martes, 11 de marzo de 2014

OSCURO INTERIOR HERIDO (Desde mis entrañas), de MARÍA DEL AMOR HERNÁNDEZ MARTÍNEZ,

PRESENTACIÓN DEL LIBROOSCURO INTERIOR HERIDO(Desde mis entrañas),DE MARÍA DEL AMOR HERNÁNDEZ MARTÍNEZ,EL DÍA 10 DE MARZO DE 2014.

El alcalde marchó de viaje a Madrid y en su representación estuvo Laly Ibarra.
No varío nada de mi escrito

   
Aquí estoy con mi amiga Chon, Presidenta de los Amigos de la Cultura
Las fotos me las ha enviado por correo mi amigo Manuel Morales


            Excmo. Sr. D. Francisco Jódar Alonso, alcalde de Lorca. Querida amiga Amor hija, queridos Joaquín y Mario, hijos de Amor. Queridos Amor madre e hijos José Joaquín, ausente por obligaciones profesionales, y Matilde. También mi recuerdo para ti, Manuel Miñarro, esposo de Amor, que estás en la penumbra del segundo plano cuando a ti habría que hacerte un homenaje. Amigas y amigos de Amor aquí presentes, lorquinos todos los que por algún motivo de amistad, aprecio, admiración o solidaridad estáis en esta sala. Amigo Juan Carlos García Ruiz, Presidente de la Asamblea local de la Cruz Roja de Lorca. Buenas noches y mi gratitud a todos, porque vuestra presencia hace este acto más importante y emotivo con relación a la autora del libro que vamos a presentar, OSCURO INTERIOR HERIDO. Vuestra presencia es la que presta el sentido a toda esta parafernalia. Os honra el que hayáis venido para acompañar a Amor. Se merece vuestra estancia en la sala y vuestra amistad. Al menos eso creo yo. Gracias en su nombre y en el mío.

        Hay muchas cosas que, necesarias para conocer mi antigua relación personal con Joaquín y Amor, los  padres, y sus hijos Amor, Matilde y José Joaquín, están escritas en el prólogo del libro, también de mi autoría. Hay muchas cosas que, necesarias para comprender todo el entramado que circunda el libro, están en su interior. Hay muchas cosas que, necesarias para conocer el sentido que se le ha dado a esta publicación, se hallan en las páginas del libro que pronto estará en vuestras manos. Por ello, en esta presentación no se van a repetir. O trataré de que no se repitan. Porque, en realidad, sólo quiero hablar del libro, pero el libro es Amor y, por tanto, de ella también voy a hablar aunque sea de una manera discreta. Y si es directa, porque no queda más remedio, mejor. Es su autora, sin ella no habría libro, pero el libro sólo es el resultado de unos sucesos, digamos que físicos, que se adentran en ese oscuro interior que ya estaba herido por la enfermedad, por el dolor, por el desaliento en ocasiones -¡quién no lo tiene!- y que cobra, de manera impensada y, en mi criterio, providencial, una magnitud íntima que se resuelve en salud, en gozo, en silencioso cauterio. De esto es de lo que quiero hablar. Porque lo otro lo tienen ustedes en el libro. Porque hablar aquí para Amor y para vosotros es algo serio para mí. A veces, cuando digo lo que estoy haciendo, alguien, con buena intención, me dice que así me estoy gastando. Le digo que no, que sólo elijo lo importante, lo que yo mismo selecciono porque se lo merece su autor o el tema. Lo que lamento es no estar a la altura de las circunstancias, no colmar las expectativas. Me disgusta no ser mejor orador, no ser más grato para hablar y no expresarme con la eficacia que me exijo. Pero los años no perdonan. Eso sí, nadie me va a ganar en cariño y emoción en este mi grato trabajo de esta noche, porque Amor se merece una noche distendida y serena. Yo ya brindo por ello.

