aportado por el mismo movimiento modernista al absorber el parnasianismo europeo.[3] Esa devoción por lo grecolatino también era propia del simbolismo, reacción en ambos casos al olvido que el romanticismo tuvo de la tradición clásica. No tengo elementos de juicio suficientes para decir que sólo la busca, pero no profundiza en la temática, que únicamente intenta dar un tono clásico a su poesía, sino que, según entiendo, es una corriente parnaso-simbolista que se instala en el origen del modernismo, que es de donde Eliodoro la toma, pues es en esta corriente en la que se forma el poeta. Todo esto aparece más claro en su poesía amorosa -casi toda-, pero, a diferencia de los autores primeros, no existe discrepancia amor-odio, ni relación pasión-celos, ni siquiera reproches, porque en Eliodoro sólo aparece algo que pudo ser y no fue, nostalgia, o algo que sucede en un ensueño, que no en sueños, en donde el azul y la belleza, típicos del modernismo, indican un objetivo en el que lo humano encuentra su culmen que se manifiesta en la endecha o lamento amoroso por lo perdido, por lo no conseguido. La persecución de la belleza, objetivo de Eliodoro, es algo virgiliano que desemboca en el modernismo. Se incardina, pues, Eliodoro, en un momento cultural de cambio que se aleja del tardorromanticismo y se inserta en el modernismo con toda la carga tradicional y vanguardista que este movimiento asimila, como ya se ha dicho, considerado en su origen como "movimiento de transición" antes de entenderse el modernismo español como una corriente específica y en contactos con otros modernismo como el anglosajón.[4]
Cuando hablamos de nostalgia o saudade (Teixeira de Pascoaes) quizá actuemos así porque no consideramos el tópico "tristeza andaluza" como extensivo a todo el modernismo peninsular[5], mas, como también bebe de Juan Ramón Jiménez y de Antonio Machado, de ahí también puede pasar a su poesía. De este camino casi se aparta para militar en la vanguardia con el resultado conocido de todos. De lo que no cabe duda es del tono modernista de estos poemas que habrá que estudiar con más detenimiento.
Destacar este ascendiente modernista, notado también por los críticos de su época, no pretende invalidar su participación en la vanguardia ultraísta, pues la hubo, sino indicar los aspectos que sobresalen en estos poemas que compuso Eliodoro Puche. Nuestro mérito sólo radica en haberlos unido y escogido un título que también le hemos pedido prestado: Con el alma del jardín y el instante... Todo esto y mucho más desde el punto de vista teórico es lo que nos vamos a encontrar en este libro recién presentado. Desde el punto de vista de la poesía, hemos rescatado cuarenta y cinco poemas que ahora mismo son totalmente desconocidos para el gran público, aunque falten algunos. Así pues, concluimos no sin decir que nos sentimos contentos para haber podido contribuir una vez más a la recuperación del poeta lorquino. No es Lorca tan pródiga en poetas como para poder permitirse el lujo de no ocuparse del más señalado de todos en aquellos tiempos del modernismo y la vanguardia.
NOCTURNO DE PRIMAVERA
Tiene cristal de fuente
la seda de la tarde... El ritmo lento
del corazón nos mece en el ambiente
primaveral.
Un suave viento
loco de rosas nueras... El alma—espejo vivo—
recoge en su fanal
el estremecimiento fugitivo
de la huida del Sol,.. Y en el encaje
de oro de un ciprés cercano,
como un ruiseñor nuevo, sacude su plumaje,
pronto a cantar, un recuerdo lejano.
Silencio, soledad y una olorosa calma
de lilas, como mano de mujer,
recorre nuestro ser...
Levanta vuelo el alma.
Pendolean los instantes y danzan dulcemente
al son
de la fuente
y del corazón,
Pone la noche en el desmayo
dichoso de la vida un beso más ardiente,
todo de azul y plata, y en un celeste Mayo
se alza el ensueño entre la blanda sombra,
que fraternal lo abraza como a un niño.
El eco de una voz adorada nos nombra,
y nuestra carne siente
todo el suave cariño
de terciopelo
de una noche romántica y poetisa;
todo el consuelo
de su pura sonrisa,
casta, ingenua, inefable, celada por la luna.
El maternal recuerdo se inclina en nuestra cuna.
Y allá, en lo alto
del techo de basalto,
hay un celeste coro,
¡rocío de alegría para los corazones!
Las estrellas—campanas de oro—
tienen gajos de luz, y entonan carillones.
Eliodoro Puche. La Esfera, 3 mayo 1924, nº 539.
NOTAS
[1] Vid., José Luis Molina, "Recostada en la blanda seda de los cojines… La mujer como tema en la poesía de Eliodoro Puche", en (José Luis Molina, ed.) Eliodoro Puche: Análisis e Interpretación (III), Lorca, Asociación Amigos de la Cultura, 2012, pp. 63-110.
[2] Vid., Paul Verlaine, Poemas (Eliodoro Puche, traductor), Barcelona, Fortanet, s/a.
[3] Vid., G. Highet, La tradición clásica II, México, FCE, 1966 (reimpresión), pp. 220-258
[4] Cfr., Rosa Fernández Urtasun, "El modernismo en España: algunos conceptos críticos", en Revista de Literatura, LXVI, nº 131, pp. 131-148.
[5] Cfr., Antonio Martín Infante, "Génesis de un tópico del modernismo español: la tristeza andaluza", en Nueva Revista de Filología Hispánica (NRFH), nº 2, vol. LX, 2007, pp. 459-470.
José Luis Molina
Calabardina, 10 abril 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario