domingo, 4 de noviembre de 2012

EL CUARTETO DE ALEJANDRÍA

Lawrence Durrell

Cada época requiere lo suyo. En la actual, y en un proceso del que Ortega y Gasset se dio cuenta seguramente antes de 1925. la masa (no sé si trabajadora o no) se rebelaba para conseguir un acceso al poder, es decir, al mundo de las artes, letras, economía y otras cosas semejantes. Todo muy lícito que generaría un retroceso de la clase dominante en su presencia en actos culturales o la creación de círculos restringidos para no 'contaminarse' no de la pobreza sino de la inferior preparación cultural. Muchas cosas han pasado desde entonces. Se pueden conocer leyendo a Umberto Eco (Apocalípticos e integrados) hasta llegar a la invasión que padecemos de la "sociedad de la ignorancia" como consecuencia del momento de transición en el que nos hallamos inmersos. Así opinan Antoni Brey, Daniel Innerarity y Gonçal Mayos, de la universidad de Barcelona. Obviamente, estamos en una sociedad tecnológica y los estudios humanistas han sido desplazados. Incluso la reforma de Bolonia se ha cargado los estudios tradicionales en favor de una preparación técnica que facilite el acceso al mundo laboral. Pero se ha olvidado que la base filosófica, espiritual y cultural de la vida se halla en el conocimiento del mundo occidental civilizado, Grecia y Roma por delante, sin olvidad la civilización cristiana que tiene XX siglos de antigüedad. Por eso, porque la base cultural estudiantil ha sido aniquilada hasta mínimos intolerables (sólo hay que ver la ortografía que domina los bolgs y otras redes sociales), se le suministra bazofia literaria. Por ejemplo, Hitler busca con afán extremo la lanza con la que Longinos atraviesa el costado de Cristo, hasta llegar al corazón, tema que le obsesionaba. El llegar al corazón significa dar la última gota de sangre para después decir: Os he amado hasta el extremo, hasta derramar por vosotros mi última gota de sangre. Era el amor sublimizado, divino. Teniendo todo esto en cuenta, que no intenta señalar, discriminar o molestar a nadie, la literatura que se hace actualmente obedece a esa realidad: hay que bajar los contenidos. Y, como lo que se busca es hacer dinero rápido y la multicuralidad implica someter a la población al mismo tipo de cultura, se escriben desde el Código da Vinci numerosas novelas que evitan que el personal piense, pues buscan que se deje llevar por la trama (argumento). Puede empezar en el reino de Aragón, guste o no guste al amador de sí mismo Arturo Mas. y acabar en Sicilia buscando el perro perdido sin collar que paseaba la follantina, según la versión de TV1, porque si no se fornica la literatura que se escribe es blanca y eso no vende, de la reina Isabel cuando Fernando la dejaba tranquila. Así se presenta a una reina como feminista, desgajándola de la cultura de la época. Pero más vale caer en manos de una buena feminista que de un mal guionista porque se plega a lo que se vende y compra. Por ello, quiero recomendar una literatura diferente,como es EL CUARTETO DE ALEJANDRÍA. Es una tetralogía de novelas cuyo autor es Lawrence Durrell (1912-1990). Puedo facilitar a los lectores lo que pueden leer en Wikipedia: Es El cuarteto de Alejandría, la impresionante tetralogía compuesta por Justine (1957) —primera novela de la tetralogía—, Balthazar (1958), Mountolive (1958) y Clea (1960), la obra que le convierte en un clásico de nuestro tiempo, debido en buena medida a su exploración de las posibilidades del lenguaje narrativo, y que provocó entusiastas comparaciones del autor con Proust y Faulkner. Como buena parte de su narrativa, procede de su experiencia personal como diplomático en Grecia,Yugoslavia, Chipre y Egipto, y se caracteriza por la experimentación formal en cuanto al tratamiento del tiempo y el espacio. Estas obras se refieren a los acontecimientos en Alejandría justo antes y durante la segunda guerra mundial. Los primeros tres libros cuentan en esencia la misma historia, pero desde diferentes perspectivas, una técnica que Durrell describió en su nota introductoria a Balthazar como "relativista". Sólo en la parte final, Clea, la historia avanza en el tiempo y alcanza un desenlace. 
En estas novelas investiga el amor en todas sus formas, y pasajes de gran belleza se mezclan con estudios sobre la corrupción y con una compleja investigación sensual. 
El cuarteto impresionó a los críticos por la riqueza de su estilo, la variedad y viveza de sus personajes, su movimiento entre lo personal y lo político, y sus localizaciones exóticas en la ciudad y sus alrededores que Durrell retrata como su principal protagonista: "... la ciudad que nos usaba como su flora -precipitando en nosotros conflictos que eran de ella y que nosotros erróneamente creíamos que eran nuestros: ¡querida Alejandría!" En la crítica sobre el Cuarteto del suplemento literario de The Times, se afirmaba: "Si alguna vez una obra llevó una firma instantáneamente reconocible en cada frase, esta es". Se sugirió que Durrell podría ser nominado al premio Nobel de Literatura, pero esto no llegó a materializarse. 
Dada la complejidad de la obra, probablemente fuese inevitable que la versión en cine de George Cukor: Justine (1969) simplificase la historia hasta convertirla en un melodrama, y no fue bien recibida. Por razones, posiblemente, de disponibilidad económica y dado que mi vida idealizada de escritor de pueblo comienza a mi vuelta a Lorca en 1965, hasta el año 1970 no leí estas brillantes novelas que publicó Edhasa. Cuando publiqué ÁLBUM DE DISEÑOS SOFISTICADOS, libro dedicado a una mujeres inventadas (Genoveva, Samira, Thanee, Munia, Adelaida, Libélula, Giselle, Casandre, Escarlata y Alba), puse en su primera página lo que sigue, dado que la lectura del Cuarteto de Alejandría ayuda a comprender el eterno femenino: "Con una mujer sólo se pueden hacer tres cosas", dijo Clea en una ocasión: "Quererla, sufrir o hacer literatura". Esta frase aparece en JUSTINE. Se puede, como actividad extraliteraria, buscar la cita. Que les siente bien. Porque la crítica ha sido unánime al señalar, desde todas las ópticas, lo extraordinario de este escrito. Alejandría, desde entonces, se considera lugar mítico, a la altura de la Roma de Hawthorne y el París de Proust. Durrell plantea la posibilidad de una nueva técnica de la novela que es también una nueva y poética visión del mundo y del hombre.









José Luis Molina Martínez


Calabardina, 4 noviembre 2012

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