Sosiégate, severo sufrido pontífice. Ya es bastante repetir esta historia cada generación. Siempre habrá un cobrador de impuestos a la puerta del templo. Se pide para Dios como si Dios comiera comida terrestre. Todo paisaje es un templo para orar, para decirle que su gente de aquí abajo calla ante tanta injusticia. ¿Acaso no la es que el pobre pague el malgasto del rico? ¿Acaso no la es que la clase gobernante tire de billetes como si fueran suyos? Miento, si fueran suyos, no gastarían nada. Mas, si los que deben administrar la economía social parecen diferentes, dispuestos a dar ejemplo, ¿cómo muchos de ellos, según se lee en la prensa (que no todo sale) se amillonan desde cualquier lugar de la polis (de ellos) desde la corrupción como moral oportuna? Esto ha sido así toda la vida. Por ello, la
literatura tuvo necesidad de inventar a Robin Hood, a José María el Tempranillo
y a tantos otros bandidos generosos que gozaban de los fervores populares.
Entonces todo se guardaba en escondites, ahora el escondite es el banco que
cobra por esconder tu dinero en su agujero. Pero, entonces, siempre había
misericordia en alguno, no banco, sino personaje de ficción. Sin embargo,
históricamente, poco a poco, las gentes se fueron alejando de la presencia de
Dios. “Así ya no
nos ve” –dijeron los cerebros iluminados que regían aquel mundo que marchaba
mejor solo, sin darse cuenta de que se había perdido un clavo. Después se
perdió una herradura, o sea, la escala de valores tradicionales y humanistas
sin ser sustituida por nada. O quizá por la nada. Por perder esa
herradura, se perdió el caballo. Así las masas quedaron esclavizadas, porque
impusieron el analfabetismo como progreso. Más tarde cayó el caballero, y los
cerebros instauraron la libertad en su dictadura de partido. Todos los
partidarios quedan sometidos. El resto del país contempló la faena, absorto. Así
se perdió una batalla. Los cerebros actuaron como si fueran los dueños, hicieron
lo que les vino en gana e impusieron directrices erróneas, sueldos (para ellos)
de 5000 o más dineros de nada al mes no tienen significado concreto, aunque
pareció una ofensa para los que no podían comprar comida para que sus gallinas
pusieran huevos y se pudieran vender, cobrar y comer patatas cocidas. Y el
pueblo estuvo pagando impuestos durante muchos años para salvar ese desaguisado,
pero el saco estaba roto por el fondo. Y entonces decidieron que cada una
campara por su respetos y así se tambalearon los muros de la patria nuestra
porque algunos quisieron pegar un pellizco para quedarse con lo que decían era
suyo. Ellos tienen la sartén por el mango. Deles Dios mal galardón. Eso sí, lo más denigrante de la semana es ver a Rajoy fumándose un habano (puro) por Nueva York, con la que estaba cayendo en España. Y el cerebro analiza la situación: no es que sobren políticos (de los que sólo buscan enriquecerse), sino que FALTAN políticos BUENOS. Zapatero y Rajoy parece que han ido a la misma escuela.
José Luis Molina Martínez
Calabardina, 21 agosto 2012.
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