        No hemos querido crear ninguna expectativa con relación al libro porque no es nuestra intención, al menos la mía y estoy seguro que la de Amor, magnificar ninguna de las situaciones que, relacionadas de modo providencial, se han debido conjuntar para que este libro se haya publicado. Se trata solamente de una memoria, literaria si se quiere, de una delicada situación, trágica sin duda, que, desencadenada violentamente por la misma naturaleza, se resuelve en consolación, en curación, en dulce esperanza amenazada. Digo amenazada, porque las revisiones a pasar mensualmente son un trago no muy dulce. Sus llamadas telefónicas casi ponen en cuidado. Se lamenta blandamente por el dolor en no sé qué sitio, por ese hematoma negro que le ha invadido la pierna. Pero raudamente surge su buen humor, su verborrea imparable que oculta alguna que otra preocupación que no quiere afecte a sus cercanos. Porque ya está acostumbrada al dolor, es compañera del dolor. Se conocen hasta la saciedad. Son amigos íntimos. En su cuerpo, los costurones lo corroboran. Está cosida, pero que muy bien, por fuera y por dentro. Pero, la buena disposición de Amor hace que todo se vaya restituyendo poco a poco, que todo vuelva a su sitio, que el orden recupere su lugar, que la vida continúe, aunque sea sufriendo desde las entrañas, ese lugar no literario desde el que ha escrito este libro.

        La revolica que se puede formar a causa de la publicidad que sin duda va a generar este acto y el mismo libro en sí puede conformar un estado de opinión que destaque lo que no es necesario. Hay que señalar que no se publica este libro para que se conozcan las cualidades literarias de Amor, que no ha lugar ahora, sino para que entremos en ese oscuro interior herido y comprendamos qué fue la situación personal amenazada de muerte de Amor y cuál es la actual. Y, sobre todo, entender el proceso, adivinar el camino sufrido y gozado, ponerse junto a Amor en su particular calvario. Porque si la acompañamos en ese oscuro daño, en esa interior herida, podemos estar junto a ella en su actual situación más alegre y en su vida más gozosa. Conocer qué sintió y pasó Amor es ponernos en su lugar, comprobar su pasión, para ahora entender su gozo y su zozobra. Gozo porque vive, y no es poco. Y su temblor tímido, porque vivir es un estar pendiente de su estado físico y emocional a lo largo de un mes, hasta que los médicos evalúan su estado. Pero ahí está ella para salir airosa.

        Así que, a pesar de que este acto se conocerá enseguida en otros lugares por los mismos medios que antes la hicieron noticia -ya ha pasado-, nosotros queremos caminar con pasos cautos, sin espectacularidad, dando gracias a Dios, sin duda, y a los hombres que la curaron, esos técnicos increíbles, esos médicos que algo tienen de dioses menores porque curan, porque restablecen la paz, eliminan el dolor en tanto en cuanto. Gracias a ellos por su pericia y por su humanidad. No queremos que nadie piense en que Amor o su libro quieren ser noticia para que su vanidad vuele como bagatelas de colorines fatuos y falsos. Dios nos libre. Este libro es una experiencia humana, la que Amor ha querido contar a su estilo y con su grandeza personal. Pero, además de humana, es la historia de una fortaleza. Amor ha escrito este libro porque esa experiencia es transferible y ejemplarizante. Transferible porque es de utilidad común, sirve para todos los atribulados, cualquiera que sea la causa. Ejemplarizante porque, al formar parte de una sociedad local, de un círculo social cercano, nuestra manera de reaccionar, su manera de reaccionar, es como un generoso vaso comunicante para el resto de los prójimos y de los que están en contacto con Amor en este caso. Si esto no hubiese sido así, ninguno de los presentes estaríamos aquí y ahora. Así que ya somos partícipes de su historia, de su literatura, de su dolor, de ese oscuro interior herido.

