RELIEVE LLAMADO "HOGUERA DE LAS VANIDADES" |
No parece tiempo apropiado, me dice el oráculo, para lo eterno. Ni para lo trascendente. Quizá lo sea en apariencia porque el ser contiene un rasgo de angustia en la garganta y un espasmo en el estómago. Es lo que hace débiles a los hombres. Pero también es lo que hace hombre al hombre. Entiende, insiste, que nunca se perderá la esencia del ser humano, ni el sentido del bien y del mal. Tras la muerte "filosófica de Dios", vino su sustitución por otros dioses (el consumo, el sexo, el yo por encima del nosotros, entre otros y como más significativos). El filósofo, como ateo, venía a decir que "la creencia en Dios ha muerto". Él sabrá, no Dios, sino Nietzsche. Pero el oráculo continúa: "eso o algo parecido siempre ha sido propio de todos los tiempos. Ahora, lo que ocurre es que todo se airea más, se ha desacralizado la vida, por todo se cobra y se dice todo, no hay nada íntimo que no se pueda saber si hay euros por medio". Esto así, reflexiono que, cuando el euro (€) se llamaba dinero, Quevedo ya decía algo parecido a lo que el oráculo quiere expresar: "poderoso caballero es don dinero".
Es tanta su majestad,
aunque son sus duelos hartos,
que aun con estar hecho cuartos
no pierde su calidad.
Pero, pues da autoridad
al gañán y al jornalero,
poderoso caballero
es don Dinero.
aunque son sus duelos hartos,
que aun con estar hecho cuartos
no pierde su calidad.
Pero, pues da autoridad
al gañán y al jornalero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Quevedo, al parecer clasista, venía a decir que el dinero otorga poder a quien no está preparado para ejercerlo. Y el oráculo, cínico, me dice al oído: "como sucede a muchos dirigentes políticos". Claro que ya sé yo que se refería a su tiempo. Porque ahora nadie tiene consciencia ni conciencia de su actuación y se aferran al sillón de los beneficios, siempre hay a quién echarle la culpa.
Es obvio, me adula el oráculo, pienso que porque al final de la consulta le compensaré con un estipendio en especie -dinero, euros-, cuando estuve en la batalla, tenía que trabajar y salir adelante. Y no tenía mucho tiempo para estas filosofías. Mas, en un momento dado, lo abandoné todo y aquí estoy -me digo- pensando en lo eterno, porque me queda poco para llegar a ese lugar que es para siempre. "Lo trascendente -parece un susurro su voz- es simplemente el momento en el que se piensa en lo eterno y hasta ahí decides llegar en consecuencia". Y, en verdad, esto es lo que intento hacer desde este balcón de la calle tranquila: no olvidar que a cada día le basta su afán. O sea, que si los pajaricos que no siembran ni recogen comen todos los días, Dios se ocupará por los medios que le parezcan más apropiados de mi situación humana y de la de todos, aunque haya temporadas en las que parece escondido, y esta es una de ellas. Eso como hijo de Dios, que como cives romanus -ciudadano de a pie- sólo puedo recibir los azotes que permite la ley. Sólo esos, pues a partir de ellos -29- comienza la desobediencia.
Esquina de la cala cerca del embarcadero |
José Luis Molina Martínez
Calabardina, 23 septiembre 2012.
No hay comentarios:
Publicar un comentario