CALABARDINA. Fotografía: Carmelo J. Molina Jiménez |
No es Cabarna un paraíso, ni la casa de Virgilio, ni el prado prodigioso de Berceo, ni el huerto del hortelano Luis de León, ni el lugar mágico de tantos otros hombres, escritores o no, que se alejan del mundo real y crean un mundo ficticio, sin que, por obligación, sea un locus amoenus.
Lo mejor de ese lugar que uno elige es su soledad, su silencio, su claustro abierto hasta un horizonte que sólo es el principio de otro espacio que la especie humana desconozca. Lo mejor de ese lugar es que en él no existe nada trivial, no hay chillidos, celebraciones estúpidas, ni chisperas que no se saben sobrellevar. Por contra, hay armonía, nadie estorba a nadie, no hay perro feroces que defecan en los paseos públicos y sus dueños no recogen la mierda de su perro mierda, ni europeos de pobre cultura que viven en sus caravanas por no pagar un camping u hotel.
Lo mejor de ese lugar es que no hay sino lo que uno busca. Hay día en los que el silencio es tan denso que se puede cortar con un cuchillo. Hay días en los que uno está tan sólo que se pasa el tiempo dando gracias a Dios por tan singular ventura.
Nada mejor que la vida solitaria. Frente a la vida en comunidad, cuando uno ha vivido casi todo lo que se podido/querido vivir, no hay nada mejor que esa vida sencilla y tranquila -a solas la vida pasa-. Ya está uno de vuelta de casi todo y la experiencia suple a la vivencia. Es un hartazgo. Poco queda que ver aquí, en este mundo. Decir eso parece que quiere decir prepararse para otra vida. La que sea. Porque hay dos cosas insoportables: que el hombre sea el peor enemigo del hombre y que se le note tanto la degeneración moral. No todo es el dinero, no todo es lo desaforado, no todo es lo inmediato. Hay otros mundos que uno mismo se puede crear donde quiera vivir. Claro que es más fácil creárselo en un lugar pequeño que en un pueblo gris como la Lorca de ahora. Quizá en Lorca haya algo más que procesiones. Pero en Cabarna no hay ni eso. Lo cual es una ventaja. Puedes salir a la calle y no ves ni un alma. En los lugares grises hay cristianos y de los otros, hermanos puros/hermanos impuros, pero siempre hay gente y la mucha gente para la guerra, decían. A las guerras sólo deben ir los que las provocan. Los Maduro, Putin, las primaveras árabes, las milicias africanas o tercermundistas, que las hay en casi todos los lugares no desarrollados porque han sido esquilmados antes. Un baño de sangre debe ser la repera. Todo esto pertenece a una naturaleza cainita.
Dicen que la única sangre bien derramada es la de Cristo en la Cruz, cosa que hoy conmemoramos. Pero no creo que el amor de Dios deba ir acompañado de una copa de sangre. De la violencia no puede surgir la paz.
Eso hago en Cabarna: disfrutar la paz alejado de todo. Eso no quiere decir que me olvide de las cosas. Ni de la gente. Es otra manera de vivir más acorde con mi edad.
José Luis Molina
Calabardina, 18 abril 2014
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