No puedo presumir de ser un amigo íntimo de J. M. Caballero Bonald, pero sí de haberlo conocido y departido con él y de ser un lector de su obra que quedó subyugado por la lectura de Ágata ojo de gato (1974), libro que me dedicó el poeta:
A José Luis Molina, esta mitología andaluza, con la amistad y el afecto seguros de J. M. Caballero Bonald |
Eran casi los años del boom y aquella literatura mágica alimentaba mi imaginación. En Lorca, seguramente, ha quedado Dos días de septiembre (1972), premio Biblioteca Breve, quizá en alguno de los rimeros de libros en que hubo que apilarlos cuando el terremoto me tiró algunas estanterías al suelo y los libros quedaron desparramados como hojas secas de árboles carcomidos, en espera de que haya oportunidad de arreglar aquello, cuando mi santa pueda.
Aquí en Calabardina tengo, bien cuidados, Descrédito del héroe (1977), libro que también me dedica (A José Luis Molina, con la alegría de encontrarlo en Lorca y un gran abrazo) otro libro que me hizo creer en la poesía, en el que introduce algún que otro poema en prosa, estilo y manera en el que escribió Laberinto de Fortuna (1984), libro de rara perfección clásica, con reminiscencias de Juan de Mena. Cierra el libro con un poema en prosa (grave contradicción) o prosa poética que titula Je est un outre y que viene a ser una propia definición: "Vengo de muchos libros y de muchos apremios que la imaginación dejó inconclusos. Vengo también de un viaje absolutamente maravilloso que no hice nunca a Samarcanda. Y de un terror consecutivo vengo igual que de una madre. Soy esos hombres juntos que mutuamente se enemistan y ando a tientas buscando el rastro de una historia donde no comparezco todavía. ¿Seré por fin ese protagonista que de siempre ronda entre mis libros y que también está aquí ahora sustituyendo a quien no sé? Sólo el presente puede modificar el curso del pasado".
(Toda la noche oyeron pasar pájaros (1981), Premio Ateneo de Sevilla, es otra bella novela, densa y bien construida, que se lee con renovado interés tanto por el lenguaje como por su tratamiento técnico. También está dedicada: A José Luis Molina, con mi mejor recuerdo y un abrazo de verdad. A partir de aquí, ya no he vuelto a verlo, pero sí a leerlo.
Estoy contemplando, mientras escribo esta crónica de urgencia, la portada de En la casa del padre, (1988), Premio Internacional de Novela. Languidecía ya mi devoción porque las novelas lineales, tradicionales, las novelas ajenas a lo mítico, no me llamaban la atención. Además, el tiempo dedicado a mis estudios universitarios se lo quité a la lectura. Aunque es una novela profunda que se lee muy bien, quizá no tan bien como Campo de Agramante (1992), novela en la que destaca el dominio del lenguaje.
Esta es la última novela que de él tengo y, a partir de aquí, he comprado alguna cosa más que no localizo. Pero, mi comentario debe servir como homenaje a su premio Cervantes de las Letras, que creo muy merecido. Es una ocasión para (re)leerlo. Opino que no hay ningún homenaje mejor que la lectura de algún libro suyo, de algún poema suyo, si es que la cosa no da para más.
HOY NO
Comparto con la noche su premura
de tempo, ese impaciente tránsito
circular de la sombra
que de otra sombra es víspera
o esa morosa voluntad de amarte
a partir de mañana, cuando
como a la luz te haya perdido
y sólo quede un último
plazo para esperarte
en la tramitación del día siguiente.
José Luis Molina Martínez
Calabardina, 30 noviembre 2012.