Alicia Bleiberg acaba de comunicarme el fallecimiento y entierro de su madre. Falleció pacíficamente a los 97 años de edad. Es una realidad que sean muy poco los que hayan conocido esta efemérides porque ahora pocos o muy pocos tienen en cuenta estas cosas. Era esposa de Germán Bleiberg, poeta garcilasista primero y una voz honda y personal después, sobre todo en su etapa neoyorquina, de la poesía española de la postguerra, aunque hoy permanece olvidado.. Debió ser una belleza porque el enamoramiento fue un flechazo. Fue una mujer inteligente e intelectual, universitaria, trabajadora. Cuando la naturaleza la venció, pasó sus últimos días en lugar apropiado, porque su hija Alicia es ya bastante mayor y es ella la que necesita cuidados. Dios la acoja en su cielo y que su cuerpo descanse en paz. Un abrazo muy fuerte a su familia a la que conocí en el verano de 2015.
Quiñonero: pensamiento, literatura, imagen
Si tuviese que decir lo que pienso, refiriéndome a otro, diría que trabajos de este tipo justifican una obra.
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El libro Juan Pedro Quiñonero: pensamiento, literatura, imagen (Diego Martín Editor), de José Luis Molina, se abre con una cita de Santos Sanz Villanueva:
“JPQ acomete, en el último trecho del franquismo, una de las aventuras literarias más radicales de nuestras letras, congruente con un radicalismo moral y político al cual sus libros proporcionan forma escrita…”.
A partir de ahí, a lo largo de doscientas páginas, José Luis analiza mis primeros escritos en INFORMACIONES de las artes y las letras, mis primeros libros (Proust y la revolución, Ruinas, Memorial de un fracaso), mis colaboraciones en Destino y Cuadernos Hispanoamericanos, la totalidad de mis ensayos y novelas, para terminar intentando comprender cómo esa obra en marcha se relaciona con mi fotografía y la escritura de este blog / cuaderno de notas (12.423 entradas, 54.203 comentarios, más de cuatro millones de visitas, al día de hoy).
Miro hacia atrás, vuelvo al índice del ensayo de José Luis, y… vanidades al margen, advierto que es muy raro que un estudioso se detenga con tanta minuciosidad y generosidad en la obra de un escritor.
José Luis conoce mucho mejor que yo, sin duda, los recovecos de una obra parcialmente dispersa en periódicos y revista. Lleva muchos años explorando ese laberinto íntimo, que yo tengo parcialmente olvidado.
Su trabajo de rescate de mis cosas en Destino y Cuadernos Hispanoamericanos abruma por su minuciosidad.
Su análisis de Memorial de un fracaso me recuerda que ese volumen es la síntesis del primer Quiño.
Su comparación de las dos ediciones / versiones de Escritos de VN permite comprender la evolución de su autor, que soy yo.
Su perspectiva de la mi homenaje novelesco a Italo Calvino, seguido de la trilogía de Caína (La locura de Lázaro, Una primavera atroz, La dama del lago) instalan esos libros en una perspectiva que va mucho más allá de mis novelas.
Sus comentarios sobre De la inexistencia de España y los seis volúmenes de la serie Una temporada en el infierno recuerdan que, en verdad, esos ensayos son una parte esencial de mi trabajo, entre el seguimiento de la actualidad, en este blog, y mi reflexión de fondo sobre la naturaleza histórica de España.
José Luis ha tenido la santa paciencia de seguir mis locuras incluso a través de los comentarios y análisis de una larga relación de colegas y amigos… Santos Sanz Villanueva, Rafael Conte, Tono Masoliver, Ricardo García Cárcel, Juan Ángel Juristo, A. García Galiano, Jordi Amat, Baltasar Porcel, Gonzalo Sobejano, Fernando Quiñones, Rosa María Pereda, José María Pozuelo Yvancos, Fernando Valls, Sergio Vila-Sanjuán, José Julio Perlado y los anónimos redactores / redactoras de la entrada JPQ en Wikipedia, aparecen puntualmente, entre bastantes otros, comentando con amistosa generosidad mis sucesivas locuras.
¿Cómo no estar abrumado..?
José Luis termina su libro evocando las relaciones, más profundas de lo que pudiera parecer, entre mis ensayos, mis novelas y mi fotografía última, a partir de un legendario y mal conocido poema de Vladimir Nabokov, La instantánea. Detalle que ilumina la raíz primera y más secreta del origen último de mi obra.
Quede constancia de mi gratitud, bastante emocionada, oigan. Con un abrazo grande, grande.
Amén.
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PS. Sospecho que, tras esta filípica, quizá debiera tomarme unas bien merecidas vacaciones, en algún hotel de la Costa Azul de luminosos recuerdos.
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