martes, 14 de junio de 2011

EN TORNO A CARCELERAS Y OTROS POEMAS



Homenaje a Eliodoro Puche en la Plaza del Caño


Cuando, en 1961, Eliodoro Puche y sus amigos eligen los poemas que iban a componer su nuevo y último libro, POEMAS INÉDITOS, veintinco años después de COLECCIÓN DE POEMAS, de 1936, logran que el lápiz rojo de la censura no tache una serie de poemas de la que algunos indicaban, bajo la apostilla entre paréntesis de Carcelera, el lugar de su escritura. Quizá se pensara que, publicado el libro bajo el patrocinio del Círculo Cultural Narciso Yepes, del que era presidente Francisco Ros Giner (1920-1994) [1], no se iba a romper la frontera de lo permitido, pero el propio Ros como Atanasio López Pascual eran amigos del poeta.

No destacaba el Círculo Yepes, como se conocía popularmente, precisamente por efectuar una programación subversiva, ya que casi todo era bailes, cotillones, desfiles de modelos locales con finalidad benéfica, cenas de Nochebuena y otras actividades gastronómicas para cuidado del cuerpo; exposiciones de pintura, conciertos musicales y conferencias para alimento del espíritu y otras cosas que no se oponían a los principios –los del Movimiento Nacional– por los que se regía la cultura en esta década de la posguerra. Ya conllevaba bastante riesgo patrocinar hechos como el narrado, pues la represión podía alcanzar a los atrevidos en cualquier momento y las consecuencias nunca eran positivas. A pesar de todo, representó cierto aperturismo y contó con muchos socios, pues su acceso era restringido.


Cuando comienza el proceso investigador sobre los textos del poeta lorquino, 1978, con la apertura intelectual que trajo la fundación por parte de Ricardo de la Cierva, de la UCD, del Centro de Estudios Lorquinos, el primero que se ocupa del poeta, puesto que recibe una beca para escribir un libro sobre el lorquino Eliodoro Puche, como el mismo autor explica, el profesor Díez de Revenga [2], expone que del examen de su poesía inédita se desprende la existencia de los siguientes libros:

Carceleras y otros poemas,
Romances y otros versos,
Elegías,
El marinero de amor
y
Las alas en el aire.

Como se ha comprobado en siguientes investigaciones, sólo permanecían íntegros los dos últimos y ya han sido publicados completos. En realidad, todos esos libros, los conserve íntegros –los dos últimos– o segregue algunos poemas de los otros para publicarlos en 1961, tienen en común que fueron escritos en la cárcel, entre 1939 y 1942. Ello da pie a que Martínez Valero escriba: “A menudo aparecen imágenes que aluden a la cárcel, ya sea como celda real en la que se encuentra, ya refiera las condiciones de la vida carcelaria, otras, como reflexión sobre la condición del hombre, claro que, en ese momento, debido a sus circunstancias, el decir que todos somo prisioneros, no tiene sólo un valor, si se quiere, filosófico, sino que se refiere a la historia concreta que se está viviendo, cuando España entera no era más que una gigantesca cárcel” (p. 134) [3].

Hemos de fijarnos en un párrafo del libro citado (p. 208) por lo que después diremos: “Los libros de límites más imprecisos son Carceleras y Romances, que tienen gran cantidad de poemas comunes […]. La posibilidad de publicar Poemas inéditos deparó a Eliodoro Puche Felices la ocasión de dar a conocer algunos de los poemas correspondientes a esos libros y otros, escritos en diferentes ocasiones con motivos diversos, entre los que hay un importante grupo de carceleras también”, en lo que estamos de acuerdo. Y, finalmente, señalar otra afirmación: “Quizá la mayor novedad, de gran interés y lógica por algunos hechos vitales que han tenido lugar en su existencia, sea la presencia masiva de las canciones de prisión, las que el poeta llamó, siguiendo la tradición del romancero, carceleras”. Pensaría el prestigioso profesor en el romance anónimo, perteneciente al romancero viejo, el primero que se viene a la cabeza, titulado, Romance del prisionero :

Que por mayo era, por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor,
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión,
que ni sé cuándo es de día
ni cuándo las noche son,
sino por una avecilla
que me cantaba al albor.
Matómela un ballestero,
déle Dios mal galardón.

Este romance sólo indica que el tema aparece al comienzo de nuestra literatura castellana y que los motivos que lo componen son casi los mismos que en la actualidad: privación de libertad para hacer las cosas normales: disfrute del locus amoenus, práctica del amor, pérdida de la realidad, pérdida del único sujeto, en este caso el canto de un pájaro –símbolo de la libertad–, que lo mantenía en contacto con la vida. La indeterminación y el fragmentarismo hacen de esta estrofa, el romance, la indicada para su composición.


                                          Tertulia en un café madrileño

Pedro Guerrero[4], por su parte, afirma: “Carceleras es un libro de poemas escrito con la misma intención temática que Marinero de amor y La alas en el aire”.  Manifiesta que se escribe en la cárcel de Las Monjas, en Lorca y que son testigos Antonio Para Vico, también poeta y también encarcelado al concluir la contienda civil, y Pedro Ruiz Martínez […]: “representa una continuada creación por la liberación del pensamiento de los muros que le separan del paisaje o de su hermana Estrella”.

Como consecuencia, la profesora Caro Valverde, refiriéndose a Las alas en el aire, determina que “es un poemario sobre la libertad de expresión. Sus páginas, nacidas entre barrotes, despliegan un deseo libertario infinito, tanto en la temática de amor superviviente en la utopía como en la métrica del verso libre íntegro y disidente” [5]. Aprecia, además, “que a la cárcel física se suma la Cárcel de amor”.

Todo esto es cuanto se conoce de este libro que, al parecer, Díez de Revenga ha podido tener en sus manos, y del que Pedro Guerrero ofrece testimonio del lugar, en parte, de su escritura. Yo sólo he podido saber de este libro lo que han contado tanto el amigo del poeta, como el profesor, ambos investigadores de la vida y obra de Eliodoro.

