viernes, 27 de mayo de 2011

DESDE EL BALCÓN QUE DA A LA CALLE TRANQUILA


          Durante el atardecer de casi todos los días del otoño - invierno, tomo la cámara casi olvidada por el sol del verano, no apto para hacer fotos que no puedan parecer quemadas, y fotografío los atardeceres de Calabardina. La calle, que ha sido ejemplo de ruido durante el verano, aparece tranquila y no hay albañil que haga ruido con su martillo de plástico que golpea tácticamente la losa que quiere poner en el suelo de algún piso de los alrededores que requiere alguna operación de urgencia para el verano que ya tenemos encima. Para el verano se anuncia ruido, voces espinosas, gritos adolescentes y sorpresas dolorosas. Como todos los veranos. Así que la calle tranquila, será un galimatías porque las ineducadas señoras de enfrente gritan y gritan mientras golpean el cristal del parchis con los dados irreverentes. Pero, con la edad, he ganado en ganas de dormir: duermo ahora lo que no hice de joven. Así que me quedo dormido mientras los demás en sus cosas.


Espero que se hayan salvado -o salven- las pinturas del convento franciscano de la Virgen de las Huertas. Creo, tengo entendido, o lo he soñado, que se decoró el convento con los dineros conseguidos por la venta de la Historia votiva o donaria de la ciudad de Lorca, del Padre Morote, Fray Laurencio Morote Pérez Chuecos, lorquino, abad que fue del Convento de San Luis de Franciscanos de Velez Rubio, después de 1741. Qué más da la exactitud de la fecha, dato científico que parece del más grotesco interés, pero ahora estamos en la anécdota. Perece ser que la Caja de Ahorros del Mediterráneo va a dar un dinero importante para conservar este convento. Hay que hacer una buena reconstrucción y dejar como nuevo el patrimonio cultural para que 270 años después aún se mantenga en pié para asombro de los siglos venideros.


Una mañana fresquita de mayo cogí mi coche y bajé a Águilas para pasear por los sitios más acostumbrados, los tiempos pasados para recordar. Este es un paseo recién inaugurado que recorre desde el puerto hasta la playa de las Delicias. Al pueblo le han lavado la cara y se ha quedado como muy modoso. Hasta tiene un Auditorio para que escuchen los cantantes -¿de dónde son los cantantes?- más o menos flamencos que vayan al tal lugar que ha levantado polémica entre los perjudicados, o sea, los que jamás volverán a ver la playa desde sus balcones, mientras el sol calcina la calle tranquila y el Marcadona se infla a ganar dinero, el negocio es el negocio. Obviamente, mientras no regresen a sus casas los damnificados por el terremoto, el comercio en Lorca se hundirá y muchas comercios pequeños cerrarán.


Como, en general, se levantan poco los ojos hacia el cielo, pocos se fijan en los adornos que se encuentran bajos los aleros de los tejados. Este se encuentra en la esquina que forman las calles Corredera y Ginés Pérez de Hita. Representa a San Jorge que mata al dragón, símbolo de clara ascendencia catalano-aragonesa, no en vano Lorca estuvo, tras los repartimientos de tierra a los repobladores, habitada por aragoneses. Como no he subido por esa parte de la ciudad, no sé si aún persiste en la casa que hace esquina, casa que fue, creo, no afirmo, de la madre de José Musso Valiente. Digo creo porque después sale uno/a que sabe mucho o es un sabelotodo y te deja por embustero.


En esta fotografía se ve a los albañiles, o como se llamen ahora (¿encofradores?), en pleno trabajo para levantar un nuevo edificio en el acoger a nuevos chicos/as ASPRODES. Se inauguró en agosto del pasado año y es un edificio muy digno para acoger a los necesitados de esta Institución. Pero, aún hay más: el próximo 6 de junio, a las 8,30 de la tarde/noche, en el Salón de Actos de CAJAMURCIA, tendrá lugar la presentación de un libro que cuenta la historia de Asprodes, entidad lorquina que tiene ya más de 40 años de edad. La entrada es libre y sería conveniente que aquello estuviera repleto para acompañar a estos personajes que van a ser protagonistas por un tiempo relativamente corto.

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