lunes, 16 de enero de 2012

EL CIELO GRIS NO NECESARIAMENTE TRAE LLUVIA

Al día siguiente de quejarme por el estado de las calles, a mi entender, sucias y poco cuidadas, apareció por la calle tranquila, tras anunciarse algún que otro minuto, una ruidosa máquina que se acerca a la acera, suelta agua y dicen que se lleva la basura. Eso sirve para cerrarme la boca porque, cuando hable de esto con el concejal de turno, me dirá que sí se limpian y me enseñará el calendario oportuno en el que vendrán señalados los días en que se hace la dicha limpieza. El payaso que vive en los sueños de mis nietos que vienen a esta casa cuando está su abuela, comenzó a temblar y así quedó hasta que desapareció la horrible máquina.

Languidez no es lo mismo que melancolía. Languidez, en panocho, sería flojera interior. Melancolía es un estado de ánimo producido tanto por la ausencia de lo ido como la no presencia de lo que gustaría contemplar. Si me apuras, y quizá en contra de la opinión común, melancolía no es tanto cierta tristeza gris, como el día de hoy, en la que la ausencia de un ser querido, un pueblo amado, un libro escondido bajo el brazo, se echa en falta, cuanto el saber que ya no se va a ver, a residir en él o leer de nuevo, persona, libro o pueblo. Es lo que ahora mismo siento por mí para cuando sea ausencia. Ahora soy como se puede ver justo encima, en esta pequeña caricatura que tuvo a bien hacerme José Antonio Hernández Guerrero, cuando vino a Lorca en ocasión del Congreso sobre Castillo Navarro.

Una trascendente cuestión filosófica es si Calabardina sería lo mismo o no con gatos como ahora, con gatos como animal de compañía o como gato antiguo, ese gato romano que había en mi casa cuando yo era niño. Son los años que siguieron a la muerte de mi padre, añorados ahora, duros cuando los viví. Pero es que, aún hoy, a los 65 años de la muerte de mi padre, aún lo echo en falta. Un hombre, aunque no haga nada, aparenta tanto que parece comerse el mundo. Pero mi madre era otra cosa: estuve con ella hasta que cumplió sus días, le escribí su epitafio [PASÓ EL ÁNGEL VELADO Y LA LLEVÓ A SU LUGAR] y la recuerdo cada día de mi vida. Ya me quedan menos para verla de nuevo. Calabardina siempre será bella a pesar de los gatos y a pesar del tío el haba, que es como José Mota (el tío la vara) pero en alemán. Los gatos de este bobo de Coria son una birria comparados con los que conocí en mi infancia. Hoy acerco esta música pobre a esta pobre cala: sólo se anda bien por la calle tranquila.


"EL AMOR PERFECTO ES AMOR INCLUSO CUANDO SOMOS INFELICES, PERO LA REPETICIÓN PERTENECE A LO IMPERFECTO QUE ES NUESTRO PARAÍSO". [Esta frase pertenece a Harold Bloom, La ansiedad de la influencia, Madrid, Trotta, 2009, pp. 122]

Calabardina, 16 de enero 2012
José Luis Molina

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