Carceleras ha sido y sigue siendo si no un problema literario, sí una exigencia, pues hay que intentar recomponer un texto del que sólo se tienen las noticias que ya se han transmitido, pero que despierta mucha atención por su contenido, no sólo por parte de una ideología radical republicana o socialista, ya que Eliodoro fue, por su filia política, un perseguido por los vencedores y, por ello, llevado a la cárcel, lo que se interpreta y es como un acto represivo, que ha podido servir para ser considerado un emblema antifascista de carácter local, sino porque, literariamente hablando, es un reto tratar de reunir la mayoría de los poemas que lo compusieron, tanto por su pulsión lírica, como por sus vivencias personales que se pueden analizar a posteriori. Es más, sería interesante tener una publicación en la que se pudiera leer todas las carceleras recopiladas, pues así se podría tratar de que se hiciesen públicas las que pueden guardarse aún en bibliotecas privadas, pues aún andamos con el mismo problema de siempre, pasados ya cuarenta y siete años de su fallecimiento.


Eliodoro parece haberse constituido en un símbolo de libertad por una parte de sus lectores, cuando Eliodoro es un poeta de Lorca y cada ciudadano lo puede leer por los motivos que le apetezcan, incluidos los literarios. O sea: nadie debe pretender una imagen exclusiva del poeta. Yo, al menos, por una óptica ordenada anárquicamente que intento practicar y según un principio de libertad total que asumo, sólo lo analizo por sus circunstancias literarias, nunca ideológicas, para no caer en un maniqueísmo dañino, aunque me parece bien que cada uno actúe según su personal criterio. Es más, respeto para que me respeten. Sólo se anotan aquí, repito, unos principios literarios, no ideológicos, aunque, en este tema, nada sea inocente, porque de cada escrito se desprende una manera de pensar, un modo de vida, una actitud política o una formación intelectual.


Mi interés, personal e intelectual, radica en ubicar ese libro de poemas no sólo dentro de una temática lírica, sino dentro de una corriente o tendencia de la literatura hispánica, por no decir mundial, que recoge, con el marbete específico de poesía castellana de cárcel, poemas como los escritos por Eliodoro, y tratar de reunir, como ya he anunciado, cuantos puedan pertenecer a Carceleras, tratando de rehacer ese libro que no he visto ni a mis manos ha llegado, como ya se sabe. Este libro temático puede ser objeto de análisis por la Literatura Comparada. Con ello, este escrito de Eliodoro consigue un alcance superior al localista, que podría tener, si sólo lo consideráramos como un poemario más que añadir a su producción literaria.

Se han ocupado modernamente del tema Darío Puccini [6] y Manuel Mantero [7]. La fecha de publicación seguramente no permitió llegar a España, por la censura, la obra publicada en México, y los intereses de los antólogos o la vigencia de la prohibición, no concedió la posibilidad de penetrar en el análisis temático, según opinión de José María Balcells, sobre todo porque las muestras resultan insuficientes “para explorar la complejidad vivencial del tema” [8]. Balcells es quizá el único que se dedicó por aquellos años a este tema, pero, en el libro de referencia ya citado, no profundiza en él, aunque prueba su validez como antólogo, pues expone que el libro “tiene la singularidad de tratarse del único corpus existente de poesía castellana carcelaria a través de los siglos”.


Pero no expone ni regulariza teoría alguna que siquiera tenga como destino establecer generalidades para dotar al tema de entidad individualiza de modo que se reconozca intelectualmente. Sólo aclara que donde pone poesía castellana se refiere a poesía creada por españoles y que elige el término cárcel porque sigue al viejo adagio castellano: “prisión es encierro; cárcel, hierro”. Cárcel es el edificio o local destinado para la reclusión de los presos. Así, poesía de cárcel es la que se escribe en ella, toda vez que “se puede estar encarcelado sin estar preso y se puede estar preso sin padecer cárcel”, sutilezas que nada añaden, aunque concreta su posición: “Para mí, la poesía carcelaria no comprende únicamente la realizada entre rejas o entre las múltiples maneras de aprisionamiento, sino que incluye asimismo a toda la relativa al presidio con independencia de las circunstancias del autor” (pp. 7-9). De acuerdo a estos principios, comienza su antología por Gonzalo de Berceo y concluye por los años de su publicación en el siglo XX. Obviamente, desconoce la producción de Eliodoro Puche.  Para nuestro cometido, sólo sirven algunos autores, pues nuestro criterio es más restringido, como advertiremos en su momento; como muestra podemos leer este poema que, de paso, nos sirve de ejemplo:


AUTOBIOGRAFÍA
Mi pecado es terrible;
quise llenar de estrellas
el corazón del hombre.
Por eso aquí entre rejas,
en diecinueve inviernos
perdí mis primaveras.
Preso desde mi infancia
y a muerte mi condena,
mis hojas van secando
su luz contra las piedras.
Mas no hay sombra de “arcángel
vengador” en mis venas:¡
España! es sólo el grito
de mi dolor que suena…
(Marcos Ana. De Te llamo desde un muro, México, 1959) [9]

José María Balcells insiste de nuevo en Papeles para una historia de la poesía castellana de cárcel [10]. Para el editor, “Poesía en la cárcel quiere ser la expresión del enfrentamiento de los poetas con las injusticias, el fanatismo, los tópicos, los abusos del poder y las persecuciones sufridas por estos seres en la limpia y valiente expresión de sus sentimientos” (p. 5). Bien: esta era la excusa o la intencionalidad inocente; la trastienda, según J. M. A., [11] era “ese otro compendio histórico sobre la etapa de la guerra y el franquismo, sobre esta hora y este hoy”. Pero, en 1976, se podían decir muchas cosas que habrían sido peligrosas en 1961, si no se quería visitar la cárcel. Básicamente sacamos en conclusión que, “cuando Litoral entre sin proponérnoslo nosotros en la Prisión Militar de Hoyo de Manzanares o en la también prisión militar de Santarem en Portugal, la poesía está en la cárcel”. De ahí que la última parte del contenido de esta revista, se encuentre formado por poemas escritos en la cárcel a partir de 1975. Pero tan preso político era aquel de 1939 en adelante, como los que escriben sus penalidades en 1975, teniendo, además, una cosa en común: todos estos presos fueron producidos por el franquismo, los primeros por haber luchado en el bando contrario al suyo, los segundos por haber sido opositores ideológicos al mismo.

