Durante -sí, sí, durante- el calor de anoche y el de esta tarde tan poco agraciada, he vuelto a leer "otras observaciones" de T. S. Eliot. Deben ser buenos versos pues los críticos así lo aseveran. Quizá, el calor no me hace muy lúcido, aunque hoy no debo tener queja, pues he comido pulpo seco a la plancha en el Bar de Felipe, en Águilas, en la orilla opuesta a Correos, frente al puerto, frente a un par de casetas en las que venden -es un decir- libros viejos. En la de color blanco, he comprado Ascanio de Elia y el ensayo de Díez de Revenga sobre Eliodoro Puche, de 1980. Tanto el pulpo seco como la musina a la plancha son manjares que, conocidos, apetecen con una cerveza fría en días de tanto calor. Tanto y tan asqueroso. Pues ya lo tengo decidido: el año que viene no sufriré el verano en este lugar. En la librería que hay a la vuelta de la esquina de La Tasca, bar de quien sea que regenta una lorquina en el Paseo de la Estación, es decir, a la calle que llega hasta la estación de RENFE y de Autobuses, en donde me veo con Pedro Morales, he visto el libro de Marcos Galindo sobre Calabardina, y lo he comprado para enviárselo a mi amiga de Cuéllar que estará trabajando en la biografía de Alfonsa de la Torre.
Todo esto viene a colación porque me he distraído leyendo a T. S. Eliot en una tarde en la que el sol, el de justicia y el otro, sin brillar en exceso, se deja notar pesadamente.
Repiquetean platos de desayuno en cocinas de sótano
y a lo largo de la calle rumorosa de pasos
reconozco las húmedas almas de las criadas
brotando abatidas tras los grandes portales
(De Mañana en la ventana)
También me he sentido capaz de captar un correlato objetivo en esa "canción de amor", costumbre de Eliot de hablar con los cuadros en algunos de sus poemas.
Sí, acepto que esta poesía es "una imagen devastada de un tiempo", como expone Andreu Jaume, traductor igualmente de este libro de Lumen. No es que haga propaganda al libro si cito la editorial. Es que hay un organismo llamado CEDRO que protege los derechos de autor y no permite la reproducción de cualquier parte del libro sin el permiso editorial. Que sepa Lumen y CEDRO que sólo informo del libro. La verdad es que el autor debe saber quién y cómo van a utilizar su libro, parte de su libro o una cita de su libro.
Acepto, además, que hay que hacer una lectura "simbolista" para extraer el fruto ansiado.
Acepto que esta poesía no se debe leer sino en una edición anotada para que no se escapen las sutilezas del mismo. Parece que T. S. Eliot esperaba que leyera esta introducción para que yo entendiera cómo escribiendo poco y publicando sólo dos o tres poemas al año un poeta adquiera y mantenga una reputación: "Lo único que importa es que (esos dos o tres poemas) sean perfectos en su especie, de tal manera que cada uno sea un acontecimiento". Bueno, ya sé por qué no estoy "reputado". Mas tampoco se condensa la situación ene sta obviedad: no es lo mismo publicar en tal o cual editorial que hacerlo en la editorial justa (prestigiada), en la colección justa (a la que acuden los críticos), aunque, bien visto, todo esto es una patochada. Observad, si no, las justas/ injustas apreciaciones de Jesús (Chus para los amigos y para Luis García Montero) Visor en el pasado mes de junio, de las que se quejaron las poetas americanoespañolas de ALDEEU que hablaban sobre la canaria Ana Mª Fagundo en elcongreso de Segovia de este mes de julio.
Leer el poema La tía Helen no me dice nada. Perdón, pido perdón por ello, te pido perdón, T. S. Eliot:
Miss Helen Slingsby era una tía mía soltera
y vivía en una pequeña casa cerca de una elegante plaza
cuidada por un servicio de cuatro personas.
Cuando ella murió, se hizo el silencio en el cielo
y silencio al final de su calle.
Hasta otro día si el calor no lo impide
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