martes, 19 de junio de 2012

EN LOS BOSQUES DE SHERWOOD (Un casi poema en casi prosa)



Sí están presentes las naturales y sombrías
situaciones materiales y espirituales
de los seres humanos. Somos humanos
por necesitados,
por oprimidos,
por engañados,
por castigados sin motivo,
por zarandeados por el poder
que dice ocuparse
del hombre,
de su raza,
de su parentela
y parece que únicamente ha llenado
su zurrón,
su cartera,
su cuenta corriente
-según en qué época nos devalijase-
a costa de todos nosotros,
trabajadores honrados,
creyentes hombres de bien,
mientras ellos son,
evangélicamente escribiendo,
sepulcros blanqueados,
ángeles satánicos,
embusteros y embaucadores crónicos.


Jamás harán nada por nosotros:
saben lo que pensamos de ellos
y no se avergüenzan;
saben lo que hablamos de ellos
y no se avergüenzan;
saben que están desprestigiados
y no se avergüenzan;
saben que son como los puercos de Circe
y no se avergüenzan.
Es más, viven tranquilos porque saben
que el sistema -el sistema es el poder-
les protege;
porque saben que, si alguien alza
con exceso
su voz en el bosque de Sherwood
y se dicen estas verdades verdaderas,
el sistema -el poder- ahogará su voz
y de paso apretará la garganta a poco
que se esfuerce y creará, sin saberlo,
un silencio vengador.
Pero estas voces destempladas
se acabarían si viesen
que los demás hombres
son de su misma raza, lengua y religión
o de ninguna, pero sí seres humanos.
Mas, en verdad, no se puede estar
esperando que Dios los castigue
en la otra vida, habiendo esta.
Los pobres,
los desvalidos,
los estafados,
los engañados,
sólo tenemos fe
en el bosque de Sherwood.


Alzo mi voz en el desierto
de su desvergüenza
para que nadie diga que
los poetas no saben escribir prosa,
no saben qué pasa en la vida,
siendo, como son,
seres humanos, hombres y mujeres,
no dioses inspirados por los mitos.


Siempre he sido disidente.
Desde hace un tiempo cercano,
me considero fuera de su territorio.
Mi calle es tranquila y vivo
a la orilla del silencio de la Cala.
Pero las injusticias golpean mi rostro
como si fuera una ola marina
en un día cualquiera en el que el mar
está muy agitado, muy solemne, muy harto.


Calabardina, 19 junio 2012
José Luis Molina Martínez


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