Emilio Carrère  y otros bohemios en en Café Valera de Madrid

Así pues, nos vamos a ocupar de la poesía escrita por Eliodoro Puche, reunida o no bajo el nombre de CARCELERAS, marbete que vamos a usar para su conjunto, en las diferentes cárceles en las que estuvo, por el simple hecho de mantenerse fiel a sus ideas políticas y a las propuestas nacidas del advenimiento de la II República en 1931, contra la que sublevó el general Franco y otras gentes como sabemos por la Historia. No tanto por su actuación, que sí influyó, como juez en Mula, cargo para el que fue nombrado en 1937 por el Frente Popular, sino por haber “ocupado” una Notaría  en Lorca, fue condenado a dieciséis años de reclusión menor, cumpliendo de ellos cuatro años y treinta y siete días. Sus vivencias humanas las dejó escritas en ese libro que tratamos de recomponer que se llama CARCELERAS. Eliodoro Puche fue apresado el 29 de marzo de 1939, seguramente en Lorca. Si lo es en Mula, como parece posible, fue llevado a Murcia inmediatamente. Pasa, también, por las cárceles de Totana y Lorca. En esta ciudad padece prisión en el convento de la monjas Clarisas y finalmente en la Prisión del Partido Judicial, cerca de su casa. En Lorca, pasa en la cárcel un total de diecinueve meses menos cuatro días. [12] Todavía tuvo que pasar otro susto pues, en 1945, hubo redadas de comunistas y fue puesto a disposición del Gobernador de Murcia, donde estuvo detenido e incomunicado un par de meses hasta que lo dejaron en libertad sin cargos. Ahí se acabó casi su actividad como ciudadano, pues ya estaba destruido por la cárcel y roto por la edad.

Un ejemplo cercano de poesía castellana de cárcel sería la composición que a continuación se transcribe, escrita por quien no era poeta, Clementa Molina Aliaga, mujer lorquina que sí supo expresar sus angustias en la cárcel, en diciembre de 1940. Según Rosalía Sala [13], destacaba “por su personalidad y rebeldía ante situaciones injustas”. Había sido Presidenta de las Juventudes Republicanas y Presidenta del Comité de Mujeres Antifascistas, aunque trabajaba como costurera (sastresa) en el taller de Sastrería de José Abarca. Fue indultada en 1943 tras pasar por las cárceles de Lorca, Murcia, Tarragona, Barcelona, Gerona y Motrico-DevaFue indultada en 1943. Había sido concejal socialista en el Ayuntamiento de Lorca entre 1936 y 1939 y contraído matrimonio el 11 de febrero de 1939 con el aviador Vicente Rodríguez, con quien tenía una hija, a quien se dirige en el poema, haciéndola sujeto lírico en circunstancias dramáticas:


Descansa, esperanza mía,
que la noche está serena
y la hora va a sonar,
que el mundo alterado espera,
y mamá vendrá a peinarte
tus lindos bucles de seda,
porque al son de las campanas
acabarán para siempre
tus lágrimas y mis penas.

La complejidad de definir si “carceleras” son los poemas que se escriben en la cárcel o los que conllevan temática carcelaria, pues, al parecer, a ambos conviene el nombre, no va a impedir especificar que, en el caso que nos ocupa, se trata de poemas escritos en la cárcel con su temática propia, como parece indicar la intención de escribir un libro que las agrupe y contar con un testimonio de personas que son testigos de su esfuerzo y trabajo. Pero añaden una característica: estos son presos encarcelados por motivos políticos, no presos comunes, aunque la temática, en general, sea, o pueda ser, la misma. En los presos comunes, se puede dar –o se da– un posible delito, mientras que en los políticos no lo hay –en algunos de ellos, pues, cuando hay sangre o actuación irregular, ya han delinquido– sino ideología distinta y confrontada. Los tribunales franquistas estaban al servicio del régimen.

El preso común, escriba su experiencia o no, sufra o no por su situación, es producto de una actuación social perjudicial –conducta antisocial– que los jueces, previo un juicio presumiblemente imparcial, condenan, según el Código Penal, con pena de prisión, que suele ser de un tiempo previsto según sentencia firme. ¿Cuándo concluye la condena de un preso político, aunque también esté condenado en un proceso con visos de “legalidad”? El preso político es arrebatado impunemente de la vida social y aherrojado en la cárcel por ser sólo opositor ideológico y político al gobierno dictatorial y fascista, es decir, no democrático, que lo elimina de la vida política con la pretensión de quebrar de este modo su resistencia y evitar así un “enemigo”, es decir, alguien que se opone al poder que detenta. Por ello, la sensación de inocencia se añade a cualquier otro sufrimiento carcelario: todos y cada uno de ellos se constituyen como motivo en este tema producto de su expresión literaria.

 La situación en las cárceles franquistas era en extremo dificultosa pues los presos que no recibían ayuda de su familia pasaban calamidades sin cuento, sobre todo el hambre más espantosa. Por eso era importante para los presos que estuvieran cerca de sus familias. Como eran escasas las cárceles y penales que existían para la gran cantidad de presos, tanto soldados del ejército republicano hechos prisioneros, como cualquier sospechoso de no adhesión al régimen, en cada pueblo fueron ingresados, como en Lorca, en plazas de toros, conventos e iglesias que apenas se mantenían de pie, hasta que fueron trasladados a la capital de la provincia y a los pueblos que eran cabeza de partido, como en el caso de Eliodoro a Murcia y Lorca. Otras cárceles en la provincia de Murcia fueron Mula, Cartagena, Cieza y Totana. La cárcel de Caravaca y del Castillo de Caravaca fueron suprimidas en 1943. En 1940, la Prisión Provincial albergaba más de dos mil presos.

