viernes, 5 de octubre de 2012

PRESENTACIÓN DEL LIBRO QUE RECOGE LAS III JORNADAS DE INFORMACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE EL POETA ELIODORO PUCHE




Esta fue mi intervención anoche en el acto de presentación de este libro que recoge las conferencias impartidas en las III Jornadas de Información y Estudio sobre el poeta Eliodoro Puche: 



Respetada Presidenta de la Asociación Amigos de la Cultura y querida amiga Chon Pérez-Castejón Abad. Compañero de mesa Juan Antonio Fernández Rubio. Queridas amigas, amigos míos. Como soy nacido en el Antiguo Régimen, cuando se rezaba para levantarse, para acostarse con angelitos y angelitas, para empezar las clases, el ángelus, el rosario, e incluso para poner un pie en la calle (al salir de casa ármate / con la señal de la cruz / padre nuestro amén Jesús), cada mañana, al despertarme y comprobar que toda mi familia, para que luego digan, está bien, pues no se ha recibido llamada nocturna alguna con noticia alevosa, doy gracias a Dios por ello. Llevo ya unos días diciéndole que haga el favor de mirar para otro lado, que se olvide de Lorca y de su lugar en el mapa, para ver si, dejados de su mano, no ocurren más desgracias a este querido pueblo, la Lorca entrañable que llevamos dentro. Espero que nuestros amigos, nuestros convecinos, sepan, cosa que no dudo, reponerse una vez más y rehacer sus vidas. Si les sirve de algo la mía, aquí la tienen. Eso sí, no esperen ni pidan ayudas ningunas. Y ustedes no necesitan que les explique por qué, dado que son muy inteligentes y saben que las prometen pero no las dan o son mínimas. Será por la crisis. Y como, de seguir por este camino, voy a meterme en un charco, cambio el tercio y digo, con el corazón en la mano, que lamento la desgracia, que me duelen los muertos en la tragedia y la tragedia de los vivos, que para tanta agua mejor ninguna, y digo que este pueblo ya está cansado de sufrir. No me gusta la muerte, pero menos cuando se produce de manera violenta, aunque ya sé que la muerte viene tanquam fur, como un ladrón despiadado. Desde la primer avalancha de agua que recuerdo, la de 1946, y sobre todo la del 1973, guardo un horror nauseabundo y una ojeriza singular contra las riadas con las que tenemos que convivir, porque originan que tanta desgracia asuele una ciudad, destruya familias, malgaste la vida en general, damnifique a niños y mayores. Le pido a Dios que nos acoja en su seno, sí, pero que se olvide de este pueblo y no permita más tanta angustia. O que nos esconda bajo su cielo protector y así nadie se quejará de desamparo. No sé de qué otra manera lamentar el fallecimiento de las víctimas y tampoco cómo podría acompañar a los lorquinos sufrientes en sus daños espirituales, que los materiales, con el empuje que tienen los superarán, aunque sea con dolor. Sólo se trata de dinero. Lo peor es no poder recuperar lo ido, vidas, recuerdos, ilusiones, lugar de refugio. Pero vivimos y la vida es bella en tanto en cuanto. Vamos, pues, a disfrutarla, aunque sea luchando porque “milicia es la vida del hombre sobre la tierra”. Lo demás que descanse en paz. 

Me hubiera gustado no tener que iniciar así mi perorata de presentador pero, las circunstancias obligan. Y ahora vamos con lo que me ha traído a Lorca. Tengo por costumbre, antes de una nueva presentación del libro que me encargan, leer las realizadas en otras ocasiones. En todas ellas hay un denominador común: apenas hablo del libro, apenas cuento nada de él. Porque a lo que yo vengo aquí es a pedir que compren el libro. Si se compra el libro, en este caso digamos que su precio es económico y testimonial, se lee y nadie tiene que contarlo. Por eso, no lo cuento para que se compre y el que no lo adquiera pues que no sepa de qué se trata. El que no tiene intención de comprar el libro, aunque le digan de qué va, no lo va a hacer y por lo tanto no lo va a leer. Parece, al menos una filosofía lúcida. 

