jueves, 25 de diciembre de 2014
lunes, 1 de diciembre de 2014
SEMBLANZA MERCEDARIA
En la entrega de las distinciones, que algunos confunden con premios, del pasado día 23 de noviembre, a algunos lorquinos, por el ayuntamiento de Lorca, se leyó la siguiente semblanza de la monjas mercedarias. En el año del centenario de su colegio, me parece correcto darla a conocer a los lorquinos.
Altar de la capilla antes de su derribo |
Nadie, ningún lorquino de 1515, ni siquiera las mismas fundadoras del
convento de Madre de Dios de Consolación, podrían imaginar que, quinientos años
después, la obra entonces iniciada continuara con las características
especiales a que obliga el paso del tiempo para adaptarse a los signos que cada
época o siglo impone. Nadie podría imaginar que quinientos años después, las
sucesoras de aquellas monjas lorquinas iban a estar, en noche otoñal como la
que disfrutamos, recibiendo el galardón por el cual el Ayuntamiento pleno, la
ciudad entera, reconocen su labor significativa a lo largo de ese tiempo, un
tiempo que sólo alcanzan las obras imperecederas.
Ocupados en lo material, es complejo darse cuenta ahora mismo del
significado de la fundación y pervivencia de un convento ejemplar. En épocas
pasadas, en las que lo espiritual, la salvación del alma, era un negocio de
suma importancia pues daba sentido a la vida, a sus vidas concretas, que habían
escuchado la llamada divina, unas piadosas mujeres se apartaban de todo, no
sólo del mundo sino de su familia, renunciaban a cosas lícitas, hacían un
sacrificio de su vida, para conseguir, a lo largo del tiempo concedido de vida
terrena, una unión espiritual con Dios, de modo que el tránsito, la muerte,
sólo fuese una puerta de acceso a la otra vida, a la vida perdurable.
Se agrupan bajo el amparo de la orden de la Merced, dedicada desde su
fundación en 1218 a la redención de cautivos, una forma de proteger la dignidad
humana. En 1265, se funda la rama femenina, cuya actividad principal sería la
contemplación. Se dedicaban, y así lo hicieron y hacen aún, a su
perfeccionamiento espiritual y a la oración, cuyos beneficios espirituales
llegaban a todos, hombres y mujeres, ricos y pobres, buenos y malos, a través
del cuerpo místico de Cristo. Así que Lorca estaba protegida por sus monjas, a
las que los lorquinos cuidaban y asistían en sus necesidades materiales,
orgullosos de la fundación y de la misión encomendada. Estaban bajo la
intercesión de María Santísima de Consolación, es decir, del consuelo, de la
misericordia, pues dura era la vida entonces, como ahora, para ir solo el
hombre, sola la mujer, por la vida. Bajo su protección y amparo, bajo su manto,
como se representa a la virgen mercedaria, se acogen todos los necesitados de
consuelo, todos los lorquinos que habían dejado de pisar tierra de frontera y
debían trabajar para enriquecer un suelo grato, un lugar que es alabado por los
que lo conocen o visitan por la excelencia de sus frutos, por la bondad de sus
tierras ubérrimas, por la calidad de sus habitantes, por su cercanía a Dios
manifestada en tantos conventos, once, e iglesias, nueve, que había en esta
ciudad calificada entonces como levítica.
Hacen su fundación las mercedarias en el mismo lugar que ahora ocupan,
en las casas, corral y pequeño huerto que les donó el arcipreste Montesino del
Puerto para que se recogieran en esas viviendas de su posesión y, dirigidas por
su hermana y a su muerte por María de Tapia, se dedicasen a la oración, a la
meditación, a la entrega a Dios, al abandono de sí mismas, al alejamiento del
mundo como lugar que podría entorpecer esa determinación que las iba a llevar a
la salvación de su alma. Porque, en aquel tiempo, la presencia de la muerte era
una constante en la vida del hombre, de la mujer. La religiosidad de entonces
se manifestaba entendiendo que la vida es un simple paso hacia la muerte y tras
ella estaba la eternidad, el cielo o el infierno. De este se apartaban, el
cielo lo ansiaban como su última morada, como goce eterno del Dios al que le
habían dedicado su vida terrena, al que habían pretendido conocer durante el
tiempo de su clausura en el convento mercedario de Madre de Dios de
Consolación.
Pero ese apartamiento no impide que estén al tanto de lo que sucede en
la ciudad. Viven más de doscientos años escuchando diariamente el ruido, el
murmullo, el duro golpe sobre la piedra de los canteros y obreros que están
erigiendo San Patricio, la iglesia que tendría que haber albergado un obispo.
Sufren las vicisitudes políticas, el terremoto que les destruye el convento y
han de edificar otro a lo largo de los siglos XVII y XVIII; el paso del
ejército francés que les esquilma el convento; la epidemia de fiebre amarilla
que diezma a sus componentes y obliga a la diáspora; la problemática que afecta
a la vida a la largo de la última contienda nacional.
Gozan, como cualquier humano, la abundancia y sufren la escasez,
producto todo de un cambio de mentalidad que se produce en la sociedad. Pero
todo lo soportan, todo lo sobrellevan con dignidad, porque la gracia de Dios
las ayuda a superar las vicisitudes de la vida, de una vida que las impele a
adaptarse a los tiempos, a no ser una rémora ni una preocupación para el pueblo
que las había ayudado y aún lo hace.
Por ello, en un momento determinado, hace ahora cien años, aquella
antigua redención de cautivos materiales a la que ellas ayudaban con sus
oraciones necesita actualizarse y a ello proceden. La ignorancia es una forma
de ceguera, de no disfrutar de los bienes intelectuales a los que todos tenemos
derecho, para los que todos tenemos capacidad. Y levantan un colegio,
aprovechando la experiencia de las monjas de Berriz que vienen a Lorca y se
hacen lorquinas pues en Lorca fallecen casi todas, al que han asistido muchos
lorquinos de los que ahora están presentes. Su labor es impagable y ya ha sido
reconocida por el Gobierno Regional. Pero su cercanía, el recuerdo de la madre
Inmaculada, de la madre Amada, de la Madre Sagrado Corazón, de la madre
Ángeles, de la madre Consuelo o de la madre Mariana, entre otras, está aún
presente en la memoria de muchos lorquinos. Y su capilla. Y la conservación de
alguna tradición de ámbito local, como los rollos de San Blas, la de la Virgen
Niña en el interior del colegio.
La adaptación a las exigencias de los tiempos nuevos, y una manera de
dar respuesta a las realidades sociales de cada época, casi exigió hacer un
convento y colegio nuevos para que las monjas pudieran vivir con la dignidad
que exige el ser humano con independencia de la vida que cada uno elija y
cumplieran sobradamente los objetivos que como docentes se habían planteado. La
Comunidad Mercedaria actual, sin dar nombre alguno para sólo destacar una labor
común y un trabajo que ocupa a todas, ha sido capaz de modernizar estructuras y
edificio y conseguir un centro educativo de calidad reconocida.
Todo ello ha llevado a esta ciudad a reconocer su trabajo, a entender
su adaptación a los nuevos tiempos, a saber que la custodia de los valores
tradicionales y cristianos en este caso es una garantía de prosperidad y
exigencia para hacer de sus actuales alumnos adultos preparados para la vida,
para ser gestores de progreso para Lorca y para el lugar en el que desarrollen
su vida profesional.