Según Fuensanta Escudero, también en Murcia, “en la inmediata postguerra, la cantidad de presos y cárceles existentes era tal que resultaba imposible mantenerlas, llegando a convertirse en un grave problema para el Estado franquista. Se intentó paliarlo mediante diversos indultos…” [14]. No creemos que Eliodoro, para beneficiarse de la redención de penas, formase parte del Orfeón que en la cárcel de Murcia a partir de 1941, cuando fue fundado, pues exigía renunciar a anteriores planteamientos políticos.

Por otro lado, y volviendo a los aspectos literarios, aunque José Gelardo Navarro, apunte a la carcelera flamenca como origen de la temática en Eliodoro y lo denomine flamencólogo [15] por el hecho de haber escrito un artículo sobre cante flamenco [16], es, en mi opinión, si no una cuestión baladí, al menos una afirmación aventurada que no tiene nada que ver con el caso. El canto de martinete es una forma de toná y, en su origen, cante de fragua. El término toná fue sustituido por el de carcelera, en su entorno siempre aparecen los gitanos que eran los que más sufrían la prisión y la tortura, aunque fuese por delitos menores, y después martinete. Por lo tanto, la carcelera es una modalidad de la toná. Los martinetes se cantan al son de martillo en las fraguas. Las carceleras son cantos propios de presidiarios. Dicho de otro modo: carcelera es una toná referida a la cárcel. Son coplas de cuatro versos octosílabos romanceados. Sólo un par de ejemplos encontramos en Eliodoro Puche.

Es mi entender que el poeta, conocedor o no de esto en ese momento concreto, escribe sus carceleras para recoger su propia experiencia, para no olvidar su mundo interior sufriente por las condiciones de todos sabidas, en unas composiciones, por lo general breves, con intencionalidad literaria, no para ser letras de cante flamenco, aunque, algunas de estas carceleras, por sus características y su brevedad, podrían ser cantadas. Después veremos si son o no coplas que cumplan sus condiciones rítmicas y silábicas.

La vida en prisión, en una España entonces tierra de cárceles, para Eliodoro Puche quedaría aliviada por medio de la escritura, una escritura que expresa un dolor sin odio, pues el sufrimiento vivido sólo se podría pagar con el triunfo de sus ideales. Así que, para esta literatura castellana de cárcel como temática, expresamente vinculada a la represión franquista, en este caso a la inmediata al final de la guerra (1939-1945), se le podría encontrar unos motivos que, algunos de ellos, pueden convertirse en tópicos porque prácticamente se encuentra en todos los que escriben poesía en la cárcel en esos años:

  • la vida parece como el recuerdo de una memoria que se pierde de manera paulatina
  • el patio como obsesión y símbolo de los límites de la realidad
  • acceso a cuanto hay más allá de las paredes carcelaria a través de los sueños y de la imaginación
  • perspectiva de un futuro como algo abierto, por eso, en sus poemas aparecen el sol, el aire, la amistad, el amor, los pájaros, los barcos con marineros
  • denuncia de su situación a través de unos poemas en la que narran su pena, su dolor, su angustia, su sufrimiento, pero también lo contrario, sus ansias de vida, de paz, de libertad, de esperanza, de pase el tormento
                                              Caricatura de E. Puche por Campos

RECOPILACIÓN

Para efectuar esta recopilación respetando la calificación como carcelera de todos los investigadores, lo más sencillo y al mismo tiempo más operativo es ir situando los poemas según el lugar de su aparición, evitando, eso sí, su repetición. Ello no es óbice para que, cuando me parece oportuno, haga mi pertinente comentario. Ya se sabe que, finalmente, es el lector, el que tiene la palabra y el que decide. Por ello, ni siquiera impongo mi propia selección. Espero que esta nueva aportación sirva para dos cosas: para que nunca más se vuelva a dar la necesidad de escribir carceleras a causa de la represión fascista, lo que equivale a una apuesta por la democracia, y para que el conocimiento del poeta se mantenga en candelero, no en vano él supo padecer a causa de su ideología, siendo, como era, un hombre bueno, un poeta en la cárcel durante unos años difíciles, que lo debieron dejar humanamente desvalido, triste y sin excesivas fuerzas para continuar la lucha o para rehacer su vida literaria.

En POEMAS INÉDITOS (1961)
Devuélvele
Devuélvele en nombre mío
a mi novia su retrato,
que sobre mi corazón
llevé siempre acariciándolo.
Me van a dar cuatro tiros
con el alba en Espinardo.
No quiero que al fusilarme
lo acribillen a balazos.


El pajarito
El pájaro que vive
en nuestro corazón bate sus alas
ebrio de libertad,
se espuma en el azul de la mañana,
y entrega al viento su trinar alegre
por el placer de que su voz se vaya,
para no volver nunca,
fuera de la prisión de su garganta.[17]


Yo les diría
Yo les diría a esos hombres
que levantan los muros, mi verdad,
una verdad desesperada
hija de un corazón sentimental.
Les diría: “Tapiadme las ventanas,
dejadme en la más negra oscuridad,
que no sepa que abril abre las rosas,
que no oiga al ruiseñor cantar;
rodeadme de un muro y levantadlo
donde mi vista no la pueda alcanzar,
y dejadme en el fondo, en el olvido;
quiero estar solo con mi soledad. [18]


La canción de Mambrú
Canciones de los niños
en la noche abrileña,
nos llegan a la cárcel.
“Mambrú se fue a la guerra,
¡ay! qué dolor,
¡ay! qué dolor, qué pena!”
Algunos prisioneros
se asoman a las rejas
y escuchan silenciosos:
“Mambrú se fue a la guerra,
¡ay! qué dolor,
¡ay! qué dolor, qué pena!”
Y un soldado bisoño,
mirando a las estrellas:
-¡Si ha de venir vencido,
más vale que no vuelva!
…”Ay, qué dolor,
¡ay! qué dolor, qué pena!”


