Gente así justifica la repulsa. Esa clase de gente sólo es buena para sus iguales, para los que son como los que la componen. Los que sienten su olor, su ignorancia estulta, la vacuidad de sus dichos, la escasa profundidad de sus pensamientos que ellos elevan sobre los astros, y a ellos les hacen creer que son los únicos ciudadanos buenos del mundo mundial, los que cumplen las leyes aunque sean injustas, los que adoran a los dioses de sus antepasados mientras los demás son, si no mala gente, sí de otra clase distinta a la suya, que es única, no soportan la arrogancia de sus empresas ni ambicionan parecerse a estas estantiguas insoportables. Esa gente, según ellos, tiene derecho a todo, te utilizan, te usan, no te respetan y, si reclamas, si denuncias la situación, te miran conmiserativamente y te perdonan la vida, ellos que valen tan poco. De esa gente huyo, estoy huyendo tiempo ha, pero aparece por cualquier esquina para darte el día (y la noche si pueden) y hacerte la vida más onerosa. Cuando se dan cuenta de que te han dañado, te han jodido vivamente, porque no tienen escrúpulos en su insultos, se sienten felices aunque saben que jamás serás uno de los suyos. Saben que cuando les dices algo y los calificas o descalificas pones verdades en tu boca y palabras. Por eso pasan sus días sin ser ni fu ni fa, son eso, gente así. Aunque sea soberbia, doy gracias a quien ha permitido que no forme parte de esa gente tan triunfadora y egoísta, tan poca cosa y con tanta envidia. De ahí la dureza de su canto que sólo es un gorgorito nacido en garganta salobre.
José Luis Molina Martínez
Calabardina, 22 septiembre 2012
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