martes, 19 de julio de 2011

HACE BOCHORNO COMO PARA QUE ARDA LA CALLE


1.
No hay por qué olvidar que Lorca ha recibido un golpe duro y bajo. No hay por qué olvidar que las cosas no están saliendo como tenían que haber salido. Pero la cosa ha sido muy dura. Y las consecuencias las vamos a seguir viendo los próximos meses. En dos meses que ya han pasado podían haber tomado ya la decisión de tirar los pisos que hayas de ir al suelo. Pero llegan, te ponen el amarillo, no pueden permanecer en la casa, si te vas te roban lo que dejes y así estamos. Sucedido eso tal y como lo digo, nadie sabe qué hacer ni a dónde ir. ¿Por qué no se agiliza esta situación? Todos somos Lorca y va ver si no se olvida lo que hay.


2
Nadie tiene piedad de nadie. Pero es que tampoco puede, y menos la Naturaleza porque sólo cumple su ciclo. Pero hace excesivo calor en Lorca para tener que estar allí haciendo gestiones, arreglando las casas, haciendo paquetes para que cuando vayan mañana o pasado a derribar el edificio familiar (de ellos) no se lleven todas las insensateces que había dentro. El mal se agrava si esto ha venido a pasar cuando uno es ya de edad avanzada. Me veo mayor pero no estoy cercano para el final. Veo lo que hay pero no puedo ponerme a quitar el escombro. De los de atrás, pienso que las cosas las están haciendo más con el corazón, que con la cabeza, pero no hacen caso si les explicas que hay que rectificar. Están tan resignados como los bueyes o las bueyas (¿habéis visto que bien queda, ministras?) y sólo aciertan a decirte que primero se quitan este problema y después verán el que viene. Los de "alante" ni hacen por entenderte: han dado por sentado que ellos son lo que son y que nosotros estamos anquilosados y sólo van a disfrutar con lo que le dejen. Me gustaría quedarme sordo y así no escuchar tonterías. Ciego no, porque entonces no podría ver la Cala ni la Cola. Y menos la calle que está aquí, tan cerca de mí.



3
He concluido mis trabajos sobre Eliodoro Puche. Han sido mi terapia para olvidarme del sismo, o sea, ya soy incapaz de meter libros en cajas, hasta ahí llega no mi debilidad, sino mi tanto por ciento de minusvalía. Así que he de volver a lo único que sé medio hacer. Seguramente, retomaré a Alfonsa de la Torre o me dedicaré a ver cine antiguo. Hoy he rescatado dos sonetos de "mujer" para LA COLA DE LA CALA. Bien está lo que bien se hace.




4
Esta flor vivirá pocos días, aunque su recuerdo podrá ser eterno. Pero cuando el poeta, que está hablando con Platero, el burrito pequeño, peludo y suave, se da cuenta de que será su vivir como un día de primavera, pide a la diosa de la flores mojadas por la lluvias, quizá también a las puestas a la cercanía de una luz que entra por una ventana sin abrir, pide, digo, que ella sea el ejemplo sencillo y sin término de su vida. Son cosas de los poetas.
Los poetas son cosas absolutas. Lee esto: "Yo recordaba nebulosamente aquel antiguo jardín donde los mitos seculares dibujaban los cuatro escudos del fundador en torno de una fuente abandonada". Valle Inclán ha tomado la pluma decadente y dibuja jardines: "Mis hermanas María Isabel y María Fernanda, que eran unas niñas, bajaron a coger rosa al jardín, y mi madre llenó con ellas los floreros del altar". Con las que sobraron, compuso este ramillete que dejó en la ventana del salón de estar, encima del mármol que hace de repisa.


5
Esta ilustración, hallada por ahí,  por los entresijos del Internet, me parece muy bella para cerrar por hoy la calle tranquila. Es posiblemente la que menos coches tiene aparcados en sus orilla.

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