        Debo decir que Amor ha estado tan enferma como le ha permitido su cuerpo, tanto que su cuerpo estaba diciendo no, ya no puedo más, a pesar de sus ganas de vivir, de criar a sus hijos, de poder corresponder al ingente sacrificio de su marido. Necesitaba un doble trasplante de páncreas y riñón. Ya había estado dos veces preparada y hubo de abandonar el hospital por problemas ajenos a ella, digamos que por la puerta falsa. Eso implica tener que escapar del desaliento, recrear una esperanza que se aleja, continuar al margen del abandono, viendo cómo las posibilidades de un trasplante se hacen infinitas. Pero a Amor le sobraban, le sobran, ganas de vivir, ganas de continuar en la lucha diaria. Y eso hizo. Y eso es lo que comunica. Sin olvidar la suerte que tuvo, cómo se combinó la tragedia con la bondad y cómo de una muerte, de una fallecida, le brotó la vida. Por eso, Amor ha escrito este libro, para que se hagan donantes de órganos, para que se sepa que con ello se puede alegrar una o varias vidas después de la muerte, para que se pueda alargar una vida que parecía perdida, que sólo era la luz de una vela, el suspiro de una capuchina, el parpadeo de un candil, el resplandor de una mariposa en un vaso de aceite mientras soporta el hálito del aire, el paso leve del ángel de la guarda.

        Bien es verdad que también se trata de canalizar su gratitud no sólo por el camino de la interioridad, de la ejemplaridad, de la pulcritud, del darse caritativa y cariñosamente a los otros, sino que, además de ese objetivo, se planteó Amor otro, cual es el de vender el máximo número de ejemplares para que el beneficio de esta acción sirva para que Cruz Roja, a quien se agradece su disposición y acogida grata, aumente sus caudales y los dedique, de poder, a la investigación en cualquiera de las situaciones que llevamos planteadas. Al menos, que, desde la organización que presides en Lorca, amigo Juan Carlos, puedas canalizar tu inquietud y sensibilizar al pueblo y a la autoridad. Al pueblo, para que se haga donante de órganos y de sangre. A la autoridad, para que facilite la labor y urja a quien corresponda. Así que, amigo, gracias por tu respuesta, por permitir que Amor pudiese poner el libro a vuestra disposición y favorecer así su intención, aunque sabe que sólo es un testimonio más, una iniciativa mediante la que ansía, si puede, devolver algo de lo que hicieron por ella. Desde esta mesa te doy las gracias. No es mucho, pero desde mi corazón salen estas palabras que no son convencionales. Y es que, en esta noche afable, se deben desatar los afectos y crear una armoniosa convivencia. De todo eso es de lo que se trata. Esto es lo que venía a decir y no quería que se me olvidara. Porque, seguro, algo se perderá en el limbo de lo no dicho por olvido. Eso sucede porque ya voy para mayor.

        Ahora tengo que hacer un pequeño inciso o un paréntesis menudo, salirme del esquema y hablar de mí. Supongo que Amor me va a citar y yo quiero decir, antes que ella, lo único que he hecho: acogerla. Escucharla. Dejarle alargar sus silencios y animarla a paladear sus palabras agrupadas y atropelladas pero participativas. Ella es su propia medida y bastante tenía con lo que le sobrevolaba. Así que sólo he puesto lo que sabía. Mis pobres conocimientos sobre la edición y echar un par de ratos en la imprenta. Lo demás es suyo. Cayetano Méndez ha hecho, como siempre, una hermosa y notable labor. Por eso ha sido él nuestro impresor. Es el primer libro de Amor y es una reliquia a conservar. Engrandece el libro la severa portada de Isabel Amat que interpreta con un sencillo y sensible dibujo de personal estilo cuanto ha creído hallar en el libro, cómo ella lo arropa. Es, pues, la primer crítica del libro, la primera que nos ha contado lo que en él ha visto. Leer esa imagen en el primer paso del lector. En Amor queda mucho de la niña que fue, de la niña que juega con el columpio, pero que también tiene miedo, como comprobarán a lo largo de la lectura del libro, y, por ello, quiere restablecer el vínculo anterior y rememora  a su padre, acude a él para que la ampare. El libro queda distribuido en dos partes que ocupan páginas contrapuestas: par e impar, aquella en prosa, esta en verso. Así una descansa en la otra y se establece una comunión entre ellas. Igualmente indica la manera de leer este libro: hoja sobre hoja, prosa sobre verso, prosa primero, verso después.

