UN AÑO ESCASAMENTE POÉTICO
Los años bisiestos parecen, quizá lo sean, al menos para mí, terriblemente terribles. O asquerosamente asquerosos. Tras mi última enfermedad más o menos dura, había recobrado una estabilidad que me protegía. El día 11 de mayo se cayó el cielo protector y me dejaron con las defensas al aire. Todo cuanto había conseguido se fue al garete, mi intimidad se había roto. Pero no la intimidad en Lorca, ciudad en la que todo es imposible y en la que nunca sucede nada, sino la de la Cala, la de mi calle tranquila. El 14 de noviembre, la plena voluntad de los demás consigue hacer un desaire del que sufro las consecuencias. Todo parecía apuntar a un cambio, a unos nuevos parámetros de conducta, de convivencia. Pero todo ha sido una mágica ilusión mientras ha durado. Ahora tienen que pasar al menos ocho meses más para superar la situación actual en la que la principal dañada es mi santa y yo el que ha de abandonar estudio, lectura y escritura para atender a mis obligaciones caseras para las que me encuentro indefenso. De ahí tantos días sin que nadie pasease por esta calle tranquila que escasamente veo desde el balcón que da a la calle. Espero que, poco a poco, las aguas vuelvan a su cauce. Para mí sería suficiente. Pero, creo que ya existe un cariñoso enfrentamiento entre el caos para el que no estoy preparado y la contemplación intelectual en la que me mantengo hasta que el fín acabe o el fin se consuma. Esta es la explicación que debe dar a quien, de cuando en cuando, se acerca a esta calle y levanta sus ojos al balcón cuyas persianas se encuentran casi siempre a media ventana, por el lugar justo en el que me defiendo del sol benéfico de este varanillo que hemos vividos en las días finales del malquisto año de 2011. Seguro que no decía tal cuando gané el premio de Poesía VILLA DE INIESTA, a donde volveré con Eralucana, si quiere y beberemos vino del Señorío de Iniesta, pero no de las cepas del fútbolista del "barza". sino de las de la denominación de origen.
Lo mejor de todos es que Calabardina sigue como siempre. El mismo tonto "el haba" sigue echando de comer a los míseros gatitos que proliferan gracias a este tonto "el haba" de manera descontrolada. Las calles siguen como siempre, sin barrer, vergüenza le debería dar al alcalde que sólo se ocupa de Calabardina para cobrar impuestos. La Asociación de Vecinos está en lo suyo, o sea, cada uno defendiendo lo que le interesa, y yo no me apunto a eso porque iba a ser lo mismo.
Porque la belleza de Calabardina sigue en su lugar descanso y esa no se la quita nadie. Hasta más ver
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