Me deja perplejo que la ONU (Michelle Bachelet) nombre a la joven señora Aído asesora de la ONU porque destaca "la distinguida carrera profesional de Aído al frente del Ministerio de Igualdad". Sin embargo, hay gente que discrepó de alguna de sus medidas en el momento oportuno y nadie le hizo caso. Si tan alto organismo y tal oronda presidenta piensan así, ¿cómo voy a mostrar yo mi disidencia o cualquier otro? Si lo hago, dirán que quién soy yo, o quién es el otro, para discrepar de tan enormes personaje/a y organización. Si no lo hago, mi conciencia se manifiesta en mi contra. O yo tengo conciencia y la Michelet y la ONU no, o mis valores están muy anticuados, si es que los valores morales se quedan atrasados. Y me callo, para que no se me abra la boca y diga algún inconveniente, que la gente se siente muy pronto discriminada y necesitan ayuda psicológica, vaya usted. Y, la verdad, yo no quiero tirarle un plátano a nadie y menos entrar en su vida privada, sino comentar el aspecto público de la noticia. Porque de lo que se trata es de que hay que respetar todo y a todos. Yo lo hago, pero, ¿quién me respeta a mí? Porque soy contrario a las jilipolleces y por ahí hay algunas. Uno las ve, las siente, y, al parecer, se tiene que callar, aunque te traten de tonto. Pero, el que la hace, la paga. Moralmente, digo, no en el sentido literal del refrán, que parece amenazante y a eso no juego. Eso sí, recuerdo que yo no tengo vela en este entierro ni la culpa de que de cualquier cosa se haga se haga un ídolo, o sea, un dios falso. Quienes sean fans de la Aído, estarán contentos. Por eso, la balanza no se inclina hacia ningún lado, aunque el panorama se vea oscuro. Y porque no quiero comentar lo de Paraguay. ¿Y para qué?
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Enrique Estévez Ochoa (Puerto de Santa María, 1891 - Palma de Mallorca, 1978), más conocido por Enrique Ochoa, aunque su obra la firma sólo con el apellido materno OCHOA, pasó largas temporadas en París entre 1914 y 1918. Podemos encontrar sus ilustraciones en La Esfera, La Estampa, Blanco y Negro y otras revistas de la época. La guerra incivil la pasa en París y después se retira a Valdemosa, logrando vivir en la misma habitación que Chopin. Si viene a la memoria de esta calle, se debe a que ilustró la publicación de Eliodoro Puche titulada LIBRO DE LOS ELOGIOS GALANTES Y DE LOS CREPÚSCULOS DE OTOÑO (1917). Vaya por él.
Enrique Estévez Ochoa (Puerto de Santa María, 1891 - Palma de Mallorca, 1978), más conocido por Enrique Ochoa, aunque su obra la firma sólo con el apellido materno OCHOA, pasó largas temporadas en París entre 1914 y 1918. Podemos encontrar sus ilustraciones en La Esfera, La Estampa, Blanco y Negro y otras revistas de la época. La guerra incivil la pasa en París y después se retira a Valdemosa, logrando vivir en la misma habitación que Chopin. Si viene a la memoria de esta calle, se debe a que ilustró la publicación de Eliodoro Puche titulada LIBRO DE LOS ELOGIOS GALANTES Y DE LOS CREPÚSCULOS DE OTOÑO (1917). Vaya por él.
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En esta calle tranquila hay cosas que "pisar" repetidas veces. Por ejemplo, alguna reflexión que otra. Por eso no quiero quitar la entrada muy pronto y la dejo hasta que las pisadas borran lo que había escrito. De Lorca no quiero decir ni pío. Porque no quiero entrometerme en la consigna oficial. Me parece interesante que se busque la normalidad. Pero, de cuando en cuando, la caída de algún balcón o de alguna vivienda recuerda a la oficialidad y al pueblo en general que la cosa ha sido muy fuerte. Pero Lorca hace muchos años que cambió su fisionomía: desde que quiso convertirse en cosmopolita y ser algo para lo que no fue creada. Lorca ha de ser una ciudad tranquila, que sirva para el ocio viajero, que conserve su historia y su idiosincracia. Por la televisión, se entra en los ojos la imagen de Lorca. En esa plaza de España, como se le decía en la posguerra, yo he visto representar autos sacramentales. Recuerdo el de EL PASTOR Y EL LOBO, de Calderón. Esa plaza es testigo de mis juegos infantiles. Nací en la calle de Selgas nº 2. 1º. Dios sabe que esa plaza no debe desaparecer nunca, ni su entorno. Es el símbolo más cercano de la ciudad. Porque, desde lejos, el castillo es la seña de identidad más precisa. Todo eso se ha alterado. Y, como siempre, los más dañados son los más pobres. No sé a qué Dios (dios) rezarle para que no ocurra ninguna desgracia más al ser humano.
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