A la derecha de quien esto escribe, Jacinto Herrero Esteban. Tras dos años ingresado en el hospìtal, cuando supe de su grave enfermedad, fui con Carmen a visitarlo. Todas las razones que tenía para viajar a Ávila ya las había cumplido. Sólo me interesaba de ella Jacinto, como poeta, ni siquiera como cura. Más que cura, yo creo que había sido docente. Jamás volveré a Ávila. Porque ya soy mayor y porque se ha ocultado la voz sagrada, solemne del poeta de más altos vuelos de estos últimos tiempos, al menos en mi opinión. Bien es verdad que era casi desconocido para todos, pero eso es una circunstancia positiva: no todos disfrutan de su poesía sino los pocos que la descubren. El que se nutre de la buena poesía no compra en los grandes almacenes, ni siquiera en ediciones de grandes marcas, porque esas colecciones burguesas de ahora con las que fueron para minorías en su origen y son las que entonces leí.. Lamento la pérdida de Jacinto Herrero Esteban por lo que ha dejado de decir. Me quedan sus libros y en ellos seguiré bebiendo.
Calabardina, 15 enero 2012
José Luis Molina
Preciso...escueto...exacto...concreto...pero sobre todo lleno de sentimiento, de Amistad y no exento de cierta melancolía que hace aflorar lo mejor de José Luis en breves y sencillas palabras que hacen todavía, si cabe, más elocuente y nostálgica una despedida, para siempre, del poeta amigo.
ResponderEliminarLa melancolía es una forma castellana de tristeza, en este caso no por su pérdida, sino por no haberme enterado de su enfermedad de muerte, pues hubiera vuelto de nuevo a Ávila.
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