La terraza
Sobre el patio ruinoso
la ruinosa terraza
de la cárcel. Arriba un cielo frío
que hiela la mirada;
abajo ortigas entre los escombros
y los trágicos brazos de una parra,
que suben, suben, suben
al aire libre como si se ahogaran
¡Ay! qué tormento el tuyo,
pobre parra,
prisionera también,
de nosotros, hermana.
¡Por mucho que te esfuerces
no escalarás la tapia!


En este sanatorio
En este sanatorio
de la cárcel
me están haciendo un corazón
para andar por la calle;
un corazón sin dudas, sin pasado,
para una mañana de otros ideales;
un corazón de olvidos, de expiaciones,
un corazón sin sangre;
un corazón al nacer ya podrido,
un corazón inútil, para nadie.


Del olvido al recuerdo
Son tristes ¡ay! las horas solitarias,
los meses tan desiertos
-muros, cerrojos, rejas-
de prisionero entre los prisioneros;
tristes las primaveras, los veranos,
los otoños y los inviernos;
las noches y los días
infinitos, eternos…
Hay amarguras hondas
y mortales momentos,
si te alejas, amor;
pero nunca te pierdo por completo;
en cada instante
sabes llegar a tiempo;
si alguna vez te alejas del recuerdo al olvido,
no tardas en volver del olvido al recuerdo.


En LICEO AZUL (1962)


La poesía se repliega, en una época, en su esencia, quizá porque se inventan exigencias estéticas que pertenecen a su exclusividad. En este sentido, quizá, el arte por el arte sea la mayor tentación de la poesía. En esta tendencia nunca militó Eliodoro, ya que, a pesar de su tono casi apacible, estereotipado, multiinfluenciado, desemboca, en la primera posguerra, tras su salida de la cárcel, en una especie de poesía existencial por la presencia, en este caso corta, de personajes atormentados, del tema de la muerte, o de recuerdos dolorosos, aunque tampoco es excesivo el muestrario de ejemplos existenciales, como sucede en el siguiente poema que, aunque aparecido en 1962, pertenece, sin duda, a sus míticas Carceleras (1939-1942). Aparece en Liceo Azul, revista editada en Lorca por la Organización Juvenil Española (OJE), organización fundada en julio de 1959. que viene a sustituir a las Falanges Juveniles de Franco, más conocida como Falange Española. Una vez más, Eliodoro, o sus mentores, pues el poeta contaba ya con setenta y siete años, entregó una carcelera a una revista impulsada desde la antigua Falange.

Oración de la tarde
A la caída de la tarde,
cuando ya el sol apenas arde
como un candela en el cielo;
cuando se enciende el ruiseñor
y se despereza el mochuelo;
cuando retorna el labrador
detrás de la yunta cansina;
cuando ya humea la cocina
y el rebaño vuelve a la dehesa;
cuando risrea la perdiz
y entre la sementera espesa
canta alegre la codorniz;
cuando retoza el corderillo
en torno a la oveja, y el grillo
chirriante sale del terreno;
cuando avanza la oscuridad,
tú lloras, pobre prisionero,
y haces bien, por tu libertad.
                                (Liceo Azul, 1962)

La tradición clásica del tema del prisionero aparece nítida en el poema.


En ELIODORO PUCHE: HISTORIA Y CRÍTICA DE UN POETA (1980)

            Para Francisco Javier Díez de Revenga, las carceleras “son poemas, en general breves, que con un lenguaje directo y sencillo cantan los diversos aspectos de una vida de prisión presididas por un agudo sentimiento de la privación d ela libertad. Tal hecho provoca que muchos de estos poemas sean cantos a aquello de lo que se carece, a lo que se ha perdido: la libertad”.[19] De las catorce carceleras que recoge Díez de Revenga, siete se encuentran en Poemas Inéditos.


La cárcel - convento
Entre los muros viejos
de esta casa
convento ayer, hoy cárcel,
se diría que no ha cambiado nada.
Todo igual… Ayer eran
reclusas voluntarias,
hoy son presos, y siempre,
cerrojos en las puertas,
cerrojos en las almas.
Hoy, como ayer,
el descontento de la vida humana,
de la humana miseria,
se asquea en estas celdas,
bosteza en estas salas.


Zaratustra en la cárcel
Te has infiltrado aquí como una sombra
insospechada, clandestinamente,
junto a Juan, Pablo, Lucas y Mateo,
Kempis, Juan de la Cruz, María de Agreda…[20]
Has entrado en la cárcel
de uno en otro ocultándote, escondiéndote
de rincón en rincón, de celda en celda;
burlaste la censura disfrazado
de catecismo del Padre Ripalda,
sin que se sospechara tu presencia
de león en un hato de corderos;
te deslizaste como una serpiente,
tú, el águila caudal del pensamiento,
trayéndonos la luz maravillosa
de su alegría de espacio sin fronteras,
la fuerza de su genio atrabiliario.


 Duelo
Cuánta tristeza esta tarde
hay entre los cuatro muros
de este patio, como un pozo,
donde se ahogan los reclusos.
Todos hablan en voz baja;
se eleva un sordo murmullo
de palabras contenidas
por dolores muy profundos.
No están todos los de ayer,
desde ayer faltan algunos,
algunos que se han llevado
en camión al otro mundo.


De viaje
Otra vez en el camino
con destino
hacia la ciudad del sol…
Un coche destartalado.
A mi lado,
hablan de abastos, del pan
que ahora brilla por su ausencia,
de Jhon Bull y del tío Sam,
de guerra, de delincuencia.
Uno: “Con estraperlo
vamos siempre de cabeza”.
“Hay pan y con qué comerlo”,
responde el otro y bosteza.
Ya llegamos.
La ciudad sucia y sombría
es la misma que dejamos
sin pena y sin alegría
otra mañana sin sol
y también en compañía
de tricornios de charol. 


De viaje
Como dos hermanos siameses
vamos el otro preso y yo:
la cuerda al brazo nos ha unido
-mi dolor siente su dolor-
es mi carne su propia carne
-oigo latir su corazón-
y es su frío mi propio frío
su calor mi propio calor.
Hemos aunado nuestros actos,
pero nuestras almas son dos.
No sé lo que piensa de mí,
ni él lo que de él pienso yo.