La ciudad de Lorca felicita a las mercedarias para estos primeros quinientos
años de estancia entre nosotros, les desea que cumplan muchos más y reconoce su
labor ingente con la entrega de este galardón concedido. Es algo material
porque los galardones terrenales no tienen otra manifestación intelectual que
el símbolo que los representa. El Ayuntamiento Pleno se siente orgulloso de que
esta medalla ocupe un lugar principal en el edificio que ustedes, madres
mercedarias, regentan en esta ciudad que las reconoce como algo suyo de modo
personal.
lunes, 24 de noviembre de 2014
MI DIPLOMA DE SERVICIOS DISTINGUIDOS
El Ayuntamiento Pleno de Lorca me ha concedido el Diploma de Servicios Distinguidos. A continuación, dejo constancia de mi contestación oficial:
Excelentísimo
Sr. Alcalde. Excelentísima Corporación Municipal. Amigos galardonados y amigas
galardonadas en este acto. Lorquinas conocidas y amigas, lorquinos conocidos y
amigos.
Quizá
sea yo el único que no sabe si esta distinción recibida es merecida o no. Pero,
eso sucede porque no tengo por qué pensarlo. Cuestionar si el diploma que me
acaba de entregar el Ayuntamiento Pleno de Lorca es justo o no, me lo merezco o
no, parece algo fuera de lugar porque sería poner en duda el criterio general
selectivo de la Alcaldía y Corporación y dejar vacía de contenido una decisión,
cosa que no pasa por mi cabeza por respeto a los cargos electos que, obviamente,
representan al pueblo en general. Si ellos han creído que soy representativo,
han desarrollado su justo juicio y por ello estoy aquí y ahora. Así que acepto
públicamente su veredicto del que me muestro agradecido y hasta contento. Ellos
me han creído dueño de unos valores cívicos y, si ellos lo han visto así,
sobra. Mi experiencia de la vida hace que relativice lo bueno y lo malo, lo
medite y lo asuma en su justa medida.
Bajo
este criterio, afirmo que esta distinción me ha emocionado y sabré, sé ya,
valorarla, pues, sin duda, produce satisfacción, sin llegar -¿por qué?- a la
vanidad, aunque sean familia y amigos los que se sienten verdaderamente
orgullosos y disfrutan de ese algo tan etéreo como real, cual es recibir una
distinción que me individualiza y me responsabiliza al mismo tiempo. Se me individualiza
al concederme el galardón porque se me selecciona del grupo y se me añade un
contenido. Se me responsabiliza al concederme el galardón, pues, al mismo
tiempo, se me señala: cuanto de mí se veía hasta hace un poco con normalidad, y
quizá se disculpara, de salirme del tiesto, como hago de cuando en cuando, desde
ahora va a ser sometido al duro juicio de la ejemplaridad. Aceptar esta distinción conlleva la responsabilidad de
mantener en adelante un comportamiento social no sólo digno, sino por encima de
lo común, para corresponder a la confianza depositada por mi ciudad en mí. No
ha lugar a partir de ahora a la relajación, al incumplimiento de las funciones,
a la insolidaridad con la sociedad y sus urgencias, con el que necesita un
apoyo, con mi prójimo, sea o no conocido. Así lo he procurado hacer antes, pero
ahora se me pone como ejemplo al resto de los ciudadanos que han conocido y observado
mi trayectoria, no sólo literaria, cultural, de la que me quedan guardadas sólo
alegrías, sino educativa en la época en la que fui maestro, pues de ella me
siento satisfecho.
Ahora sí cabe decir que qué habrán visto en mí cuando, quizá,
podría haberme preparado mejor, haber trabajado más, haberme ocupado más de las
cosas, de las personas, de mis gentes. Pero bien es verdad que no me he proyectado
para recibir galardones, sino para vivir esperando sólo eso, vivir, y para
servir desde mi nada personal. Al mismo tiempo, he quedado satisfecho con lo conseguido,
a pesar de lo trabajado, y eso ya es un disfrute. Así que pido disculpas por lo
no hecho, aunque, doy fe, de que aún sigo estudiando, escribiendo, preparándome,
ayudando. Ofrezco mi yo, cuanto soy y valgo, para cuanto haga falta, si aún
sirvo para ello, en un futuro que empieza hoy, ahora mismo.
Antes de concluir, quisiera dejar constancia de mi feliz incomodidad
por sentirme objeto de atención, algo de lo que huyo. En Lorca todo es acción.
Ahora disfruto de etapa contemplativa. Si algo busco en esta penúltima etapa de
mi vida es silencio, retiro y olvido. Todo eso se me ha alterado. Pero acepto
el designio de un protagonismo no buscado y lo conllevo.
Aunque lo justo en este momento, y eso sólo me resta, es agradecer
a quienes se han acordado de mí para dar mi nombre a la comisión pertinente. A
la comisión que ha hecho la propuesta, al Ayuntamiento Pleno que la ha
confirmado y al Alcalde, don Francisco Jódar Alonso, que tuvo a bien darle
continuidad al proceso y comunicármelo con la familiaridad que produce la
amistad antigua. Poco puedo ya, pero lo pongo a la disposición de mi ciudad, del
colectivo social al que pertenezco. Gracias de todo corazón, enhorabuena a
quienes también han recibido en este acto el merecido homenaje de sus
conciudadanos, a los que conozco y con los que he mantenido amistad y ahora
comparto recuerdos. Y permítaseme que felicite singularmente a las Madres
Mercedarias por ser lorquinas desde hace ya quinientos años. Unos pocos más que
nosotros. Y que Dios nos bendiga. Que no es poco.
José Luis Molina Martínez
20 de noviembre de 2014
lunes, 15 de septiembre de 2014
DE AQUEL VIENTO, ESTA TEMPESTAD
Ya se lo decía yo, aunque no pudiera enterarse. ¡Vete! ¡Vete de este país llamado Saturno porque se come a sus hijos, a sus mejores hijos! Hay que saber irse. Si Franco se hubiera ido en su momento, quizá la cosa no hubiera llegado a donde llegó. No sé quién se fue en plena gloria y en plena juventud. No sé si el que así lo cantaba era Jorge Negrete, pero lo parecía. Es difícil y duro galopar como lo hacía Gento, y bello lo que hacía, pero es más bello irte mientras aún la gente te quiere y reconoce todo tu esfuerzo y todas las tardes de gloria que les has dado. Nadie sabe si la culpa la tiene Sara Carbonero por haberse ido de la boca, como algunos apuntan, o Mouriño, como yo afirmo. Mouriño pasará a la historia como el pobre hombre que quitó a Casillas de la portería sin otra intención que humillar al mejor y quedar él como el mejor. Chulería lusitana. Me recuerda la película del Oeste. El pistolero mataba al bueno nada más que para indicar que a él le importaba un huevo la vida de los demás y que al que se moviera le pegaba otros cuatro tiros para así hacer él lo que quisiera. Lo que movió ese portugués aún colea y le va a costar la vida futbolística a Iker y mucho sufrimiento a la persona. Debiste haberte ido cuando lo viste venir. ¿Te imaginas ahora en Inglaterra o Alemania venerado como un ídolo y tú jugando sin la presión que te mete la prensa en Madrid. Ya nadie te va a perdonar nada. Tengas o no la culpa. Sea Benzema el que no cubre bien o Arbeloa el que ya está tieso y chulo, porque de él viene el daño. Seas culpable de una pifia o de una parada sensacional, una parada de San Iker. Pero ahora estás en el infierno de la popularidad. Aún estás a tiempo de irte a Europa y dejarte tanto malestar aquí. Tus compañeros tampoco te ayudan mucho, pero... Para Navidad espero que hayas recapacitado y juegues en la Premier. Y no vuelvas hasta que Florentino Pérez haya sido levantado de su poltrona. Hay, pues, una moraleja -o varias- en todo este entramado. Uno debe aprender a irse, Florentino incluido, quien, para entretenerse, debe comprarse un mono. ¿Por qué ha destrozado algo que funcionaba? Tampoco hay que comparar a nadie con nadie: equivocarse es de humanos. Como ayer Diego López hizo la de Jaimito y se le quedó cara de tonto. Diego López nunca ha sido mejor portero que Casillas: lo han hecho así los mouriñistas, los partidarios de ese portugués. Yo me vine de mi pueblo a Cabarna y nadie me echa de menos. Supe irme a tiempo. Pero lo peor es tragarte que te pasa algo duro porque un inepto, un algo, quiso humillarte y tuvo en sus manos el poder suficiente para hacerlo porque se lo dio Florentino que nunca ha sido partidario de Casillas. Mouriño se fue. Pero aquí a dejado a un portero, Iker Casillas, gloria futbolística nacional, hecho unos zorros.