Sí quiero esgrimir algunos argumentos a favor de su adquisición. Casi todos, por no decir todos, ya han sido muy seriamente expuestos por nuestro común amigo Juan Antonio, que está realizando su tesis doctoral sobre la vida y la obra de nuestro paisano Eliodoro Puche y acaba de dirigir su palabra a ustedes, amigas y amigos y así se presenta ante la sociedad lorquina actual como estudioso del poeta. Intenta la reunión de la obra completa de Eliodoro Puche. La conocida y la dispersa. Me parece algo muy importante y tengo la convicción de que lo va a conseguir. Y ha expuesto los motivos que le llevan a ello: su creencia en la vigencia y actualidad de los estudios sobre el poeta lorquino. Es muy importante, porque Eliodoro, con toda su carga humana, intelectual y su vida interior, no deja de ser un poeta de nuestra ciudad, nuestro, porque los pueblos necesitan poetas que recojan la situación de la época, de la cultura de su época. Es el lado espiritual de una comunidad. Un poeta acoge en su obra el misterio de la creación, el misterio de la palabra que utiliza, del sentimiento que logra transmitir, de la emoción que crea, del silencio que cubre su lectura. Y, aunque lo que sentimos nosotros como lectores no es exactamente igual que lo que emocionó al poeta cuando edificaba el poema, sí significa ponernos en contacto con la situación que manifiersta, que crea como si fuera un demiurgo, y con la experiencia del poeta. Es vivir la vida de otro si no totalmente, sí al menos en esa parte que nos lo acerca. Así crece nuestra experiencia, nuestro conocimiento, nuestra interioridad. Eso es lo que sucede cuando se lee a un poeta. Existe una suave sonoridad en la utilización del lenguaje y en su plasmación que tratamos de resucitar con la lectura del poema. Existe una simbología que tratamos de captar con el acto de la lectura, de modo que podamos entrar en el motivo último de la expresión poética, en ese intentar saber por qué escribió tal cosa el poeta en tal momento. No hay que hacer ejercicios de estilo para leer un poema. Sólo hay que leer expresivamente. Y, en cada lectura, se progresa en el conocimiento, en la interpretación del poeta, en saber introducirse en el poema y captar los aleteos de la paloma que en él vive. Son sólo palabras que cobran un nuevo significado, el que les da el poeta por medio de su uso personalizado y los recursos que utiliza. No piensen ustedes en su lectura de un poema ni en el número de sílabas, ni en la estrofa ni en las metáforas ni en todas esas cosas que dicen la preceptiva literaria o la crítica o la retórica, sea del signo que sea. No. Eso para los que viven de esos análisis que casi nunca coinciden con nuestra propia experiencia de lector. Nosotros, como lectores, sólo tenemos que ponernos muy cómodos, crear un ambiente de lectura, de silencio, de claustro, de intimidad, y dejarnos llevar por las palabras, por los conceptos, por nuestro propio bisbiseo. Sin darnos cuentan vamos creando un nuevo poema que no escribimos pero que vamos sintiendo según desarrollamos la lectura y de este modo participamos de la experiencia del otro y vivimos la nuestra. No hay otros milagros. Ni falta que hacen. 

Pues eso sucede con la lectura de los poemas de Eliodoro. Porque son poemas sencillos, pero, con su profundidad, son experiencias de vida, son un disfrute de lo pequeño, de las cosas de la vida sobre las que no pensamos en nuestra vivencia diaria, o también la expresión reflexiva de la tragedia personal representada en la pérdida de la libertad o la privación de la posibilidad de crear. Se da uno cuenta de que el poeta es un ser humano que sufre y ama lo mismo que nosotros, con la diferencia de que él lo cuenta con palabras nuevas utilizando para ello las palabras más gastadas y a veces comunes del vocabulario. Pero les da una connotación diferente y por eso las palabras nos parecen nuevas. Y, en ocasiones, hasta difíciles. 

El auge y enfoque de la crítica literaria en los últimos tiempos, sobre todo desde los años ochenta en adelante, en España, ha permitido una nueva manera de analizar y hacer crítica. Eso ha posibilitado la aparición de nuevos enfoques que han generado la profundización en la obra literaria de un autor. Hay, por ello, una diferencia entre cómo se concebía antes la literatura y cómo se hace ahora. Antes se daba mucha importancia a la vida del autor y poca a la obra, pues apenas se leía. Sólo ponían unos ejemplos de unos poemas que presentaban como modélicos. Ahora, sin obviar los detalles de la vida y época, se analiza la obra en sí, sin tener en cuenta otros criterios. 

