viernes, 19 de agosto de 2011

ARROZ TRES DELICIAS O POR AQUÍ NUNCA PASA NADA




Este mes de agosto siempre me ha parecido más largo que un día sin pan, o séase, que un día de un verano de la postguerra. Quizá esa sensación proceda de que, hace ya casi tres meses, los días amanecen más temprano y los días acaban más tarde. Se hace un día eterno a soportar desde las 6/7 de la mañana hasta las 9/10 de la noche, con una luz intensa, agobiante, con gritos agobiantes, con debilidades humanas agobiantes, con calores asfixiantes, con irrealidades reales que se podrían eliminar a poco que se racionalizase el horario. Esos días quedan alterados, además, por la infancia familiar. Lo peor de la infancia es que es infancia, fuera de eso, todo normal. Antes, cuando molestaban mucho los niños, podías reñirles e incluso castigarlos -¡te castigo sin salir esta tarde!-, porque no atentabas contra su dignidad personal ni les ibas a crear unos traumas psicológicos que necesitarían tratamiento de los psicólogos porque, hay que ver, Dios mío, qué iba a pasar si no fuera por ellos. ¡Cómo se han hecho dueños de la cosa nostra, de la res pública diaria y ordinaria y extraordinaria! Que hay una pelea, allí están ellos; que hay un accidente, allí están ellos; que hay una subida de precios, una mala interpretación política, una intervención religiosa integrista, no aparecen. Si tienes un problema y te llevan (por descuido o a traición a un psicólogo) te pasa una prueba y te aplican los resultados de esa prueba. Si te llevan a otro y te pasa otra prueba, el resultado es distinto y la interpretación también. Pero esto se ha impuesto y hay que respetarlo. Es una manera más de justificar un oficio y trasladar aquí, al pueblo de la Calle Tranquila, una manera de actuar que antes se solucionaba con la intervención de la abuela o del médico de cabecera (de familia). Los castigos se ponían para cumplirlos más tarde, porque se olvidaban. Los niños no entienden a según qué edad, por mucho que se les explique, según qué cosas. No es muy o nada recomendable castigar por castigar, pues se crea resentidos y resentimiento. Tampoco hay por qué no explicarles a los peques el por qué de las cosas. ¿Qué problema existe en obligarles a que cumplan algunas de las cosas cuyo significado les es incomprensible por desarrollo psicológico, es decir, por edad? Entiendo que es buena la educación familiar tradicional, pero, ¿quién puede permitirse ese lujazo?