miércoles, 3 de septiembre de 2014
LA VIOLENCIA DE LA PESADEZ
Estoy cansado de abrir el periódico y encontrarme con la cosa catalana. Que si nación incongruente el día de San Arturo Mas, o de San Jordi Pujol o de José Luis Carod Rovira o ese de ERC que sale en los telediarios, Junqueras o algo así. ¿Por qué tanta amenaza? ¿Por que tanta mierda esturreada desde los ventiladores de la Generalidad? ¿Es por dar el follón? ¿Es por dar la lata? Pues ya está bien. Como a mí no me preocupa vuestro futuro, sino el de España, por mi parte ya sabéis que no me afecta. Me gustaría que frente a esa dictadura de derechas impuesta en Cataluña, hubiese una iniciativa nacional, de España, sí, de España, para ver cómo va la sociedad civil en esa Autonomía, que ha sido la más cuidada políticamente hablando desde que me reconozco, es decir, desde la postguerra. Se puede pensar que esa independencia, que va a obligar a al Farça a jugar al fútbol con Andorra de los Pujoles, solamente tiene por objeto tapar la corrupción de CiU o parte de la coalición, la de los Pujol, la que apoya Pepe Hucha desde sus heredades muniquesas. (Soy del Leverkuesen, porque de allí es mi nuera). Cataluña, y es una pena, sobre todo porque esta situación la han provocado cuatro piliticastros que sólo se miran en el espejo de la soberbia y la avaricia, se va a convertir -espero que no- en una balsa de piedra a lo largo del Mediterráneo, chocando con la falla tectónica que se la va a engullir. Lástima. Sería importante que la visión política de los políticos españoles -incluidos los catalanes- supieran solucionar este negocio sin causar más daño que soportar la violencia de la pesadez catalanista.
lunes, 5 de mayo de 2014
ELENA MEDEL y Chatterton
Por cuanto se decía y yo leía de Elena Medel y su Chatterton, tenía interés en leer este libro. Era un modo más de conocer por dónde va la poesía joven en la actualidad. Lo he leído ya dos veces y quizá esta tarde/noche le toque la tercera. La primera lectura es -me fue- sorpresiva. Es una voz de mujer que habla no sólo de cosas de mujeres, sino de otras muchas cosas desde otra ética, desde otro modo de entender la vida y las cosas. Así que me juré volver a leer este libro. Si un libro no te gusta, pongamos por caso, pero ha sido elogiado por la crítica y premiado en un gran concurso y se publica bajo un sello editorial de prestigio, no quiere decir todo eso que es que no sabes nada de poesía, sino que piensas de otra manera. A mí no es que no me guste, sino que es una poesía a la que no estoy acostumbrado. Claro que esta poeta, ganadora del Premio Fundación Loewe a la Creación Joven, tiene ya casi treinta años. A esa edad, se han tenido ya variadas experiencias, se ha luchado por conseguir un lugar en la vida y un puesto de trabajo y se ha estudiado una carrera. Además, se tiene un lenguaje nuevo que da mucho juego y que, a veces, es culto, a veces de procedencia diversa. En ocasiones, alguno de los poemas de este libro, a mi parecer, es una propuesta intelectual. En otras, parece una crónica del desencanto. Ningún tiempo pasado fue mejor. Cada época poseía su propio desencanto, o sea, sus dificultades. Pero todo el conglomerado de sucesos son elementos formativos. Además de que el mundo actual no tiene fronteras. ¡Ah, se me olvidaba! Hay que leer este libro. En él, la poesía no es una retórica. Eso si, ruego que antes se lea esta entrada:
http://es.wikipedia.org/wiki/Thomas_Chatterton.
Sin duda alguna, además de conocer una pequeña parte de la biografía de este joven, Thomas Chatterton (1752-1770), se comprobará su relación con la literatura, a pesar de su tan prematura muerte (suicidio). Seguiremos con este asunto
La muerte de Thomas Chatterton, de Henry Wallis (1830-1916) |
José Luis Molina
Calabardina, 5 mayo 2014
sábado, 19 de abril de 2014
PRINT-ON-DEMAND (POD)
El POD significa la entrada de la economía en la cultura. Así se constituye la economía de la cultura que el profesor Saiz Álvarez define "como aquel sistema que engloba la producción de bienes culturales nacidos en la industria cultural". Dentro de este conglomerado "industrias culturales", destaca el sector editorial. El mundo editorial primero intentaba publicar calidad y después ganar dinero, aunque en más ocasiones de las deseadas invertía los términos. La "democratización" de casi todo, entendiendo por esa palabra entrecomillada el que todos los públicos puedan llegar a todos los bienes de consumo -lo que conlleva la salida de las comillas del que no se encuentra a gusto-, por medio de POD, acerca el último estadio editorial, la publicación, a todos los escritores, sin tener en cuenta la calidad. Yo llego, escribo, contrato lo ejemplares que quiero, me los hacen sin otro criterio que el mantener vivo el negocio -el criterio empresarial-, los vendo a amigos, lo presento en asociaciones de lo que sea y en pueblos cercanos y ya tenemos un escritor que empieza a ganar dinero. O sea, estamos en un sector productivo que lo único que ambiciona es producir, vender, ganar dinero y de este modo ser famosos. Es decir, reproducir modelos que vemos en la tele, único lugar de aprendizaje. No hay nada más. Miento, una manida serie de novela pseudohistóricas en las que si un personaje bíblico, histórico, artístico, mejor si es controvertido, pierde un huevo, no se puede hacer la tortilla porque los assessini han robado el aceite. Y entonces hay que buscar el aceite que ha sido sustituido por almidón a la plancha y el hombre malo con corona muere de un infarto por llevar una vida desordenada, aunque, en verdad, ha sido asesinado por una asociación de médicos que quieren llegar al poder. Y así hasta el final, cuando una doncella pura, que se pone desodorante hasta en lo zapatos, lo soluciona todo con ayuda de un hombrecillo mágico que sólo se lava las fiestas de guardar. Además de ello, un servidor ha encontrado en la POD alguna cosa de calidad, de un cabreado autor que al que la editorial tradicional no le publica porque pertenece a la periferia y allí sólo quedan mendrugos. Los buenos se han ido al extranjero o a Alemania, lugar de residencia del sacro imperio romano germánico de Occidente, mientras Putin les da cera cuando quiere. Pero hay otras conclusiones menos irónicas: parece ser que este modo el escribir no es un acto creativo, sino económico; parece ser que no se busca ser escritor, sino ser rico. Ejemplo: Joël Dicker (Ginebra, 1985) ha vendido dos millones de ejemplares de su La verdad sobre el caso Harry Quebert. Indudablemente se hará rico. La estadística dice que de la novela del ginebrino se han vendido en Alemania 100.000 ejemplares y en Italia 400.000. ¿Quiere eso decir que su novela es un dechado de literatura? ¿Por qué será, entonces? Los críticos hablan de un nuevo caso semejante al de Stieg Larsson, con Millennium. ¿Quién ha leído Millennium? Los mismos que van a leer a Joël Dicker. Luego, siempre habrá lectores que estarán fuera de estos fenómenos de masas. Lo que menos gusta es que los seguidores de estos fenómenos "económicos" avasallen y se lo crean. Pero eso también pasa al revés.