La programación que efectúa la Asociación Amigos de la Cultura en las Jornadas de Información y Estudio sobre el poeta Eliodoro ha caminado en ese sentido. Pasa de la recopilación de los elementos más o menos anecdóticos de la vida a esa profundización en la obra. Hay un paso hacia delante de acuerdo con los fines de la crítica literaria moderna. Y se analizan las influencias que el poeta ha recibido debido a sus múltiples lecturas y entonces se da cuenta el lector de que, además de la capa clásica –grecolatina– que le prestan sus estudios literarios durante su bachillerato, existen en su escrito una serie de influencias que, procedentes del simbolismo francés, pasan por el parnasianismo, el decadentismo, el modernismo, la vanguardia, el ultraísmo y otros elementos que se encuentran en su poesía, hasta que consigue su voz propia y personal. Es que leemos a Eliodoro y decimos esto está en los poetas simbolistas, esto es verleniano, o modernista o creacionista. Y es que Eliodoro estuvo ahí, fue testigo de todo eso, trató a Juan Ramón Jiménez, a los Machado, a los mejores poetas de la época y a otros menos conocidos, vivió la bohemia, vivió Madrid. Y todo eso está en su obra. Estas Jornadas han abierto, pues, la aplicación de las nuevas teorías críticas a la obra de Eliodoro que cobra de esta manera una nueva dimensión. 

Para darse cuenta de esto sólo hay que hojear este libro, el tercero ya de la serie, que ahora sale sin patrocinio de nadie, con más sacrificio. Hay que hacer nuevos socios para que, con su aportación tan testimonial, los Amigos de la Cultura puedan continuar esta iniciativa. Es más, creo que, si se saliera de la crisis bancaria y económica, inmobiliaria y especulativa, en la que ninguno de nosotros hemos participados y sí sufrimos, también se debería continuar por este camino de independencia y libertad, tan propio de Eliodoro. 

Este libro recoge las conferencias que en su día impartieron queridos amigos como Manuel Martínez Arnaldos, que ofreció su participación en la actividad de la Asociación de manera desinteresada, Santiago Delgado, José Antonio Hernández Guerrero y el que les habla. Son representantes de las universidades de Murcia (Martínez Arnaldos) y Cádiz (Hernández Guerrero), lo que amplía el campo de personas dedicadas a su estudio, de la Academia Alfonso X el Sabio, el profesor Santiago Delgado, y yo, que formo parte de las fuerzas vivas de Lorca destacadas en Calabardina. 

Cada uno de nosotros hemos caminado según nuestras intuiciones, gustos o preferencias. Muchos de los presentes tuvimos la suerte de escuchar las disertaciones que hoy se recogen en este ejemplar que Chon cuida con esmero. En el prólogo, las presento de este modo. 

José Antonio Hernández Guerrero nos obsequia con un análisis introspectivo que da a conocer la interioridad, la intimidad, la espiritualidad si se quiera del poeta a través de sus mismos versos. Atraídos por la musicalidad del poema, nos olvidamos en muchas ocasiones de la personalidad que permite la creación poética en la que se muestra con toda intensidad la sensibilidad del poeta, del Eliodoro que escribió cuanto a nosotros nos seduce ahora. A partir, pues, de su propio escrito, el profesor gaditano va perfilando el espíritu creativo del poeta, la musicalidad de su palabra, cómo desde la sencillez construye un edificio poético coherente. A través de todo ello, descubrimos cómo expresa Eliodoro sus sensaciones, su interioridad estética, su trazo rítmico, su sonoridad poética. Con la lectura del estudio del profesor doctor Hernández Guerrero, aprendemos que su obra literaria procede y está íntimamente imbricada con su conocimiento de la vida. El ámbito personal que manifiesta el escrito sirve como marco para acotar la imagen del poeta en una interioridad sensible. 