EL PAJARILLO enjaulado
canta por su libertad;
en lugar de llorar canta
porque no sabe llorar.[21


HOY TIENEN alas
todos mis pensamientos;
quisieran irse con las golondrinas
y los vencejos
que emigran a otras tierras; con las naves
que se alejan del puerto;
con las últimas luces del crepúsculo;
ser libre viento
a los cuatro horizontes,
no estar en mí, llevarse mi secreto,
tu secreto, por la tierra y por el mar,
al alto cielo.


En ANTOLOGÍA GENERAL (CARCELERAS, 1939-1942, pp. 221-235) 1983


Pesadilla
Borradme de los ojos
las despedidas;
no quiero ver ni en sueños agitarse
el pañuelo de los adioses;
borradme del recuerdo las escenas
del infecundo llanto
y las promesas vanas…
No quiero más sentir
el corazón tan solitario y triste
como esos puertos
sin velas ni jarcias,
ni que mis ojos
estén siempre entreviendo
la imagen de la ausencia.
No quiero yo ser más el marinero
inútil que se queda
relegado en la playa
como un olvido.


La calle en la cárcel
Como llueve en la calle, ahora es la cárcel
la que ha entrado aquí; fuera es la cárcel,
la soledad, al atmósfera sin aire,
con esa luz esmerilada  y acre
de ceniza, gris, húmeda, apagándose.
La luz se ha recogido en esta nave,
con un patio maduro de trigales
quemados de julio, rubia y mate,
poniendo en todo su caricia unánime,
que dice a la tristeza; “Hay que alegrarse”.
             Lorca, cárcel de Las Monjas


SE FUE SIN SABER CÓMO… y era bella
y era expresiva y rara
como esas cosas únicas, preciosas,
que se pierde una vida en volver a encontrarlas.
Llevaba lo infinito, lo profundo,
lo musical en su alma
sutil de mariposa
casi invisible, todo soplo de alas,
y trémulo de sol, y nota
imposible a los ojos, rebeldes, a la garganta.
Te fuiste, Libertad, y ¿cómo? y ¿dónde?
Tú, que estuviste siempre tan cercana
de mi, que era yo mismo
-o yo tú misma-; mi única palabra
corazón toda… ¡Oh! siempre! ¡Oh, nunca
bastante bien amada!  
 Cárcel prisión


Pesadilla
Apenas los ojos abro
con luz de la mañana
que irrumpe por la ventana,
huye el recuerdo macabro
de la noche interminable,
sueño de un fusilamiento,
cuyas heridas aún siento
con gozo casi inefable
derramarse… ¡Resucitar!
¡vivir la muerte en la vida!
¡y no sentir más la herida
que nos quería matar! 


A mi hermana Estrella
¡Qué cerca de la cárcel
está mi casa;
si no existieran muros,
te vería, hermana!
En la iglesia vecina
repican las campanas,
agudas, jugetonas,
-cristal y plata-.
Campanas, esta tarde
repicáis en mi alma,
recordándome aquella
niña, tan olvidada,
que casi no recuerdo
de tan lejana.
¡Qué limpios y qué puros
recuerdos de la infancia!
¡Traedme la luz de ayer
a sendas de mañana!
¡Qué cerca de la cárcel
está mi casa;
si no existieran muros,
te vería, hermana!
 Cárcel prisión


Decíamos ayer
Y pensaré ese día
que se detuvo el tiempo
y ha sido todo una laguna
de ausencia y de silencio,
apenas un momento doloroso,
un sueño con tristes ensueños,
y remedando al freile salmantino
cuando volvió a su cátedra liberto,
te invitaré, leyendo en tus pupilas:
-Nuestra lección de ayer continuemos. 


Creer
Creer… creer.. No soy
como Santo Tomás.
Creo, ¿queréis saberlo? Creo
y voy
más lejos que vosotros y mucho más.
¡Cuántas veces no creo en lo que veo
y creo en lo que no veré jamás! [22]
          (Cárcel prisión)


Hoy tienen alas
Hoy tienen alas
todos mis pensamientos;
quisieran irse con las golondrinas
y los vencejos
que emigran a  otras tierras, con las naves
que se alejan del puerto,
con las últimas luces del crepúsculo;
ser libre viento
a los cuatro horizontes,
no estar en mí, llevarse mi secreto,
tu secreto, por la tierra y el mar,
al alto cielo.


Será un día
Será un día como tantos…
Ya los hombres serán otros.
Sus clamores y sus cantos
no los oiremos nosotros.
Será nuestro pensamiento
la palabra que ellos digan;
puede que, a cada momento,
nuestro recuerdo bendigan
Será la vida más buena,
más humana, más hermosa;
pero nosotros, ¡qué pena!,
ya seremos otra cosa.
1940


No pienses más
No pienses más en ayer,
¿por qué sentirlo ya muerto?
A sembrar de nuevo el huerto
y de nuevo a recoger. [23]



En LAS ALAS EN EL AIRE. FICCIÓN POÉTICA de EL MARINERO DE AMOR. OTROS POEMAS (1989)


Sueño
Cuando la libertad se fue,
quise cerrar los ojos
por no ver hacia afuera,
y cerrar los oídos por no oír
lo que se dice siempre
de la desgracia.
Mas me llegaban,
de vez en cuando,
pájaros agoreros,
rayos de tempestades;
y me sentí de pronto el aguilucho
escapado hacia la libertad.
Volé, volé,
y pude contemplar,
desde mi altura,
cuantos seres absurdos
dignos de la prehistoria.