Seguiremos con este fenómeno.
José Luis Molina
Calabardina, 19 abril 2014
viernes, 18 de abril de 2014
LOCUS AMOENUS O PRADO DE BIENANDANZA
CALABARDINA. Fotografía: Carmelo J. Molina Jiménez |
No es Cabarna un paraíso, ni la casa de Virgilio, ni el prado prodigioso de Berceo, ni el huerto del hortelano Luis de León, ni el lugar mágico de tantos otros hombres, escritores o no, que se alejan del mundo real y crean un mundo ficticio, sin que, por obligación, sea un locus amoenus.
Lo mejor de ese lugar que uno elige es su soledad, su silencio, su claustro abierto hasta un horizonte que sólo es el principio de otro espacio que la especie humana desconozca. Lo mejor de ese lugar es que en él no existe nada trivial, no hay chillidos, celebraciones estúpidas, ni chisperas que no se saben sobrellevar. Por contra, hay armonía, nadie estorba a nadie, no hay perro feroces que defecan en los paseos públicos y sus dueños no recogen la mierda de su perro mierda, ni europeos de pobre cultura que viven en sus caravanas por no pagar un camping u hotel.
Lo mejor de ese lugar es que no hay sino lo que uno busca. Hay día en los que el silencio es tan denso que se puede cortar con un cuchillo. Hay días en los que uno está tan sólo que se pasa el tiempo dando gracias a Dios por tan singular ventura.
Nada mejor que la vida solitaria. Frente a la vida en comunidad, cuando uno ha vivido casi todo lo que se podido/querido vivir, no hay nada mejor que esa vida sencilla y tranquila -a solas la vida pasa-. Ya está uno de vuelta de casi todo y la experiencia suple a la vivencia. Es un hartazgo. Poco queda que ver aquí, en este mundo. Decir eso parece que quiere decir prepararse para otra vida. La que sea. Porque hay dos cosas insoportables: que el hombre sea el peor enemigo del hombre y que se le note tanto la degeneración moral. No todo es el dinero, no todo es lo desaforado, no todo es lo inmediato. Hay otros mundos que uno mismo se puede crear donde quiera vivir. Claro que es más fácil creárselo en un lugar pequeño que en un pueblo gris como la Lorca de ahora. Quizá en Lorca haya algo más que procesiones. Pero en Cabarna no hay ni eso. Lo cual es una ventaja. Puedes salir a la calle y no ves ni un alma. En los lugares grises hay cristianos y de los otros, hermanos puros/hermanos impuros, pero siempre hay gente y la mucha gente para la guerra, decían. A las guerras sólo deben ir los que las provocan. Los Maduro, Putin, las primaveras árabes, las milicias africanas o tercermundistas, que las hay en casi todos los lugares no desarrollados porque han sido esquilmados antes. Un baño de sangre debe ser la repera. Todo esto pertenece a una naturaleza cainita.
Dicen que la única sangre bien derramada es la de Cristo en la Cruz, cosa que hoy conmemoramos. Pero no creo que el amor de Dios deba ir acompañado de una copa de sangre. De la violencia no puede surgir la paz.
Eso hago en Cabarna: disfrutar la paz alejado de todo. Eso no quiere decir que me olvide de las cosas. Ni de la gente. Es otra manera de vivir más acorde con mi edad.
José Luis Molina
Calabardina, 18 abril 2014
jueves, 17 de abril de 2014
EUCARISTÍA
¡Qué milagro se ofrece
cada día
ante la humanidad
indiferente!,
todo un Dios, infinito,
omnipotente,
da su cuerpo, cosecha de
agonía.
Nos espera en amante
cercanía
como agua, vino y pan,
limpio torrente,
zumo añejo de paz, viva
simiente,
alimentos de célica
alegría.
¡Qué humildad!, en el
fruto consagrado
está Dios, el espíritu
inmortal,
en silencioso amor
esclavizado.
Olvidó su dolor, nuestro
pecado,
nos ofrece su reino
celestial,
y le dejamos solo,
abandonado.
Es Vida su legado,
es dádiva de amor
universal
y
acoge en su morada al desterrado.(Enma Margarita R. A - Valdés)
José Luis Molina
Calabardina, 17 abril 2014
miércoles, 16 de abril de 2014
TEMPLOS RELIGIOSOS ANTES, VISTOS POR PAGANOS AHORA
Ex-colegiata de San Patricio (Lorca) |
En algunos templos antiguos, en ocasiones aparece una cúpula con un círculo sagrado por donde penetra la luz que produce un efecto religioso. No tienen que ser siempre templos católicos. Las gárgolas, posteriores, quedan alejadas con mensajes secretos sin descifrar porque no albergan inscripciones, como las que rodean la mencionada cúpula que sólo son o pueden ser referentes cifrados de las pinturas que ornan las pechinas o alguna invocación al Dios de nuestros padres. Todos sabemos que ahora no dicen nada, que sólo son objetos a fotografiar por los turistas -turismo interior o del bestia de fuera del país, qué más da- que, democráticamente, pueden demostrar que, no iconoclastas aún, pero sí alfabetos en su sociedad de la incultura (no es un insulto, sino una teoría social actual, buscar en internet sociedad de la incultura), deambulan en torno a la nada como espectáculo a coleccionar. Desconocen su significado de templo o su orden arquitectónico. Son fotos que sólo van a servir para almacenarlas y ser vistas en una tertulia de amigos/as, en la que, al inicio, va a correr la cerveza y, al final, los cubatas. Así se reconstruye el viaje, se disfruta y se memoriza un arte que ha acompañado a occidente al menos desde Grecia.
Me siento pesaroso por el final del mundo humanista y el final de esas catedrales que fueron religiosas que tanto odio concitan y quieren eliminar quienes no señalo porque ellos ya lo saben y desarrollan como propuesta política o exigencia atea. Si digo que eso implica falta de respeto por parte de los que piensan, como yo, de otra manera, me dirán fascista y pepero, sin serlo. Otros ven en la desaparición de nuestra religión la manera de que se imponga la suya menos tolerante que esta que vituperamos. Las quieren eliminar los que han sido educados en el humanismo. Nada ha hecho tanto daño a los estudios humanistas como el pacto de Bolonia, en la plena Italia tan artística, ponderada y religiosa. Ahora, sólo hay que producir. Y, cuando todo esté ya producido, no habrá lugar de contemplación. El mundo será entonces una pantalla de televisión en la que casi todo se podrá hacer. Para entonces no sé si ser hombre tendrá sentido. Y no habrá santiagos en la historia de la humanidad porque serán borrados de los libros y de los templos por los extremistas. Para entonces no viviré, afortunadamente. No hay nada peor que contemplar la muerte de la cosas con las que has vivido toda tu vida. Yo he sido humanista y practicado el humanismo desde que, en 1952, inicié mis estudios más tardíamente de lo que yo hubiera querido.
