domingo, 9 de septiembre de 2012

NADA NUEVO BAJO EL SOL



Las circunstancias del consumo playero del agosto odioso han interrumpido, no sé si para bien, las entradas a esta calle que ha vuelto a ser tranquila y más que lo será. No es que no hubiera o hubiese temas para comentar, sino que el tiempo me faltaba y otras ocupaciones me han tenido tan absorbido como para olvidarme de casi todo. Como nota artística a destacar, la casi obligación de visitar la restaurada iglesia de San Mateo, por las novedades de su interior que nunca he podido ver puesto que estaban tapadas por el yeso. Nada mejor que poner siempre un velo a las cosas que no quieren que se sepan. Por otro lado, tengo gran deseo de visitar el Santuario de las Huertas para comprobar el estado de las pinturas del mismo y las novedades que vayan surgiendo o ya han sido recuperadas. Aunque recuperar mi sitio en este lugar de los últimos cinco años de mi vida me llevan a no visitar la rutina triste de Lorca por no contribuir con mi visión cívica a hacer de Lorca un nuevo lugar gris a pesar de los intentos de que algo varíe. Será impeler al cambio para que todo quede igual. Porque lo de Lorca, a la que quieren llevar la normalidad, tiene aún muchas heridas sin cerrar que ya debían estar, al menos, con los puntos de sutura.


Es demasiado privilegio vivir en el sosiego de Calabardina. Por eso, hay que dejar el verano para los que no pueden estar en este semi-paraíso durante todo un año. Los que, como yo, se sienten felices de no  hablar ni consigo mismo a poco que se empeñen, sobramos en los meses de julio y agosto. Habremos de emigrar a lugares de monte fresco y regresar con el comienzo de las clases en los colegios. A la vuelta, volveremos a nuestras pías costumbres. Sólo la contemplación de este paisaje conocido es suficiente para estar cerca de todo y, al mismo tiempo, sentirse alejado del mundanal ruido. Es más, este mar será un desconocido en el mismo momento en el que los críos entren de una vez en el colegio. A poco que alguien se empeñe, los libros de esos niños, a los que el peso a soportar dobla la espalda, se pueden eliminar. Un profesor, a lo largo de su vida profesional, puede, de acuerdo con las directrices didácticas y pedagógicas y con arreglo al diseño curricular, crear su propio libro que sólo se ha de fotocopiar para los alumnos, de modo que la industria libresca sea capaz de hacer unos libros más económicos, que no graven tanto la entrada a unos colegios, institutos o universidades que sólo son capaces de crear una clase social más: las de los parados intelectuales, no manobreros. Me temo que poco a poco deben imponerse las nuevas tecnologías y por un tablet o como se llame se pueda descargar un programa previamente diseñado. Por ahí deben ir los tiros. Es más, sé que hay un colegio en Murcia que va a ser pionero de cuanto digo en el próximo curso. Bien es verdad que hay que enseñar a los padres que la cultura es un bien fungible que hay que pagar, pero, puñeta, que un alumno/a de primero tenga que pagar trescientos euros por los libros, me parece un dislate. Hay familias que no pueden permitírselo. Lo de las becas es discriminatorio para que el que las recibe. Deberían costar las cosas culturales con arreglo a la renta. Esto puede ser difícil de tabular pues se presta al engaño. Como en casi todo. Pero es que el sistema, tal y como está establecido, prima siempre al que más dinero tiene.


Calabardina, 9 septiembre 2012
José Luis Molina Martínez

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