Las crónicas de sociedad no son lo mío, pero, por haber participado yo en el asunto, por voluntad expresa de Marita Arcas, pues quería que fuese su presentador, y resaltar la presencia de otras personas conocidas voy a comentar alguna que otra cosa. Llegas al sitio en el que se celebra el acto y, sin tiempo para ver la pintura de Molina Sánchez, siempre pareja, siempre eterna, hubimos de bajar al salón de actos. Empiezas a saludar gente, pues, afortunadamente vivo en la Calle Tranquila de la Cala-Bsrdina, alejado de Lorca y sus vanidades, que no de sus dolores y míos, en primer lugar a José María Castillo Navarro, mi gran amigo, y a Ulis, que me visitan en la playa, y ya iba por el extremo derecho de la sala, según se mira a la entrada, cuando un caballero, al que había reconocido y ubicado en mi mente, José Manuel Blecua Perdices, me hacía señas desde el otro extremo de la sala. Obviamente lo dejé todo -alguien quería presentarme a un militar lorquino y la cosa se frustró- no tanto por comportamiento social sino por afecto, y me dirigí a saludarle. Le mostré mi mano para estrechar la suya, pero me dio un abrazo al que correspondí, casi sorprendido de su afectuosidad, mientras le preguntaba si es que se acordaba aún de mí. Ese aún quiere decir años sin vernos. Me emocioné, la verdad. Todo un Presidente de la Real Academia Española, después de tantos años sin vernos, me recordaba y me abrazaba. Todo la gente necesaria estaba allí. La que faltaba era por eso, porque no se había dado cuenta de la necesidad de arropar actos como este. Militares, presidentes de ONGs y otros estamentos políticos. Familiares y amigos. El acto, presidido por mi amigo Paco Montiel, concejal del Ayuntamiento, se desarrolló brillantemente. La presidenta de los Amigos de la Cultura, entidad que entrega los premios, se superó a sí misma, ya lo hace bien, en la presentación que hizo del Presidente de la RAE, quien presentó a las organizaciones que acudieron a solucionar el caos del terremoto, que recibían conjuntamente el premio. Como buen lingüista, hizo una disección del significado de la palabra SOLIDARIDAD que aplicó a la labor callada y desinteresada Al final, nuevos saludos y desfile en busca de la cena. Hacía muchos años, demasiados, que no había vuelto a ver a María Luisa del Álamo, esposa del José Manuel Blecua. Ella nació en la calle la Cava y yo en la de Selgas. Íbamos al colegio de las Mercedarias. Cerca de su casa vivía Julieta Calvo y la hija de un militar llamada Candidita Miguel, a la que no he vuelto a ver desde aquellos lejanos días. Hasta ahí llega mi infancia. Ahora somos todos unos venerables setentones, algunos, otros aún algo más jóvenes. Sobre todo, las señora, por las que no parece pasar el tiempo. Al salir, llovía. Pero todo salió como Dios manda. La cena, entrañable. Me parece que a esto debió algo el buen menú que nos prepararon nuestros anfitriones. Aunque conversé con casi todos y me acerqué por las mesas dejando mensajes de amistad. supongo que aburrí con mi verborrea al Presidente de la RAE, pues me sentaron a su lado, seguramente para que hablase conmigo, deduzco. Pero quería comunicarle cosas de nuestro convecino José Musso Valiente, de las que tomó nota, cosa que le agradezco.
La última fotografía procede de La Verdad y pertenece a la serie que hizo Paco Alonso, nuestro amigo, para quien posamos. Las otras cuatro las hizo Encarnación Pérez-Castejón Ruiz, a quien le agradecemos su envío. Se respeta así el (c). En las fotos aparecen Paco Montiel, José Manuel Blecua, Chon Pérez-Castejón, Marita Arcas, José Luis Molina, Carmen Jiménez, Tomás (perdona que no recuerde el apellido), esposo de Marita, Manolo Carrasco.
Que todo vaya bien.
Calabardina, 23 octubre 2012
José Luis Molina Martínez
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