Fachada de la catedral de Murcia (2010) |
José Luis Molina
Calabardina 16 abril 2014.
Fotografías: J. L. M.
sábado, 5 de abril de 2014
ANIVERSARIOS Y FIESTAS DE GUARDAR (Marguerite Duras y Luis Cernuda)
Portada de la edición en Seix Barral de 1987 |
Ayer fue centenaria Marguerite Duras. Hoy su recuerdo me hace traer esta portada del libro que Seix Barral publicó en 1987, según la fecha del Depósito Legal. Me costó entonces 400 pesetas. Como tengo mi biblioteca, como mi corazón, repartida en tres lugares, quizá hubiera encontrado en ella algún libro más significativo, como El amante. Sólo sirva esta entrada como recuerdo a su carrera literaria. Hoy la Duras es una escritora clásica. Nunca es malo recordar epitafios de escritoras muertas, pero, nada mejor que leer una obra suya. El segundo centenario seguramente ya no conmemoraremos ninguno de los que lo hacemos ahora con el primero. El Square es un intenso diálogo en el que las posturas contrarias impiden una historia de amor. Días enteros en las ramas está compuesto de tres relatos que plantean conflictos existenciales. Dios sea loado por haber permitido la obra literaria de mujer nacido en Saigón, habitante de Francia y Europa desde 1932.
Portada de esta edición en Vitrivio |
Me ha extrañado que Vitruvio publicara esta edición de La realidad y el deseo (1924-1962). Es una enorme ventaja disponer en un solo tomo de Primeras poesías (1924-1927), Égloga, elegía, oda (1927-1928), Un río, un amor (1929), Los placeres prohibidos (1931), Donde habite el olvido (1932-1933), Invocaciones (1934-1935), Las nubes (1937-1940), Como quien espera el alba (1941-1944), Vivir sin estar viviendo (1944-1949), Con las horas contadas (1950-1956), Desolación de la quimera (1956-1962). El libro va precedido de una introducción de Juan Luis Panero, titulada El marco vacío. Concluye con Historial de un libro, en el que se narra el proceso de composición de este libro que contiene la poesía completa de este poeta, uno de los mejores y mayores del siglo XX. Es una magnífica edición (17 x 24) que permite acercar la poesía de Cernuda a los nuevos lectores.
José Luis Molina
Calabardina 5 abril 2014
sábado, 29 de marzo de 2014
Presentación del libro TIEMPO DE PASIÓN. SEMANA SANTA DE LORCA, de ALEJO MOLINA, en el Hotel Jardines de Lorca, el día 28 de marzo de 2014
Como prometí, descansado ya del esfuerzo que me supone ir a Lorca por mi estado general, voy a poner aquí mi presentación del libro de mi hermano. No es que intente protegerme de nada, ni quiera o busque justificarla. ¿Había otra presentación posible? ¿Qué fotos escoges para comentar de las trescientas setenta y tantas que forman el libro? Me decidí por decir que mi hermano es un buen fotógrafo y buscar las raíces técnicas y otros caminos de su fotografía. Como siempre, constaté que, al pueblo culturalmente llamado procesiones de semana santa de Lorca, sólo le interesa las cosas de la Semana Santa, sean buenas o no. Es decir, este pueblo se encuentra en el mismo lugar, quizá sin evolución posible. A mi me parece obligada la necesidad de dar un paso adelante.
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Sr.
D. Javier Pinilla Peñarrubia, Presidente de El
Liceo Lorquino. Querido y admirado hermano Alejo, autor que eres del libro
que nos ha convocado en esta sala, persona de tan acusada visión artístico-fotográfica
que, cuando lleva una cámara en la mano con toda la naturalidad del mundo, vocacionalmente,
encuadra cuanto le impacta del día a día desde un punto de vista fotográfico. Es
un gesto personal que lo define. Señoras y señores, amigos todos.
Lo
mismo debo valer para un roto que para un descosido porque, aunque mi voluntad
es la de permanecer en el sosiego de Calabardina, más veces de las que yo
quisiera he de salir de este mi refugio para hacer lo que se me pide, siempre
relacionado con la literatura o la investigación. No es que no quiera volver a
Lorca, no, es que huyo de los conflictos y de sus creadores. Y una breve y pequeña
discrepancia surge en el mismo momento en el que el criterio de uno no es
convergente con la voluntad del otro. Así que sólo regreso cuando me lo piden y
preservo de este modo mi vida interior. Mas, como he sido convocado para estar
hoy aquí y ahora tanto por el Liceo como por mi hermano, por supuesto no le voy
a negar mi presencia al uno, ni al otro mi colaboración.
Viene esto a colación porque hoy tengo
que presentar un libro de fotografías titulado Tiempo de Pasión. Semana Santa de Lorca, y yo, de fotografía
precisamente no estoy muy al día, pero tampoco deseo hacer el ridículo, más por
mi hermano que por mí. Él confía en mí por el tono lírico en el que envuelvo
mis trabajos, pero no siempre puede ser así. Tampoco es cierto que yo sepa
mucho de todas las cosas, o de algunas cosas. Yo creo que ni siquiera en
literatura lo domino todo, sino que estoy más cerca de la literatura que de la
fotografía, porque la literatura sólo necesita papel y lápiz y saber qué decir.
Por el contrario, la fotografía exige unas cualidades de las que no dispongo,
que tampoco fue tanta la gracia que me dio el cielo.
Pero, si echamos mano de la
semiótica, sí puedo hacer dignamente mi cometido, porque construye Alejo en su Tiempo de Pasión un discurso semiológico
que queda incluido dentro de lo que conocemos por comunicación y sí forma parte
de mis conocimientos básicos en esta rama. Alejo nos habla por medio de sus
fotografías y nos hace partícipes de un mensaje que nosotros, como receptores,
como participantes o componentes de ese discurso que él inicia y desarrolla,
debemos cerrar con nuestro ejercicio de comprensión.
Bien es verdad que cada una de las
fotografías que conforman el libro por sí solas no constituyen una expresión de
ideas. Pero, como Alejo Molina construye un libro con fotografías que forman un
encadenamiento de relaciones significantes y lógicas que aportan sociabilidad y
actualidad, -ya verán ustedes aparecer el guión y el cierre de la procesión-, ese
mismo orden que establece y su secuenciación es lo que comporta el carácter
sígnico que lo convierte figuradamente en una narración por medio de la imagen.
Advierto que no hablo de un lenguaje articulado, sino icónico que decodificamos
por medio de la semiología semántica. Los signos sémicos son suficientes para
comprender y entrar en estado de comunicación con el mensaje.
Así pues, la consideración semiótica
de la imagen permite estimar estas fotografías no sólo como elementos
importantes del discurso artístico, sino como conformantes de un discurso cuyas
características más relevantes, halladas todas en las fotografías de Alejo,
son: la reducción a dos de las tres dimensiones de los objetos captados por la
cámara; el uso de la luz condiciona la presentación; la representación del dato
físico queda mediatizado por la tecnología; impone su carácter estático y
monofocal.
Esto puede parecer que concede un
carácter individual y único a la fotografía, pero su secuenciación coherente es
lo que permite la construcción narrativa ficcional a la totalidad del conjunto.
