Cuenca, es y será para mí, una de la ciudades más interesantes de España, no en vano son cuarenta años visitándola. Cuenca es algo mío y la recomiendo. Cuando dije que parece no haber crecido como debía en el aspecto industrial y que el aire es tan traslúcido que hasta se detiene en las gárgolas de su catedral, se debe a que un conquense me asaltó y comenzó a contarme una historia, la que repito y escribo como mía, a la que le presté el tiempo que educadamente debía porque el caballero aburría con su monserga, mientras yo pensaba en el exacto airecillo de Cuenca, piropo que me pertenece. Al final me enteré de que incluso tenía una hija en Murcia y todo eso, pero no quise saber más y me alejé en busca de la librería a la que aludí en su momento.
Yo fui a Cuenca para visitar a Elga Hediger, persona muy correcta conmigo, que andaba de secretaria de la AEPE (Asociación Española de Profesores de Español), de la que era presidenta cuando la conocí. Todavía se acuerda la gente de la Asamblea de Lorca como la mejor de todas, me dice Helga. Y yo, me lo creo porque viene de ella, no porque peque de ingenuo. Es alguien a quien conoces por motivos culturales y acaba perteneciendo a la pequeña colección de amigos que uno tiene. Si esto no fuera o fuese así, ¿cómo desplazarme a Cuenca, mientras demolían las propiedades de mi santa, fetiche o dios a adorar -las propiedades, no mi santa-, por aquello de los bienes familiares de un clan, que, al final, es como cualquier otra familia? Esto, y es un inciso, me hace pensar que, si interesan las desavenencia familiares de la Tita Cervera, como dice la prensa que de ella se ocupa, es porque son humanamente igual a las nuestras. El problema es colocar a tal muy digna señora por encima de nosotros, porque su origen es el mismo que el nuestro, aunque su circunstancia sea diferente y de ahí su Museo.
Frente al hotel Torremangana hay un parque con muchos y altos árboles, con césped, con todo lo que requiere un parque para ser parque. Y una fuente. Este es el estado actual de la fuente. ¿Es desdoro para Cuenca? Es desdoro para el descerebrado incívico que hizo la pintada. Ya está. Se ha hecho el daño en protesta de cualquier cosa y tan felices quedamos todos. Menos yo, al menos, yo, porque se protesta ante la "casta" política que nos conduce a la situación que vivimos. La "casta política" es una empresa que busca colocar a sus adeptos para justificar una "idea", la mayoría de las veces descabellada. Me arrepentí de ser "artista", cuando vi a los artistas de la farándula haciéndole la "ceja" al peor político español de los últimos mil años. Quizá estuvieran pidiendo subvenciones. Si supiera escribir una novela, los últimos ocho años de la vida de España darían mucho de sí como tema. Pero esta novela sólo la sabría escribir Valle-Inclán, ni siquiera Baroja. Aunque espero leer lo que escriba Juan P. Quiñonero, español de Paris.
Este era el cielo de Cuenca alrededor de las diez de la mañana del día último en que estuve a esa ciudad a finales de julio de este año, seguramente el sábado 30 de julio de 2011. Parece un inclemente sol mediterráneo pero es cielo azul de Castilla, de Cuenca, sobre la cabeza de ese animal reinante que vigila desde la catedral ambas hoces. El sol es una bendición divina, para los científicos será otra cosa. Pero ese es el sol de Cuenca, una bendición más a sumar a un paisaje excepcional y propio, personal y único
ANUNCIACIÓN DE CUENCA
Cuenca es elevación, arquitectura
Cuenca es elevación, arquitectura
plasmada en armonías verticales,
donde cesan las causas habituales
y se hacen sin pasión sustancia pura.
Sobre la roca late la aventura
de la perennidad puesta en señales
de iniciación, amor, luces rituales
para ordenar el vértigo y la altura.
Es lo mismo presente que pasado,
igual es la intención. Hágase a un lado
la levedad del hombre en esta hora.
Cuenca queda detrás, debajo, encima
y delante de todo. Un viento anima
su plural dimensión desde la aurora.
(Carlos de la Rica)
Gárgolas son, alguna coronada. Estarán ahí cuando regrese a Cuenca el próximo año. Porque volveré. Antes o después, siempre se vuelve a Cuenca
Eso negro que asoma por encima de EL RASCACIELOS, un barrio muy reputado fotografiado y pintado por todos es un Museo de la Ciencia o no sé que. Insisto que una ciudad patrimonio de la Humanidad no puede permitirse el lujo el meter un edificio en un paisaje, como se mete el pie en un zapato con calzador. Si hubiese vivido en Cuenca, hubiese protestado por tal, a mis ojos, desaguisado.
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