En la BIBLIOTECA DE JUAN LUIS MULERO CONDE


Sin embargo, también hay quien ve como carcelera un poema escrito en Mula, pero fechado en 1938, antes de ser detenido. Procede este poema y los que siguen de los conservados por Juan Luis Mulero Conde y le fueron entregados a Chon Pérez-Castejón Abad, en 14 de junio de 2009, mientras se celebraba la Ruta de Eliodoro:


Paisaje
La ventana de la cárcel
enmarca un joyante cuadro
de huertas de limoneros,
de parrales y naranjos.
Entre los ramajes verdes,
los cortijos encalados
despiertan en la mañana
relámpagos de sol blanco.
Por las laderas de Espuña
va un camino galopando,
surge, de pronto se oculta,
trepa a la cumbre de un salto.
¡Ay!, quién fuera el caminante
de ese camino serrano,
para marcharse por él
alegremente, cantando.
(Mula, 3 -938-. Prisión-Cuartel)

En mi modesta opinión, se trata sólo de un poema ocasional que escribe mirando por la ventana del depósito carcelario. Preguntamos en su día al Reverendo Antonio Sánchez Maurandi y nos aseveró que la vida de Eliodoro en Mula fue de lo más apacible: pasaba su tiempo libre, casi todo el día, en su casa jugando con él y con su hermana a las cartas o al dominó y leyendo uno y otro libro de los más variados temas, pues trasladó a Mula parte de su biblioteca. No hay, pues, que dejarse llevar por el sentimiento, sino por los criterios preestablecidos a la hora de decidir si una u otra composición poética es o no una carcelera.


Te diría…
Te diría: “Compañera,
vamos al campo florido;
el invierno ya se ha ido
y volverá la primavera”.


En esta dura mañana,
amor, había un ruiseñor;
y tú esperarás, amor,
de codos en la ventana.


¿Suspiras porque no voy
a decirte: “Compañera,
siempre soy el mismo que era,
(aunque en verdad no lo soy?)
Cuántas cosas te diría
si yo te pudiera ver
como otra veces, y ser,
mi amor, el mismo que era [24].
(Mula 3 -939. Prisión –cuartel)


Mujeres
-¡Mujeres en la prisión!...
¡Cómo corre la noticia!
Y la frase tiene un eco que acaricia.


-¡Mujeres!... ¡Y son hermosas!
-dice una voz conmovida.
-¿Mujeres? ¡Son religiosas!...
…¡ O mujeres de la vida!-


Otro exclama con tristeza.
Es lo mismo; porque son
mujeres… y su belleza
os alegra el corazón.
¡Mujeres en la prisión!
(Lorca 3 – 940. Cárcel de las Monjas.


17 – Octubre – 939
Te fuiste esta madrugada,
para siempre, compañero,
te fuiste esta madrugada
con los últimos luceros
entre tricornios sombríos
y relámpagos de acero.
El sol al salir te vio
marchar valiente y sereno,
el ideal en los ojos
y en la frente tu gran sueño.
En tu calle de amargura
no tuviste cirineo…
Lamentos desgarradores
de las mujeres del pueblo
te fueron acompañando
hasta el mismo cementerio.
Ante el piquete fascista
caíste como los buenos,
con el puño levantado
como una maza hacia el cielo.
Cuatro palomas volaron
de tus heridas del pecho
y a los puntos cardinales
se llevaron tu gran sueño.

Tras la lectura de cuanto comentario antecede y de las carceleras que se han podido recuperar, considerando, además, que Eliodoro Puche Felices era una persona mayor, formada, escritor, es decir, en contacto con la fábula y con la ficción, podemos especular sobre una serie de motivos que encontramos en su escrito y que actúan por debajo de los generales y personalizan sus poemas. Esto es lo que cada lector debe hacer para aumentar estos pequeños motivos por los que se escapa y da a conocer su recia personalidad, de vuelta ya de casi todo:

  • cierto recelo ante la sospecha de muerte por fusilamiento
  • ansia tremenda de soledad ante su situación despersonalizadora
  • cierto sentido cínico del comportamiento humano
  • temor ante la pérdida de su propia esencia
  • triste melancolía ante la “ausencia” de algún preso “paseado”
  • visión ecuánime de la ciudad: “es la misma que dejamos / sin pena y sin alegría”
  • desasosiego por la insensibilización ante tanto sufrimiento
  • la ausencia de libertad como pesadilla

CODA PARA UN FINAL FELIZ

Cuando he expresado que Eliodoro Puche Felices (Lorca, 1885-1964), poeta, sentía dolor sin odio, no era una afirmación gratuita y cuando he dicho que lo único que le hubiera reparado de los años robados y perdidos en la cárcel sería el triunfo de sus ideas, obedece a la verdad. Él mismo, y con esto concluyo, lo siente y hace poema algo que pertenecía a la esencia de su vida::


Amanecerá el día con señales
inequívocas,
del viento de una noche trastornada
de cataclismo;
un día inesperado, único,
-hoja arrancada con violencia
y arrojada al azar,
del calendario eterno-
que caerá en medio del tiempo
tremolando su fecha al aire
como una bandera
de luto y alegría.
El sol será más sol que nunca ha sido,
todos los picos cantarán
con una sola voz,
y aun cuando no sea el tiempo de las flores
todo estará florido… En cada alma
brotará un paraíso…
Alguien arrojará de sus vergeles
a tantos ángeles,
que ociosos y aburridos bostezan,
dormitando milenios,
bajo el árbol frondoso, cuyo fruto
para el hombre ya no estará prohibido.
Será como un inmenso terremoto
en el espíritu universal,
el día en que, como una sola boca
el mundo entero grite: ¡Libertad!


 Y, definitivamente, todo lo que grita un Eliodoro Puche liberado del patio de la cárcel y privado de libertad, es algo que tiene sólo cariz intelectual y mucho daño contenido: 


Resurrexit
¡Poder cantar
sobre las ruinas de lo que renace
el nuevo brote
que sube hacia la luz del nuevo cielo!
Poder cantar la flor de la esperanza
recién abierta al nuevo día
y decir a esos hombres
que encadenan la libertad:
-Es la vida, la vida verdadera
reencontrada en la muerte,
la vida hermosa y pura entre cenizas,
la vida bella que enterrasteis
clamando un ¡Para siempre!
entre fusiles fratricidas. Es
la vida robada por vosotros,
es la verdad suprema
que vuelve a ser.
Vedla, aquí la tenéis, retorna
más fuerte y grande que nos la robasteis
con la traición.
Poder contar el nuevo hallazgo
y con amor, con infinito amor,
enseñárselo a todos.
Y decir a  los sabios: -¡Levantad
pirámides de libros en memoria
de esta resurrección inesperada,
alzadle monumentos
de ideas inmortales,
eternizarla en torres
de palabras de exaltación!
Y decirle al poeta: -¡Campanero
de la verdad futura,
tu puesto está en la torre!
¡Echa las campanas al vuelo,
que ya ha sido al fin
la gran resurrección!