        Por eso se ha huido de calificar el libro como de poesía o de prosa. En su interior, manifiesto, jugando con la palabra, que no es un poemario, sino un poema río, en prosa y en verso, que arrastra en su devenir continuo la experiencia de la autora, la experiencia de Amor que hemos contado antes, cómo se sucedieron los hechos y qué sentimientos le hicieron aflorar tanto entonces como después de que entendiera que la vida tiene un precio y que ella era una afortunada por tener una segunda oportunidad. Es consciente de que muchos de los que iban con ella a diálisis ya no están, ni allí ni en la lista de espera. De todo ello es consciente Amor y por ello quiere contribuir en esa lucha sin oponente con este libro y con lo que pueda ir haciendo en el lugar que pueda ser útil mientras viva. Porque es noble su afán de corresponder de algún modo a lo que por ella han hecho.

        De nuevo me he dejado llevar por el ritmo interior y me he olvidado de aclarar qué sucede cuando el libro se abre. En primer lugar, sale esa experiencia de la que ya hemos hablado; salen esos sentimientos normales en personas que han vivido una situación extrema; sale una literatura sencilla en la que no queremos poner énfasis alguno. Nosotros seguimos en lo nuestro: es un libro de una experiencia vital expresada libremente en poesía y en prosa. Así que no se juzgue como un libro de prosa o de verso. Aunque, sin duda, tiene su mérito y cuenta una historia personal que hay que tener en cuenta en el momento de la desolación. Produce enseñanzas de vida, pero también manifiesta una estética afinada. Lo que queremos decir es que no se trata de un libro de literatura solamente, aunque Amor tenga sus muchas cualidades líricas, que las tiene. También queremos decir que, en su momento, cuando la temática haya variado, Amor escribirá de modo literario su poesía o su prosa y, entonces, las juzgaremos como eso. No como el libro de una experiencia. Mas, también advierto que verán destellos muy conseguido en los que no queremos detenernos porque hoy vivimos su experiencia, no su literatura. Todo esto que parece confuso no lo es: sólo es una estrategia del presentador que determina que el lector puede sorprenderse con el modo de expresión de Amor, con la sensibilidad acusada que manifiesta Amor en su escrito. Y con lo que el lector descubra.

        No se me olvidaba, aunque él creyera que sí, por aquello de la oscura interior herida, hablar del ilustrador de este libro. Es notorio que, cuando un libro se compone, vienen a quedar páginas en blanco o huecos que quedarían estéticamente mejor con unos dibujicos alusivos. Manuel Miñarro, su santo esposo, ha sido el que con mayor discreción ha sobrellevado la enfermedad de Amor y también el que más directamente ha sufrido sus fortunas y adversidades. Ha pasado por casi todo, desde perder su trabajo, abandonar el lugar de su residencia a la orillica del mar, hasta hacer lo posible e imposible porque la familia no se viniese abajo, a pesar de tanto cambalache. Salió de su casa y de su parentela y se refugió en Lorca. Lo hizo con la sonrisa en los labios y el llanto en los ojos porque es muy afectivo, pero sin quejas. Y ahora, por si le faltaba poco, ha dotado al libro de unos sencillos dibujos que recogen básicamente la armonía y el ambiente de los escritos de Amor. O sea, ha repetido el periplo. Ya de por sí es un regalo el libro, pero la aportación de los dibujos lo enaltece más. En su gama expresiva, algunos parecen de una simpleza extrema, aunque son la conjunción de un momento lírico y la palabra que lo envuelve. Otros son, dentro de su idealismo, de un realismo sorprendente, como el titulado Ángel caído. Y el dibujo floral, de una exquisita sensibilidad. Sin olvidarnos del patetismo de la manifestación de la unión existente entre padre e hija, que se hace sangre que brota de la herida causada por una espina del rosal de nuestro propio jardín. Ese jardín soñado que une la gracia con el donaire, el encanto con el vuelo leve de una falda que parece aurora de párpado entornado, ensoñación colorista, aroma cenital, crepúsculo sobre la vidriera oscurecida por la hora y el silencio. Todos estos dibujos o ilustraciones se han entregado también a la Cruz Roja para que, con su venta, puedan aumentar los ingresos que después destinará a su labor social. Pregunten ustedes por ellos. Es preguntar por la belleza y tener más cerca a la amiga.