Literariamente hablando, que es para lo que únicamente me gusta salir de mi claustro, la cosa va bien. Sigo con deleite las patadas literarias procedentes del libro Barça-Madrid: algo más que Mourinho. Desde fuera, la protección se ve. Son tipos barbados que per se valen bien poco pero por razón del cargo suben muchos enteros. Los tíos han creado escuela de cómo se sube y se queda uno durante veinte años en el mismo hueco, ramificaciones internacionales incluidas. Me hubiera gustado que el hecho de que el príncipe sea del Atlético de Madrid hubiera repercutido tanto en el mundo futbolero como cuando dijo el de la Ceja que era del Barça. Claro que el Barça no tiene eso para nada en cuenta. Ellos sólo saben que están en la cresta de la ola y se aprovechan de ello. ¿Quién representa al Madrid en los lugares donde se cuecen las cosas? Ahí es donde se exige igualdad de trato, eso sí, sin que nadie te meta el dedo en el ojo, porque, si ellos provocan, con ello ya contamos, y hay que estar en el señorío, no en el seny, eso es de ellos (es lo mismo pero desde otra perspectiva), no hay que olvidar que ellos, el enemigo sólo futbolero, tiran la piedra y esconden la mano y además presumen de no tirar piedras. Cosas malas que hace el Madrid: decir que a Alves parece que lo mata cuando le hace una entrada Pepe porque el brasileño va ya provocando antes de caer y procura que expulsen al anti-estético Pepe, al que convendría domesticar un poco en estos lances ya, desafortunadamente, tradicionales. Para eso hacen falta dos psicólogos: uno para que le diga a Alves que el Madrid sólo es un equipo de fútbol y que se le olvide la frustración de que no lo fichara cuando se dijo que iba al Madrid, y otro a Pepe para que no asuste a Alves cuando le entre. Si alguno de los dos lo hace mal, para eso está el árbitro, para echarlos del campo. Pero no se atreven los árbitros: eso es otro cantar, ¿verdad, Villar?  ¿Son los equipos de la FEF o los clubes los que forman la FEF? ¿Es muy difícil que los clubes funden otra Liga? Pedro es un canario, no de los que cantan, sino de las islas Canarias. Cuando dice que no ficharía por el Madrid, está provocando por un lado. Por otro, no. Porque el Madrid sabe que es un jugador veloz, que se ha hecho jugador porque juega junto a quien juega, pero ya está. ¿Del Bosque? Se podría pensar que hace lo que le dicen, porque sus listas de convocados son de lo más discutibles, pero no estamos en ello: sólo sabemos que cuantos más convoque del Barça, más internacionales tiene el Barça en sus alineaciones, con lo que así exige más dinero en los amistosos, que la bolsa ha de sonar. Piqué: habla una lengua más que la catalana y la española, y esa es la que actúa contra el Madrid. Con su prestigio, hubiera tenido que poner paz, no atizar el fuego echando leña. E'too era más educado en el Madrid, que en el Barça: Madrid, cabrón, el Barça campeón, grito con el que echa fuera y no hace falta psicólogo todo su malestar por haberlo vendido su club de origen y no haberlo arropado en sus filas. Pinto es el mejor portero reserva del mejor equipo de Cataluña y seguramente de España: nadie sabrá nunca cómo juega; perdón, sí, se sabe en la copa. A Villa le ha salido su mejor cante minero: ¿qué le hizo Ozil? Apareció y desapareció en un plis plas; antes todo se le perdonaba a los que daban la cara. Yo conocí a uno que juró odio eterno a los romanos. Y lo transmite. Espero que no sea porque el Madrid no se lo llevó cuando se rumoreó, porque haría falta psicólogo para quitar el despecho. El que el Madrid no fichara a Alves y a Villa le pesará toda la vida. Porque son dos grandes futbolistas. Pero el guaje nunca mira de frente. Y el otro, si no mira, pues tampoco pasa nada.

Hay mucho rencor en esos equipos. Alguien debería poner solución a ese extremo a que apuntaba Guardiola, dicho que diría sin otro mensaje: algún día estos se liarán a hostias. Guardiola también podría aportar su granazo de arena. Y TODOS. Claro que yo, desde este balcón, veo una pequeña solución: no voy a ver ninguno de estos partidos hasta que no se actúa con deportividad. Iba yo al fútbol al bar de Julio antes de mucha gente fuera o fuese a ese bar. Dejé de ver un partido allí cuando una joven y graciosa lorquina se me acercaba a la oreja a chillarme gol cada vez que el equipo de sus entretelas marcaba uno. Me los veo solo en mi casa sin impertinencias de nadie. Aunque por este balcón de la calle tranquila veo los resplandores de los cohete que tira la Caty o sus hijos cuando gana el Barça.
¿Refleja el fútbol socialmente la situación que se vive en la calle? Algún día diré lo que esta situación causa en mí. Ya le había explicado a mi nieto Pablo que el Madrid perdería, no sabía que el Madrid iba a jugar tan bien, que iba a echar Marcelo un borrón tan grande en la historia del Madrid y que el Madrid fue el que le sirvió en bandeja de plata este copa que Villar no merece entregar, por más que disfrute, pues el partido lo perdió en el Santiago Bernabéu. Si el Barça no  hubiera apoyado al vasco, la cosa estaría mejor porque habría cambiado la orientación balompédica española en general. Pero el Barcelona, más que un club, hubiera disfrutado menos.
En este mismo momento, la trastienda del Barça, eso que está atrás pero que dirige o apoya al club, está mejor orientada que la del Madrid. Se pueder perder o ganar una ligar sin ganar al Barça. Mientras esto dure, la mejor es pasar por encima de la situación y desear al Barça como tal muchos éxitos.


Le pediré educadamente a esta bella señora si quiere ver el próximo partido en mi casa, en mi tele (cuando me la dejan) para degustar tranquilamente una copa de cava con merengue madrileño. Xavi: cuando hables con Casillas, no saques ese dedo índice amenazante, porque él te habla con energía -está hasta las narices de esto porque sabe que después te ríes de lo que sucede, se te ha visto, con lo que humillas- pero con educación.



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