lunes, 10 de agosto de 2015

Cuestión literaria: ¿NOS TIENE QUE GUSTAR LO MISMO A TODOS O SE PUEDE DISCREPAR? (1)




Entretenido en las calurosas cosas de la mar, me había casi olvidado de La tierra baldía. Sin la gracia que me niega el cielo y habiendo sido áspero con Eliot, porque me ilusiona fustigar, espero mostrarme cuerdo tras la lectura de las "observaciones" de este autor inglés señaladas para hoy, que me toca Preludios. Me gustaría, en esta ocasión, ser más sutil que con La canción de amor... Si me hubiera quedado con los detalles, ahora no estaría recomponiendo mi entrada anterior. Debía haber leído el paratexto inicial pero, como estaba en italiano, lo dejé para después, o sea, para hace un rato. Pertenece al canto XVII del Infierno (vv. 61-66) de la Divina Comedia del Dante. Guido vive en el infierno y no cree que Dante, su sombra, cuente la historia de su vida que él mismo inicia. Quizá, por este camino, tenga otro (o más) sentido.
Me he visto hasta el índice del libro para conocer algún detalle más o menos técnico del poema. Se me advierte, con relación al poema de hoy, que fue escrito en 1911 y recogido en Prufrock en 1917. Parece escrito bajo el signo del vorticismo, especie de vanguardia anterior a la primera guerra mundial. Estaba, dicen, influenciado por la ideas estéticas de Hulme. Aunque parezca mentira, no hace referencias a la música, sino, más bien, a un divertimento antes de entrar en temas mayores. Son cuatro poemas cortos y de grata lectura y connotaciones bastante realistas propias de la vida diaria que parecen distorsionar el ámbito lírico a que se estaba acostumbrado:
"Cae la tarde de invierno
en callejas que huelen a cocina.
Las seis en punto."
Ese tosco paisaje en el que reina la niebla, esos momentos en los que el aire levanta las suciedades de las calles y comienza lloviznar, desaparece como por ensalmo. Obviamente -para mí- contrapone un feísmo costumbrista -"espectrales olores a cerveza rancia"-. Es un amanecer. El que sigue a la tarde de invierno del día de ayer.
El tercer preludio es un esquema de la soledad de la dama que, "sentada al borde de la cama" (Hopper), se rizaba con rulos el pelo
"o te amasabas los pies amarillentos
con la ennegrecidas palmas de las manos".
El último preludio parece presidido por cierto modo de escritura automática, cercano a un nonsense, del que se colige el sufrimiento que origina las "grises ilusiones aovilladas en esas imágenes". Así que llega a una conclusión coordinada:
"Pásate la mano por la boca y ríe;
los mundos giran como antiguas mujeres
buscando combustible en descampados".
Quizá haya visto hoy más lucidez en el poeta o el calor de este agosto no me ha destruido el cerebro tanto como parecía en días pasados. Así que, hasta otra, que a nadie se le obliga a circular por la calle tranquila cuando es verano -o no- y los que por ella pasan han ido al colegio y acabado la EGB. Los de la ESO gritan o chillan más. Y no leen La tierra baldía. Y eso que era de los de la Enciclopedia.

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