        No cita mucho Amor a su madre. No es otra cosa que respeto y un intento baldío de alejarla del sufrimiento. Eso, a una madre no se le puede ocultar: lo intuye y calla para que la hija no sepa que está al tanto. Alégrate, Amor madre, y que sea siempre lo que Dios quiera, como le digo muchas veces a tu hija. Tampoco se ha olvidado Amor de su Matilde, de que estuvo a su lado casi un largo mes soportando el chaparrón que cayó después del trasplante. No están ambas sino en su corazón. Se debe todo a la delicadeza de Amor. Las mantuvo en su lugar, como hoy ha vuelto a hacer. Ahora todos están digamos que dichosos: yo creo en la dicha, no en la felicidad, bien, en verdad, inalcanzable. A esa dicha nos unimos y somos compañeros del gozo.

        Todo eso y más cosas se pueden localizar en un libro personal que yo he venido a legitimar con esta presentación como si mi autoridad fuese relevante. Yo sólo me he escapado de Calabardina, en donde el mar ya se está vistiendo de primavera, para cumplir los deseos de Amor, esta mujer que, hace unos días, tras una de las muchas zozobras que padece, me hizo prometer que presentaría el libro aunque ella no pudiese venir. Se lo prometí o se lo juré, que no recuerdo hasta dónde me exigió. Le dije que así se haría. Así que aquí estoy y sólo me queda decir adiós. Pero quiero antes devanear sobre otras cosas.

        Si dijera que Lorca no se merecía el terremoto, entraría en la misma dinámica que plantea Amor en su escrito: ¿por qué a mí? No creo sea justo decir que por qué a mí sí y al otro no. Como tampoco lo es decir que mientras sea el otro y no yo, mejor. Amor se salva gracia a la muerte de una mujer inocente que estaba allí quizá en el momento menos adecuado. Su familia también se puede preguntar que por qué a ella. Pero, gracias a su óbito, gracias a su generosidad en vida, son dos las personas que viven, que han alargado su vida: Amor y otro más. Su familia quizá se reconforte sabiendo eso, que su madre, que su tía, que su hermana, ha podido salvar la vida de Amor gracias a su misma generosidad, que su muerte no ha sido en balde. Conozco la zozobra de Amor, por su propia timidez causada, sin saber qué piensa la familia de la donante. Hoy, como la conozco, sé que está alegre sabiendo que familiares de la difunta por el terremoto están aquí, han venido a este acto. Ya se hablarán, ya se dirán lo que tengan que decirse. Si es que así lo quieren. En verdad, es muy complejo saber cuál es el comportamiento idóneo. Pero esta mujer lorquina también es un modelo para la sociedad. Por eso es urgente conocer modos de proceder como el de esta señora y tomar ejemplo: hay que ser, si se puede, donante de órganos. Esa es la razón de ser de todo este lío. Nadie ama más a su prójimo que el que da su vida por él, se decía antes. Ahora habrá que cambiar seguramente el dicho: un donante puede alargar, salvar, más de una vida. Este es el ejemplo palpable. Es un heroísmo sincero y silencioso. Y si se lleva al plano espiritual, cobra aún otra dimensión mayor.