                            JOSÉ LUIS MOLINA MARTÍNEZ

[1] Fue presidente del Círculo Cultural Narciso Yepes desde su fundación en 1953 hasta finales de la década de los sesenta. Un foro cultural por el que pasaron personajes como el propio Narciso Yepes, Enrique del Corral, Manuel Alcántara, Vicente Escudero, Carmen Laforet o Gregorio Marañón, entre otros. 
[2] Cfr., Francisco Javier Díez de Revenga, Eliodoro Puche: historia y crítica de un poeta, Murcia, Academia Alfonso X el Sabio, 1980, pp. 208.
[3] Cfr., José Luis Martínez Valero, “Luces y sombras. (Eliodoro Puche Felices, 1885-1964)”,  en José Luis Molina Martínez (ed.), Eliodoro Puche: Análisis e interpretación, Lorca, Asociación Amigos de la Cultura, 2007, pp. 117-142.
[4] Pedro Guerrero Ruiz, Eliodoro Puche: paisaje y vuelo de un poeta, Murcia, Ayuntamiento de Lorca, 1994, p., 14.
[5] Cfr., Mayte Caro Valverde, “Prólogo”, en Eliodoro Puche, Las alas en el aire, Lorca, Asociación Amigos de la Cultura, 2007, p. 6.
[6] Darío Puccini, Romancero de la resistencia española, México, Ediciones ERA, 1967.
[7] Manuel Mantero, Los derechos del hombre en la poesía hispánica contemporánea, Madrid, Gredos, 1973.
[8]  José María Balcells, Poesía castellana de cárcel. Antología, Barcelona, Dirosa, 1976, pp. 4-5.
[9] Vid., Manuel Soler Aznar, “Marcos Ana, un poeta en el penal de Burgos”, en Els camps de concentració I el món penitenciari a Espanya durans la guerra civl I el franquisme, Barcelona, Museo de Historia de Cataluña – Universidad Autónoma de Barcelona, 2002, pp. 445-467.
[10] José Mª Balcells, “Papeles para una historia de la poesía castellana de cárcel”, en La poesía en la cárcel, Litoral, nos. 61 – 62 – 63. Torremolinos, 1976.
[11] José María Amado y Arniches.
[12]  Para este asunto, vid., Ascensión Pérez – Castejón Abad, “Documentos sobre la estancia de Eliodoro Puche en la cárcel (de Murcia)”, en José Luis Molina Martínez (ed.), Eliodoro Puche: análisis e interpretación, Lorca, Asociación Amigos de la Cultura, 2007, pp. 83-98.
[13] Rosalía Sala, “Cinco mujeres concejales en el Ayuntamiento de Lorca anteriores a la democracia (1924 -1971)”, en Mujeres lorquinas: también ellas hicieron historia, Ciclo de Conferencia en la Caja de Ahorros del Mediterráneo (ver programa)
[14] Cfr., Fuensanta Escudero Andújar, Dictadura y oposición al franquismo en Murcia: da las cárceles de posguerra a las primeras  elecciones, Murcia, Editum, 2007, p. 62.
[15]  José Gelardo Navarro, “Eliodoro Puche, ‘flamencólogo’ lorquino”, en Clavis, nº I, 1999, pp. 173-182.
[16] Eliodoro Puche, “Cantos y aires regionales. Aires de Levante”, en Estampa, año I, nº 38, 18 de septiembre de 1926, pp. 24-25.
[17] En mi opinión, a pesar de su inclusión como carcelera, se trata de una composición más propia para libros como Las alas en el aire.
[18] Díez de Revenga ejemplifica con este poema como si fuera una carcelera. A mí no me lo parece. Y, una pregunta: ¿a qué o quién se refiere el pronombre la del verso 10?
[19]  Fº. J. Díez de Revenga, vid. opus cit., 1980. p. 236.
[20] Vid., Eduardo Ruiz Bautista, “Leer y pensar en las cárceles de Franco”, en Antonio Castillo Gómez y Feliciano Montero Díaz (dirs.), Franquismo y memoria popular: escritura, voces y representaciones, Madrid, Siete Mares, 2003.
[21] Este poema parece más una letra para una “carcelera”, como reclama José Gelardo Navarro. Cuatro versos octosílabos asonantados, con acentuación aguda en los versos pares. Manifiesta el poeta una frustración: la falta de libertad, el quebrantamiento de la voluntad de una persona, que sólo puede hacer… lo que sus carceleros le mandan, según el reglamento de la prisión.
[22] El que haya sido escrita en la cárcel – prisión no es bastante para que sea considerada carcelera, pues no exhibe motivo literario alguno para ello. Más bien parece un expresión ni siquiera religiosa, sino de un pensamiento humanamente trascendente.
[23] Este poema se asemeja más a una letra para una “carcelera”, como reclama José Gelardo Navarro. En este caso, los versos con acentuación aguda son los impares. Para mí no posee carácter de carcelera, según el criterio utilizado. Fue escrito en una cuartilla con membrete del Partido Republicano Radical de Lorca. Esto inclina más mi decisión de excluirlo como carcelera, pues fue redactado antes de ingresar en prisión.
[24] Por la fecha del poema, marzo de 1939, y por el lugar, prisión – cuartel, posiblemente fuese apresado en esta ciudad.




Eliodoro y su hermana Estrella con César Gonzalez Ruano y M. Alcántara en Lorca



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