jueves, 17 de mayo de 2012

LA TRISTEZA DEL MUNDO Y OTRAS LECTURAS


Cuando alguien a quien juzgas coherente te habla de alguien a quien no conoces y, en varios lugares del mundo de los libros, te encuentras siempre un mismo nombre con elogiosas frases sobre su literatura más o menos independiente, que no tiene nada que ver con los amaños editoriales para vender el producto, lo que suelo hacer es adquirir esos libros elogiosos, para darme después el gustazo de comerme las uñas y cabrearme conmigo por no haber dedicado mi tiempo libre, es decir, el que me deja mi afición a la escritura, a releer el Quijote. Tanto he leído, la mayoría de las cosas en blogs, sobre Enrique Andrés Ruiz, que decidí comprar sus libros. Así que tengo en mi mesilla LOS MONTES ANTIGUOS, LOS COLLADO ETERNOS que voy a leer, poco a poco, si no trata de la guerra civil, y LA TRISTEZA DEL MUNDO. Este segundo título lo abrí de inmediato por la sencilla razón de que sus páginas son menos que las de la novela. La tristeza del mundo es un ensayo. Te pones y los lees y se te hace la cosa un lío. Agrada que el ensayo tenga un subtítulo: Sobre la experiencia política de leer. Lees, lees y vuelves a leer, eso sí, pasando las páginas y no sé si se trata de decir que ahora nadie se acuerda de Dios y hay que leer la Biblia todos los días para tenerlo presente o algo parecido o semejante. El prólogo te despista y el lector, en este caso yo, sigue despistado. No sé si se trata de aprender el modo correcto de leer o el modo extraviado de leer. El primero es "el que cuenta con la existencia de la verdad"; el segundo, "el que niega esa existencia o la neutraliza mediante la aplicación de una quizá espontánea hermenéutica relativista". Al final se da uno cuenta de que hay un proceso que es el de debe invertir el lector. Nos dice el autor que Eliot observó la sustitución "del conocimiento por la información" pero que, en la actualidad, esa información "ha sido suplantada por la noticia". Por ello, hay que estar preparados para que no nos den noticia por información. La verdad es que voy a leer de nuevo este libro para entender qué sucede con San Agustín, con la Biblia y con el "entendimiento de la lectura". Porque me pregunto si es que hay una propuesta religiosa de la lectura para escapar de la intencionalidad política. Aun con esta reticencia mía, el libro es interesante de leer y, por supuesto, de innegable provecho.


La verdad es que he estado liado con otras (escrituras) lecturas más urgentes para mí porque tienen relación con lo que ahora me ocupo. Acabé de leer La poesía de la experiencia, de Robert Langbaum y me puse con Anatomía de la influencia. La literatura como modo de vida, de Harold Bloom. Son lecturas para mí onerosas porque estos autores, críticos pertenecientes al área lingüística sajona, ejemplifican con modelos ingleses o americanos para mí desconocidos en la mayoría de las ocasiones, lo que me supone un esfuerzo más serio. Son lecturas técnicas, especializadas, que te dejan exhausto.






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