Fotos de hoy por José Luis Molina |
Se despide abril con lluvia impetuosa.
Están los truenos encima y en el mar
fenecen los rayos luminosos, mientras
el ruido sobrepasa la Cala y en el oscuro
horizonte de gris mediterráneo se esconde
tanto ruido temeroso, tanta contemplación.
Viene a la mente, en deterioro por los años,
el recuerdo infantil de otras lúgubres
tormentas contra las que las abuelas
arrojaban sal y rezaban oraciones a Santa
Bárbara bendita. Entonces irradiaba luz
vacilante la vela dorada. La capuchina
se retorcía según el airecillo viniese
y la mariposa crepitaba sobre el aceite.
¿Vendría la lechuza? Déjala que beba
-había dicho el poeta- del velón sagrado.
Desde hace nada, la tormenta tapia el campo
que acerca la montaña hasta el prado
de la playa. Se me va el alma al otro lado
del cristal por el que las gotas desfilan
como procesión de borrachos sin ritmo.
¿Dónde se habrán refugiado las inquietas
golondrinas venidas días atrás, solemnes
y vivarachas, con el primer sol de abril?
Otros pájaros veloces cruzan, silenciosos,
entre la lluvia sombría y se posan en las
chimeneas que, a su paso, forman atalayas
ruinosas, para salir de nuevo al aura fría
de la mañana. Un verde nuevo brota
de la enredadera limpia por las aguas
de abril y los tejados oscurecen su verdín
mientras algo inquieta a los pescadores
que dirigen sus barcas caladas hacia
la almadraba de entonces. Poco a poco
pasa la lluvia, después de hacerse menuda,
y se rompe el idilio de abril a la espera
de las cruces de mayo en fiesta. El mar
se separa ya del cielo y el color es muy
diferente. Los truenos explotan algo
más lejos de esta meditación sencilla
de media mañana. Salpican las gotas
en los cristales arrugados. El viento
regresa. La nostalgia es un abrazo,
una dulce y cálida bufanda sobre alma.
Calabardina, 30 abril 2013
José Luis Molina
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