Leyendo esta novela, una noche me dormí después de las cuatro de la mañana. Eran casi las doce del mismo día y casi estaba aún durmiendo. Lo de dormir, por la vigilia del día anterior y por la pesadez de una novela que ustedes pueden leer en el metro, en el AVE, en el avión, en un trayecto de larga distancia. Son 557 páginas de una novela que tiene como protagonista a un detective cándido y bueno que cumple todas las reglas y todos los tópicos. Es una pena que se eleve a novelas como esta a lo más alto de la literatura inglesa, por ejemplo. Es una pena que ESPASA, la editorial que publica este rollo macabeo publique estas novelas, con lo que era su catálogo. Claro que ya pertenecerá a algún trust editorial de los que nivelan el gusto de los lectores, por su afán de vender, a la altura del bono basura.
No sé qué buscaba -busca- la autora de la serie HARRY POTTER con libros como este. Menos mal que tiene la decencia de publicar esta novela con otro nombre: Robert Galbraith. Pues muy bien, señora J. K. Rowling. Es muy pesada y no aporta nada al género detectivesco. No va nada contra nadie. El día me ha sonreído y he tardado tres noche en leerla. Eso sí: ya se ha acabado lo de leer novelas de consumo. Para el que las quiera.
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