        Sólo me queda recomendar que compréis la obra. Su precio es casi simbólico. Con este simple acto nuestro, mostramos la admiración que sentimos por nuestra amiga. Igualmente, vamos a gozar de portada e ilustraciones. Vamos a conocer algo mejor a Amor, la autora, quien se atreve con la prosa para darle a su pensamiento la gracia definitiva del poema, de la buena copla. Y vamos a contribuir a la realización de los deseos, nunca ingenuos, de Amor, a la que le gustaría que todo fuese un río de oro para que estos problemas de salud, de vida, de interior oscuro, sí, porque está interior, por dentro, y de las heridas que abre la enfermedad, se pudiesen corregir con la donación de sangre, órganos, vida. Tampoco nos vamos a quedar más pobres de lo que ya estamos por la compra del libro. Lo podréis poner en vuestra biblioteca y podréis presumir de tener un libro de una amiga de la que nunca pensasteis fuera capaz de eso: de escribir literariamente una experiencia que hasta creíais que no iba a soportar. Pero ya sabéis el resultado. Ha sido capaz de eso, de más, de superar una enfermedad cuyas secuelas aún son visibles, de soportar un trasplante y de andar por la vida pensando en los demás, en devolver algo de lo que a ella le han hecho. Así es la vida y así se escribe.

        Finalmente, para concluir, debo hacer alguna que otra observación que se deduce simplemente de la lectura del libro. Sin duda, estamos ante un egodocumento, es decir, un escrito que nos da noticia del yo de Amor. Estos datos son obligadamente biografía, su biografía. Son sucesos que le han ocurrido, que forman parte de su yo y que quedan documentados. Así, con la lectura de su Oscuro interior herido, conocemos un hecho físico, su intervención quirúrgica y las circunstancias que la rodearon y lo hicieron posible; conocemos, además, un hecho espiritual, su respuesta ante el hecho real, que es lo ejemplarizante. Pero también conocemos un hecho literario que es el libro en sí que tendremos en la mano en cuanto yo me haga silencio. Es un libro desbordante. Pero ese salirse del tiesto, es decir, del límite, del borde, está domeñado, sujeto al dominio de la poeta. Sucede lo mismo que en el primer poema, cuando se pregunta por su parte de culpa y sólo queda esta situación metafísica en el deseo de sobrevivir, de que pueda ver el próximo día.

        Quizá yo mismo sea el culpable de intentar que se pase de puntillas por estos poemas y me queda cierto sentimiento escaso de culpa. Todo se debe a que no quiero que un comentario adusto le genere una involución literaria. He intentado alejar el fenómeno literario de su situación personal anímica para que esta no quede herida. Eso no quiere decir que lo suyo no sea literatura. Es poesía dócil porque ella la sujeta, ella la amordaza, ella, cuando se da cuenta de la trascendencia de su poema, lo baja al suelo de lo sencillo. Quizá piense que así no nos damos cuenta de su profundidad.

        Por ejemplo: ¿sabe o piensa Amor que, cuando escribe en su poema titulado Caballo blanco, "canta el cárabo impertinente / al compás de futuros muertos", no nos vamos a dar cuenta de su alcance, de su miedo a la muerte, de su deseo de huir de tamaño horror? Es obvio que no desea salir de este mundo al galope, ni siquiera con caballo blanco, que no desea, como humana que es, perder lo único que conoce. El poema está lleno de estas y otras sutilezas, pero sólo me voy a detener en esos dos versos felices, magníficos:
canta el cárabo impertinente
al compás de futuros muertos.
        El cárabo es un ave rapaz, nocturna, parecida al mochuelo, quizá más aún al búho. Siempre se le ha tenido por un presagio de la mala suerte, por un presagio de la muerte. Por eso habla de cárabo impertinente. Porque siempre anunciará muerte futura.  Es inoportuno ver al cárabo antes de entrar en un quirófano del que sólo se sabe que se entra. Porque su voz, el sonido del ave, ese tu-whit / tu-whoo, representación estilizada del canto del cárabo, es en cierto modo repelente para el ser humano, que la escucha siempre en la noche, en lo oscuro. Por eso es repelente, por eso lo rechaza, no quiere pensar en futuros muertos, que no sea eso lo que le anuncie el cárabo, que, como anuncia el negro de sus uñas viene a llevarse a su víctima. Si eso es una intuición de Amor, es un verdadero hallazgo poético, porque, en literatura, ya lo utilizó Shakespeare en el acto V, escena II, de su obra teatral Trabajos de amor perdidos (1595/1596), en un poema titulado Invierno, en el que imita el canto del búho: tu-whit / tu-whoo. Hay una influencia, una huella literaria que, quizá, Amor haya conocido por las crónicas de su padre cuando la subyugaba hablando del mundo de la caza. Lo que era usual en el mundo de Shakespeare y lo traslada a la literatura, ha sido incorporado por Amor a su poema. Amor no ha leído esta obra de Shakespeare, creo, porque no le ha hecho falta.