Manuel Martínez Arnaldos es, a nuestro juicio, modesto, pero justo, recto y no inclinado al reparto de incienso sin ton ni son, uno de los mejores especialistas de cuanto se relaciona con la novela corta, como atestiguan sus numerosas publicaciones sobre el tema. Aunque sobre la novela Las gemelas ya se había hablado ocasionalmente centrándose en la noticia de su aparición, el catedrático Martínez Arnaldos analiza cuanto es oportuno relacionando la novela con otras publicaciones de la época y descubriendo otras realidades que escapan al no especialista. Se conoce así que Eliodoro era un homo literarius, que adscrito por la crítica contemporánea a la poesía, la actual va descubriendo, poco a poco, que fue autor de otros escritos en prosa, como testimonia el hallazgo de esta novela y lo que van ustedes a escuchar después de que acabe esta monserga, pero es que para ello me llaman. Instaba el profesor a seguir esta línea investigativa y así hemos hecho, por lo que estamos en condiciones de testimoniar el hallazgo de nuevos textos en prosa sobre los que aún estamos trabajando. De ahí la importancia del análisis que de esta novela efectúa nuestro amigo, el profesor Arnaldos. 

En parte más concreta entra la intervención del académico y profesor Santiago Delgado. Es muy posible que pocos sean los estudios que se hacen de la obra literaria desde la Gramática, pero son necesarios porque pasamos muchas veces sobre ella sin darnos cuenta de su importancia. Así no somos conscientes del enriquecimiento que para la interpretación del poema supone la lectura, como propone Santiago Delgado, del adjetivo en la obra poética de Eliodoro, concretamente de las Carceleras. Sólo tiene en cuenta las que aparecen en la Antología General publicada por la Editora Regional hace ya treinta años. Su estudio hubiera sido definitivo y concluso si hubiese conocido Carceleras (2011), libro editado por los Amigos de la Cultura. Como podremos leer en este trabajo, él mismo explica que conocía este proyecto que se encontraba en estado de “pesquisa”. Sus conclusiones son igualmente extensibles a los poemas que no analiza. Parte de las clases de adjetivos que existen según la gramática de la poesía (epíteto, determinativo, calificativo y catacrético) a los que más tarde añade otros aspectos, la aplica de manera concreta y señala cómo son los adjetivos que Eliodoro utiliza en estos poemas. Su aplicación señala aspectos significativos y enriquecen de otro modo la lectura de los poemas de Eliodoro, que es lo que se busca. 

Más compleja es la intervención de José Luis Molina pues intenta el análisis de los mitos del fin del siglo XIX y la figura femenina que introduce el modernismo y en otros movimientos literarios aparece como modo de entender la modernidad del poeta y su estancia en la vanguardia. Enlaza también con cuanto Javier Espino Martín había analizado sobre el origen de las influencias de los poeta simbolistas en la obra de Eliodoro. Aquí sí entiendo por influencia poética a la transmisión de ideas e imágenes de los poetas simbolistas y entonces avanzados en los que se sumerge la poesía de Eliodoro. El poeta, considerado un mujeriego y un borracho, un bohemio infame, cuando expone la imagen de la mujer, parece, a primera vista, alimentar ese tópico, cuando, en realidad, lo que se encuentra es inmerso en la modernidad y en la realidad poética de su época. Porque, no hay que olvidar que la poesía también es ficción. Así, poco a poco, se habilitan nuevos espacios de análisis y se despoja la figura de Eliodoro de otros añadidos que no venían muy al caso. Pero era el único tipo de crítica que se hacía en aquellos momentos. 

Creo que, aunque nunca está todo dicho, siempre queda algo en la vasija donde se cuecen los caldos poéticos. Pero es el momento de concluir. Ya diremos más cosas en la próxima ocasión. Con permiso de Chon y de los Amigos de la Cultura, quiero citar a todos los presentes, y a los que quieran sumarse, a la celebración de las cuartas Jornadas de Información y Estudio del poeta Eliodoro Puche que sacaremos adelante como Dios quiera para que el legado cultural, de aquí en adelante en peligro y más minoritario, que entreguemos a las generaciones futuras sea más floreciente, más importante e intelectual que el que a nosotros nos dejaron. Y Eliodoro Puche pertenece al fondo cultural de nuestra Lorca, esta ciudad vieja que ya ha sufrido en su piel más de lo que nosotros creemos necesario. No en vano lo sufrimos.

José Luis Molina Martínez
Calabardina, 4 octubre 2012

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