Ello se debe a que la fotografía se halla impregnada de códigos culturales e
ideológicos pertenecientes al autor o al objeto fotografiado que permiten su
análisis semiológico. Una fotografía, como señala Roland
Barthes,
comporta un mensaje denotativo que alude a otro significado connotativo, es
decir, a esa ideología y cultura a la que acabo de referirme. Por ejemplo: un
etíope a caballo hace referencia a un componente del Paso Azul que remite al
hecho cultura Procesiones de Semana Santa de Lorca. El Pueblo Hebreo del Paso
Blanco advierte de su esencia y significado denotativo, pero remite al hecho
cultura Procesiones de Semana Santa de Lorca y esa es su connotación o
significado contextual.
Pero, sea como fuere, quizá porque,
como expresa Henri Cartier-Bresson, la fotografía confiere un orden al desorden
de la historia, he de exponer cuál sea el contenido de este Tiempo de Pasión, ya que estoy
acostumbrado al desorden de los libros, aunque alguna que otra vez los reúno
por temas y conduzco a mi propio desorden ordenado. Me resulta complicado
porque casi siempre los coloco en las estanterías por su calidad, como yo la
entiendo, y por su afinidad en relación a mí. Mas, en el caso que nos ocupa, no
dudaré en escogerlo, si algo hay en este libro es calidad, y colocarlo en ese
lugar especial donde acojo las buenas cosas buenas. Así que Alejo ordenará el
desorden lineal para hacer su orden creador.
Me aventuro a escuchar una sonora
pitada por decir que este libro será mejor evaluado fuera de Lorca que aquí. Y
no porque se considere más al foráneo, que sí, pues al lorquino parece se le
exige más o se le reconoce menos. Opino que el gesto de equilibrio que lleva
cada uno de los Pasos en cuanto al número y representación de las fotografías
apenas le será reconocido por su militancia azul. Fuera de Lorca, eso da igual.
Aquí no. Pero yo conozco a mi hermano y estoy en condiciones de aseverar que al
Alejo Molina fotógrafo sólo le interesa la fotografía y su imparcialidad sólo
puede reconocerla quien, del color que fuere, también se muestre imparcial en
su juicio. Estamos ante una colección de fotografías sobre un tema del que, como
lorquinos, sabemos un "puñao". Y no porque seamos unos "sabeores",
sino porque la Semana Santa se mama desde la cuna. Eso mismo se puede volver en
su contra, como ya he dejado caer. Mas, como sólo hablamos de fotografías de la
Semana Santa lorquina, eso es lo que hay que juzgar. Saber interpretar el tema
es una cosa y la ejecución de la foto es otra. Porque el peligro está en el
tema procesional y en que se le descalifique erróneamente por ello.
He oído hablar del rechazo que
"los cultos" sufren en los Pasos porque hay gente para la que sólo es
Procesión lo que pisa la carrera los días señalados. Pero el cultivo de una
cultura propia de la Cofradía también da coherencia al desfile. Porque todo es
procesión, la que sale y lo que la circunda, y, en ocasiones, por la ficción
que la fotografía crea, es más la foto, por la actitud, por el encuadre, por el
detalle, que la realidad de lo que pasa y se olvida, aunque se renueve
anualmente.
Pero esa es mi opinión lejana y
allí, en mi retiro, existe la alegre ecuanimidad suficiente y el respeto
necesario para conseguir que todo sea interpretable y valorado, porque se
reconoce el esfuerzo del artista. Y Alejo lo es en toda la extensión del
vocablo. Lo era antes de regresar a Lorca pues aquí sólo hace renovar su
temática: gitanos, soldados, emigración, la Lorca mágica y solanesca, las
procesiones de Semana Santa. Anda Alejo, creo, en la estela de José Ortiz de
Echagüe, fotógrafo alcarreño, y su España
mística, centrada en las comunidades de religiosos de clausura y devociones
populares como procesiones o romerías y en la plasmación de los caracteres más definitorios de un pueblo:
sus costumbres y atuendos tradicionales y sus lugares. No olvidemos que Alejo se
hace fotógrafo, aunque ya lo era en Lorca, en Guadalajara. En Lorca aprendió la
fotografía de Matrán. En Guadalajara, pertenece a la Agrupación Fotográfica en
la que se junta un grupo de buenos fotógrafos, de los que conocí a algunos, Santiago
Bernal por ejemplo. En Madrid, forma parte de la Real Sociedad Española de
Fotografía. Buenas revistas de fotografía lo seleccionan para su portada. Eran
los tiempos de la hegemonía del blanco y negro. Después viene el color. Ambas
facetas se conocen en Lorca por sus exposiciones.
Este es un libro de fotografías. La
literatura sólo aparece de modo circunstancial. Son escritos que únicamente
tratan de enmarcar en soledad la belleza de las fotografías, pero que hay que
agradecer y así hago. José Manuel Blecua Perdices, director de la Real Academia
Española, que ha presenciado las procesiones muchas veces por matrimoniar con
una lorquina, le pone el toque adecuado para presentar el libro. Es su valedor.
Ha creído en cuanto va a exponer el libro, en la ejecución y calidad de las
fotos. Desde aquí mi agradecimiento. El escrito de María del Dulce Nombre Arcas
Campoy se debe a su conocimiento tradicional, por familiar, de las procesiones
y a cuanto significa como intelectual. El que sea mujer blanca es una circunstancia. Como también lo es su prestancia. Sin
su escrito, el libro sería otra cosa. Así que lo valoro en lo que vale. Finaliza
el libro con otras líneas debidas a la pluma del Presidente de la institución cultural
El Liceo Lorquino, Javier Pinilla
Peñarrubia, bastante lógica su presencia, porque es la entidad que lo patrocina
con la ayuda de algún que otro mecenas del que se deja merecida constancia en
el libro. Y el que yo escriba aquí también es mera anécdota, quizá la peor, porque
no lo hago como azul de manera
consciente, pues de ello me alejé, sino desde mi afecto de hermano del autor,
que me lo pidió. Lo hago desde mi punto de vista bíblico y retórico y, de ahí,
mi lírica interpretación. Así que mil gracias para ellos, que ayudan así al
libro en su vuelo de pájaro sobre la categoría de los desfiles bíblico-pasionales.
Estos escritores han recreado muy
bien la procesión porque la conocen. Han recreado la procesión que fotografía
Alejo Molina porque lo conocen y conocen el entorno en el que se produce y la
parafernalia que genera: es la procesión en movimiento, ahora inmovilizada
eternamente, pero significada, expresiva, dotada de un contenido referencial
artístico de estilo personal elaborado, con cierto toque lírico y con elementos
connotativos. En alguna escasa ocasión, aparece alguna fotografía conceptualizada:
ha visualizado en su mente una fotografía que no existe en la realidad y
consigue construir otra realidad que le permite capturar con su cámara la foto
imaginada. Eso sucede porque lo más relevante no es el objeto retratado sino lo
que representa, su significado icónico. Es decir, creatividad e imaginación
como caracteres de estas fotos. Este tipo de fotografías, esta práctica,
confiere un carácter narrativo que la distingue de la simplicidad sensitiva de
lo abstracto, del que después hablaremos.
Cuando un fotógrafo hace una
fotografía, letras de luz, encierra con una imagen mil palabras, literarias o
no. Es más, Alejo, con sus fotografías crea un testimonio. Pero cada uno de
esos testimonios o fotografías constituye un significado porque es un signo,
dado que, elegido el tema, las Procesiones, cuentan una historia fragmentada en
mil pedazos, tantos como fotos, que él desarrolla mediante instantáneas
cromáticas. Además, y sobre todo, constituyen una expresión artística. Sus
fotografías posibilitan al lector un acercamiento particular a la obra y al
mundo que contiene.