        Quedan aún otros destellos, o detalles, como queráis:
Alzan el vuelo alondras desmayadas,
en mi habitación la soledad y ecos,
mi libertad en ella encarcelada.
        Acude, de nuevo, Amor Hernández, a quien no quiero negarle la gracia que le dio el cielo, a un ave para hacer una metáfora. La alondra anida en el suelo. Inicia sus actividades con la primera luz del día. Posee un canto extravagante que, cuanto más cerca está del cielo, mejor suena, pues se convierte en melodía increíble, lo que llevó al poeta inglés Shelley a considerarla espíritu bendito en su oda To a skylark (A una alondra) por transmitir cantos celestiales. El poeta inglés dice que más que un pájaro es un espíritu alegre, una alegría sin cuerpo, por la belleza de su canto. Las alondras despiertan con el alba. Amor en su habitación percibe la primera luz, pero también la soledad y los ecos de rumores lejanos, confusos, que anuncian la mañana. Pero, mientras la alondra asciende a los cielos, es libre, Amor considera que su habitación es una prisión y que su alma queda en ella encarcelada. Quizá olvidara que de todas las prisiones se sale y que, al acabar su estancia en ella, sería una nueva magnífica alondra cuya canción le pertenece y la manifiesta a quienes con ella vamos. Contrapone Amor el pensamiento sombrío del antes con la alegre sensación del después mencionando a dos aves diferentes. ¿Se puede hacer mejor poéticamente?

        En esa oda citada de Percy Bysshe Shelley, el poeta decía de su alondra que "era una alegría cuya carrera acababa de comenzar". Yo quiero decirte que deseo que te sientas alondra alegre porque tu carrera, tu vida, comenzó cuando se cumplió en ti cuanto Dios había previsto para tu vida. Hoy, abandonada la prisión, eres libre. Yo, al menos así lo veo y por ello doy gracias al que ha dispuesto que te haya podido decir todo esto. Si tu vida no hubiera transcurrido por estos parámetros, yo hubiera sido silencio y en esta noche no hubiera pensado sino en lo que pienso todas las noches: en el anonadamiento del espíritu en el seno de la intimidad. Gracias, Amor, por haberme concedido la gracia de poder presentar este libro que, desde hoy, parece algo mío y va a estar junto a los libros que quiero tener cerca de mí. Porque el libro y tú os lo merecéis.

        Señor Alcalde, Amor, amigos todos. Termino. Esta noche he podido hablar de lorquinas ilustres. La primera, la donante en vida de su cuerpo para la ciencia, para ayudar a vivir a quienes lo necesitan. La segunda, la receptora, la que ha tenido la suerte de una segunda oportunidad. Aunque yo tengo la fe ciega de que uno muere cuando le toca. Vivimos tiempo: cada día veinticuatro horas. Las horas hieren, la última mata. El paso del tiempo desgasta. El último segundo es la muerte. Obviando esto, lo que he venido a contar aquí esta noche me hace sentirme orgulloso de ser lorquino. De otra manera, no podría ser paisano de estas personas realmente ejemplares. Estos dos seres definen la manera de ser de este pueblo solidario que, sin duda, merece que la felicidad le sonría. Gracias, queridos amigos por estar aquí esta noche y haceros eco de cuanto entendemos como ejercicio de virtud y de civismo. Ahora sí acabo de verdad acabo diciendo lo que ya Shakespeare expresó literariamente en su obra antes citada: La mano que da, por fea que sea, tendrá siempre un bello elogio. El que yo he querido hacer para estas dos mujeres lorquinas. Y del libro que lo cuenta.
       

José Luis Molina
Calabardina, 10 marzo 2014.


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