Es el mundo de las procesiones de
Semana Santa como objeto de las fotografías de Alejo un testimonio social, una
forma específica de vivir una manifestación religiosa de carácter popular. No
podemos hablar de una visión peculiar del mundo procesional sino de un enfoque
particular que convierte cada una de esas fotos en un documento espontáneo de
una representación cuasi teatral en movimiento. Pero ese documento no se
produce de modo casual, sino que es captado tras una meditada espera para que el
enfoque permita un documento gráfico que sea lo más artístico posible. Cada
registro fotográfico muestra la individualidad dentro de una base común a todas
las fotos. Mas, vuelvo a repetir que nada de lo que documenta está en la sombra
de la sociedad, sino en la interpretación artística que unos personajes
realizan de unos protagonistas de la historia de la religión de hace miles de
años. Y, como contradicción, no se proclama un simbolismo, lírico o no,
artístico siempre, de las angustias, deseos, dolores, emociones y sinceridades
de los hombres como entes históricos, sino como entes religiosos, dentro de
toda la laicidad que manifiesta el espectáculo. Hay un acercamiento sigiloso
del fotógrafo que, bajo su criterio fotográfico, su técnica y el momento de la
captura de la imagen puede cambiar nuestra forma de pensar, sentir o vivir de
nuevo las procesiones.
Se considera que la fotografía es
"arte exacto y ciencia artística", lo que le permite interaccionar
con otros campos del conocimiento y de la técnica. La fotografía es un
desarrollo tecnológico basado en la construcción de imágenes y análisis de la
perspectiva. Por eso, en este libro no hay interacción, puesto que los
escritores o presentadores del libro no conocían el material de antemano y sí
las procesiones. Por lo tanto, se ha creado un paisaje nuevo con la relación evidente,
literaria e icónica, de estos dos medios de comunicación. En todo caso, aquí se
produce una situación no identificable con su pertenencia a un contexto social
porque se refiere a un concepto más amplio y específico con relación a sus
destinatarios que, quizá, no necesiten de la palabra para identificar los
objetos fotografiados.
El ambiente que crea sobre el propio
hombre que ve el resultado de la captura de la imagen produce un referente en su
psique porque aparece y comprueba una nueva realidad desgajada desde el devenir
en movimiento hasta el estado de materialidad inmóvil en el que se convierte
una fotografía que contextualiza un contenido diferente del protagonismo social
del mensaje en general. La fotografía, en opinión de David Catá, sólo paraliza
un momento: el resto es el resultado de la acción, un recuerdo posterior. La
procesión, fragmentada y emocionalizada, restringida en ocasiones al detalle en
las fotografías, sintetiza un efecto recreado y nuevo que parte del mismo
desfile, de los mismos personajes que pululan por el fervor mariano y la
laicidad histórica, a la que se le hace justicia. Alejo documenta los procesos
que ofrece como resultados: la fotografía en sí. Y también escapa del paradigma
que es hacer un instante eterno porque un torrente de creatividad elabora la
identidad de la imagen que, al contemplarla, deja descubrir que lleva la
impronta fotográfica de Alejo. Eso se debe a que entre Alejo y las procesiones de
Lorca existe una reflexión que significa convivencia, intimidad y conocimiento
exacto. Quizá sea lo que más años lleva fotografiando, olvidando así otros
mundos posibles y varios de creación que lo reclaman.
La lectura de la parte escrita,
aunque puede condicionar la interpretación del hecho social, no tiene nada que
ver con las fotografías, sino con la experiencia del contexto. Esto se debe a
que el emisor literario y el receptor conocen el mensaje como metáfora en sí
misma. Pero desconocen el resultado de la instantánea, aunque la presencien.
Además, el lector ha de pasar del lenguaje literario al lenguaje icónico, lo
que supone cambiar de ideología inmediata, olvidar, si cabe, la literatura y
adentrarse en otro sistema con otro reflejo de los valores y diverso modo de lectura.
La contemplación de la imagen provoca, según la sensibilidad de cada uno,
emociones, afectos, conocimientos, reflexiones, que sólo se pueden expresar por
medio de palabras, haciendo literatura de este modo desde la imagen, desde la
fotografía como performance, porque
recoge una actuación en movimiento de la que desgaja un instante, una toma, que
permite hacer visible lo interno, la intimidad del instante, como digo en mi
escrito que forma parte del libro. La visión de la fotografía permite o provoca
el efecto contrario, escribir desde la impresión originada por la imagen, por
la fotografía, lo que origina una ékfrasis
o expresión literaria de una representación visual, que aquí se ha evitado. Y
también podemos relacionarla con la hipotiposis,
lo que puede conseguir que el público se vea en el escenario de esa historia
que las procesiones cuenta. Y no hablo de esa figura retórica por capricho,
sino para decir, por lo que después añadiré, que sirve para presentar de manera
próxima realidades de carácter más bien abstracto, al que se llega, como acercamiento,
mediante la técnica del barrido, con la que se consigue un objeto estático y un
fondo movido.
Así que la imagen es el objetivo de
la comunicación fotográfica. En esta ocasión la imagen es la procesional,
porque es el tema y el contenido del libro, mientras los motivos son los que
aparecen detallados, especificados, solemnizados en las fotografías: dolor por
la pasión y muerte de Cristo y todas las circunstancias religiosas que conducen
al paroxismo y concluyen en la catarsis espiritual. Incluidos los caballos de
los ejércitos triunfantes, las carrozas en las que predomina el poder, las
literas en las que descansa el eterno femenino, sus bordados atuendos como
adornos. Caballos, carrozas y literas son objetos con características
suficientes para que el ojo de la máquina les saque todo el jugo estético y
expresivo que poseen. Pero que se sepa que no son fotos de caballos, sino fotos
de caballos en las procesiones lorquinas. Ordinariamente, las poses o posturas
de los caballos no son tan heroicas, tan esforzadas, tan visuales como las que
presentan en procesión. Y ese instante de la captura de su esfuerzo rítmico es
tan mágico como venturoso, como atemporal. Ese salto espacial es un paso de
baile ejecutado con orden y con tanta precisión que arranca aplausos llenos de
emoción. De ahí la magia.
Para el desarrollo de la imagen, el
fotógrafo, hombre con sentido artístico y dominio de la técnica, aplica un
código visual que tiene como factores básicos la perspectiva, el encuadre, la
iluminación y el color. La aplicación de estos elementos la hace estar
relacionada con la pintura. Se podría decir que la fotografía, como la pintura,
es poesía muda. Pero, en este libro magnífico, la parte literaria es una excusa
para presentar el libro o divagar sobre el contenido de las fotografías, es
decir, de las procesiones, o contextualizar social y líricamente el contenido y
sentido de la representación en movimiento detenida en el espacio y en el
tiempo. Idealizando, diría que es fotografiar aquellos carros sobre los que se
representaban los autos sacramentales barrocos pero puestos en movimiento
mientras la dicha representación y detenidos por la instantánea, o sea, detener
el movimiento y captar el detalle, la exposición, el esfuerzo, el espectáculo
en suma. Porque la fotografía es la contemplación del momento, mientras en la
realidad, en la carrera, el movimiento es el que crea el espectáculo, que así
se convierte en finito frente a la eternidad de la imagen en el papel. Pero ya
he dicho que Alejo ha huido del paradigma para ser creador.
Lo que el fotógrafo consigue,
aprovechando el conocimiento que del espectáculo posee el público, es decir, el
receptor, es potenciar y definir el contexto social a través de las estrategias
que utiliza para producir un mensaje que ha de llegar a niveles diversos de
capacidad de expresión e interpretación. También sabe que cada receptor va a
decodificar el mensaje según su color.
Porque el lector visual va a leer y calificar, al menos puede hacerlo, como
mejor resultado estético el del color de su preferencia, el de su Paso, mientras
que el fotógrafo querría que sólo destacara el elemento estético-artístico. De
ahí la polivalencia del libro, otra de sus virtudes.
Hay que explicar que resulta
complejo resistirse a la atracción de los elementos artísticos de las
procesiones, como el bordado, porque la fotografía concede prestancia al brillo
de las sedas, al contorno del oro, que, siendo elementos estáticos, cobran vida
por el movimiento, bien a la grupa de un caballo, bien como manto sobre los
hombros de los héroes, bien en las carrozas que hacen del movimiento un
elemento presente y especial. A donde se dirija la cámara, encontrará estos
elementos. De ahí la elección del momento para perpetuar esa magia a la que
pronto me referiré.
La fotografía es, al menos en su
origen lo fue, un medio ajeno al arte con el que contacta al reproducir la
realidad con un nuevo concepto de verdad. El pintor reproduce lo que ve o finge
ver. El fotógrafo, si no trata la foto técnicamente, sólo reproduce la realidad,
lo que era y cómo era cuando se captó la instantánea. Y si la figura es
fidedigna también lo es el mensaje que transmite.
Por ello, la lectura de este libro
sin literatura, todo dedicado a la imagen de las procesiones que recordamos, va
a permitir el conocimiento veraz y detallado de cuanto es procesión en varios
momentos de su proceso, con la ventaja de poder repetir la experiencia las
veces que se quiera, renovándose la emoción estética que conlleva a la
fotografía como expresión artística. Por ello, libros como este pueden llegar a
personas con poco dominio de la decodificación de los signos gráficos. Por lo
tanto, este libro populariza, al ponerse al alcance de todos, las procesiones y
su carácter misterioso sólo percibido por el procesionista, que esta faceta
también la ha vivido el fotógrafo, Alejo en este caso.
En este libro reina la belleza por
cuanto sólo compete al arte. Porque, si bien es cierta la existencia de la
verdad objetiva en la fotografía, no se puede olvidar la verdad y belleza
subjetiva que es lo que añade el fotógrafo para hacer arte, su manera de hacer
arte, no la plasmación industrial de una realidad en este caso bella, como
podría ser una estampa "bonita", pero manida. Estamos contemplando
las fotos de Alejo, la procesión que Alejo considera como elemento estético. Así
que no exagero si digo que este libro se podría subtitular, aunque ya se da por
sabido, las Procesiones de Semana Santa de Lorca según Alejo Molina.
El que la fotografía se convierta en
arte obedece a la sensibilidad del fotógrafo que utiliza la tecnología para
comunicar una realidad, ideal según él, a través de su lenguaje estético. A
través de su arte, el fotógrafo puede perturbar las conciencias al indagar la
realidad como una situación nueva, una situación que a veces él sólo percibe, y
ponerla en conocimiento del público que así se enriquece y puede darse cuenta
de algo que antes no había visto. Así que, como motor de este arte, hallamos o
hemos de poner la imaginación del artista como elemento para hacer del arte
poesía, para hacer del detalle un silencio, un encuadre, un destello de luz, por
la descripción panorámica de esa realidad llamada Procesiones de Lorca. Lászlo
Moholy-Nagy afirma que fotografiar es crear formas con la luz. Pero la
iconología de las procesiones es de una belleza singular sencillamente por su
dominio de la forma.
Y otra característica de este libro
radica en la primacía de la imagen, lo que supone una aportación a la
divulgación de la cultura sin renunciar por ello al valor artístico que en sí
posee la fotografía. De este modo, la fotografía se convierte en un mundo
infinito de percepciones y la sitúa en un lugar frontero a la experiencia de la
utopía. Porque la procesión siempre es una experiencia no conclusa ya que cada año se muestra diferente y la
fotografía es un arte de reinvención lleno de posibilidades.
El fotógrafo escribe sin texto,
aunque con la luz de su cámara, la realidad que se proyecta a través de la
observación de la imagen, de lo que aparece por el encuadre, porque el
fotógrafo ve más realidad que el objetivo de la cámara. Sobre todo porque sabe
lo que quiere fotografiar y lo que no es artístico no lo considera.
Si antes señalaba la imaginación
como cualidad en el fotógrafo, indico ahora su dimensión ilusionaria o talismánica,
como la define Susan Sontag, concepto quizá aprendido de Annie Leibovitz, una
vida detrás de la cámara. Es la expresión de una actitud sentimental e
implícitamente mágica como la tentativa de poseer la realidad. La información
que contiene una foto posee el valor del orden de la ficción. Aunque hay que
entender la fotografía no como la sustitución de una realidad diaria por la
realidad que ve el fotógrafo, sino como el recurso que se une a la realidad
como autonomía estética. La fotografía, aunque se relaciona con lo real, tiene
que ver también con lo imaginario. Porque el fotógrafo, al extrapolar el
movimiento por medio del encuadre y del enfoque, está imaginando y creando otra
forma diferente dentro y originada por la imagen real.
He de acabar ya porque es el propio
fotógrafo el que debe exponer el contenido de este libro y dar paso para que
ustedes lo tengan en su poder y técnicamente puedan comprobar cuanto acabo de
decir, fervorosamente por cierto. Para eso es mi hermano y he venido desde mi
aislamiento para dar noticia escueta de cuanto hace y ha hecho por las procesiones
de Semana Santa de Lorca.
He atisbado en su fotografía un
cierto interés estético por la manipulación en un camino que, intuyo,
trasformará la imagen fotográfica en pintura abstracta. Es algo que lleva
algunos años intentando y del que hay alguna que otra muestra en el libro. Es
una aventura apropiada por los senderos de las nuevas tecnologías. La creación
está cada día más al alcance de todos. Ahora se puede comprender aquello de la hipotiposis. Es decir, el fotógrafo,
bajo los sentidos de la creatividad, inicia un camino que concluirá en la plena
abstracción, siguiendo la evolución de la pintura. Hablo, pues, de Alejo
fotógrafo, no de Alejo cronista de las procesiones de Semana Santa de Lorca.
Apropiándome del título de una exposición, en la que la imagen fotográfica se
transforma en pintura abstracta, puedo manifestar que la fotografía de Alejo es
"el arte de la seducción cromática", aunque su viaje a la ninguna
parte de la abstracción es algo impreciso, porque intuyo que busca disolver las
formas en una amalgama de luz y color, como expresa Xavier de Diego con
relación a Tringali que es el que expone en Madrid ahora mismo, en el Sala Estudio
Gerardo Rueda. Giuseppe Tringali explica que su desafío fotográfico actual
radica en "experimentar utilizando fotos mías con aplicaciones
tecnológicas para pintar, a través del ordenador y el iPad". Eso indica,
para un futuro cercano, una nueva vía de experimentación en cuanto se refiere a
la fotografía de la Semana Santa de Lorca. Pero entonces no reconoceremos
ninguna imagen. Todo será luz, color, ritmo y armonía. Pero no imagen
figurativa.
Celebro, pues, este festival de luz,
color, tradición, Semana Santa y cuanto desvela este libro que deseo le sirva
para que se le empiece a considerar como fotógrafo con independencia de los
temas que trate. Aunque ser un fotógrafo puntero de la Semana Santa lorquina es
algo que significa pasar a la historia de esta manifestación cultural y de este
pueblo.
José Luis Molina
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José Luis Molina
Calabardina, 29 marzo 2014
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